Capítulo 18

Kamila le pidió a su súbdito que la llevara de inmediato al bosque. Se sentía desfallecer, apenas y había salido viva del juzgado celestial y vuelto con Alex, y ahora surgía la desaparición de la pequeña Moli.

Era mucha presión.

Cuando llegó a la casa se encontró con un ambiente de caos; gritos de frustración e ideas inconcretas inundaban la sala, lágrimas surcaban pares de ojos y se sentía mucha incertidumbre. Nadie sabía qué hacer.

— Tenemos que buscarla...

— Ajá. ¿Y dónde se supone que la busquemos?

— No sé, pero tenemos que encontrarla.

— Su celular está apagado, traté con todos los métodos de rastreo que conozco y ninguno funcionó.

— Eres un bueno para nada — masculló Finn hacia su hermano.

— Estoy haciendo lo mejor que puedo, idiota — contestó con desdén.

— ¡Son unos inútiles, todos ustedes! — bramó Anastasia llorosa.

— ¡Pues perdón por intentar hacer algo! ¡Y no quedarme sentado llorando como una puta desechable!

Raquel sollozaba y se acurrucaba contra Tom, que respiraba con irregularidad; Becky se cubría el rostro con las manos y su novio caminaba de un lado a otro. Lucas era el más tranquilo, aunque portaba una mirada desquiciada como si fuese a matar por simple instinto.

Kamila apretaba los puños, y temblaba; temblaba por la velocidad con que sus emociones corrían por sus venas y alteraban su cerebro. Sus ojos se cristalizaron y soltó un pequeño sollozo.

<<Cálmate, respira. Ellos te necesitan objetiva, con la cabeza fría. Después llorarás como toda una cobarde.>> Se dijo a sí misma y tomó una bocanada de aire.

Cerró los ojos con fuerza y los volvió a abrir, logrando desbloquear su mente. La solución era tan simple que le dieron ganas de burlarse de la situación y de todos ellos.

Carraspeó, provocando que voltearan a verla. Una ola de calma y esperanza atravesó sus miradas vacías.

— Puedo decirle a Trevor que la busque y maté a todos los que se encuentren a su alrededor. Es bastante simple — soltó tratando de sonar indiferente.

El italiano, que había permanecido en silencio todo ese tiempo habló con la voz áspera.

— Suena muy fácil — cuestionó desconfiado.

— Es que lo es.

— Pero deberíamos ir, saber quiénes la tienen.

— No me sorprendería si fuera obra de Lancaster — comentó Finn rodando los ojos.

Kamila comenzó a pensar en las palabras del inglés, si ellos eran quienes la tenían, podrían averiguar algo que les fuese de utilidad para usar en su contra. Sabía que algo debían estar tramando, y que tenía demasiados problemas como para dejar pasar la oportunidad de acabar con uno.

En un arrebato de euforia estuvo tentada a llamar al soldado e ir sola, pero sería demasiado egoísta a vistas externas, así que, después de pensar y analizar sobre los poderes de cada uno de los chicos, decidió quien la acompañaría.

— De acuerdo. Lucas vendrá conmigo — musitó y el italiano asintió.

Lucas se aproximó hasta ella y le tomó de la mano.

Kamila llamó al soldado y los hizo desaparecer dentro de una nube de humo dejando atrás a una familia con los nervios de punta.

Aparecieron en una bodega con escasa iluminación, el pecoso tosió un par de veces a causa del humo, más la Suprema se limitó a arrugar la nariz. Ya se había acostumbrado al olor habitual del soldado. Se internaron un poco dentro de la instalación hasta que lograron visualizar una silla de metal donde una niña agonizante estaba sentada.

Ambos se miraron y trotaron hasta ella, pero antes de llegar escucharon el ruido de un cerrojo; el italiano fue rápido y tomó a Kamila del brazo y la haló hasta posicionarse detrás de un estante oxidado. Posaron sus ojos entre unas rendijas para poder ver.

Un hombre corpulento cargaba una metralleta colgando y a su lado caminaba el viejo verde despreocupado. Lancaster arrastró una silla y la puso frente a la rehén, se sentó. Sonrió con amargura.

El guardia le pasó un vaso de agua y se lo tiró encima a la pobre niña, quien se despertó alarmada mirando de un lado a otro.

— ¿Quiénes son ustedes? ¿Qué quieren? ¿Qué me van a hacer? — Comenzó a preguntar. Su fragmentada vocecita fue reconocida por los krístals.

— Amelia Moli — pronunció Zed ignorando las interrogantes —. Huérfana hasta los 11, adoptada hace cinco meses; estatura de 1.52m, estudiante de Greenland Happy High School y... Pelirroja.

Amelia le escupió la cara, y Zed, tras limpiarse con la mano y soltar un par de risas amargas, le propinó una fuerte bofetada que resonó por toda la instalación. Kamila apretó los puños y Lucas cerró los ojos con fuerza; los sollozos de Amelia se escucharon levemente, y las lágrimas resbalaban por su mentón y caían sobre sus piernas. Pero se mantenía sería.

No dejaría que la vieran rota. Podrá tener tan solo doce años, pero tuvo más vivencias que un anciano de ochenta.

Amelia lo miró con furia, pero no dijo nada. Lancaster sonrió y tocó su cabello con suavidad, para luego halarlo y acercar su rostro.

— Que sea la última vez que tienes un comportamiento inadecuado y grosero cuando hables conmigo, ¿has comprendido? — masculló amenazante apretando los dientes.

La pequeña Moli sonrió sarcástica.

— Como usted diga, hijo de puta.

La empujó y se levantó, tiró de su canoso cabello y gritó preso de la rabia. Lucas hizo un amago de salir de su escondite, pero la Suprema lo sostuvo del brazo y le hizo un gesto para que se controlara; si hacían algo estúpido arruinarían todo.

Zed lanzó un par de risas secas y volvió a mirarla.

— Tienes agallas, niña, aunque deberías de ser un poco más precavida tomando en cuenta la situación en la que estás.

— Si quisieras matarme, ya lo habrías hecho. Me quieres para algo, es obvio.

El italiano enarcó una ceja, la Suprema sonrió con orgullo y Lancaster elevó levemente la comisura de los labios.

— Pues sí. Eres la carnada, pronto tu familia vendrá por ti y los mataremos, es bastante sencillo.

— No sé si te has dado cuenta, pero este plan tiene un margen de error de noventa y nueve coma nueve porciento.

Kamila se llevó las manos a la boca para insonorizar sus carcajadas, mas el pecoso estaba privado en el suelo, cuando el reía lo sabías cuando lo mirabas; su risa era muda.

Zed pateó la silla con intenciones de asustar a la rehén, pero ella ni se inmutó, solo lo miró como si estuviese loco. Aunque ya lo estaba.

— Quédate aquí, voy a traer las llaves para trasladarla a la otra sala — murmuró a su guardaespaldas y salió dando un portazo.

Lucas comenzó a brillar y ser rodeado de su plateado esplendor, hasta que se transformó en Lancaster. Kamila le daba la espalda observando como el gran hombre se aproximaba a la pelirroja.

— Pero miren nada más, la Suprema está aquí — murmuró y ella volteó alarmada.

El italiano sonrió y ella también.

— Te ves horrible.

— Sigo siendo yo, engendro. Ahora, observa y aprende cómo se actúa.

Ella hizo un ademán y él salió del escondite caminando igual al empresario y desbordando poder mientras Kamila aguantaba las ganas de reír, mas todo se fue por la borda cuando vio que aquel corpulento simio cubría la boca de Amelia y, parado detrás de ella, mordía su lóbulo. La pequeña lloraba y gimoteaba.

Lucas endureció sus facciones y rugió.

— ¡Qué carajos estás haciendo, idiota!

El guardaespaldas se sobresaltó y la soltó. Zed caminó colérico hasta él.

— Usted dijo que nos divirtiéramos con ella — explicó con confusión.

Una lástima que esas fueran sus últimas palabras, lo estrangularon después de eso.

Kamila salió y ambos arrancaron las ataduras de la pequeña Moli.

— ¿Lucas? — preguntó la pequeña hecha un manojo de temblores.

— El mismo — habló un poco más grave y se carcajeó —. Bueno, ragazze, voy a ver qué hago de bueno por aquí. No me vayan a abandonar.

— Sí, parásito. Ya vete.

El italiano hizo una reverencia y se giró en dirección a la puerta, dio un pequeño salto con dramatismo y salió.

Amelia se refugió en los brazos de Kamila y soltó un grito ahogado, se aferró a ella como si con eso aliviara el dolor en su corazón por lo que Peter le había hecho. En verdad quería a ese chico, le gustaba lo que le decía, lo mucho que congeniaban y lo tanto que tenían en común, pero con cada minuto que pasaba se daba cuenta de que "Peter" fue solo un personaje creado para engañarla y traicionarla.

Todo fue planeado, habían jugado con sus sentimientos a tan temprana edad.

Oh, Peter. Yo en verdad te quería y lo sabías. ¿Por qué me hiciste esto?  Se repetía una y otra vez dentro de su cabeza.

Kamila no interfirió en su llanto, Amelia era una niña y el haber sido secuestrada era un acontecimiento muy fuerte. Solo intentó hacerla sentir segura.

Lucas caminaba con egocentrismo y guiñándole un ojo a cualquier chica que se le atravesaba, era muy obvio que estaban en un almacén a las afueras de algún lugar.

Caminó hasta una oficina y entró como si fuera el dueño y señor de la instalación, aunque técnicamente lo era.

Una mujer de tercera edad lo miró algo intimidada, le dio los buenos días y le preguntó si solicitaba algo.

— Sal de la oficina — ordenó. La señora se levantó y se fue.

El italiano cerró la puerta con seguro, y después de fijarse de que no había ninguna cámara —que afortunadamente no encontró—, hizo su baile de la victoria y se sentó frente al escritorio.

Registro los archivos y los correos que estaban en la computadora, pero no halló nada interesante, solo que estaban en un almacén de licores que estaba a las afueras de Noruega, y así como ese habían cuatro más; en Nueva York, California y Suiza.

Revisó los cajones, pero estaban vacíos. Fue una pérdida de tiempo el hacer el teatro, obviamente allí solo se manejarían los negocios; si en verdad quería encontrar algo jugoso tenían que ir a la base en Nebraska.

Se levantó del asiento y se dirigió a la puerta. Pasos se acercaban y el sonido de voces aumentaba; se quedó inmóvil, maldiciendo internamente la idea tan estúpida que tuvo.

<<Al menos se sintió bien parecer espía, como los hombres de negro>> pensó.

Los pasos se detuvieron frente a la puerta y contuvo la respiración.

— ¿Cómo que yo te pedí que salieras de la oficina?

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