30

Naira creyó que en la noche no dormiría, pero 626 ya estaba respirando de forma acompasada. No lo culpó por caer dormido debido a todo lo que pasó, soportó mucho dolor antes de que lo sedaran y necesitaba unas buenas horas de sueño. 

Al despertar ve que 626 no está a su lado, como siempre debió despertar antes que ella pero le extraña que no la despertara. Naira estira los brazos sobre su cabeza mientras suelta un profundo bostezo, al mirar a su alrededor ve la habitación ordenada, aunque algo en la mesa, junto a la cama, llama su atención.

—Una carta —murmura al tomar el papel—. ¿Eh?

"Te aprecio, por ello no puedes seguir conmigo. Espero que lo entiendas. 626".

Él se marchó antes que el sol saliera, despertando al buitre para luego dejar el motel. En cuestión de horas ya están en el centro de la ciudad, llegar fue fácil gracias a los autobuses. 

—¿Qué pasó con la monita azul? ¿La devoraste? —pregunta Van mientras lo sigue, caminar no es lo suyo pero debe ser muy cuidadoso. La ciudad capital está llena de diferentes especies y la mayoría son herbívoros que podría sentirse intimidados por su tamaño, pico y garras. 

—Olvídate de ella. También puedes tomar tu camino, habrá muchos disturbios —le advierte al momento de detenerse frente al museo de vida humana.   

—Mientras más mueran, más comeré. Estaré cerca —contesta para luego alejarse volando.

626 regresa su vista hacia las grandes puertas de dicho museo, da los primeros pasos mientras sube la escalera de entrada. Allí encuentra los carteles y placas con la información de los primeros humanos.  

Él no pierde el tiempo en mirar los libros, esculturas o demás ya que camina directamente hacia el lecho del hombre. 626 toca el cristal que los separa, viendo que el cuerpo se encuentra en un perfecto estado de conservación. 

Millones de años y generaciones nos separan pero seguimos viéndonos iguales, susurra para luego golpear el vidrio. El estruendo y la lluvia de cristales llama la atención de los visitantes, quienes ven al simio sin pelo entran en la exhibición. Uno de los presentes se acerca a él, molesto por el vandalismo.

—¡Sal de ahí! Entiendo que odias a los humanos pero podemos aprender mucho de ellos. ¿Le tienes miedo a un montón de huesos secos? ¡Ellos ya están extintos! —exclama. 626 lo mira, encontrándose con un felino que le recuerda al león a pesar que éste sea un puma.

—No están extintos. Estás viendo a uno —responde al colocar el cañón del arma en su cabeza—. Si tanto quieres aprender puedo enseñarte lo que pasa cuando jalo el gatillo. 

Mientras tanto Mirrey debe contener las lágrimas mientras Efer lo examina para ver la gravedad de sus heridas. Él sonríe nervioso cuando ella se aleja y se cruza de brazos. 

—Tienes cuatro costillas rotas —habla en un tono serio.

—No fue nada, debiste ver la paliza que le di a él —responde en su defensa—. ¡Ah! —suelta cuando ella quita una púa de su brazo.

—¿Usaste esto? Sigues siendo muy impredecible. Pese a los años que estamos juntos continúas sorprendiéndome —comenta al arrojar la púa al bote de basura—. Existía la posibilidad de que no regresaras. 

—Hey, eso me ofende —murmura Mirrey cuando baja sus orejas—. Regresé... ¿Qué estabas haciendo? —le pregunta mientras le entrega las medicinas para el dolor, deberá hacer reposo y sabe que ella se asegurará que cumpla al pie de la letra.

—¿Recuerdas el juego de química con microscopio que compramos hace unos meses? Lo he estado usando —contesta, dejando de lado su molestia. 

Esto hace que el ánimo del león mejore y sigue preguntando en qué lo utiliza. Efer preparó una habitación cuando recibió el juego y no lo ha dejado entrar diciendo que hay químicos peligrosos que pueden hacerle daño. 

—Yo... Quiero experimentar lo que es engendrar una vida, ser como Madre y realicé una fecundación exitosa de mis óvulos con tu esperma. 

—¡¿Que?! Eso es-

—Imposible, no. Lo hice —completa su frase.

—No puedes jugar a ser dios —dice él, sintiéndose bastante confundido. No sabe cómo reaccionar, tiene una gran mezcla de emociones que lo abruman.

—Los humanos no creemos en ningún dios, sólo tenemos nuestras habilidades y mente. Yo quiero tener una familia contigo —responde al darle una pequeña sonrisa—. No serán monstruos, ¿bien? Ya configuré sus aspectos como garras, tono de ojos y eso. Serán una perfecta mezcla de ambos.

—¿Serán? 

—Son dos, quisiera enseñártelos pero apenas son un conjuntos de células. En un par de días serán embriones y los transferiré a mi útero. 

—A veces puedes ser muy aterradora —suelta con la voz temblorosa—. ¿Realmente está bien? ¿No dañará tu cuerpo o algo? —agrega preocupado. 

—No, estaré bien. El dañado aquí eres tú. No debes moverte hasta que tus costillas sanen —habla al recostarlo nuevamente sobre la cama.

—Te amo —murmura él al mirarla con sus grandes ojos brillosos de gato.

—El sentimiento es mutuo.

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