"_CAPÍTULO 10°- Buscar_"
¿Alguna vez has sentido como todo se derrumba ante ti?
Así, rápido, sin previo aviso y sin solución. El humo de los escombros de lo que se perdio te impiden ver con claridad, eliminando cualquier oportunidad de recoger los pezados que aún funcionan, el peso de lo que se desperdicio te golpea de una manera tan brutal que te nockea, como en un ring de lucha libre en el que luchas contra el propio destino.
Atrapado entre las propias redes de tus fantasmas personales y la falta de tenacidad para intentarlo de nuevo, por última vez. Tan atosigante que te hace enfadarte contigo mismo y a la vez te deprime.
Samuel, lo sabía, lo vivia en carne propia y no era nada gratificante el saber que su amado se había marchado. Intento recordar aquella desastrosa noche pero no hubo más que flashes borrosos: se vio en una cantina, una mujer, él la rechazó antes de llegar a algo serio. No creía haber echo eso, no obstante las imágenes en su cabeza allí estaban. Eran tantos los recuerdos que vagamente entendía lo que había sucedido, eran tantas que lo revolvian, y en especial una de ellas fue la que le hizo temerse a si mismo.
Se había puesto agresivo con Guillermo.
Día tras día se había lamentado por dicho suceso, por aquel fatídico error del que sabía, no había solución. La había cagado, y olímpicamente puesto que a leguas era su peor acción hasta el momento para con el menor. No le extrañaba que este se hubiera marchado ante la primera oportunidad de huir, de echo, lo comprendia; posiblemente el hubiera hecho lo mismo.
¿Lo único que le había quedado de recuerdo? Una perfecta mano marcada en su mejilla. Vaya consuelo tenía.
Pero era lo que se merecía
—Hola Frank, quisiera saber si has visto a Willy— pregunto el castaño con el teléfono en su oido. Se quedó callado unos momentos para obtener una negativa en respuesta —Okey, comprendo, cualquier cosa que sepas de él por favor avisame.
Colgó y volvió a tachar un número más, viendo como a cada minuto las posibilidades se agotaban. Estaba desesperado por encontrarlo, sabía que Guillermo probablemente no querría ni mirarlo pero debía intentarlo, sería feliz con tan solo saber que su pequeño se encontraba bien. Lo conocía y era patente de que el pelinegro podía ser muy impulsivo en situaciones de enojo o desasosiego.
Número tras número y los resultado parecían no arrojar algo conciso que le ayudase a calmar su calvario. Su semblante no era nada favorecedor dado que mostraba una ojeras notablemente visibles, una barba más poblada de lo normal, una mirada cansada, los cabellos despeinados, y se encontraba vistiendo sólo el piyama.
—Chiquillo, ¿Donde estas?— pregunto a la nada dejando caer su cabeza hacia atrás. Suspiro y cerro los ojos intentando descifrar la nueva estadía de su amado. Hasta entonces los lugares y personas más probables habían sido descartados, uno tras uno, y ante la desesperación sólo pudo pensar en una cosa.
Tomo su móvil y busco entre los contactos con movimientos torpes y frenéticos, no entendía de razones a la hora de tratarse de Guillermo pero definitivamente le seguía provocando aquel cosquilleo de adolecente enamorado por primera vez.
Seguia enamorado de él, de su primer amor.
[...]
Guillermo yacía tumbado en la cama de aquel hotel, lágrimas silenciosas caían de sus ojos y sentía el frío que calaba hasta sus huesos. El dolor que se alojaba en su corazón parecía no querer abandonarle en mucho tiempo, era como si hubiera encontrado hogar en aquel órgano del pelinegro y planeara acompañarlo por el resto de sus días. Ya no tenia mucho dinero para seguir en ese lugar, mas sin embargo sabia Samuel estaría preguntando por el con sus amigos en común, que eran todos prácticamente.
—Estúpido— sollozo intentando convencerse a si mismo de odiar a Samuel. Más no pudo.
Lo amaba, no podía negarlo pero precisamente sus malas acciones del castaño eran lo que lo orillaban a olvidar los buenos momentos. Su mente estaba concentrada en el último año, en el cual todo habia sido un infierno.
Era incapaz de recordar lo bueno.
Su móvil comenzó a sonar por debajo de la almohada, lo tomo y al observar el remitente no pudo evitar que una tenue y pasajera sonrisa se mostrará en su rostro.
—Samuel...— susurro dolido.
Limpio sus lágrimas a la par que la canción Paradise de Coldplay aún sonaba de fondo, sus manos temblaron aun con el aparato entre ellas, y por mucho que intento luchar contra si mismo de no contestar, lo hizo. Presiono el icono verde.
—¿Guille?— habló Samuel alarmado por el otro lado. Guillermo no pudo hablar.
Quería decir tanto, pero no era capaz. Cada palabra se veía atorada en su garganta sin siquiera la minima posibilidad de ser saboreada en su paladar.
—Se que me estás oyendo— habló el castaño de nuevo ante el silencio —Se que soy un estúpido, por favor hablemos y vuelve a casa. No dejemos que las cosas terminen asi— suspiro — Me niego a dejar este error sin remediar. Sólo vuelve, quiero veas de verdad lo siento —su voz se entrecorto y después...
Silencio.
No hubo alguna palabra por ninguna parte de las lineas, sólo un sollozo por parte de Guillermo y el sonido de la llamada finalizada.
El pelinegro tomo su móvil y lo lanzó contra la pared sin querer saber nada de aquel hombre.
Lo que no sabía, era que Samuel habia rastreado su celular con la llamada y tal vez, sólo tal vez.... Estaba de camino a buscarlo
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