Gaco


No hay voz más simpática que la tuya, ni una sonrisa tan contagiosa y ni mucho menos, unas manos tan artísticas como las tuyas.

Veo los campos verdes y los días soleados, por tu deseo, a permanecer inmutables.

Tu actitud era la envidia de las orquídeas, pues tú eras el semblante de quien camina los caminos sinuosos, de los cerros a patas río arriba.

Recuerdo como eran tus días, con el compañero mate en la mano y las amigas botas de cuero puestas.

Dichosos eran los quitupíes, cuando oían tu silbido arrollador.

La tierra se fundía en el café de tus ojos, que se reflejaba en el cielo infinito.

Solo un par de botas nos dejaste, aquel pálido invierno.

Recorro tu camino, tomo tu botella de whisky y leo tus viejos diarios mientras, la sombra de tu nobleza en la pared está.

Nunca agradecí tus enseñanzas
viejo, tu sabias hacerte respetar ya que, solo con tu mirada gélida, espantabas hasta una fiera.

Viejo, necesito tus sabios consejos para que las decisiones que están en mi vida, sean algo más simple de lidiar.

No quiero mentir cuando dijo, que un día de estos me pueden matar.

Tengo encima a la soledad y a la miseria, como una sábana arrugada.

Si suspiro y grito en algún momento, es para que bajes y me vengas a ayudar a ir contigo.

Pero no importa, mis ilusiones
transcurren en el tiempo como hoja al soplar del viento.

Con mi frágil salud y escasas sensaciones, estoy esperando pacientemente a que el final o la suerte, me bendigan.

El campo me vio nacer, ya que me vio hombre, esposo, padre y abuelo cariñoso al envejecer.

Cumplí con mi deber al ser hombre fuerte, y sin que nadie se asombrara hice mi alambrado.

Como plasmado en el monograma del silencio, cabalgó en la penumbra de la noche.

La luna me ve con las estrellas alumbrando, mi galopar manso mientras, espero caerme, en los brazos de la mañana.

Fin

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