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Aclaraciones: Universo alterno | Iguro: Músico, Mitsuri: Maestra de artes | Rated K+ | Romance-drama | Iguro es dos años mayor que Mitsuri | Two-shot (Parte final en el día 4)

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Día 1: Boceto/ Dulce

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La música resonaba por todo el espacio abierto, con las notas delicadas y melancólicas, opacando cualquier otro sonido externa, la melodía envolvía a todo el parque con maestria, como si todo el mundo se detuviera para poder escuchar su talento con el saxofón.

Los dedos femeninos sostuvieron el carboncillo, sus orbes jade se levantaron una vez por encima de la libreta que tenía recargada en su rodilla contemplando al objeto de su fijación, los trazos deslizándose con facilidad en el papel al compás de la misma música que la envolvía en un mundo fantástico. Dio un par de toques más y dejó el lápiz en su estuche.

Miró la imagen en el papel y el sonrojo fue evidente en sus pómulos, mientras entrecerraba los ojos avergonzados de volverlo a hacer y lo de que cualquier persona normal podría pensar de ella si viera su boceto. Que estaba obsesionada. Mordió sus labios inquietos, nerviosos, dejando a un lado la libreta y contemplando a su modelo ignorante de serlo.

Aquel hombre que tocaba el saxofón en la plaza principal del parque.

Mitsuri recordaba la primera vez que lo había visto, un par de meses atrás, cuando ella había decidido impartir su clase de dibujo creativo en el parque cercano a la escuela de artes. Creyendo que un ambiente abierto, con la monotonía de la gente pasando, situaciones espontaneas y mucho que ver ayudarían a sus alumnos a inspirarse. Hecho que pareció gustarles a los cinco alumnos que habían tomado la optativa con ella.

A fin de cuentas era una nueva maestra en Bellas artes, por lo que muchos alumnos al no saber su modo de enseñar no se habían arriesgado a tomar la materia con ella. Aun así, Kanroji se había esforzado en hacer un plan de estudios adecuado para inspirar a los artistas de mañana. Decidiendo jugar con varias técnicas que los ayudarían con las clases futuras. Por lo que al iniciar las clases había impartido la primera semana en el aula, familiarizándose con sus alumnos y finalmente sugerir el cambio de escenario.

Los había citado en una zona donde podrían sentarse en el jardín, asignándoles pintar la primera cosa que les inspirara. Sus alumnos se movieron por el área encontrando algo de interés y el resto de la clase transcurrió en silencio, con los sonidos provenientes del tránsito o de la gente hablando. Fue en ese momento que Mitsuri lo escuchó a mitad de la clase. La música inundando todo el parque, curiosa había buscado el origen de tan melancolía melodía. Un hombre se había detenido a medio parque con su saxofón y tocando ahí, de pie, con el maletín de su instrumento en el suelo.

Mitsuri había entendido que era un músico ambulante, aunque verlo con un saxofón le extrañó. La mayoría del ese tipo de personas tocaban con una guitarra o simplemente cantaban. Un instrumento tan clásico y la forma magistral en que tocaba cada una de sus notas dejaba en claro que sabía perfectamente lo que hacía, debía haberse instruido en la música desde pequeño y posiblemente el tocar más que un objetivo monetario buscaba expresarse a través de la música.

Lo que Kanroji no contaba es que en sus siguientes clases, aquel extraño músico se seguiría presentando en el parque, en medio de su clase. No le molestaba, al contrario le parecía curioso y beneficioso para sus alumnos, la música era otro método de expresión que ayudaba a inspirar a las personas. Pero en aquella ocasión Mitsuri se dejó guiar por su curiosidad. Él le había dado un concierto en cada una de sus clases y ella se había deleitado de manera gratuita, no se le hacía justo no recompensar aquel talento.

Sus alumnos se retiraron temprano y ella caminó por el parque, hacia la figura lejana de aquel hombre. A un par de metros se quedó entremezclada entre un par de personas que escuchaban. Cerró los ojos dejándose envolver por la música hasta que luego de un par de minutos o tal vez varios de ellos, el tiempo se esfumaba al escucharlo, terminó de tocar. La gente aplaudió mientras se acercaban a dejar caer monedas o billetes a la funda abierta del saxofón que estaba en el suelo.

Mitsuri esperó que la gente que estaba por delante de ella se alejara y rebuscó en su bolso extrayendo un billete. Desapareció el par de metros que había entre ellos y se inclinó dejando caer el billete e inmediatamente se levantó encontrándose con que estaba siendo observada. Su pecho saltó con fuerza cuando fue atrapada por la mirada más enigmática y profunda que había visto en su vida como artista. La heterocromia presente en el hombre, un ojo turquesa y otro amarillo.

La fémina se sintió abrumadamente nerviosa y sonrió mientras desvió la mirada, asombrada de haberlo logrado.

―Gracias. ―Logró decir antes de alejarse y evitar que su corazón saliera de su lugar.

Era bastante más joven de lo que había pensado, no era muy popular el saxofón con los jóvenes músicos, por eso mismo ella esperaba que fuera un hombre mayor.

En su siguiente clase, cuando escuchó la melodía llegar hasta donde estaba, la imagen de aquel par de ojos saltó con violencia en su mente y su pulso se alteró sin poder evitarlo. Recordando la profundidad de la mirada, aquel gesto serio y el cabello negro cayendo en capas. No había podido detallar su rostro demasiado por los nervios que la habían atacado. Lo cual al ser una pintora la curiosidad martillaba su cabeza.

Razón por la cual al terminar cada una de las clases posteriores Mitsuri se había acercado a la zona donde aquel hombre tocaba y se había sentado en la banca más cercana. Desde su distancia comenzó a detallar cada una de sus facciones, sus posturas y la manera en la cual sus manos se movían. En ocasiones estaba tan abrupta mirando más al interprete que a la música que solo salía de sus ensoñaciones cuando lo veía preparándose para irse. En esas ocasiones ella se había levantado de pronto para darle el dinero que tenía preparado para él.

Pero aquella dinámica había cambiado un mes atrás, cuando ella había tomado asiento en la banca que estaba enfrente del músico. Lo miraba con la fijación de siempre, viendo su cuerpo moverse ligeramente por la música y sus dedos hábiles, la música envolviéndola. Su atención en aquella ocasión se había fijado en su rostro, intentando pensar el tono exacto de su piel blanca, el rosado muy ligero de sus labios delgados y preguntándose qué tipo de voz tendría. ¿Sería tan profunda como su mirada? ¿O de esas que paralizarían su corazón? Sus pestañas siendo iluminadas por la luz del sol del atardecer.

Hasta que aquel hombre alzó la mirada, encontrando la suya.

Su respiración se detuvo al ser atrapada, los nervios incrementándose en su pecho, con la intención de salir corriendo, en un intento de disimular que estaba precisamente ahí para verlo. Pero aquella mirada heterocromaticos la había envuelto como la misma música y no la soltó, la intensidad la había erizado hasta la médula. Sentía como si flotara en el cielo, con la sensación más dulce que había sentido, siendo acunada por el estremecimiento cálido que esa mirada le transmitía.

Los aplausos la hicieron saltar en su lugar y él desvió la mirada, sacándola de ese trance. Mitsuri no había podido aguantar una vez que la realidad la golpeó y salió corriendo de ahí, incapaz de poder verlo en ese momento. Todo esto había originado que soñara con ese par de orbes contemplándola mientras se movía en sus sueños, a cada lugar que fuera. Impulsada por ese mismo deseo de poder plasmar todo lo que le hacía sentir, al día siguiente se sentó en una banca, lo suficiente apartada para pasar desapercibida pero con la vista adecuada para visualizarlo.

Sus dedos se habían movido con rapidez en el papel, con las facciones que parecía saber de memoria, intentando hacerle justicia al músico. Y tal hecho se repitió el resto del mes, con un boceto nuevo en cada día que tenía clases en el parque. Sintiéndose realmente abrumada al terminar y ver esos ojos devolverle la mirada en su libreta. Sabía que un simple dibujo a lápiz no le hacia la justicia necesaria a las tonalidades de sus ojos, que eran su deleite. Pero para poder llegar al color necesario ella debía acercarse mucho, lo suficiente para poder notar las diferentes variedades, si había cambios o era un tono uniforme. Las dos ocasiones que los habían visto fijamente no eran suficientes, aunque con la segunda vez podía darse una buena idea.

Y toda aquella travesía musical la llevó hasta ese momento, como tantas veces, dibujando al músico y enfocándose más en sus manos, preguntándose si serian suaves o tendría callos en los dedos por tocar tanto el instrumento. Mordió su labio inquieta, ¿Qué es lo que estaba haciendo? Debía irse a casa, tomar una taza de café cargado y calificar los trabajos que le habían entregado sus alumnos. Aunque la idea de un trago atravesó su cabeza, algo fuerte que la hiciera bloquear cualquier pensamiento absurdo.

Sabía que si alguien viera la cantidad de bocetos que había hecho de un misterioso músico desconocido...se asustaría. Mitsuri no entendía porque estaba haciéndolo ¿Por qué había decidido dibujarlo? Al inicio había pensado que fue por la forma magistral con la que tocaba, que se inspiraba lo suficiente para dibujar a su creador. No obstante, en algún momento dejó de escuchar la música y solo podía verlo a él, en total plenitud. . Por lo que no era difícil deducir que a pesar de disfrutar la música, el músico era el que despertaba el sentimiento cálido en su pecho.

Hecho por el cual en muchas ocasiones había pensando en acercarse a él y entablar alguna platica ligera entre ellos. Acción que por más que pensaba, la valentía huía de su cuerpo al acercarse a la plaza. No podía hacerlo cuando él la miraba de esa forma.

Y ante su cobardía siempre se repetía que al día siguiente lo intentaría y de esa promesa llevaba casi un mes postergando la situación. En su mente no había una manera adecuada de empezar una plática, todas sonaban absurdas. Mitsuri nunca había sido lo suficiente buena hablando con los hombres. Si, era lo suficiente carismática y abierta para ser una profesora, pero cuando se trataba de hombres...

Aunque estaba su profesor, el que le había ayudado a entrar como maestra en bellas artes, Kyojuro Rengoku, más carismático y animado que ella. Pero su relación era estrictamente de profesor y alumna. Él era tan animado que podría hacer hablar hasta la persona más callada. Él era su maestro, nada más.

Cuando había un interés más fuerte por parte de la fémina, el hecho de comenzar una conversación le era imposible. Sus experiencias amorosas en el pasado habían sido los suficientemente malas para dañar su iniciativa. Aún golpeaba dolorosamente su pecho al recordar los comentarios de sus antiguos intereses amorosos.

"Hablas demasiado ¿te lo han dicho?" "¿Iras así vestida?" "Te maquillas demasiado"

Comentarios que a pesar de que ellos habían jurado que era broma, había sido un golpe duro e irreparable a su seguridad. En la actualidad le asustaba hablar tanto que terminaría aburriendo a quien la escuchara, algo que le había pasado tantas veces, al ver a la persona con la que estaba jugando su teléfono, ignorando por completo lo que decía. Además que al ser una artista su forma de vestir era otra manera de expresarse, con colores poco convencionales para la gente normal, destacando inevitablemente. Pero tal parecía que todo en ella estaba mal, hasta cuando se arreglaba para impresionar, era mal visto.

¿Y si aquel músico cuando le hablara terminaría pensando lo mismo? ¿Qué pensaría si él veía todos los dibujos sobre él? La consideraría como rara, casi podía imaginar su rostro asustado. Dejó salir un suspiro largo, no podría soportar algo así, por lo que admirarlo a la distancia era suficiente.

Era momento de irse, dejó a un lado suyo el conjunto de bocetos, que estaban en una carpeta y giró para acomodar su lapicero donde tenía todos sus lápices especiales para dibujar. En ese preciso momento el aire golpeó su rostro agitando su cabello, con sus dedos lo apartó de su rostro para poder ver con claridad. Y como si pudiera verlo en cámara lenta vio la carpeta a su lado abierto, y una única hoja volando impulsada por el aire, desplazándose varios metros por delante.

Su corazón latió fuertemente en sus oídos mientras sus ojos seguían el camino de hasta que finalmente vio la hoja caer al suelo y deslizarse un poco más, hasta detenerse. Su corazón se detuvo dolorosamente al ver como aquel boceto había quedado incrustado en el estuche de saxofón. Su atención fue demandada al ver al músico separar el instrumento de su boca, con la intención de guardarlo. Su boca de secó, no podía ser cierto, no, debía ser una pesadilla.

Se levantó con la ansiedad dominando su cuerpo, tomando torpemente el resto de la carpeta y su bolsa para salir corriendo hacia aquel músico. Tenía que llegar antes de que lo viera, tenía que hacerlo o jamás volvería a verlo, evitaría el parque al notar que había sido acosado. El miedo hizo temblar sus dedos cuando lo vio inclinarse para alcanzar el estuche y se quedó viendo la hoja. La distancia entre él y su ubicación cada vez parecía infinita.

Los dedos masculinos tomaron la hoja y se levantó, mientras no apartaba la mirada de la hoja.

― ¡Espera, no lo veas! ―Logró decir, con el miedo haciéndole temblar la voz.

Llegó enfrente de él, extendiendo la mano para cubrir el dibujo, tal vez no lo había visto aún, tal vez había llegado a tiempo. Tomó la hoja entre sus dedos y tiró de ella, dándose cuenta al instante que había soltado la carpeta ante la desesperación de cubrir el dibujo y esta había caído al suelo, abriéndose y dejando salir el resto de las hojas.

Maldijo por lo bajo mientras se agachaba con rapidez y con desesperación comenzaba a juntar cada uno de los dibujos, bocetos de aquel hombre tocando el instrumento, con los ojos cerrados, uno como si estuviera mirándola como en aquella ocasión, bocetos de él de perfil, desde diferentes ángulos y muchos, muchísimos de sus ojos. El nudo de su garganta era cada vez más grande, imposible de poder tragarlo. Fue consciente de la presencia masculina inclinándose y ayudándola a juntar los dibujos, pero no pudo levantar la mirada, si lo haría moriría de vergüenza.

Su mano se movió con la intención de recoger el último de los dibujos, aquel que había hecho ese día. No podría volver a verlo, no volvería al parque, todo estaba tan mal.

Estiró la mano al mismo tiempo que la mano masculina y ambas manos se rozaron ligeramente. Mitsuri se sobresaltó y sin contenerlo alzó la mirada encontrando a aquel músico devolviéndole la mirada con gran intensidad, como si hubiera una conexión entre ellos. Kanroji fue consciente de los latidos desenfrenados de su corazón y la calidez embriagando nuevamente su pecho.

―Kanroji...―Él pronunció en un leve susurro.

Todo el cuerpo de Mitsuri Kanroji se paralizó al escuchar por primera vez la voz del músico, su corazón mismo agonizó al comprobar que su voz efectivamente era de aquellas que paralizaban su corazón.

Pero la de él había la había sacudido hasta la médula, destruyendo todo su mundo.

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Hola! Este año igual he decidido participar en el obamitsuweek, no podía quedarme con las ganas cuando amo tanto esta pareja y con ideas con las que he jugado bastante tanto con el mundo canon como universos alternos.

Este día únicamente tendrá continuacion en el día 4, siendo el único two-shot. Espero que les agrade como va la historia.

La canción que toca Iguro la primera vez que Mitsuri se acerca a él es la de: Baker street.

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