15. Primer juego

Heros no contuvo su deseo de besar a Hestia. Incitado por las palabras que le había dicho, era como si una flama de valentía hubiera sido encendida en su alma. Cada fibra de él, anhelaba tocar y sentir el magnífico cuerpo de su diosa. Su virtud se endureció al momento en que continuaron con su intercambio de saliva. Deslizó sus manos por los muslos de Hestia y le apretaba las nalgas, sin timidez. Jamás había estado de esa forma, era como si hubiera despertado todos los sentimientos que dormían en lo más profunda de su alma.

Hestia fue quien la tumbó sobre una las almohadillas del gimnasio. Se puso ahorcajadas sobre la entrepierna de Heros, en la que podía sentir la firmeza del chico a través de su licra. Se apoyó el torso de él, y comenzó a menear sus caderas con sutileza, frotándose contra el gran talento de su amable ángel. Entonces, se dejó caer sobre él, y aplastó sus enormes senos en el pecho del joven. Estaba tan excitada, como lo estaba Heros. Los años de abstinencia, su obsesión por tenerlo, y el hecho de, poder haber logrado su cometido, luego de varios meses, la había vuelto más pervertida. Había esperado mucho, pero no tenía por qué acelerarse. Disfrutaría de con paciencia, como ese postre delicioso que, se comía con lentitud, para que no se acabara rápido. Enrollaba su lengua y humedecía su boca con Heros, por los minutos siguientes. Las sesiones de ejercicio y entrenamiento, se había convertido en largas horas en que solo se estuvieron besando y tocando. Cayó, encima de él, abrazándolo, cual mujer complacida con su amante de cama, luego de haber hecho el amor. Mas, ni siquiera se habían quitado la ropa. Entrecruzó sus piernas con las de Heros, para que no se apagara el apasionante momento.

Ambos jadeaban sin cesar. En el lugar, no entraba nadie más, por órdenes de la misma Hestia. Así que, tenían la plena confianza, de hacerlo sin preocupaciones. Se había encargado de que fura u lugar privado para los dos. Después de todo, tenía el poder para hacerlo.

—Tú eres hermosa —dijo Heros, en tanto trataba de recuperar el aliento—. Me gustas.

—Tú también me gustas, desde que te vi, supe que eras diferente —respondió Hestia, de forma entrecortada. Varios segundos después de haber reposado, se levantó y le extendió la mano para ayudarlo—. Sabes lo que significa esto, ¿verdad? ¿Quieres correr los riesgos, de lo que haríamos?

—Lo sé —dijo Heros, abarcándola con sus extremidades—. No quiero dañar tu imagen.

—No, eso no. Pierde cuidado. Soy consciente de que eres discreto y prudente —comentó Hestia, sonriendo de forma tensa—. ¿Quieres asumir la responsabilidad de estar conmigo? Tengo ciertos gustos peculiares.

—Si es contigo, me gustaría experimentarlos —respondió Heros, con expresión seria y voz ronca.

—Confío en ti. Sé que puedo estar tranquila y feliz en tus brazos —comentó, ella con voz tierna.

Hestia lo abrazó, tomando el papel de la mujer enamorada. Era muy versátil y talentoso para actuar. Sin embargo, era tan real y cálido, que en verdad se sentía a gusto. Endureció las facciones de su precioso rostro; esto no era por amor, ni por esas falsas ilusiones de las que hablaban los enamorados. No, no le habían roto el corazón, ni tampoco había sufrido alguna decepción o porque guardaba un oscuro y trágico pasado; era solo que, no creía en esas estupideces y cursilerías. Así, ambos gozarían y disfrutarían de lo que el otro le podía proporcionar. Lo que ella necesitaba y le faltaba, Heros lo tenía entre las piernas, y él, podía meterse entre las suyas; era así de sencillo, como solo tener sexo. Así que, debía tener cuidado con Heros, y terminar con él, cuando hubiera logrado su propósito; no debía apegarse, ni acostumbrarse, porque era solo un lascivo juego de seducción, traición, castigo y placer.

En el resto de la tarde, estuvieron conversando, más como una pareja de novios que, como simples colegas y amigos. Así, estuvieron más tarde, por lo que llegó el anochecer. Decidieron cenar juntos, debido a la hora. Ninguno quería apresurar las cosas; ella, por estrategia, y él, por su personalidad pasiva.

Heros estaba en el asiento del carro, luego de que Hestia lo trajera al sitio donde lo recogió. Se retiró el cinturón de seguridad, y estiró su cuerpo, para darle un largo beso a Hestia; cada ósculo, parecía ser el primero, y todos eran igual de placenteros. Había parecido por tiempo, con el que había estado con ella, pero pareciera que, esas horas, hubieran sido las más largas desde que la había conocido. En realidad, no deseaba alejarse de Hestia. Aunque fuera hasta mañana, la espera de volver a verla, lo colocaría ansioso.

—Aquí debemos despedirnos —dijo Heros, semblante triste y voz apagada.

Hestia notó el estado melancólico de su chico. Sin embargo, era claro que, no quería irse. Era el momento de incitar el lado rebelde de Heros; ese que había estado dormido por años, pero que ella la haría el favor de despertarlo, para moldearlo a su antojo.

—¿Quién nos obliga a eso? —dijo Hestia, de forma retórica—. Nosotros somos los que decidimos.

Heros percibió una punzada en su torso, y su razonamiento simuló reiniciarse por un segundo, similar a una computadora. Durante estos cinco meses habían tenido la misma rutina, pero nadie se las había impuesto. ¿Quién lo esperaba en su casa? Cerró sus párpados y recordó las palabras de su prometida: "Mañana, saldré con unas amigas". Así respondió a su pregunta: nadie. Su relación con Lacey se había vuelto distante y seca, como si en realidad ninguno sintiera algo por el otro, y aún se acordaba de lo sucedido con el seguro. Era consciente de que lo que estaría por hacer, estaba mal y era incorrecto. Entonces, ¿por qué se sentía tan bien y lleno de vida?

—Quiero estar contigo —dijo Heros, mirando a los ojos verdosos de su hermosa amante madura. Su dulce pecado, era haberse dejado encantar por ella.

—Eso es todo lo que tenías que decir. No te preocupes por la ropa o por esas cosas. Puedo brindarte lo que necesites —comentó Hestia, con satisfacción y arrogancia. Unió sus labios a los de él y le acarició la mejilla—. Colócate el cinturón. Vayamos a mi humilde morada.

—Tú mandas —dijo Heros, correspondiendo el pequeño lado divertido de Hestia.

Heros sonrió con complicidad. En verdad era agradable y feliz estando con ella. Al llegar a la lujosa suite, se detuvo a admirar la arquitectura; era un palacio que, estaba en perfecto orden. Además, de que estaban en el piso más alto del rascacielos.

—Accueillir —dijo Hestia, con glamour. Ubicó sus pertenencias en sus respectivos lugares—. Ma maison est ta maison. Siéntete tranquilo

—Merci beaucoup belle —dijo Heros, con un mejor acento del francés. Se acercó a Hestia, con lentitud, contemplándola, como hipnotizado.

—¿Crees que soy hermosa? —preguntó ella, ante el comentario del chico. Aunque, solo quería seguir tonteando con él, porque era gratificante hacerlo.

—No tengo dudas de que eres una diosa —respondió Heros, con sinceridad—. Más hermosa que la misma Afrodita.

—Entonces, tú eres mi héroe.

Ninguno de los dos contuvo sus ganas, y volvieron a entregarse a numerosos besos apasionados.

Heros esperaba en solitario, en el balcón de la suite. El viento fresco de la noche, y debido a la altura, hacía más frío. Oyó el ruido de vidrio, y volvió la mirada hacia Hestia, quien tenía dos copas con hielo adentro y botella de vino.

—La vista es maravillosa —dijo Heros, observando el paisaje que le ofrecía la ciudad, las luces y los vehículos.

—Por eso me gusta esta parte, es bastante relajante y liberadora. —Sirvió la bebida en los dos recipientes, y le entregó un vaso a Heros—. Salud —dijo al chocar con él—. Por nosotros y por lo que nos depara la fortuna.

—Por el destino —dijo él, complacido con su dama.

Heros rodeó la cintura de Hestia, mientras tomaba su vino. Al estar con ella, parecía que, había cambiado de vida, y que estaba en otra realidad. Sin embargo, seguía estando en el mismo planeta, solo que Hestia Haller, había cambiado todo su mundo de una manera drástica y estimulante. No podía resistirse a las inmensas ganas de sentirla. El beso que se dieron, ahora era gélido, por el hielo, pero quemaba como el fuego. El sabor ácido y dulce, le otorgaba una experiencia novedosa.

—Allí —dijo ella, señalando el sillón del balcón.

—Está bien —dijo Heros, agitado y ansioso, por seguir con sus húmedas muestras de cariño.

Hestia le dio un leve empujón en el torso a Heros, el cual cayó sentado. Se soltó el saco del traje de sastre que se había colocado, luego de haber entrenado. Ya estaba acostumbrada a que la viera, solo en sujetador, por lo que no era nada nuevo. Se puso ahorcajadas sobre las piernas del joven. Entonces le rodeó el cuello con sus brazos, y lo continúo besando, mientras movía sus caderas de manera sutil, sintiendo la dureza del muchacho.

Heros agarró a Hestia por el dorso. Al hacer una pausa al ósculo, se quedó observando los grandes pechos de ella; eran imposibles de ignorar, teniéndolos tan cerca, y sabiendo que, podía sentirlos en su mano.

Hestia sonrió de forma tensa y astuta. Había seducido a su tierno conejito, por una simple razón, y era, para poder divertirse con Heros, tanto como quisiera. Sus ojos, verde esmeralda, centellearon por instante. Se llevó sus manos hacia su espalda y se desabrochó los seguros de su prenda. Pero, no expuso sus virtudes, sino que, el brasier permaneció cubriéndola. Buscó en el bolsillo de su pantalón, y sacó una venda negra.

—¿Quieres tocarlas? —preguntó Hestia, con incitación. Heros, hechizado, asintió su cabeza. Además. que la erección en su entrepierna se hizo más rígida—. Tengo una idea que te gustara.

—¿Cuál? —interrogó Heros, encantado y expectante, a lo que ella le diría. No obstante, ella le puso la tira en sus ojos, y todo se tornó oscuro.

—Nuestro primer juego —susurró ella, con lujuria, en el oído del chico. Hestia guio a Heros a su sujetador. Entonces, le dio un corto beso y se levantó de las piernas de él, dejando su prenda en su poder—. Mi brasier se ha caído. Ahora solo estoy con el saco.

Heros tocaba ese atuendo íntimo, que estaba cliente, y el cual tenía un olor diferente, como el aroma de un lácteo. Se puso de pie, por acto reflejo.

—Si me atrapas, podrás tenerlas a tu merced. Pero sin quitarte el pañuelo —dijo Hestia, sin alejarse mucho de Heros—. ¿Quieres intentar alcanzarme, siendo privado de tu vista?

Heros dio un paso hacia adelante, apretando el sostén. Era algo infantil, pero al mismo tiempo, muy intrigante y ameno. Podía apreciar el lado agradable de Hestia Haller, quien mostraba como una mujer seria, seca, fría e inalcanzable.

—Quiero intentarlo —contestó él, expresando un gesto rígido en su boca, como su mala influencia.

—Sigue mi voz, Heros. Así podrás tener lo que deseas. —Hestia inclinó su precioso rostro hacia atrás. Había obtenido su recompensa, a su perseverancia y paciencia. Apenas comenzaría a corromper y a manchar al ángel con sus pecados—. A mí.

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