Especias picantes y menta con chocolate

El mundo infantil suele regirse por sencillas y unilaterales líneas de pensamiento: lo que está bien, está bien. Lo que está mal, mal. Lo que es raro, es raro. No hay, a una edad tan corta, algo como la reflexión profunda de las posibilidades de que lo "raro" fuese algo "bueno". Katsuki sufría las consecuencias de tal afirmación, puesto que en su cerrada mente, a pesar de que sabía de la existencia de otros héroes omegas, no podía caber la posibilidad de que tal categoría se aplicase en él. Era raro, y por consiguiente, nada bueno. 

Todos a su alrededor, atónitos por la noticia que se difundió gracias a las clases especializadas de educación sexual que se encargaba de separar y educar cada grupo en alfas, omegas y betas, no podían creerlo. Decir que el cielo cayó sobre los hombros del pequeño explosivo no sería exagerar, e incluso suena algo incompleto el asegurar que fue devastador para él, tal como el fin del mundo, el cambio de reglas en el "juego" de la vida, una injusticia inamovible e incorregible.

Y es que, poniéndose uno en los zapatos del pequeño, era fácil entenderlo: lo criaron como un alfa, se creyó uno... Vivió como uno, se proclamó como tal... Comía, hablaba, vivía como lo que él creía ser. Pero era mentira. Simplemente la biología se había encargado de escupirle en la cara y ubicarlo en el peor de los escenarios posibles, con un cuerpo hormonal, más débil que el resto de sus contrincantes alfas, con periodos de celo y vulnerabilidad...

Era una locura. Se suponía que "por naturaleza" los omegas eran frágiles, atentos, maternales ( o paternales), agradables, tranquilos... La creencia popular, tan arraigada en viejas concepciones que ya se ajustaban a la realidad de miles de héroes poderosos y omegas, horrorizaba y preocupaba a Katsuki. De repente se encontró pensándose a sí mismo como un fallo, temblando ante la idea de tener que resguardarse en una cocina o criando pequeñas crías por el resto de su vida.

¡No! Él no era así. Él era fuerte, poderoso, con un quirk digno de admiración, inteligente... Él no podía ser un omega.... La noticia fue tan atronadora y devastadora, que un proceso que dejó profundas huellas en Bakugo marcaron el nacimiento de algo que simplemente lo llevarían a cometer más errores y daño: un complejo de inferioridad... Las constantes ganas de proclamarse como el mejor de todos, derrotar a los mejores, superarse... Dejarle claro a todos que no importase su naturaleza, le patearía el trasero a todos los que se interpusieran en su camino.

Violencia.

Una máscara frágil tras la cual esconderse.

Determinación.

¿No se trata la vida de ser fuerte y sobreponerse a los problemas...?

+*+*+*+*+*+*+*+

Su entorno comenzó a cambiar. Primero con pequeños cambios que le producían irritación: pequeñas burlas por los pasillos de la primaria, susurros asquerosos de pubertos, la aparición de supresores y collares antimarcas por su casa...Las aburridas clases especializadas sobre omegas, la fertilización, los vínculos sexuales, las marcas, las crías... Temas que no le interesaban, que no servían... Pero que estaba totalmente obligado a escuchar y aprender.

Todo era un fastidio. Un constante fastidio que se encargaba de repetirle sin descanso lo que más odiaba oír.

Pero sin duda la molestia más grave y de mayor peso en sus cansados y apaleados hombros, era el toparse con Deku. Lo odiaba. Podía ver en él, en su olor tan extraño, en sus pecas y ojos tan asustadizos y temerosos todo lo que odiaba de sí mismo: su naturaleza frágil, el estereotipo de omega inútil que detestaba... Eso le revolvía el estómago, provocando que solo quisiera, una y otra vez, remarcar una y otra vez su diferencia con el incompetente de Izuku. Por ello se enfrascó en apalearlo, en ridiculizarlo, en dejar claro que él era diferente, mejor, fuerte...

Katsuki nunca se interesó en preguntarle su categoría. Pecaba, nuevamente, de creer ciegamente en su corazonada. Nunca se enteró de que Deku era un alfa, a pesar de que las pocas veces que estaban cerca, un suave olor a menta mezclado con chocolate se desprendía del pecoso, haciéndole olfatear más de la cuenta sin darse cuenta.

El enredo de la naturaleza, una situación desastrosa, las hormonas explotando, tomando cuerpos, lastimando, rompiendo la paz y causando caos... Todo ello fue lo que orilló a Bakugo a enterarse, de la peor y más inapropiada manera, que a quien él denominaba inútil y omega, no era nada de aquello.

*+*+*+*+*

Un día cualquiera sirve de escenario para las peores tragedias inesperadas. Eso había aprendido Katsuki a la corta edad de unos ocho años. Lección que no olvidaría nunca, puesto que fue el comienzo de una violenta etapa de orgullo que reclamaba venganza luego de haber sido tan desastrosamente herido.

Todo empezó con el cielo nublado, repleto de formaciones grumosas que amenazaban con soltar una tormenta dentro de poco, pero que permanecía por el momento, pasivas, flotando encima de las cabezas de él y sus amigos. Redes, ganas de explorar, una misión: atrapar escarabajos en el ya tradicional bosque en el que siempre solían gastarse horas y horas buscando insectos. Al llegar al destino, y con pequeñas redes y jaulas para la tarea, se pusieron manos a la obra, buscando en un grupo unido tales animalitos.

La bruma pesada, el viento arrastrando una ola de olores, las copas de los árboles agitándose... Todo parecía normal, tan corriente como una salida tan básica podría ser. Cabe resaltar la palabra "parecía", puesto que en apariencias estaba "todo en orden". Pero dentro de cierto cuerpo, nada era "normal". Katsuki notaba cierto calor, una agitación ligera tomando parte de sus vías respiratorias. ¿Qué le sucedía? Decidió no darle mayor importancia a "detalles" que solo retrasaban su diversión. Luego de tantos dolores de cabeza con el tema de la naturaleza desgraciada, su condición de omega y todo el enojo y frustración que esto le brindaba, salir solo con sus amigos a divertirse no podría arruinarse con nada.

O eso pensó.

*+*+*+*+*+*+*+*+*+*

Era costumbre en Izuku recorrer el camino de la tienda hacía su casa escogiendo el sendero más largo. Tenía por gusto regocijarse con la hermosa vista que el bosque que solía visitar, mostraba. Le traía algo de nostalgia recordar como, antes de que Kacchan lo odiase, solía acompañarlo a él y a su grupo de amigos por varios senderos internos, buscando ranas, escarabajos... ¡Era tan divertido! Claro, en un tiempo pasado.

Apretó la bolsa con los mandados que había comprado tal y como su madre le había ordenado. Para él, un niño todavía adolorido por las constantes palizas y mal trato de quienes él había llegado a considerar amigos, era difícil olvidar "los buenos tiempos" y sus aventuras. No podía evitar, de algún modo, conmoverse y extrañar todo lo perdido. Suspiró cansado de pensar. Su madre de seguro lo esperaría preocupada en la puerta del departamento, puesto que lo que parecía ser una gran tormenta se aproximaba.

Aspiró algo del aire tan fresco con olor a tierra mojada y naturaleza. Cerró los ojos y caminó como todo niño feliz. Hasta de repente paró en seco, abriendo de par en par los ojos, y sobresaltándose sin remedio. Un aroma extraño le había llamado la atención, erizándole la piel, poniendo en alerta los sentidos que, él pensaba, no tenía. Se mareó unos instantes, sin entender porqué, tratando de asimilar el "despertar" de todas esas reacciones que lo estaban ahogando. ¿Por qué se sentía tan inquieto? Tragó en seco y apuró un poco el paso. Su nariz, inquieta, no podía dejar de captar esa esencia tan extraña dentro de sus fosas nasales sensibles.

¿Por qué se le hacía tan familiar aquel olor? Olfateó, curiosamente como solo él podía ser, buscando identificar lo que tanto le inquietaba. Y de repente, como si acaso hubiesen estrellado aquella imagen en contra de su atontado ser, el rostro de Katsuki apareció en su cabeza. Especias picantes, leña, cuero...No sabía definirlo. Solo sabía que ese atrayente olor pertenecía al rubio chico, y que por algún motivo, sus piernas temblaban de ganas de ir a verlo.

Entonces, como una desgracia totalmente anticipada, un par de gotas comenzaron a caer. El corazón se le aceleró y rápidamente intuyó que debería encontrarlo, por más que luego, seguramente, Katsuki le volase el rostro solo por el hecho de presentar su cara delante de sus ojos.

*+*+*+*+

—Creo que deberíamos volver a casa.—dijo uno de sus amigos, temeroso de quedarse atrapado en medio de una tormenta.

—Podemos jugar un poco más, no seas miedoso.—dijo el omega, tratando de alcanzar un escarabajo que se encontraba demasiado alto para su pequeña estatura de niño de doce años. Él no tenía ganas de volver a casa. Había estado peleando con sus padres desde hacía ya muchas semanas por el tema de los supresores, clases sexuales y todos los cuidado que precoces omegas necesitaban. Él se negaba a tomarlos, tercamente aferrado a la idea de que él era un alfa, y no necesitaba de tales medicamente para débiles omegas. Totalmente abocado a alcanzar los escarabajos que huían de él, se detuvo en seco cuando sin querer una mezcla de olores intensos y sensaciones extrañas lo tomaron por sorpresa. La sensación tóxica de algo cálido fluyendo dentro suyo emergió paulatinamente, pero a paso acelerado por su cuerpo. No tuvo tiempo si quiera para pensar en nada, cuando sus piernas temblaron y cayó de las grandes raíces que sobresalían del suelo. Su amigo beta alcanzó a tomarlo entre sus manos antes de que tocara el suelo. Katsuki gruñó indignado por la ayuda que no había pedido, sin embargo incapaz de explotarle la cara a alguien, intentó enfocar la mirada. ¿Qué le estaba pasando? ¿Un resfrío? No entendía nada de nada, y el conjunto de sensaciones empezaban a aterrarlo en demasía.

Quería volver a casa, sentía que estaba por desfallecer.

—¡Quítame las...!—su garganta comenzó a secarse repentinamente, mientras el calor se expandía por su cuerpo. De un momento a otro se encontró jadeando, sintiendo como su cuerpo cedía ante un calor descomunal. Se asustó. Nunca le había pasado algo así, y no sabía como reaccionar. Comenzó a perder la noción de lo que le rodeaba paulatinamente, como si su joven cuerpo no pudiera resistir el shock que le producía lo que fuese que estuviese pasando. Jadeó en busca de oxígeno, y se dio cuenta de que comenzaba a sudar en frío. Su tosco e inamovible orgullo evitó que pidiera ayuda para ponerse de pie y apresurarse en volver a casa. Fuese lo que fuese lo que estaba ocurriendo, no quería caer tan bajo como para tener que mendigar algo de apoyo. Empujó a su amigo como pudo, gruñéndole de muy mala manera, y con todo el esfuerzo que su infantil cuerpo podía generar, logró ponerse en pie.

Si era necesario, reventaría sus mismas articulaciones con tal de llegar a su hogar.

Intentando tomar por completo el control de su propio cuerpo, de nuevo, se dio cuenta de algo que lo preocupó automáticamente. Su otro amigo, aquel que era un alfa, se acercaba peligrosamente a él con un aura totalmente autoritaria, expidiendo feromonas que no llegaba a identificar, pero que sentía que lo amedrentaban y intentaban someterlo.

Estaba asustado. Él, que siempre fue un líder nato y completamente fuerte y capaz, sintió miedo. Y aun así, en frente del peligro que representaba enfrentarse a un alfa siendo solo un omega, olvidó sus limitaciones biológicas por completo y sonrió.

—Acércate si puedes.—lo retó, haciendo estallar su propia mano en explosiones violentas.

—Chicos, esperen. ¿Qué está...?—intentó preguntar el beta presente, incapaz de oler la gran guerra que había entre sus dos amigos.

El obviamente afectado alfa, gruñó cegado, como si tomase las palabras de Katsuki como el peor de los insultos. Con mucha molestia gruñó gravemente, e infló el pecho intentado reafirmar "su puesto" delante del omega. Ni siquiera quería hacer todo aquello. Solo sentía que debía, y como nunca antes le había pasado, no podía controlarse.

La primera explosión fue la apertura ante una fiera pelea. Se escuchaban sonidos guturales, golpes violentos y frenéticos, arrastradas y empujones. El alfa intentaba someter al omega debajo de su cuerpo, usando su quirk, unas alas rojas, para abanicar sus propias feromonas potentes que ordenaban a la naturaleza de Kacchan el doblegarse. Por su lado, el rubio completamente reacio estallaba en rebeldes y necias explosiones violentísimas: se revolcaba en el suelo a falta de piernas que pudieran correr, clavaba las unas a falta de fuerza para dar golpes, mordía fieramente sin otro objetivo más que el de, seriamente, arrancarle un pedazo al infeliz que tenía encima.

El beta, preocupado por la situación, intentó interceder a favor de Katsuki, notándolo cada vez más "enfermo" y vulnerable, y a su amigo alfa, cada vez más violento y decidido a... No sabía qué. Pero seguramente nada bueno. En cuanto se acercó a los dos que gruñían de un modo el cual lo aterraba, un arañazo rápido seguido de una explosión lo mandaron a volar, dejándolo asustado y lloroso. Convencido de que no podía hacer más, salió corriendo de la escena, en busca de sus padres o cualquier adulto. Alguien tenía que ayudarlo.

Bakugo sabía que tenía todas las de perder. A pesar de que estaba totalmente aferrado a la pelea y la violencia, su lado natural omega comenzaba a ceder asustado y sumiso ante el alfa que con cada empujón y golpe lograba lastimarlo más. Sentía que perdería la consciencia de tanto calor que sentía, una fiebre terrible que estaba a punto de abatirlo.

Cuando pensaba que estaría totalmente perdido, sin oportunidad de oponerse, en el límite en los que sus músculos se contraían de dolor por tanto uso de su quirk, la tierra mojada por la lluvia que había comenzado a mojarlos, y la "fiebre", olió algo familiar. Sin previo aviso y sin que pudiera acostumbrar los ojos a la rápida secuencia de acontecimientos que lo sorprendieron, se vio ayudado.

—¡ Kacchan!—fue todo lo que llegó a escuchar antes de que el peso que lo oprimía contra el (ahora) suelo mojado desapareciese. Entendió casi abatido y totalmente agitado, al ver una gran rama partida a la mitad y a su amigo inconsciente en el suelo, que Deku lo había golpeado en la cabeza. La rápida respiración de quien se atrevió a tomarlo entre sus brazos le hizo sentir ganas de gritar. Ya no era capaz de mantenerse cuerdo o consciente, por lo cual solo emitía gruñidos y vagos intentos por usar su quirk. Luego sintió como era tomado a rastras, empujado contra su voluntad hacia alguna dirección, con el contraste de la helada lluvia con lo caliente de su piel. El olor a menta y chocolate se acentuó en sus fosas nasales de una manera terriblemente directa, aumentando el calor y la necesidad. La rabia intrínseca que sentía hacia ese familiar olor intentó hacer reaccionar su cuerpo y apartarse, pero la "fiebre" fue más fuerte que él, consiguiendo que solo balbuceara algunos insultos y maldijese internamente su vida.

La lluvia que había comenzado con una suave danza de gotas contra el piso terminó siendo toda una tormenta. Katsuki, apenas consciente, podía escuchar el constante ruido de la tormenta y los truenos cruzando el cielo. Llegaron de algún modo a una especia de cueva lo suficientemente profunda y seca como para albergarlos. Suspiró, recostándose contra el suelo, y llevando ambas manos contra su intimidad. Lágrimas calientes bajaron por sus mejillas, cargadas de rabia, confusión e impotencia. Su entrepierna exigía atención, dolía horrores, punzaba y se apretaba contra su ropa. Su piel quemaba, como si dentro suyo la lava corriera en vez de sangre. Él ni siquiera sabía qué hacer. Estaba atontado en el suelo, adolorido, intoxicándose cada vez más y más por el creciente y penetrante olor a menta y chocolate que despedía el pecoso.

Siempre odió esa fragancia, ese aroma natural en la piel del niño que más detestaba. Pero en ese momento, tan asqueroso e incontrolable, se le antojó lo mejor que jamás había tenido el placer de oler. Como si fuera un animal sin capacidad de raciocinio se quejó estirando un brazo en dirección de un confundido Izuku que no sabía qué hacer o cómo reaccionar. Él cerró los ojos esperando una explosión o algún puñetazo, pero en vez de eso solo sintió un jalón que lo obligó a quedar encima del rubio.

—Kacchan...— lo escuchó susurrar. El aroma a chocolate y menta que desprendía el pecoso era más fuerte que nunca, como si se hubiera asentado con la humedad del ambiente. Katsuki gruñó lleno de furia, pero solo atinó a sollozar, porque seguía siendo un niño asustado, un niño omega. Un niño asustado, omega y en celo.

El pecoso tragó en seco. El aroma que su amigo estaba liberando era muy fuerte, y le hacía tener ligeros mareos. Su naturaleza alfa burbujeaba dentro suyo, pero afortundamente podía controlarla. ¿Cómo? ¿Cómo podía no tomar a su amigo ahí mismo, siguiendo su instinto? Fácil y fatídica respuesta: él era un quirkless. El olor de un omega en celo no le afectaba como al resto. Como siempre, era un caso extraño entre todos los demás. Pero por primera vez, Midoriya se sintió feliz de ser distinto al resto de alfas. No podría haber vivido con la idea de haber abusado de su amigo, Kacchan, solo por el hecho de que él fuera un omega. Se acomodó en su lugar, sin saber muy bien que hacer. A pesar de que podía controlarse, su alfa interno demandaba que actuase de algún modo. Los alfas siempre debían de consolar a los omegas. Pero más que ese deseo natural por actuar, Midoriya se sentía falta al ver tan desconsolado a su amigo. Por ello y como su inocente ser le dio a entender, se abrazó con necesidad al cuerpo de su "amigo", intentando, como hacía su madre, consolarlo. Sin saberlo, la fricción entre ambos cuerpos hizo que las hormonas de Bakugo, ya muy revolucionadas y a flor de piel, explotaran en más necesidad.

El rubio intentó obtener más oxígeno mientras con frenesí clavaba sus manos en la espalda ajena. No entendía lo que quería, lo que debía hacer ni mucho menos. Pero sentía algo de alivio estando tan cerca de él, sin poder razonarlo. Por ello, y como solo él podía, se apegó tanto a Izuku que éste último tuvo que hacer un gran esfuerzo por no chillar del dolor de ser tan estrujado.

El pecoso, allí, prisionero de la persona que diariamente lo molía a golpes, despreciaba y detestaba, sintió pena. Notaba el sudor cayendo por la frente ajena, pojando un poco de su cuello. Entendía el calor que provenía de su cuerpo, la necesidad, lo "extraño" de verse envuelto en una situación tan alocada como ser "abrazado" pro alguien que decía odiarlo...Kacchan debía estar realmente mal...

Kacchan, el que siempre había admirado.

Kacchan, el que siempre estaba dispuesto a demostrarle a los demás que era el número uno.

Kacchan, el que nunca se rendía.

Ahí estaba, llorando, gruñendo, temblando. ¿Qué más iba a hacer? El pecoso tampoco sabía tratar con temas como el sexo. Y a pesar de que él también sentía cierto calor en su intimidad, se quedó callado mientras acariciaba los cabellos de su amigo en silencio. Sin que realmente ninguno de los dos quisiese, algo de fricción nació entre el vientre de Izuku y la intimidad del rubio. La simple sensación de presión en (ahora) tan sensible zona le dio una pista desesperada a Bakugo, quien movió tentativamente las caderas nuevamente.

Sí, la fricción era la clave para sentirse mejor, para no experimentar esa sensación de muerte acalorada, de dolor.

El pecoso rápidamente se sonrojó al sentir aquello "duro" en contra de su cuerpo. Su madre y la escuela misma le había enseñado que se suponía que ese tipo de cosas no podía pasar. Sin embargo y en contra de toda lógica él mismo se sentía aliviado, regocijado en acciones que no entendía, pero que se sentían bien.

Bakugo hubiese querido resistirse, matar a golpes a Deku en ese mismo lugar y salir corriendo. Pero su omega gozó de las caricias impidiéndole moverse. Totalmente rendido a su naturaleza devastadora, Katsuki comenzó a refregarse contra un desconcertado Midoriya, que no supo bien cómo reaccionar a eso. Tragó en seco y se quedó quieto mientras seguía acariciando el cabello de Katsuki, sintiendo como éste buscaba frotarse contra "ese" lugar caliente. Cediendo ante el pedido, y ante sí mismo, el alfa se acomodó mejor entre ambos, y dejó que el omega pudiera moverse más agresivamente en contra de él, empujándolo, mientras había gruñidos de molestia de por medio.

—Kacchan...— lo llamó bajito, mientras el rubio gruñía desesperado al no poder ser llenado por lo que tanto buscaba de Midoriya. Era horrible, penoso, degradante...—Kacchan...— lo seguía llamando el pecoso. Su voz solo lo calentaba más, resonando como un eco en los oídos del omega, rebotando en las paredes de la cueva, como un llamado totalmente tentador que no podía dejar de escuchar.

Un ronroneo bajito, casi tímido comenzó a llenar el ambiente. Midoriya estaba usando ( sin saberlo) sus primeras habilidades como alfa. Su olor mandaba a calmar a Katsuki, que finalmente había podido liberar su miembro entre sus mojadas ropas, dándose placer a sí mismo de manera inexperta, correspondiendo el ronroneo, y gimiendo de vez en cuando por el placer.

Decir que ambos se habían envuelto en lo más íntimo, prohibido y tabú era decir poquísimo. Izuku entendía que eso no debía estar pasando. Comprendía que realmente estaba haciendo algo "mal", pero dentro de sus limitados años y poca comprensión mojada de inocencia, se sentía bien, no solo "ayudando" a Kacchan a sentirse más aliviado, sino que llenándose a sí mismo con la fragancia del rubio. Solo siguió ronroneando, acariciando su pelo y dejando que el rubio se restregara contra su intimidad sin vergüenza, mientras sentía algo pegajoso y mojado dentro de sus pantalones.

Las ganas de tocar el cuerpo de Kacchan no le faltaron. Pero el límite había sido roto hacía ya tiempo y él sabía que jamás sería perdonado por semejante atrevimiento. Por lo cual siguió ronroneando, llamándolo, intentando liberar todo lo que tenía dentro en insuficientes muestras escuetas de cariño. Ni siquiera se animó a mirar "eso" de Kacchan. Sentía que la cara le ardía, que no podía permitirse aquello.

Así que ambos se mantuvieron así. Kacchan empujándose en contra de sus caderas, jadeando, masajeándose, mientras Izuku le susurraba palabras de calma en el oído, su conocido "Kacchan",  e intentaba abrazarlo.

Ese día, Katsuki supo que Midoriya era un alfa, de la peor manera. 

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Tarde ( TARDÍSIMO) pero AL FIN una actualización. Lamento haber dicho que actualizaría el miércoles, pero tuve muchos problemas en la uni y bueno...

Estaré escribiendo lo siguiente mañana. Lo más probable es que el próximo sábado ya tengan una actualización nueva. Gracias por el apoyo y la gran paciencia. <3 

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