11. La Titán Hembra
CAPÍTULO ONCE
LA TITÁN HEMBRA
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La mezcla de ansiedades se sentaba pesadamente en el fondo de su estómago.
Félix aterrizó en una de las ramas inferiores, una de las más cercanas a la altura del rostro de la titán. Fue coincidencia que Hange estuviera en la misma.
La castaña a su lado le dedicó una amplia sonrisa, y Félix se giró para no tener que verla.
Toda la tensión del recorrido hacia allí se había drenado por completo de su cuerpo, y en su lugar solo quedaba anticipación, y una simple gota de enojo por todo lo que había ocurrido en el camino hacia su objetivo.
Miró hacia arriba, al frente, en dónde Erwin daba la orden de disparar una vez más, y sus ojos se quedaron pegados al rostro del Comandante, impasible como siempre. Tenía las cejas ligeramente fruncidas, y su brazo estaba alzado a la altura de su pecho.
Levi estaba junto a él, con las cuchillas fuera y un sombrío aspecto colocado sobre sus ojos.
Lentamente, Félix bajó la mirada hacia el suelo, en dónde se hallaba los arpones, y miró entre los pocos scouts que había para buscar entre ellos si alguno de sus amigos estaba allí. Pero no, no había nadie de los suyos debajo, y una inmensa ola de alivio lo azotó duramente.
—Ne, Félix —él se giró hacia Hange, notando el brillo en su mirada colocada sobre la titán. Casi podía verla babear—. ¿No te parece excitante?
—No.
Respondió secamente, cortante. Ese sentimiento de enojo creció en su pecho de repente y dirigió una pesada mirada en dirección a la titán.
A su objetivo. ¿Había valido la pena el esfuerzo y las pérdidas, para capturar esto? Félix la miró de arriba abajo, por las piernas y el abdomen carente de propia piel, lo expuesta que se veía su figura y lo…. Morbosa que la imagen resultaba. Por más que quisiera, aunque no lo hacía en realidad, le era imposible apartar la mirada.
Tenía los brazos bien sujetos tras su nuca, y la mirada agachada. Félix chasqueó la lengua y envainó con fuerza sus cuchillas.
—Hey, bonita.
La titán, lentamente, alzó su ojo en su dirección y lo clavó en él.
—Eres un verdadero dolor en el trasero, ¿sabes?
Hange, a su lado, largó una carcajada. Se sostenía el estómago con un brazo y empujaba sus anteojos hacia arriba con la mano libre, su boca curveándose en una de completa alegría.
—Ah, qué fascinante, ¿no es así? —esa mirada hambrienta estaba de vuelta en sus ojos, una vez el ataque de risa pasó—. No puede mover ni un músculo, tal vez no pueda hacerlo por un buen tiempo. Y mientras más regenere sus heridas, más apretadas se volverán sus articulaciones.
La castaña rió, completamente sumergida en su propio mundo, y Félix apenas y la miró.
El azabache apretó los labios, molesto, y se inclinó ligeramente hacia el frente sin apartarle la mirada de encima.
—La verdad no comparto la fascinación de Hange por asquerosidades como ustedes, Eren siendo la excepción —su tono derramaba desprecio, y asco, y era seco y cortante. A la mención de Eren su ojo visible se movió de aquí allá antes de volver a fijarlo en él únicamente—. Pero parece que te gusta mucho el color rojo. Parece que te gusta mucho asesinar.
Ese único ojo se abrió mucho, y Félix sintió la pesada mirada del Comandante recayendo sobre él con fuerza. A su lado, Hange había caído en silencio.
Le estudió el rostro con más atención, y dejó que aquella flama de molestia creciera dentro de su pecho. Estaba cansado, agotado exhausto. El color rojo le dejaría secuelas de por vida y esta sería la expedición más condenadamente infernal durante su tiempo en la Legión, así que Félix se permitiría este momento.
Este desliz.
—Ah, entiendes lo que te digo, verdad. Me pregunto si ustedes tienen sentimientos, si siguen siendo humanos incluso cuando están en su propia piel —se relamió los labios, y ladeó el rostro, curioso—. Eren es muy noble, ¿sabes? Y un poco ingenuo también. Hace solo unos momentos estaba listo para dar la cara y enfrentarte, solo para que dejaras de aplastar a sus compañeros, pero eso es lo que querías ¿cierto? porque algo me dice que tú tienes experiencia siendo este horrible monstruo, y él no.
—Félix.
La estridente voz de Erwin le zumbó en los oídos, y por primera vez en mucho tiempo, Félix no sintió nada al escucharla.
La titán lo veía muy atenta, con el ojo visible muy abierto. No podía definir la expresión en su rostro incluso si quisiera, porque los arpones y las cuerdas atravesaban incluso los pómulos y el movimiento era bastante limitado.
Se imaginó que tal vez sintiera rencor, al saber que había estado cerca de su objetivo pero Eren había decidido mejor. Se imaginó también que estaba arrepentida, pero no. Quizás sorprendida. Quizás sobresaltada.
—Tienes una apariencia muy bonita para ser verdad —le miró de arriba abajo, otra vez, y chasqueó la lengua. Una sonrisa tiraba de las comisuras de sus labios—. ¿Qué pasaría si corto ese lindo cabello dorado tuyo, uh? ¿Volvería a crecer? Qué tal si te saco un ojo, ¿te dolería? Aunque admito que me gustaría partirte la cabeza y abrirte el cráneo. Siempre me he preguntado si ustedes tienen cerebros.
La titán estaba muy quieta, y el bosque muy silencioso.
Félix no se atrevía a mirar a los demás presentes. Se puso de cuclillas y le miró el pecho, y la vista de la titán siguió la suya.
—También me he preguntado si tienen corazón. Me gustaría mucho saber si lo tienen. Eren me agrada bastante, así que es algo que no intentaría con él —se imaginó que quizás el espacio tras las costillas estaba hueco, si los titanes tragaban aún sin poseer órganos—. Pero contigo… en verdad me gustaría abrirte el pecho a cortes y echar un vistazo ahí dentro.
La miró como un depredador mira a su presa, y su expresión se vio reflejada en los ojos de la titán.
Los ojos son la ventana del alma, le había dicho su madre en alguna ocasión, y mirando en los de la Titán Hembra, Félix entendió que quizás sí había algo de cierto en aquel viejo dicho.
No sabía si la persona en el interior del titán lo estaba escuchando, o entendiendo. Por todo lo que él sabía, podría estar en un estado de semi consciencia siendo únicamente capaz de ver y sentir, pero nada más. Aunque lo dudaba, porque las migajas de cadáveres que había dejado tras de sí para los cuervos y carroñeros podrían indicar otra cosa.
—Félix, es suficiente.
Se enderezó casi de inmediato al mismo tiempo que Hange le pasaba un brazo por los hombros, extasiada.
—¡Por fin lo entiendes, Félix! ¡El deseo de conocimiento, el hambre de la compresión! —Hange se veía feliz, contenta—. Por fin lo entiendes, Fé.
Levi cayó desde arriba y trató de cortar los dedos protegiendo la nuca, en vano. Félix le miró a la cara un momento más antes de llevarla hacia la frustrada expresión en el rostro del Capitán.
La titán ya no le estaba mirando, sus ojos estaban puestos firmemente en el suelo, pero había algo en su postura, en el poco brillo que veía en sus ojos, que le dejaba intranquilo. Se sacó de encima el brazo de Hange y tomó su empuñadura, deslizándose con su equipo hacia la cabeza de la titán.
Escupió encima de ella.
—No eres más que una asesina inservible —le dijo en voz baja, para que solo ella escuchara. Su voz estaba llena de veneno—. Maldito demonio.
Ella se sacudió y cuando los arpones tiraron de su atrapado cuerpo, se detuvo con la misma precipitación con la que se había movido.
Le ardía el pecho para cuando llegó a la rama en dónde se hallaba Erwin, quien le miraba seriamente con el rostro duro por alguna indescifrable emoción. Félix no sentía ni un poco de arrepentimiento.
Levi le miró, le escudriñó con sus ojos oscuros en busca de algo en su rostro.
—¿Mi escuadrón?
—A salvo —le dijo, echando un rápido vistazo hacia abajo, en dónde se encontraba la titán. Le daba la sensación de que los estaba escuchando, a todos ellos—. En lo profundo del bosque.
Levi asintió, y usó su equipo para ir hacia donde Hange se encontraba. Se dió cuenta de que el Capitán también miraba atentamente a la titán, y de que lo había dejado a solas con Erwin a propósito.
Mierda.
—¿Sigues molesto?
La pregunta lo tomó un poco por sorpresa, y el azabache no reaccionó tan mal a ella. Él sabía que había actuado extraño durante el principio, cuando estaban juntos en el mismo grupo, y que probablemente no habían partido en buenos términos.
Félix le miró de reojo.
—No, ya no.
Erwin asintió, y alzó una de sus manos para llamar a uno de sus subordinados.
Ian aterrizó frente a ambos, mirando nerviosamente a Félix antes de girarse hacia Erwin.
—Prepara una carga de explosivos para deshacernos de sus manos.
—Comandante…—titubeó el hombre, claramente nervioso. Le lanzó una mirada a Félix que pedía auxilio, pero el azabache se encogió de hombros, confundido—. Comandante, una carga como esa podría hacerle daño a la persona en el interior.
—Entonces que sea lo suficiente para volarle una sola mano. Nos las arreglaremos así.
Ian asintió, mirando rápido a Félix antes de descender. Esas miradas habían estado ahí desde la mañana, cuando se reunió una vez más con el Comandante, y siguió encontrando divertido que Erwin parecía inadvertido de cada una de ellas.
Erwin parecía inconsciente de muchas cosas que sucedían a su alrededor, honestamente.
No había tensión entre ellos, casi nunca la había, pero sí solían tener sus desacuerdos que les dejaban en incómodas posiciones. El era su Comandante y también su amigo, y a veces se le olvidaba que a Erwin le debía respeto y confianza, porque el hombre jamás le había dado razones para no.
Se mordió el labio, indeciso, y se colocó de manera que mirara al frente, en dónde Hange hablaba con Moblit, quien parecía atender a la castaña pero no escucharla al cien por ciento.
—Cuando escuché que dabas la orden de disparar los cañones, sentí tanto alivio que juro que te habría besado solo por eso.
El comentario fue ligero, divertido. Dicho con una timidez pero diversión que le era familiar. Por el rabillo del ojo vio a Erwin sonreír, un gesto que apenas y tiraba de sus comisuras pero la calidez que extendió por su pecho al verla fue real.
Erwin le miró de reojo, su sonrisa creciendo un poco al verlo mirándolo.
—Aún estamos en público.
Félix se encogió de hombros.
—Me aseguraré de dártelo más tarde, entonces —le guiñó el ojo, divertido.
La sonrisa creció, y al mismo tiempo que un pequeño rubor se extendía por sus mejillas empezó a comprender que tal vez había sido muy duro con él. Erwin solo estaba cumpliendo con su deber, siguiendo al pie de la letra lo que le habían dicho mientras agregaba un par de extras aquí y allá, y Félix realmente no podía culparlo por eso. ¿Dónde estarían en esos momentos si Erwin no estuviera al mando?
Probablemente aún siendo mediocres y cerca de cero a nada exitosos, a comparación de cómo eran en esos últimos años.
—Asumo que te encuentras mejor.
—Bueno, estoy seguro de que no voy a querer ver ninguna bengala por al menos un par de semanas.
Erwin asintió, su vista yendo de la titán frente suyo hacia él. Félix se sentía extrañamente en paz, y el silencio en el bosque, a pesar de ser un poco extraño, calmaba sus nervios notablemente.
En el rostro del Comandante había una seriedad que le parecía reconfortante también. A pesar de tener el ceño fruncido, Erwin lucía extrañamente confundido, quizás dubitativo. El viento que pasaba entre los espacios del bosque y el follaje sobre ellos apenas y le alzaba el cabello, aunque sí agitaba la capa y la capucha con la insignia en la parte trasera.
—¿En qué piensas? —le preguntó cuando el silencio se extendió. Tenía otra vez esa mirada en sus ojos—. Hay algo que te incomoda, ¿cierto?
—No cuadra. Algo no encaja aquí.
Félix alzó una de sus cejas y después las frunció. Echó un vistazo a su alrededor y notó las pocas personas que se hallaba en ramas inferiores a la suya. Marlene estaba al otro lado de la titán, mirando atentamente al Capitán Levi mientras éste le pateaba una y otra vez la cabeza. La joven tenía una horrorizada expresión en el rostro.
Ian estaba abajo, junto a los cañones, mientras él y otros dos hombres organizaban cantidades de explosivas mínimas. Neil estaba a la derecha, con las empuñaduras fuertemente agarradas mientras movía su cabeza de lado a lado, errático. Hange y Moblit continuaban discutiendo algo en la rama frente a ellos, articulando salvajemente con sus manos al hacerlo. Moblit parecía estar a punto de entrar en paro cardíaco.
Se dió cuenta entonces de que todos los que debían estar ahí, lo estaban.
—Oh, ¿te refieres al hecho de que todos están aquí?
Erwin se giró hacia él con el ceño fruncido.
—Pudo haber sido alguien del flanco derecho, pero no. Los tiempos no cuadran, tampoco —prosiguió el Comandante, más metido en su explicación que en lo que ocurría a su alrededor—. Al principio creí que tal vez uno de los nuevos reclutas aparte de Eren pero…
—Están todos aquí —concluyó él, asintiendo—. Y si no lo están, Eren nos lo dirá de inmediato, y creo que los pusiste unos con otros, ¿no es así?
Erwin asintió, lento, y sus labios tiraron hacia abajo en descontento.
—Pero sabe usar el equipo de maniobras —susurró—. Sabe maniobrar con el, probablemente, porque si es el mismo que se deshizo de los titanes de Hange, significa que tiene habilidad usándolo.
—Y llegó hasta aquí —murmuró Félix en respuesta, perplejo—. Si pertenece a alguna otra unidad militar, ya sea Garrison o Policía, consiguió llegar hasta aquí. Y si lo pensamos así, tuvo que haberse transformado, y ya sabemos que Eren, con tiempo, puede hacerlo tres veces antes de desgastarse por completo.
—Puede ser —concedió Erwin, mirando fijamente a la titán—. Puede ser que tuvo que aguardar a vernos, también. Tuvo que haber descansado, y si esta es su segunda transformación, entonces le queda otra.
Entonces, lo que sea que Levi le hubiera dicho, la titán se movió. Félix apenas tuvo tiempo de moverse hacia atrás para mirarla mejor cuando la titán dejó escapar un grito inhumano, uno que taladraba con fuerza en sus oídos y se le clavaba en el fondo del estómago, en dónde esa bola de nervios seguía flotando suavemente por encima.
Se llevó las manos a los oídos y presionó las palmas contra ellos, desesperado. Un vistazo a su lado comprobó que Erwin estaba igual, con el ceño aún más fruncido que antes. A su alrededor, el resto de sus compañeros estaban igual de aturdidos y desorientados cuando el monstruoso grito finalmente cesó.
—¿Qué demonios fue eso? —dijo Ian, con el rostro bañado en sudor frío. A su lado, Neil asentía frenéticamente y el miedo le era palpable hasta en las manos, que le temblaban sin parar.
El sonido de un equipo de maniobras siseando les alertó de la llegada de Mike, que tenía las cejas fruncidas y su nariz arrugada. Félix habría encontrado la expresión digna de una buena carcajada de no haber sido por la seriedad marcando su figura.
—Erwin, se acercan varios titanes.
—¿Por cual dirección?
—Por todas partes.
Su cuello le dolió cuando lo giró abruptamente hacia el sonido de fuertes y gigantes pisadas retumbando por el silencio del bosque. Vagamente, se preguntó si tal bramido fue incluso escuchado hasta donde el resto de las tropas se hallaban, y si era posible que, después de haber visto a la titán, alguien hubiera descifrado ya lo que realmente ocurría.
El primer titán salió de entre el follaje más bajo, uno pequeño de esos con cuerpos extraños que parecían una abominación, y se lanzó directamente a la pierna de la titán. Los primeros cables de los arpones se cortaron abruptamente, y sisearon al soltarse de sus agarres.
Félix miró con ojos muy abiertos cómo comenzaba a mordisquear la carne de la pierna, y como otros dos venían corriendo y se lanzaban hacia ella, y de repente una estampida enorme llegaba de todas partes para mascarla.
Una extraña sensación le subió por la espalda, lentamente y como si una hormiga le mordisqueara los sensibles nervios. Le causaba escalofríos, porque. Porque.
Porque esto ya lo había vivido.
Se dió cuenta abruptamente de que esto lo recordaba, que de alguna u otra forma sabía que esto iba a suceder y por eso no sentía tanto asco al contemplar como los caníbales se la tragaban sin compasión. El vapor apenas comenzaba a aparecer.
—Mierda —dijo, poniéndose en pie, tambaleante. El equipo de maniobras le pesaba, pero se irguió y tomó las empuñaduras con fuerza—. Mierda, mierda, mierda.
Necesitaba ir con Eren, porque es a él a quien quería, ¿cierto? Todo este tiempo, todas las preparaciones y los cadáveres que habían dejado atrás, las vidas que se habían perdido en su camino hacia este bosque endemoniado, todo esto había sido por Eren.
Eren, que estaba resguardado en el interior del bosque, que estaba acompañado por un equipo de élite escogido por un soldado de élite en persona. Un escuadrón que tenía a Eld, a Gunther, a Oluo y a Petra. Y bastó pensar en ella para que esa imagen se le viniera a la cabeza, para que el rostro ensangrentado se arrastrara de vuelta frente a él, con sus ojos ámbar abiertos pero sin vida.
—¡Va por Eren! —gritó al tiempo que se dejaba caer de la rama, el equipo de maniobras manteniéndolo bien arriba y fuera del alcance de los titanes, no que ellos lo notaran claro—. ¡Erwin, va a ir por Eren!
Déjà vu, pensó mientras se columpiaba entre los árboles en dirección a donde habían dejado a sus caballos, y los gritos del Comandante dando órdenes a todo pulmón se perdían tras de sí. O un sueño, una pesadilla. Lo que sea, algo va a ocurrir, y tengo que llegar a ellos.
Varias bengalas se alzaron por detrás suyo, de un tono azul oscuro que él no se detuvo a contemplar. Si el escuadrón de Levi veía las bengalas, entonces sabrían que la retirada daría comienzo enseguida, y comenzarían a moverse de inmediato. Él solo rogaba por que lo hubieran hecho desde ya, que hubieran ganado terreno para poner más distancia entre el desastre allá atrás y su ubicación.
La desesperación se mezclaba con su miedo, y las maldiciones que había estado profiriendo antes se le quedaron atoradas en la garganta y entre los dientes. No debía hablar mientras se movía así de brusco si quería evitar que le sucediera lo mismo que a Oluo.
Más adelante, los escuchó. Las voces que iban hablando fuerte sobre orines en los pantalones y primeras veces ante titanes. Un alivio inmediato le corrió por todo el cuerpo, que pasó a desaparecer cuando vio la bengala verde en el aire.
No, pensó, urgiéndose a ir más deprisa. No, no, Levi venía detrás mío. Levi no había partido aún cuando yo lo hice.
Sin dudas, el Capitán lo habría hecho ya. No había más motivos para quedarse en ese infernal lugar excepto si alguien disfrutaba de ver esa carnicería, y aunque los integrantes de la Legión habían visto su buena parte de locuras cometidas por títanes y otro par de atrocidades, nadie estaría lo suficientemente bien como para continuar admirando el espectáculo.
—¡Eld! —gritó a todo pulmón, torpemente y con el corazón haciéndole eco en los oídos—. ¡Gunther! ¡Petra!
Por favor que estén bien, por favor que estén bien, por favor que estén bien.
Esa era su letanía. La que se diría cuántas veces fuera suficiente para que su deseo se le hiciera realidad. Estarán bien, estarán bien, estarán bien.
—¡Oluo! ¡Eren! —le sudaban las manos, y el sudor que le corría por el rostro bien podrían haber sido lágrimas.
Sus tanques de gas traqueteaban entre sí mientras más a prisa se movía. Le dolían los manos de lo fuerte que se sostenía de las empuñaduras, y el estómago le daba vueltas con cada brusco movimiento.
Las voces de sus compañeros se perdieron en algún punto, y Félix apuró el paso. Su sueño había mostrado solo a Petra, con el rostro ensangrentado y los ojos sin vida, pero recordaba haber visto otro cadáver con el cuello torcido, y uno que colgaba de un árbol. Tragó saliva duramente cuando pensó en la posibilidad de que alguno de ellos podría haber perecido.
Y, entonces, apareció el primero.
Félix se ahogó en un grito cuando reconoció el cabello oscuro de Gunther, y los ojos se le llenaron de lágrimas.
¡No, no, no! Lo pasó de largo, por más difícil que le hubiera sido, y siguió allá en dónde su instinto le decía que los encontraría. Si Gunther estaba allí detrás, entonces el resto estaría cerca, y entonces… entonces, quizás tendrían una posibilidad. Si Félix podía darles eso, lo haría.
—¡Eld! —volvió a gritar con fuerza, y sintió que se le desgarraba la garganta—. ¡Eld, lo que sea que hagas, sigue yendo al frente! ¡Eld!
El color de un rayo amarillo inundó su vista por completo.
Levemente, comenzó a escuchar el suave sonido de algo pesado cayendo contra la tierra a sus pies, y el sonido crecía a medida que se acercaba. Abrió los ojos como platos cuando ese thump thump thump se volvió en su canción favorita de solo unas horas atrás, cuando el monstruo rubio los había perseguido como conejos asustados.
Desenvainó con fuerza sus cuchillas y las asió fuerte en sus manos. Los rayos de sol que alcanzaban a colarse entre las copas de los árboles pasaban a su alrededor como libélulas, y uno de ellos brilló directamente sobre una melena dorada de la que se había estado burlando hace nada.
Ahí estaba. Ahí, a solo unos metros suyos. Félix sostuvo con más fuerza las cuchillas y se impulsó hacia el frente, el gas de su equipo dejando salir un silbido a medida que se movía.
Era una oportunidad excelente, muy buena, y Félix la habría podido llevar a cabo si tan solo la titán no lo hubiera notado antes de que el filo de su cuchilla le tocara el cuello. Le rasgó el cuello, sí, pero en la parte lateral derecha y apenas si le tocó la nuca.
Un par de mechones rubios cayeron sueltos.
Félix masculló una maldición entre dientes cuando la titán se hizo hacia atrás y se llevó la mano hacia la nuca.
—¡Félix! —exclamó alguien frente suyo, y al mirar hacia arriba vio a Eld, con el resto a espaldas suyas. El alivio en el rostro del rubio se reflejaba en el suyo—. ¡Gunther está-!
—¡Lo ví! ¡Pero a menos que nos movamos ahora mismo, no vamos a lograr recuperarlo!
Eld frunció el ceño.
—¿Qué? ¿Movernos? ¡Pero si está-!
—¡No importa! —gritó, empujándolo del hombro hacia el frente. Sus cables se reajustaron al brusco empujón, y Eld se tambaleó un poco antes de estabilizar su figura—. ¡¿Quieres que esa maldita nos mate a todos?!
Los pasos comenzaban a sonar detrás de ellos una vez más. La confusión del momento definitivamente les había dado una ventaja, por más pequeña que esta fuera, y Félix obligó a Eld a seguir al frente. Petra y Oluo los miraban por encima de sus hombros, con los ojos abiertos y las bocas partidas en shock.
—¡Solo sigue adelante! ¡No se va a detener ante nada! ¡Hasta que consiga a Eren! —una rápida mirada en dirección del menor le dió a entender que el castaño tenía intenciones de transformarse—. ¡Eren, maldita sea! ¡Si se te ocurre volverte titán ahora mismo, yo en persona te entrego a ella!
—¡Félix!
—¡Sigan al frente y diríjanse hacia donde están los caballos! —les dijo, ignorando a Petra y su obvio disgusto por lo que le había dicho a Eren—. ¡No piensen en pelear, no piensen en ganarle tiempo! ¡Tiempo tenemos, ahora debemos alcanzar nuestros caballos para lograr salir de aquí!
—¡Pero podemos deshacernos de ella aquí! —Oluo insistió, su rostro deformándose en un ceño fruncido.
—¡Si trabajamos en equipo-!
—¡A la mierda el equipo! —exclamó con tanta seguridad que incluso la titán pareció sorprendida de escucharlo—. ¡Esa cosa asesinó a otros para que no se le pusieran en frente! ¡No me importa qué tan buenos seamos, este titán no es como los otros idiotas a los que estamos acostumbrados! ¡Es un maldito soldado como nosotros que sabe cómo funcionan los equipos de maniobras! ¡Si nos atrevemos a ir contra eso, no vamos a lograr nada excepto terminar como Gunther! ¡Y yo aún quiero vivir, maldición!
Sus palabras no les gustaron. Lo veía en sus ojos, en la manera en la que lo miraban. Eren tenía el shock impreso en sus facciones, y las de Eld se habían enfurecido ante la mención de Gunther. Ni siquiera quería mirar a Oluo, porque sabía que el hombre le estaría dando la mirada más sucia en su arsenal, y Félix no quería verlos, a ninguno de ellos, anteponerse a su decisión de salvarles la vida.
Petra lo miraba, y Félix le devolvió gustoso la mirada. El gesto se le suavizó, y probablemente ella entendió a lo que se refería porque dió un asentimiento fuerte y se volvió al frente.
—¡Sigamos adelante!
—¡¿Ah?! —exclamó Oluo, mirándole sorprendido—. ¿Te pondrás de su parte?
—¡Félix tiene razón! —bramó ella por encima del atronador sonido de la titán—. ¡Nuestra misión nunca fue matarla, esa era la del Comandante y el propósito era capturarla!
El cabello rojizo se le movía con el viento y el sol rebotaba de los mechones, volviéndolo de un ámbar envuelto en fuego. Petra miraba al frente, determinada, y Félix asintió ante sus palabras.
—¡Nuestra misión siempre fue Eren y mantenerlo a salvo de eso! ¡Si nosotros morimos, entonces habremos fallado! ¡Así que vamos a seguir adelante, encontraremos nuestros caballos, y vamos a sobrevivir! ¡¿Entendieron?!
—¡Hai!
Respondieron los tres enseguida, fuerte y con la cabeza en alto. Petra asintió una vez más y apuró el paso hasta llegar junto a Eren. Comenzó a hablar con él, pero por más que Félix tratara de escuchar, el ruido que ocasionaba la titán a espaldas de ellos ahogaba el sonido de sus voces.
—Va a alcanzarnos —dijo Oluo, mirando hacia atrás—. Está ganando velocidad, va a alcanzarnos.
—Vayamos más a prisa entonces. Si logramos llegar a los caballos, entonces tendremos más ventaja. La rebasaron una vez, lo harán de nuevo, lo sé.
Félix y Oluo asintieron, y el azabache los miró a ambos con la boca apretada en una fina línea.
—Descuiden —tragó saliva sintiendo que las pisadas y su sonido le vibraban a través del cuerpo. Eld se giró hacia él—. Levi venía justo detrás de mí.
Y como si hubiera sido invocado, cuando la Titán Hembra alargó un brazo en dirección de ellos, Levi apareció rápido como rayo y sus cuchillas cortaron a lo largo del músculo expuesto en la titán, y el vapor comenzó a subir de inmediato. El Capitán descendió rápidamente hasta los pies y le cortó los tobillos para después ir de vuelta hacia arriba y clavar sus dos cuchillas en los ojos, antes de que el enorme cuerpo cayera de bruces al suelo.
Tenía manchas de sangre en el cuerpo y la misma sombra que tenía antes encima de los ojos estaba de vuelta, más oscura que cuando habían estado en aquel claro. Apretaba los dientes entre sí y sujetaba las empuñaduras con fuerza.
—¡Dense prisa y vayan a sus caballos!
—¡Hai!
Félix iba justo en el medio de ambos, aunque un poco por detrás. La ansiedad que antes había sentido terminó por transformarse en pura adrenalina que lo empujaba a seguir adelante. El gas en sus tanques estaba limitado, sin embargo, e internamente se recriminó no haber recargado para el viaje de vuelta.
Había usado bastante, sabía. Había usado más de lo recomendado para llegar a tiempo hacia ellos, y aunque no había podido hacer nada por Gunther, saber que Petra —y por consecuencia, Eld y Oluo— estaba a salvo era consuelo suficiente. No había interés romántico, no había nada de eso en el medio de su decisión, pero esa imagen de Petra no podía volver a repetirse. No podía volver a ocurrir.
—¡Félix!
Un brusco empujón lo lanzó contra el tronco de un árbol y uno de sus cables se soltó, y Félix tambaleó hacia un costado antes de poder ajustar el agarre de su equipo en otra rama. Todo ocurrió en unos segundos, los más cortos de su entera vida, porque de repente Oluo estaba a solo centímetros suyos cuando el brazo no herido de la titán lo estampó contra un árbol del lado opuesto.
Alguien gruñó, pero a Félix le fue imposible escuchar quién habría sido por encima del silencio zumbando en sus oídos. Mientras se movía, observaba el cuerpo de Oluo adherido al tronco como una segunda capa, sangre escarlata chorreando hacia abajo hasta caer sobre el césped y mancharlo. Su respiración salía pesada, y algo duro se pegó a sus pulmones porque de repente era muy difícil respirar.
Sintió ganas de llorar.
Apretando los ojos para contener las lágrimas, se giró hacia el frente y siguió a prisa, no siendo capaz de alzar la mirada hacia Petra o hacia Eld. El nudo que tenía en la garganta le dificultaba aún más poder tomar aire, y cuando el sonido de las fuertes pisadas de la Titán Hembra detrás de ellos por fin se desvanecieron, Félix recordó la oración de la señorita Jovan.
Señor, mira por encima de tu pueblo y protégelos con tu grandeza. Vela por sus vidas y el descanso en sus muertes, mientras sueñan y mientras ríen.
No recordaba el resto, pero al menos, algo era algo.
El recorrido hasta donde se encontraban los caballos continuó en silencio, incluso cuando el Capitán Levi se les unió. Tenía una curiosa expresión en el rostro, entre adolorida y llena de energía.
Félix montó su caballo en silencio, y cuando picaron espuelas para echar a andar hacia la salida, se preguntó si realmente todo lo ocurrido aquel día, aquellas horas, habría sido otro sueño nada más.
Oof.
Okay, so.
Creo que no hace falta que lo mencione, pero aquí está uno de los primeros cambios notables a la trama original de snk. Y déjenme decirles, estas últimas escenas fueron las que me llevaron a escribir FotD en su totalidad.
Btw, sé que Félix parece un poco ooc aquí, pero lo cierto es que Félix en sí no tiene personalidad. Creo yo que después de todo por lo que pasó, cosas que se sabrán más adelante, uno perdería el sentido de quién eres realmente y te volverías una especie de combinación abstracta de todo lo que es, fuiste y serás, y bueno, Félix ha *vivido* mucho. Just saying.
Este, creo yo, ha sido el capítulo más largo que he escrito en un buen tiempo e idk me gustó mucho cómo quedó, espero que a ustedes también <3
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