C64: Desaparecida.
—¿Qué?—preguntó el chico echándose para atrás. Ella lo miró un momento y se puso de pie en un salto. Sin responder comenzó a andar tan rápido como sus piernas se lo permitieron, Christopher se incorporó de golpe y la siguió—Danna, espera... por favor—le gritó apenas llegó al pie de la escalera.
Las risas en la sala cesaron y los chicos los miraron llenos de curiosidad en completo silencio, el ecuatoriano lo único que sabía es que algo andaba mal con ella, subió las escaleras detrás de ella sin importarle en lo más mínimo sus amigos en ese momento.
—¡Christopher!—escuchó la voz de Renato llamarlo pero no le importaba, tenía que llegar hasta Danna. Dobló la esquina del pasillo y la vio entrar por la puerta, luego escuchó un fuerte golpe de madera chocando y cuándo finalmente llegó, la puerta estaba cerrada con llave.
—¡Danna, ábreme por favor!—pidió golpeando la puerta pero no hubo respuesta alguna.
—¿Qué es lo que pasa, Chris?—preguntó el hombre cuándo finalmente llegó hasta él.
—¡No lo sé!—respondió de inmediato.—Ella dijo que iría al baño y cuándo me di cuenta que se estaba tardando más de lo normal y fui a comprobar que todo estuviese bien, la encontré prácticamente hecha en un ovillo llorando descontroladamente, le pregunté qué era lo que pasaba me dijo que no volviera a tocarla nunca más...no lo entiendo...—explicó desesperado.
—Dan, cariño soy yo: Renato. Por favor abre la puerta—pidió con voz neutra
Danna del otro lado de la puerta se llevó las manos a los oídos en un intento fallido por amortiguar sus voces. La estaban llamando, pero no pensaba abrir. Se sentó en el suelo con la espalda apoyada en el suave colchón y se dejó llevar simplemente por toda la tristeza, la rabia y la frustración que sentía en ese momento.
¡Todo cobraba un nuevo sentido para ella!
¿Cómo fuiste tan tonta, Danna? Le preguntaba de nueva cuenta la estúpida voz dentro de su cabeza que lo único que hacía era empeorar su estado de ánimo. Era como sí se estuviese burlando de ella. ¿Y que se supone que iba a hacer ahora?
Los golpes en la puerta volvieron a escucharse y su corazón latió muy de prisa, sabía que ellos no iban a estar toda la noche del otro lado de la puerta, era cuestión de minutos para que Renato entrara. Volvió a abrazar sus piernas y lloró descontroladamente, ya no le importaba si la escuchan o no, sentía la necesidad de desahogarse, sentía la necesidad de llorar. Cubrió su rostro con sus manos y agachó la cabeza hasta colocarla en sus rodillas. El cabello cubrió su rostro pero no le importó en lo más mínimo.
—¿Qué es lo que está pasando?—cuestionó la voz de Erick del otro lado de la puerta.
—Es exactamente lo que queremos averiguar—respondió Renato antes de volver a golpear la puerta.
Danna se estremeció. Los golpes sonaban exactamente igual que doce años atrás, su corazón latía igual de descontroladamente y su cuerpo temblaba tanto que de repente tuvo la sensación que se había convertido en una gelatina.
—Dan...—la llamó Joel pero ella siguió llorando. ¡No quería hablar con ellos! Nunca más.—Dan, por favor. ¿Qué pasa? ¿Podemos ayudarte en algo?
—¡Danna!—la voz de Zabdiel llegó hasta sus oídos pero no se movió ni un solo centímetro.
—¡Mi amor, por favor! Ábreme la puerta, vamos a hablar, muñeca—suplicó Christopher.
—Richard, por favor dile a Noah que me envíe las copias de las llaves—pidió Renato mirando al dominicano. Él asintió y comenzó a andar en buscar del mayordomo. Danna volvió a estremecerse pero no podía estar toda la vida encerrada en una habitación llorando.
¿Por qué su vida tenía que ser así? ¿Qué de malo había hecho ella para pagarlo así? Primero su hermano había muerto, después su madre. Su padre había intentado matarla. Estaba empezando a volverse loca, viendo cosas que no eran. Y ahora esto. ¿De verdad alguien podía tener tan mala suerte en la vida como la tenía ella? No, eso no era cuestión de suerte, en todas las cosas malas que habían pasado en su vida, siempre habían tenido intervenciones de terceras personas.
Respiró profundamente tratando de calmarse pero cada vez que lo hacía, su mente le jugaba una mala pasada y era como una presentación de diapositivas que se empezaba a reproducir para hacer recordar cada una de las experiencias que había vivido con ellos. La primera vez que los vio. Cuándo se enteró que eran famosos. El primer concierto al que asistió. Las bromas que le hacían. Las veces que la decían que la querían. Y luego venían las peores, las de Christopher Vélez.
Cuándo le confesó que le gustaba. El primer beso. La primera cita. La declaración y la sorpresa. El primer te amo –que aunque falso, era lo mejor en su momento-. La primera vez que había estado con él. Su piel se estremeció cuándo recordó la ternura con la que la había amado, la delicadeza con la que la había tratado, lo hermoso que había sido todo.
¡Y todo era mentira! Soltó un jadeo en voz alta en medio del llanto y las personas del otro lado de la puerta la escucharon.
—Aquí están las llaves—anunció Richard—Y también encontré esto—agregó entregándole a Renato el teléfono de la chica aun con el mensaje abierto.
Reprodujo la grabación y negó rápidamente. ¡Esa era la razón! Observó como los ojos de Christopher se llenaban de lágrimas que no dejó salir y luego Danna escuchó como de nuevo golpeaban la puerta desesperadamente.
Hundió más su cabeza entre sus piernas y escuchó el pequeño clic que anunciaba que la puerta ya no tenía seguro. Escuchó los pasos de los chicos en la habitación y luego una cálida mano en el centro de su espalda. No levantó la cabeza, solamente se quedó ahí, dejando escapar las lágrimas desgarradoras y sintiendo como su corazón se destrozaba con cada nuevo recuerdo.
—Danna...—la voz de Renato acompañó los sonidos lastimeros que salían de sus labios.—Dan, por favor...
Apartó la cabeza de sus piernas y lo miró duramente con los ojos empañados en lágrimas.
—¡Déjame en paz!—murmuró entre dientes.
—Mi amor, por favor...—rogó Christopher poniéndose de rodillas ante ella.
Danna se apartó de golpe y se puso de pie en menos de un segundo.—¡Váyanse de aquí! No los quiero volver a ver en mi vida—les gritó a los seis hombres que la miraban con los ojos cristalinos.
—Pero Dan...—comenzó Zabdiel.
—Déjenme en paz...—rogó y lentamente se dejó caer de rodillas en el suelo alfombrado.—déjenme en paz...—repitió en medio del llanto.
—No, tienes que escucharnos—murmuró Joel hincándose frente a ella. Trató de tomar sus manos, pero ella se alejó de golpe.
—No quiero hacerlo, no quiero escuchar más mentiras—anunció mirándolo, o por lo menos tratando de hacerlo. Tenía tantas lágrimas acumuladas en sus ojos que casi no podía ver.
—No son mentiras, Danna—le espetó Erick acercándose a ella—Todo lo que hemos vivido contigo han sido las cosas más maravillosas del mundo—murmuró con la voz quebrada.
—¡No quiero escucharlos! Quiero que se vayan—les gritó con nuevas lagrimas bajando por sus mejillas.
—Por favor, Dan—rogó Richard.
—¿De verdad por eso me adoptaste, Renato?—preguntó mirándolo.
—Yo...
—¿¡Si querías que ellos fueran más responsables porque no les compraste un perro!?—volvió a estallar sintiéndose totalmente furiosa. Seis pares de ojos la observaron fijamente.—¿Por qué tenías que comprarles a una persona?—preguntó entre dientes.—¿Por qué yo?
—No fueron así las cosas, Danna...—se apresuró a decir Joel.
—¿Y entonces como fueron?—le gritó de nuevo.
—...nosotros te amamos—respondió el mexicano.
—¡Eso no es cierto!—aseguró la chica—todo lo que hicieron fue mentirme. Los cinco sabían cómo es que había llegado a sus vidas y ninguno me dijo nada—acusó.—dejaron que me encariñara con ustedes, dejaron que los quisiera...y todo era una mentira—lloró nuevamente.
—¡Tienes que creernos, Danna!—pidió Erick.
—Es cierto que al principio cuándo llegaste a nuestras vidas no podíamos creer que realmente estuvieras aquí, eras...totalmente diferente al resto de las chicas que lo único que queríamos hacer era protegerte, eras como nuestra hermana pequeña pero jamás te vimos como una responsabilidad nuestra—le explicó Richard.
—Con el paso del tiempo nos fuimos encariñando contigo, y llegamos al punto de ser sobreprotectores contigo, porque te queríamos—añadió Zabdiel mirándola con preocupación—eres nuestra chica, Dan. Siempre lo serás, y aunque nos odies en este momento lo sigues siendo—ella negó de inmediato.
—Te queremos muchísimo, nos robaste el corazón Danna—inquirió Joel frente a ella.
—Para nosotros no es una mentira—respondió Christopher poniéndose de pie y acercándose a ella.
—¡Tú eres el peor de los seis!—le espetó mirándolo fijamente.
—Chicos, creo que hay que salir. Vamos a dejar a Christopher y a Danna hablar a solas y en un rato volvemos—los cuatro chicos trataron de oponerse, pero sabían que eran vano. Arrastrando los pies salieron de la habitación.
Danna se apartó las lágrimas de un manotazo y entonces pudo ver mejor a su aun novio. Sus ojos marrones estaban bañados en lágrimas también.
—Yo...yo no sé quién grabó eso, Danna—comenzó él y nuevas lagrimas rodaron por las mejillas de la muchacha.
—¡Eras tú! ¡Eras tú, Christopher!—lo acusó sin apartar sus ojos bañados en lágrimas del rostro preocupado del chico. Christopher asintió y el corazón de Danna se rompió otra vez.
—Era yo...—Danna negó de inmediato.
—¿Por qué...por qué no me dijiste nada, Christopher?—él lloró de nuevo y negó lentamente.
—Porque soy un idiota, Danna. Por eso no te dije nada.—hizo una pausa—ese audio...no está completo.—ella lo miró fijamente—esa es una parte de la conversación, pero no la completa—Danna negó un poco.
—¿Y que se supone que falta? ¿La parte en la que se burlan de mí?
—¡No!
—Esta relación no fue más que una mentira—murmuró con el corazón en pedazos.
—No, mi amor no digas eso. ¡Eso no es verdad!—la contradijo él.
—Me entregué a ti...por amor...porque pensé que de verdad era amor.—el corazón del ecuatoriano se aceleró y él negó de nuevo.
—¡Fue por amor! Es amor...—el chico tomó sus manos y Danna lo miró a los ojos. Danna volvió a sollozar, apartó la mirada y soltó sus manos.
—Déjame sola, por favor—pidió en voz baja.
—Mi amor, no...
—Esta relación estaba basada en una mentira, tú mismo lo dijiste, Christopher. Y las mentiras...son nada.—respondió la chica.
—Dan...
—Por favor.—suplicó en voz baja sin apartar su mirada del suelo.
Christopher se levantó del suelo, la observó un breve segundo y luego caminó en dirección a la puerta. No estaba rindiéndose, porque siempre que se tratara de Danna, él no iba a rendirse jamás, pero tenía que darle su espacio.
Era demasiada información para una sola noche y ella tenía que asimilarlo y descansar. Mañana sería otro día y entonces podría hablar con ella, hacerle entender que todo lo que él sentía no era una mentira como ella pensaba, que era el sentimiento más puro y sincero que había conocido alguna vez. Que la amaba con todas sus fuerzas y que sí tenía que mover una jodida montaña por ella, lo haría.
Danna apenas escuchó la puerta cerrarse detrás del muchacho se echó a llorar nuevamente, se levantó lentamente y caminó a la puerta para ponerle seguro de nueva cuenta. Se dejó caer en la cama y acomodada en posición fetal volvió a llorar.
Le parecía una completa locura que un día especial como ese hubiese terminado de esa manera. Se suponía que tenía que ser un día feliz porque era el cumpleaños de su mejor amigo, y ahora la fiesta estaba arruinada, ella tenía el corazón roto y Erick no estaba teniendo un feliz cumpleaños. Lo había visto llorar y eso solamente había servido para que su corazón se destrozara un poco más.
Eres una tonta Danna, compadécete de ellos, se burlaba de ella su propia conciencia pero no le importaba. Era demasiado buena o demasiado tonta, pero ella era así. Estaba en su naturaleza y no iba a cambiar.
Lloró por horas hasta que el cansancio comenzó a vencerla y una nueva idea se formó en su cabeza. Se puso de pie y caminó cuidadosamente hasta el closet donde guardaba todas sus cosas. Los vio y una tonta sonrisa se formó en sus labios.
(...)
—Dan...—la llamó Erick del otro lado de la puerta a la mañana siguiente. No obtuvo respuesta, y no le sorprendió en absoluto—me levanté muy temprano y te preparé el desayuno...bien, mi mamá me ayudó, pero la intención es lo que cuenta...¿quieres abrirme, por favor?—preguntó al aire.
El cubano miró la puerta frente a él, sabía que no se iba a abrir, así que con cuidado colocó la charola de madera con el desayuno en el suelo y sacó la copia de la llave de la habitación.
Cuándo entró, encontró la cama hecha y un montón de cosas encima de ella. Los patines –obsequio de Christopher-, la ropa perfectamente doblada, los libros que Joel le había regalado el día de su cumpleaños, los cubre patines de Zabdiel. Tres cajitas de terciopelo abiertas, dos contenían las cadenas que él y Christopher le habían regalado y la otra la pulsera de 5D de Richard. El teléfono apagado estaba un lado y la membresía de la pista de patinaje. Él lo comprendió de golpe.
—¡Renato!—lo llamó a gritos entrando en la cocina.
—¡Erick! ¿Qué te pasa?—preguntó dejando la taza de café a un lado.
—Danna...
—¿Qué le pasó a Danna?—cuestionó totalmente preocupado.
—¡Desapareció! ¡Danna se fue de casa!
_ _ _
Hey, no podía dejarlas con la duda hasta mañana así que...aquí tienen, wuuu.
Tengo que decir que me encanta el odio que le tienen a Azul, en serio. No se cómo explicarlo, está muy divertido crear un personaje y que lo odien o lo amen, JAJAJA.
Tengo una trivia,
Si pudieran elegir a dos personajes de la chica de los patines para pasar el día completo con ellos, ¿A quiénes elegirían? Pd. Solo pueden elegir a uno de los chicos de CNCO.
En fin, muchísimos besos tronados y fuertes abrazos para ustedes.
¡Gracias por los comentarios y los mensajitos que me dejan chicas, en serio! Son las mejores, ¿se los había dicho ya?
Muchas buenas vibras, las loveo millones. :3
All the love, G xx.
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