Partida
A la mañana siguiente, la tormenta de la noche anterior no cesaba. Ese día triste y sin vida, la gente estaba esperando bajo la lluvia a que la maldición que llevaba la chica se disipara con la esperanza de que se la llevaran muy lejos.
Las monturas estaban preparadas y todo listo para la marcha. Mientras Elea escondida en uno de los establos del pueblo con una daga temiendo por su vida. Nadie la sacaría de ahí, no cuando su infancia había sido tan feliz.
- Uclain, ve a buscar a la niña - dice Blanco montado en su corcel.
Él obedece.
Llega al centro del pueblo y encuentra el pequeño establo.
Allí estaba, llorando y con el cuchillo en la mano apuntando con amenaza.
- ¡Fuera! ¡Déjame! ¡No quiero marchar!- dijo sollozando y blandiendo su pequeña espada.
Él la mira con ojos amigables, da un paso adelante, retira el arma con amabilidad y se pone a la altura de la cría.
- No tengas miedo no quiero hacerte daño pequeña. Se como te sientes. Yo también soy un monstruo.
- Pero tu eres de tu raza...- El Rilien da unos pasos hacia atrás se quita la bota y desvela el muñón desnudo de la aleta que tenía.
- La perdí en una guerra. Un pez no puede nadar sin aletas un Rilien tampoco. No puedo ser el jefe de mi clan no me aceptan tal y como soy, por eso si vienes con nosotros no te sentirás sola, este pueblo ya te ha aceptado suficiente, es hora de cambiar...- dice mientras ofrece la mano a la niña.
Elea le da la mano y se levanta con pasos tímidos siguiendo a Uclain con sus zancadas de gigante.
Mientras, caminando entre la multitud Uclain y Elea seguían a la par entre el camino que les dejaban los aldeanos mientras cuchicheaban entre ellos.
Elea miró al Rilien, este le sonrió amablemente y ella le respondió igual. Uclain la puso en el corcel oscuro de Ceara, ya que La Compañía estaba lista para la partida y con sus caballos veloces cabalgaron bajo la tormenta sin ni siquiera decir adiós.
‡★‡★‡
Unas horas después, las nubes se disiparon y pasando por la arboleda las hojas mojadas reflejaban la luz del sol en sus lágrimas.
- Acamparemos aquí y nos quedaremos hasta mañana. - dijo Blanco - Aprovechar para descansar -.
-Dallin, ayudame a encender un fuego - le dijo Inric.
-Entendido. Elea, vamos, ayúdanos no te quedes sentada -
El chico le ofreció la mano con la misma amabilidad que el guerrero Rilien y ella aceptó. Se veía que eran buenas personas.
- ¿Sabes una cosa?- pregunta mientras andan por la arboleda.
- Puede que no sepas muy bien porque estas aquí y estarás preguntando "¿Quiénes son estas personas?" "¿Porqué?". Pero si estas conmigo no tendrás que tener más miedo, yo te protegeré. No pienses que estas sola, amiga mía, la soledad es mala y el sufrimiento igual. Tienes agallas al venir con nosotros. -
Elea se quedó paralizada y se sonrojó. Y unas lágrimas empezaron a caerse de las mejillas.
-¡Ey! No llores, cuando lloras estas fea venga sonríe. Más vale reír que llorar. -
Elea se sorprendió, y el rostro desfallecido de la chica se le cambió por una gran sonrisa, al estar a su lado .
La noche había caído, el fuego estaba encendido y las estrellas ocultas a diferencia de la última puesta.
- Blanco, - dice Ceara.
- ¿Cuál es tu duda?- dice él.
- ¿Qué tiene esa chica de especial?
- Eso lo responderemos mejor en La Casa de Eotiryl, paciencia.
- Entendido. - y se tumbó en las raíces de el roble.
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