Kozume Kenma

Pedido de: Leyn_mc

Con el molesto sonido de la alarma de su celular se dio inicio a su día, aún cuando había despertado casi una hora antes. Desde el momento en que abrió los ojos se mantuvo mirando al techo de su habitación sin mover siquiera un músculo tan solo en la espera de que llegara la hora de ir a la escuela.

Soltando un suspiro se levantó de su cama recobrando energía para empezar su día, entrando al baño se mantuvo un momento mirándose al espejo siendo incapaz de mirarse directamente a los ojos los cuales empezaron a escocer cuando notó el pequeño rasguño en su pómulo como consecuencia del anillo de su padre.

Cada día era lo mismo; despertar a la misma hora, pasar varios minutos en el baño para llenarse de la suficiente valentía como para sobrellevar el día, ponerse aquellos pantalones y salir a la escuela.

—No tengo hambre —dijo al instante en que pasó por la cocina antes de siquiera ver a los integrantes de su familia dentro de esta.

—Ven aquí —la grave voz de su padre le hizo paralizarse en su lugar, apretando los dientes al notar como su cuerpo actuaba por cuenta propia de forma sumisa ante su orden. Cuando se encontró frente a él, apretando los puños cuando este llevó su mano hacia su boca restregando despojando sus labios de aquel brillo que había se había puesto minutos antes—. Átale el cabello.

De inmediato su madre se levantó de su lugar, despojando su propio cabello de la liga para acto seguido tomar su cabello levemente largo para atarlo en un moño lo suficientemente pequeño esperando que pasara desapercibido.

Al momento de poner un pie fuera de ya tenía los audífonos puestos en sus orejas para poner la música lo más alto que pudiera para empezar a caminar a la preparatoria. Quería olvidarlo, aquellos escenarios eran tan cotidianos que ya ni entendía cómo todavía le dolía, ¿acaso no lo veía venir?

— ¡Hikiishi-san! —El alto peligris tuvo suerte de gritar en el momento en que la canción había terminado, haciendo que girara para verlo correr hacia su dirección junto a tres de sus compañeros del club de voleibol.

Al llegar a su lado, Yamamoto dejó caer su brazo sobre sus hombros a la vez que despojaba sus orejas de los audífonos para prestarle total atención a sus compañeros.

Música, escuchar a sus amigos, pintar. Acciones tan diferentes que funcionaban igualmente por el mismo fin: olvidar su vida de la puerta de su casa hacia adentro.

—Buenos días —saluda Inuoka con suma emoción recibiendo una sonrisa de su parte.

A pesar de sonreír, conversar y soltar risas de vez en cuando, se sentía horrible por dentro mientras caminaba junto a ellos no podía olvidar su vacío interno luchando para salir. Quería gritar y echarse a llorar en ese mismo lugar, quería por fin aliviar aquella terrible presión que se mantenía apretando su pecho cada vez más.

—Hikiishi-senpai, ¿se encuentra bien? —La voz de Fukunaga le hizo volver a la realidad notando como ya se encontraban frente a la preparatoria y todos se encontraban viendo hacia él.

—Sí, sí, todo bien —asegura forzando una sonrisa lo suficientemente real como para que le creyeran.

— ¿Tenemos reunión de equipo y yo no sabía? —Todos giraron ante la voz del capitán, encontrándolo junto al colocador jugando con su consola.

—Es que Hikiishi lleva ignorándonos desde hace rato, está actuando un poco extraño —dijo Lev acusando de inmediato al aludido.

— ¿Todo bien en esa cabeza tuya? —Preguntó poniendo su mano sobre la cabeza del mánager para sacudirla— ¿Qué tanto piensas?

El sonido de la campana, indicando el inicio de clases, los hizo detenerse haciendo que se separaran para que cada uno se dirigiera a su clase, llevando a que caminara junto a Kenma quien ya había guardado su juego para caminar a su lado en total silencio.

— ¿Por qué llevas tu cabello atado? Sé que lo odias —asevera a pesar de que ya sabía más o menos la razón detrás de aquella acción.

—Hace un poco de calor y...

Sin dejar que siquiera dejara de hablar antes de llevar su mano hacia su cabello para tomar la liga elástica y soltarla, dejando que su cabello cayera hacia sus hombros.

—Te ves más linda así —suelta en voz baja justo antes de entrar al salón de clases haciendo que su corazón empezara a latir como loco.

[...]

En una de las bancas traseras del lugar, con su cabello revoloteando por el viento mientras continuaba con su dibujo. Momentos así le traían la paz suficiente como para imaginar que todo en su vida era igual de pacífica que en ese instante.

A pesar de su introversión, sintió la presencia llegando a su costado, pegando incluso su hombro con el suyo.

— ¿Tu padre? —Cuestionó tocando con suavidad la bandita sobre su mejilla, recibiendo tan solo un asentimiento de su parte—No puedes permitir que siga lastimándote.

Soltando una risa sarcástica se apresuró a secar una lágrima traicionera que salía sin quererlo—. El maltrato físico es lo que menos me duele.

En el momento justo cuando el teñido estuvo a punto de encerrarlo entre sus brazos pensando que iba a echarse a llorar, sin embargo notó cómo ponía una gran sonrisa en su rostro asegurando que todo se encontraba perfectamente.

Lo sabía, claro que sabía que era una gran mentira, los dos lo sabían, pero ninguno fue capaz de dar el último paso. Kenma ya estaba justo frente a él, ahora era su turno de hacer el último esfuerzo.

[...]

Soltó un suspiro tomando la perilla de la puerta de su casa entrando por esta, rezándole a todos los dioses para que no hubiera nadie y que nadie le hablara antes de llegar a su habitación. Pero claro que no tenía tanta suerte.

— ¿Por qué demonios tienes el cabello suelto? —Gruñó el hombre mayor sentado en el sofá, haciendo que rodara los ojos.

—Pareces una niña —se burló su hermana mayor haciendo que los otros dos también rieran, totalmente opuesto a sus padres.

—Lo soy —susurró bajo el gran error de pensar que no escucharían esto.

— ¿Te estás volviendo completamente loco? —Brama poniéndose de pie, actuando de forma primitiva para verse más alto.

—Loca —dijo de regreso con una sonrisa ladina aún sin mirarlo—. Por favor, habla bien.

— ¿Qué te crees, un puto enfermo? ¡Eres mi hijo, actúa como un hombre!

Por fin se giró enfrentándolo, no solo a él, sino que a toda su familia quienes miraban en su dirección incrédulos.

¿Él se rebelaba? No, ella se rebelaba.

—Una puta enferma. Y no, no soy tú hijo, lamentablemente soy tu hija —hablo con su voz por fin no temblando, sentía toda su sangre hirviendo mientras recorría todo su cuerpo ya que su corazón latía con fuerza—. No soy un chico, lo saben, no lo soy ¡nunca lo he sido!

— ¡Cállate! —Exclamó ahora su madre entrometiéndose a la pelea.

— ¡No! ¡He estado callada toda mi vida y ya me cansé! —Gritó con toda su fuerza sintiendo sus uñas rasgar la piel de su mano al apretar sus puños— ¡¡No quiero atar mi cabello ni tenerlo corto, quiero ponerme brillo en los labios y ya no quiero usar pantalones de uniforme!!

Sus gritos se detuvieron al instante con el golpe de la pesada mano de su padre chocar contra su mejilla, haciendo que cayera al suelo. Llevando la mano a su labio al sentirlo arder para notar la sangre saliendo de este.

—Te crees bastante valiente, ¿no? —Siseó acercándose a ella para tomarla del cuello del uniforme— Pues tendré que sacarte esos pensamientos enfermos a base de golpes, ¿eso quieres, "niñita"?

El gran puño chocó contra el costado de su rostro fue tan solo el inicio de aquel infierno, dejándola caer al suelo sin notar a su padre despojándose de su cinturón para acto seguido hacerlo chocar contra su espalda haciéndola soltar un alarido de dolor.

Este azote fue tan solo el primero de muchos, no sabía cuánto tiempo había pasado, parecían horas, pero ya había perdido la noción del tiempo y lo único de lo que tenía conciencia era del gran ardor que inundaba su espalda.

—Mientras vivas en mí casa serás una persona normal, ¿lo entiendes?

Al escucharlo, sin saber siquiera de dónde sacó fuerzas, se puso de pie sintiendo millones de agujas clavándose en su espalda, pero igual forma se sostuvo sobre sus pies para encararlo.

Odio, aquello era lo único que sentía al verlo y observar los rostros inmutables de su "familia".

Con lágrimas y sangre en su rostro dio paso a paso hacia la salida, ignorando por completo los gritos de quien debía ser su padre, rogando porque aquella fuera la última vez que escuchara ese nombre dirigiéndose hacia ella.

Tuvo un lapsus mental y al darse cuenta ya se encontraba en la parada del bus, dejándose caer sobre la acera en la solitaria calle. Con una mano temblorosa buscó su celular, secando con su otra mano las lágrimas que empañaban su vista.

—Kenma —lloriqueó tratando de desbloquear su celular para llamar al chico, no podía pensar en nadie más—. Ken...

— ¿Hikiishi? ¿Estás ahí? —Dijo con su típico tono bajo pero con preocupación en su voz.

—Kenma, me duele —solloza dejando caer su cabeza contra el borde de la banca, aquello tan solo alarmó más al chico.

— ¿Estás en tu casa? ¿Voy por ti? Oye, háblame —se le escuchaba acelerado ya que este ya se encontraba corriendo hacia la salida mientras se vestía para salir—. ¿Sigues ahí?

Sin siquiera responder algo a sus padres, salió de su casa aún con el celular contra su oreja mientras esta le explicaba el punto exacto donde se encontraba, tratando de sacarle más información con la única intención de asegurarse que seguía bien al esperarlo.

Era la primera vez en mucho tiempo que corría por alguna razón que no fuera entrenar por el club, pero vaya que valía la pena, quería, no, necesitaba llegar con ella lo más rápido posible.

— ¡Hikiishi! —Exclamó al verla sentada en el suelo, aún con el celular sobre su mejilla a la vez que guardaba el suyo dentro de su bolsillo.

Sin siquiera pensarlo se lanzó a abrazarla con fuerza, consiguiendo tan solo que esta soltara un chillido de dolor.

—Duele —jadeó haciendo que este al instante la soltara.

— ¿Qué te pasó? —Inquiere en voz baja llevando sus manos con miedo a su rostro viendo la sangre seca en su nariz y labio.

La pregunta tan solo la hizo sonreír levemente antes de alzar la mirada hacia él—. Me enfrenté a él, no dejaré que me lastime más.

No supo diferenciar el remolino de emociones dentro de él al escuchar su confesión, claro que se enorgullecía de que ella por fin hubiese puesto fin al ciclo de maltrato, sin embargo no podía evitar ver su lastimado rostro.

—Ven, vamos a casa —susurra ayudándola a levantarse sujetándola desde las axilas, antes de inclinarse frente a ella.

—Yo puedo caminar bien —dijo momentos antes de que el teñido sujetara sus manos para jalarlas sobre sus hombros y haciendo fuerza para dejar su cuerpo colgando sobre su espalda, obligándola sujetarse a él.

[...]

Había pasado poco más de una hora desde que habían llegado a la casa de los Kozume, donde una preocupada mujer se encargó de curar su espalda y rostro luego de una breve explicación por parte de su hijo. Esta incluso había empezado a llorar de nuevo en el momento en que la madre del chico tan solo dijo "siento tanto lastimarte más, pequeña"

Parecía una tontería, pero fuera de Kenma había sido la primera vez que alguien la llamaba de forma femenina y verdaderamente le había llegado al corazón.

Ahora, esperando el llamado de la cena, ambos jóvenes se encontraban echados en la cama, Kenma boca arriba y ella al contrario. El silencio reinaba en la habitación tan solo sintiendo sus respiraciones calmadas.

— ¿Quieres decirle a los demás? —Preguntó en voz baja, refiriéndose de forma clara al resto del equipo de vóley.

—Tengo que decirles, tengo que ser honesta —asegura apoyando su mejilla contra el colchón para mirarlo a los ojos—. ¿Tú crees que lo entiendan?

Moviendo su mirada hacia el techo para soltar un suspiro—. En general, sí, además de los interrogatorios de los de primer año, de resto creo que son lo suficientemente maduros como para comprenderlo.

Un pequeño silencio se fundó entre ambos de nuevo, sintiendo la paz en sus corazones.

—En serio quiero usar falda —comentó al aire soltando una pequeña risita ante la broma, claro que Kenma se lo tomó bastante en serio.

—Le puedo decir a mi madre que te consiga una, si así te sientes más cómoda —asegura con una expresión totalmente seria, quedándose en silencio por un momento antes de hablar de nuevo—. ¿Tienes un nombre nuevo en mente?

Notó una expresión confundida en su rostro ante la pregunta—. ¿Para mí? Nunca lo había pensado, ¿quieres ponerme un nombre?

El chico se quedó observándola por unos segundos antes de estirar su mano hacia su mejilla para brindarle una caricia con su pulgar.

— ¿Qué te parece Misaki? —Suelta después de un rato de mirarla a los ojos, el tiempo suficiente para pensar en un buen nombre, no es como si fuera un nombre para una mascota o algo así— Significa "flor hermosa", creo que te quedaría bien.

— ¿Misaki? Suena lindo —susurró con una pequeña sonrisa en sus labios.

En realidad le fascinaba el nombre, no solo por el lindo significado que tenía, sino porque venía de parte de Kenma, su alma gemela.

Ese día lo veía como un inicio y un final, no solo el final de una vida de mentira y ocultarse, era un nuevo nacimiento para ella, ahora podía ser una persona completamente diferente. Podía ser la chica que siempre había querido ser, contando con personas que la apoyarían de verdad, personas que la querían por la persona que era.

Ese día murió Hikiishi Kenji, ese día nació Hikiishi Misaki. 

Misaki美咲: Flor hermosa

¡Bebés, nuevo pedido! Este de verdad me dio un poco de batalla ya que quería hacerlo perfecto, espero que les haya gustado.

Les comento que hay una pequeña/gran referencia a otro personaje, la primera persona que lo comente aquí se ganará hacer un pedido para la siguiente actualización.

Sin más que añadir, ¡hasta la próxima, mis bellezas!

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