O16. final.
Se han escrito miles de libros y canciones que te presentan todo tipo de amor, el imposible, el recíproco, el eterno y el que se ve envuelto por la tragedia. Hasta el amor sensual. Todos desarrollando diferentes historias, pero dejando el mismo mensaje, la misma idea de que el amor es el mecanismo que mueve el cosmos. Pero esta es la historia de mi único y real amor, y aunque no sea la más emocionante ni esté llena de sorpresas, siempre será diferente al resto, al igual que lo son mis sentimientos a los de los demás y la manera en la que percibo el amor.
Recuerdo la sensación que tenía en el cuerpo ese día al salir de la casa de los Park, libre de todo malestar. Sabía que todo tenía que terminar así, que yo estaría bien de ese momento en adelante. No podía dejar de sonreír, porque incluso el clima que había en aquel momento me recordaba que la vida era buena. Pude detenerme un momento a mirar a mi alrededor y por primera vez en mucho tiempo tuve pensamientos como ‹‹mira aquellas flores, son realmente lindas››, admirando la manera en la que la brisa las hacía danzar sutilmente bajo el sol.
Creo que aprendí a tomarme la vida con calma desde aquellos instantes, porque habían muchas cosas de las que no podía estar segura, como si sólo teníamos una oportunidad de vivir o si vendrían más, pero ya podía estar segura de que no sólo existían malos momentos en la vida que ese momento llevaba, porque también llegaba la oportunidad de las cosas buenas.
Estoy sonando muy positiva, lo sé. También estoy haciendo hacer ver las cosas como si fueran totalmente simples, pero no me refiero a que exista una mágica manera de seguir hacia adelante y con ello tener la vida feliz que tu herido corazón ha ansiado por tanto tiempo. De hecho no hay un secreto en específico para mi felicidad ni en esos días, ni en la actualidad, cuando ya han pasado años del día que corté toda comunicación con mi padre.
Lisa me llamó justo minutos luego de que vi a mi padre, me dijo que tenía ganas de verme y que si podía pasarse por mi casa. Recuerdo que reí, sintiendo ternura, porque Lisa para ese entonces ya podía estar más que segura de que podía irme a visitar cuando quisiera y a la hora que se le ocurriera, pero aún así seguía preguntando con leve timidez en su voz.
Le dije que me esperara en el lugar donde nos veíamos siempre, aquel parque a una calle de mi hogar, para que fuéramos a casa juntas.
Mamá no estaba en casa ese día, temprano me había dejado una nota de que estaría fuera unas horas. Lisa no tuvo problema con eso, sólo se despidió y yo le dije que llegaría pronto.
Puedo revivir en mi mente la manera en la que nos sonreímos al vernos ese día, porque nos sentíamos especiales sólo porque sí. Nos sentíamos especiales sólo por estar en la vida de la otra.
Silenciosamente, me dejé caer junto a Lisa en aquella banca que el había escogido para esperarme. Noté que llevaba una rosa blanca consigo, sosteniéndola entre sus dedos como si fuese lo más preciado que tenía.
Nos miramos sin decir palabra alguna, de manera fija y atenta observando la una a la otra con detenimiento. Siempre me sentí en paz junto a Lisa, pero aquellos cortos segundos con nuestros ojos conectados, había algo más significativo en el vínculo que nos unía.
—¿Hablaste con tu padre? —me preguntó, por fin cortando el silencio. Tenía una pequeña sonrisa en los labios que no por ser leve dejaba de ser bella.
—Sí. Fue una conversación bastante corta y rápida, era necesario no salirse del punto. —le contesté a la vez que le regresaba la sonrisa.
Mis ojos viajaron un momento hasta la rosa en sus manos y luego nuevamente a sus ojos, preguntándole con la mirada qué significaba y por qué la había traído ese día para verme.
—¿Cómo te sientes, Rosie? —ignorando mi mirada de confusión, ella apoyó su mano en mi espalda y la acarició con dulzura, haciendo que mi pecho doliera de manera agradable—, ¿Te sientes bien?
—Me siento bien. —asentí sin cortar el contacto visual.
Ampliando su sonrisa, Lisa extendió la rosa hacia mí, con sus ojos brillantes observándome llenos de esperanza y sólo desbordando aquel brillo especial, dejando caer gotas de ese gozo hacia mi corazón.
—Una rosa blanca simboliza un nuevo comienzo —me dijo con su honesta manera de hablar, como siempre no teniendo filtro y siendo tan transparente como era—, y también tiene el significado de un amor que durará para toda la vida. Por eso estaba pensando y me di cuenta de que tú eres mi rosa blanca, a pesar de que antes haya tenido un primer amor con el que sufrí en su momento, tú serás mi último y puedo estar segura de eso.
No supe cómo reaccionar, todos mis sentimientos acumulados despertaron al mismo tiempo para encontrarse entre ellos y hacer una explosión dentro de mí.
—¿Qué? —pregunté como si no estuviera segura de lo que había oído.
—Estoy enamorada de ti —confesó Lisa y se ruborizó de manera tierna—, quería esperar el día de la graduación para decirte, pero esto que siento sigue creciendo sin parar hasta el punto de que sentí que si no te lo hacía saber explotaría. Y entonces, adiós Lisa. Moriría sin poder decirte que aunque no sé si mi confesión significa para ti lo que significa para mí, mi corazón te pertenece. Y aunque tomaras un camino diferente al mío mi amor siempre te acompañaría. Totalmente incondicional.
Mis ojos se cristalizaron y sé que ella lo notó, porque por un momento lo vi llena de preocupación.
Con mi corazón balanceándose de manera agresiva, tomé la rosa de su mano con calma y delicadeza.
Mis ojos no abandonaron los suyos cuando le dije:
—También estoy enamorada de ti.
Eran palabras simples para todo lo que sentía, pero vi cómo su rostro se iluminó. Entonces supe que incluso tan corta confesión significaba todo para ella.
Hablamos de mucho ese día. Acordamos que teníamos mucho que arreglar en nuestra vida antes de pensar siquiera en una relación, pero seguimos estando al lado de la otra hasta el final. Yo siempre estuve para Lisa y ella para mi, el día de la graduación nos tomamos de la mano y cuando aplicamos cada una para la universidad de nuestros sueños, dormimos abrazadas para alejar la ansiedad de nosotras. Compartimos momentos maravillosos sin importar cuál fuese la situación, llenos de sonrisas y besos que en secreto nos dábamos de vez en cuando, todos mis sentidos intensificándose con sus dedos en mi cintura.
Fui la primera en ser aceptada en la universidad y luego la carta de aceptación de Lisa también llegó. La madre de Lisa y la mía nos hicieron una cena especial de celebración.
Aquella noche, cuando nuestras madres finalmente nos dejaron a solas por un momento, Lisa y yo nos despedimos.
Mi universidad estaba en otra ciudad, por lo que ya no tendríamos tanto tiempo para vernos cómo estábamos acostumbradas. Nos dijimos que no tenía importancia porque de todos modos encontraríamos el tiempo, pero ambas terminamos llorando abrazadas.
Por unos años las cosas cambiaron, Lisa y yo nos llamábamos todas las noches para platicar de nuestros días pero a veces ambas estábamos demasiado ocupadas para vernos o siquiera llamarnos. Nos veíamos siempre para ocasiones especiales como navidad o acción de gracias, a veces su madre era la que estaba encargada de la cena esos días o a veces era la mía.
Nunca dejamos de querernos e inevitablemente, todas esas fechas terminábamos enredadas en besos a pesar de que hubiésemos pasado la mitad del año sin vernos.
Volví a tener momentos oscuros, volví a deprimirme por cosas o a tener ansiedad por otras, pero esas veces pude reconocer lo que me pasaba y enseguida comencé a ir a terapia para llevar momentos así con la ayuda profesional de un psicólogo.
La vida estuvo bien y a veces mal. Por eso digo que no hay un secreto específico para mi felicidad, porque me di cuenta que la felicidad en general se trata de entender que la vida no es sólo sobre ser feliz, es sobre los buenos y malos momentos. Tampoco es solamente sobre un amor como el que siento por Lisa, porque también es sobre el amor de mi madre, el amor hacia los proyectos de mi futuro, el amor hacia mis estudios y el amor que poco a poco aprendí a tenerme a mí misma. La vida es sobre tantas cosas sean buenas o malas.
Para cuando volví a mi ciudad, sabía que Lisa hacía exhibiciones de su arte, los cuadros que pintaba y demostraban lo talentosa que era.
Habíamos seguido con las llamadas por la noche, visitarnos la una a la otra cuando pudiéramos, a veces ella viajando hacia donde yo estaba o yo yendo hacia ella, pero de alguna manera siempre estuvimos juntas y ambas estábamos agradecidas el día de mi regreso a la ciudad.
Nunca seguimos caminos diferentes a pesar de que la gente pudiese verlo de otra manera, pero realmente no estábamos interesadas en interferir en los intereses de la otra, y con paciencia llegó un día donde todo en el universo parecía alinearse para que además de que se cumpliera la promesa de la rosa blanca sobre que nuestro amor duraría para siempre, ahora también pudiéramos estar juntas físicamente.
Fui a ver su exposición el día de mi regreso, de hecho fui hasta ahí enseguida al bajar de mi tren. Sabía que la exposición estaba dedicada a mí, específicamente a los días que acampamos con la familia Park.
El nombre de esta colección de cuadros era ‹‹si yo era una rosa, era una rosa blanca››. Cada cuadro contaba una parte de la historia de dos amantes, mientras que juntos eran una sola historia y esa historia hablaba de Lisa y yo.
Guardando silencio, me paré a su lado con una sonrisa iluminando mi rostro y ella no dudó de que aquella presencia que sentía era la mía, porque la pude ver sonreír de la misma manera en la que yo lo hacía.
Lisa seguía siendo tierna, paciente y dulce. Incluso lo era más que antes. Pero también había aprendido a tener confianza en sí misma y ser más firme, decidida. Al igual que yo, ella creció mucho como persona. También hubieron cambios físicos y en su estilo, como también en el mío. Y aunque eso era lo de menos, me encantaba su largo cabello y sus mechones rosados.
—Porque somos estrellas, rosas y una infinidad de cosas cuando estamos juntas —rodeando su cintura con mi brazo, Lisa recitó una de las frases de alguno de mis borradores, los que yo siempre compartía con ella, mientras mantenía la mirada enfocada en la pintura frente suyo—, hola, ChaeYoung.
Entonces llevó sus ojos a los míos e inclinó su rostro hacia mí. Mi sonrisa se amplió en cuanto su nariz chocó suavemente contra la mía.
—Hola, Lisa. —le susurré con las mejillas sonrojadas y el pecho cálido, sintiéndome tan bien a su lado como siempre.
—¿Ves cómo en el cuadro anterior los dos amantes recorren largos caminos, ambas llevando rosas, que aunque pasen por rutas diferentes, llevan al mismo final?
—Sí. —susurré, volteando a ver el cuadro a mi izquierda para volver a verlo a ella.
—Y en el siguiente cuadro, ambas están en ese final. —me susurró ella.
Miré el cuadro frente a nosotras, presentaba el final de estas amantes. Flotaban junto a las estrellas y extendían sus manos para tocarse, las rosas blancas elevándose a su alrededor también. Al verlas, me entró la sensación de que yo también me encontraba volando hasta el espacio de aquella manera tan liberadora.
—¿Es cómo el paraíso para ellas? —le pregunté al mirarla a los ojos otra vez.
—Significa que no importa que tengan intereses diferentes que las lleven a otros lugares, siempre terminan en el mismo lugar. Juntas. Porque el punto de cumplir sus sueños, además de hacerlo por ellas mismas, es tomarse de las manos al final del camino. —apretando mis mejillas, Lisa me dijo con dulzura.
Yo reí felizmente.
—Te extrañé. —le dije sincera.
Ella tomó mis mejillas entre sus manos y lo hizo con delicadeza, como sosteniendo lo más precioso que había visto en su vida. Y yo amaba la manera gentil y especial con la que ella me había tratado siempre. Sólo podía conseguir esa comodidad y confianza a su lado, por eso Lisa siempre sería el lugar al que pertenecía sin importar qué.
—Yo a ti. —susurró sobre mi boca antes de besarme.
Nuestros labios se encontraron y esta vez para nunca dejarse, haciendo que nos sintiéramos infinitas e invencibles aunque moriríamos algún día de todos modos.
Ese día compré el cuadro donde los amantes se encontraban, lo pondría en la habitación del departamento que habíamos comprado entre las dos meses antes. Por esos momentos sólo Lisa vivía ahí, pero al volver en simples palabras viviríamos juntas.
Cenamos con mi madre. En medio de la cena nos tomamos de la mano y le hablamos de nuestra relación. Ella ni siquiera quiso actuar sorprendida, dijo que siempre había esperado que lo acabáramos de hacer oficial y le dijéramos, que constantemente pensaba en ello y sonreía.
No muy tarde esa misma noche, Lisa y yo fuimos a nuestro departamento y yo le hablé sobre algunas cosas que quería remodelar.
No dormimos hasta la mañana, hablando de un montón de cosas, haciendo pausas para abrazarnos en silencio o compartir largos besos.
Éramos felices sin hacer gran cosa simplemente por la razón de estar juntas.
Vendrían incluso momentos mejores, sin importar que ambas trabajáramos y lleváramos vidas ocupadas, el amor entre nosotras nunca perdió su brillo ni intensidad, justo como una promesa con una rosa blanca.
Aprendimos muchas cosas juntas. Como que la vida no es sobre ser feliz siempre pero lo importante es no rendirse. Que en realidad nadie está en busca de nadie, pero algún día una persona correcta con la que te sientas cómoda puede llegar a tu vida. Y esa persona correcta, era lo que éramos la una para la otra. Esa rosa blanca. Porque incluso cuando estuvimos lejos, también aprendimos que sin tener a nadie junto a nosotras tomando nuestro mano, aún así podemos ser una rosa.
Aún estando solas podemos ser felices, dedicando amor a nosotras mismas. Porque ‹‹solo›› no significa ‹‹mal››, y aún si las cosas no hubiesen acabado como lo hicieron, ambas teníamos nuestros proyectos de vida y siempre miraríamos hacia adelante.
Hay tantos tipos de amor que pueden llenarnos la vida de ilusión. Aún así Lisa y yo habíamos tenido la suerte de coincidir. Lo que es algo hermoso que siempre amaré de mi vida.
Esta no es la historia más emocionante ni está llena de sorpresas, pero repito que siempre será diferente al resto, al igual que lo son mis sentimientos a los de los demás y la manera en la que percibo el amor.
Porque esta es la historia de mi único y real amor.
Todo al mismo tiempo siendo uno.
Mi madre, Lisa, las metas que he cumplido a lo largo de mi vida y la persona que veo cada mañana en el espejo.
.
.
.
.
Fin.
¡Muchísimas gracias por acompañarme en esta historia! ><
Adaptar esta historia fue un desahogo emocional para mi, ya que podía identificarme con algunas situaciones que enfrento, no solo Rosé, si no también Lisa. Y ver como fueron creciendo, y amándose así mismas me era tan satisfactorio. Seguir la historia me hacía recordar el porque no rendirse de esas pequeñas batallas del día a día es tan importante.
Y ahora que termino, siento una enorme melancolía, pero a la vez satisfacción, ns, wjksjsj. Solo sé que quería decir una última cosa antes de cerrar finalmente este ciclo:
Los días malos no significan el fin, y no, no lo digo desde una posición de superioridad, como si todo fuese fácil, no. La vida puede ser difícil, hay que normalizar esa palabra, y saberla diferenciar de lo ‹‹imposible››, que algo sea difícil; que sea una piedra en tu camino cada mañana; algo que te haga doler el pecho por las noches y quieras desaparecer de este mundo por un rato, no significa necesariamente que todo se mantendrá así para siempre.
Piensa. Imagina. Cree. Busca. Y haz realidad esos buenos días que tanto añoras. No digo que todo sea fácil, pero tampoco digo que es imposible. Eres un ser humano valioso y muy hermoso, que es capaz de ver esos sueños hechos realidad.
Te quiero muchísimo, nunca lo olvides. ♡︎
¡Gracias por leer!
—🌷
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top