La Compañía de la Orden

Después de una fisura en un corazón desdichado, a muchas millas de aquel trágico suceso. Uclain, Ceara e Inric, estaban descansando bajo el sol poniente, en el mágico templo de Eotiryl.
En el precioso parque, lleno de flores y árboles frondosos, entró en escena un viejo amigo. A pie descalzo y con andar pesado, Blanco golpeó a nuestros compañeros con su vara de madera, despertándolos del placentero sueño de tarde.

- ¡Despertar gandules! No creeréis que pasaréis el resto de vuestra vida aquí, ¿verdad?- dijo el mago tranquilo.

- Señor... Nos prometiera una jubilación tranquila, ya hicimos nuestro cometido.- dijo Uclain rascándose la cabeza somnoliento.

- Aún seguís siendo mis paladines...
No descansaréis hasta que mis huesos se rompan por la vejez.- Blanco sonríe. Después de un rato, los tres, se sentaron para escuchar al mago áureo.
- Ayer por la noche, Elea y Dallin, partieron al pueblo de Lojan, para buscar respuestas.

- ¡¿Qué?!- grita Ceara- Dallin es un nigromante, acabas de dejar que el enemigo gane la guerra. - dice sorprendida.
- Ya sabemos que Dallin es un nigromante, Elea no podía descubrir su verdadero poder, aquí, entre muros. Necesitaba adentrarse en la oscuridad, para desatarlo.

- No podemos dejar a la niña con ese bastardo.- dice Inric enfurecido.

- No partiremos en su busca, tenemos una misión más importante.- concluye Blanco.- Toda Aska, ha sido tapada por un manto, que ciega a la humanidad, sin saber realmente lo que ocurre. La guerra es inminente, los magos oscuros están recluyéndose en las Tierras Antiguas. Nosotros somos los únicos que intentamos resistirnos.

- ¿Que quiere que hagamos?- dice Uclain.

- Propongo, que la Compañía de la Orden, se reincorpore, reclutando las fuerzas por toda la tierra. Elfos, enanos, hombres, rilien... Toda Aska debe hacer frente a la batalla. Una vez concluido, debéis buscar a Elea, para que se una también a la guerra con sus hermanos los dragones, que serán útiles, pero antes, pasará mucho tiempo.
La era del hombre no debe terminar, jamás...

- Esa es la función de Elea, que hombres y dragones se unan otra vez como la Era Primigenia.- dice Inric mientras afila su espada.

- Debemos confiar que vaya al Pico del Dragón, si no, estaremos perdidos.- dice Ceara apagada.
- Gracias a su madre no habrá ese problema.- concluye el mago.

- A que vienen esas caras, debemos partir de inmediato, lo más rápido posible.- dice el alto rilien, con entusiasmo.

La Compañía, de nuevo reunida como en tiempos de antaño. Se preparó en un instante, cogieron sus monturas, y partieron bajo el sol del atardecer amarillento dotado por el poniente.

Los pasos de los caballos eran más cautelosos cada vez que avanzaban por el sendero de piedra.
De repente, el cielo se desplomó sobre las cabezas de nuestros viajeros.

- Iremos a Cereburgo, La Ciudadela queda lejos, la lluvia tormentosa empeorará si quedamos aquí.- grita Blanco.

Los jinetes encapuchados corrían de nuevo bajo el diluvio.
Al llegar al las puertas del pueblo, el cerrajero que se encontraba allí abrió con cautela.
El suelo adosado, se encontraba embarrado y las herraduras de los caballos, manchadas por la tierra, resbalaban al pasar con cuidado.
En cuánto dejaron las monturas en los establos de la posada, caminaron rápidamente a una mesa grande de la taberna, donde se sentaron todos en sillas de madera de pino.
La camarera les sirvió una ración de pan y cerveza a cada uno, y comieron sin decir ni una sola palabra.

Desde hacía un rato, algunos hombres de aspecto poco agraciado, les estuvieron observando fijamente, ya que todos los miembros de la Orden, tenían una pinta un tanto llamativa para los lugareños.

Una de las personas fisgonas, era un hombre carente de cabello y con una parche en el ojo izquierdo, les tenía en el único punto de mira.
De repente, se levanta seguido de su esbirro, y se van dirigiendo poco a poco hacia la zona de nuestros compañeros.
Los mercenarios creían que les sorprenderían, pero Blanco esa noche no iba a pelear, así que Uclain, a pesar de estar de espaldas, cerraba los puños preparándose para la pelea.
Ceara ya estaba planeando el plan de ataque, una buena patada en el rostro del esbirro, sería casi mortal.
En cambio Inric, se había levantado con una impertinencia antinatural, intimidando a los hombres.
Las demás personas que se encontraban en la posada, esperaban expectantes a la reticente pelea, justo antes de comenzar.
En cuánto los tres guerreros se miraron sin decir palabra, el primer puño de Inric había salido volando, justo a la barriga del contrincante.

La pelea había comenzado, muchas personas que no tenían nada que ver en la tertulia, se unían sólo para intentar dar algún golpe, y otras realmente involucradas, observaban desde fuera como el mago que seguía degustando su cerveza de malta.

- 24..., 25..., 26- decía Uclain mientras contaba a los que iban cayendo.
- Ya sabes que no valen los borrachos,- dice el enano.

- ¿Sólo 26 Uclain? - dice Ceara sorprendida.- Vais un poco flojos, ¿no?
Si sólo utilizáis los puños, vais más lentos que un troll, si yo los contase al menos llevaría 50...- con chulería.

El enano y el hombre pez se miran sorprendidos aún más.

Un rato más tarde, los hombres que se metieron en el pleito, se encontraban tumbados y derrotados, el posadero indignado, exigía que nuestros compañeros fueran a la habitación, y dejaran de espantar a la clientela.
Antes de irse a descansar, Uclain agarró a los causantes del conflicto con sus grandes brazos, los hombres subyugados, no oponían resistencia al rilien.

Una vez en la habitación, los hombres se recuperaban de la conmoción.

- Bueno, caballeros, ¿que nos podéis decir de lo que acaba de pasar?- dice Inric con ironía.
Los dos bellacos seguían callados.

- Oye amigo creo que te acaba de hacer una pregunta, no dudaría en responder.- dice Ceara mientras le pega un puñetazo en el estómago.
El hombre intenta vocalizar a pesar del dolor.
- Somos mercenarios,- dice silencioso.

- Eso ya lo sabíamos...- concluye el mago mientras entra por la puerta del cuarto.
El hombre le mira alarmado.
- Hemos oído la denuncia en un pueblo cerca de aquí, no somos los únicos que buscan vuestras cabezas. - dice cabizbajo.
- ¿Quien nos busca muertos? - dice Uclain con los brazos cruzados.

- ...No... Puedo decirlo- cada vez le cuesta más hablar.
- Tienen a nuestras familias,- dice el secuaz.
- ¿Mercenarios chantajeados?- exclama Ceara sorprendida.- Esto es muy raro.

- ¿Creés que son los nigromantes? - susurra Uclain al mago. - En todo caso, no se mostrarían tan fácilmente.
- Tienes razón guerrero rilien, exponerse a tales escalas, no es su estilo, pero creo que tendrán algún tipo de influencia.

- Blanco, se acerca alguien...- dice Ceara con exalto. - Puede que sea un mago oscuro- cuenta Inric enfurecido.

Todos los presentes en esa habitación estaban listos para lo que se les venía encima, incluso los mercenarios se situaban a la espera del cataclismo.
Poco a poco la puerta de madera maciza, se fue abriendo.
En lugar de un guerrero fantasmal, salió una joven encapuchada.

- ¡Benditos sean mis ojos!- exclama Blanco por primera vez.
- Talia llegaste sana y salva.- los dos se dan un abrazo.
Mientras tanto los guerreros seguían en posición de ataque y tensos.
La mujer que tenían delante de sus narices, se cubría de un velo largo y oscuro, su pelo negro estaba adornado de decoraciones exóticas, y los brazos se encontraban teñidos de tatuajes que cubrían hasta sus palmas.

- Blanco me ha hablado mucho de vosotros chicos, y creo que ahora la Orden estará mucho mejor- dijo una voz dulce y melodiosa.

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