19.- Contra el señor del Volcán (1/5)


Se despertó con un anuncio proveniente de su tarjeta, una especie de mensaje urgente, pero no le interesaba. Intentó apagarlo. Cuando la misma tarjeta se lo prohibió, Érica la rompió con una mano y la arrojó al otro lado de la habitación.

—No son muy caras, de todas maneras— se dijo, y volvió a dormir.

Después de un tiempo volvió a despertarse, esta vez con el ruido de una sirena fuerte, muy fuerte. No le sorprendería que la fuente estuviera justo afuera de su ventana. Se tapó las orejas con la almohada, pero poco logró amortiguar el ruido.

Entreabrió los ojos, vio poca luz natural dentro de la habitación.

—Aún es muy temprano ¿Por qué molestan?

Pensó que quizás, si se quedaba ahí el tiempo suficiente, cortarían la sirena y podría volver a dormir, pero la bulla no cesaba. No le quedó de otra que levantarse y vestirse con lo primero que encontró.

—Voy a ir abajo, averiguaré quién me está molestando tan temprano y le haré comerse sus propios ojos por joder— pensó.

Abajo en recepción encontró a mucha gente ya vestida. Estaban parados en la sala de estar y el pasillo, hablándose nerviosos y apurados. Algunos se pasaban armas y otros iban de un lado para otro con sus maletas.

—¿Qué pasó?— preguntó ella a nadie en particular.

Naturalmente, nadie le prestó atención. Érica se tragó sus nervios sociales, pues no tenía ni tiempo ni energía para interesarse en lo que esos sujetos pensaran, y agarró de un brazo al próximo que vio pasar con un rifle.

—Tú, dime qué pasó— comandó.

—Viene un monstruo terrible. Va a arrasar con el pueblo— le contestó, antes de zafarse y seguir con su camino.

Érica se rascó la cabeza, su pelo aún despeinado, no es que lo cuidara mucho en primer lugar.

—¿Todo este alboroto por un solo monstruo?

Entonces salió y recién se dio cuenta que la sirena se había detenido. En su lugar, una voz dio un mensaje urgente.

—EMERGENCIA, EMERGENCIA. Un Señor del Volcán se ha despertado y se dirige en la dirección general de Hosi-01. Hay una alta probabilidad de que arrase con el pueblo completo. A todos los cazadores que frecuentan áreas de 3 estrellas o más, se solicita que se dirijan inmediatamente a la plaza central para recibir instrucciones. Repito...

Y entonces comenzó a repetir lo que ya había dicho. Érica se rascó la cabeza, confundida y aún algo soñolienta.

—¿Un "señor del volcán"? ¿Un monstruo que es dueño de un volcán?

No entendía a qué se referían con eso ni por qué todo el mundo estaba tan apurado. Se dirigió a la plaza central del pueblo, como le decían. Sin embargo, en el camino advirtió que, cerca del edificio principal de recepción, el primer lugar a donde se llegaba después de atravesar el puente, había un montón de gente reunida, muchos de ellos también gritaban y alegaban al personal en el edificio. Extrañamente, nadie se movía, al menos nadie en la zona de atrás de la muchedumbre; como la mayoría de la gente allá eran nonis, y los nonis eran tan altos, se le hacía difícil ver más allá de un par de cabezas dentro de la multitud.

Curiosa, fue y le agarró un brazo a otro desconocido para captar su atención.

—¿Qué está pasando?— quiso saber.

—¡Cerraron las salidas!— exclamó este.

—¿El puente? ¿Cómo pudieron cerrar el puente?— rebatió Érica.

—¡No, huma! ¡Los militares no pueden cerrar un puente! ¡Lo acordonaron! ¡No están dejando salir a nadie!

—¿Eh? ¿Por qué?

—¡¿Qué sé yo?! ¡Justo ahora es cuando tienen que dejar salir a la gente! ¡No nos pueden retener aquí cuando ese monstruo viene hacia acá!

—¿Sabes algo sobre ese don Volcán?— preguntó la niña.

—Yo tampoco sé mucho, la verdad. Solo sé que los monstruos llamados "señores" son fuentes de desastres naturales. No hay nada que se pueda hacer contra ellos, solo huir ¡Y ahora no nos dejan!

El noni se soltó de Érica y se marchó, buscando esperanza en otro lado. La joven se quedó mirando su mano, bastante satisfecha. Sentía que había descubierto un nuevo poder; una manera de preguntar a la gente sin tener que mermar mucho su energía social: en vez de pedirles que le prestaran atención, la podía exigir usando ese agarrón. Era fuerte, después de todo. Podía usar esa fuerza para demandar respeto sin recurrir a la violencia. Resopló por la nariz con orgullo.

Dejando su crecimiento personal de lado, no entendía bien qué llevaría a los soldados a cerrar el puente justo en el momento en que más se necesitaba. Obviamente ambos sucesos estaban relacionados, pero en esa situación, rodeada de personas tensas, no se sentía cómoda como para sentarse en un rincón a meditar a qué se debía todo. Quizás incluso había un dato importante del que aún no sabía.

—Ya lo entenderé más adelante— le restó importancia— pero nadie me dice a dónde ir. Aquí nadie es mi jefe.

Venía un monstruo terrible a arrasar el pueblo y el puente estaba indispuesto de momento, por lo que Érica pensó que podría generar otra vía de escape; se dio la vuelta y se alejó unos pasos de la muchedumbre, luego se concentró en el corazón de Nudo y estiró las manos para llamarlo.

—¡Ven a mí, Nudo!— exclamó— ¡Muéstrame tu cadena!

Se concentró en el espacio frente a su pecho, lo sujetó con sus manos y terminó agarrando la cadena del mundo. Entonces la tiró con fuerza. Esta se tensó y asió el espacio frente a la chica, deformándolo en una espiral que comenzó a moverse lentamente. El aire seguía corriendo entre ambos lados, la tierra permanecía inerte, pero en ese punto se había abierto un puente entre dos mundos.

La chica se dio la vuelta y actuó sorprendida, gritando hacia la multitud que en ese momento le daba la espalda.

—¡¿Qué es eso?! ¡Se acaba de abrir un puente hacia Nudo, justo aquí! ¡Qué coincidencia!

Varios nonis se dieron la vuelta. La mayoría se quedaron ahí, quietos, contrariados, pero un puñado más desesperados corrieron de inmediato hacia el puente y desaparecieron por ahí. A esos les siguieron otros cerca, y otros más. Pronto la multitud entera se había dado la vuelta y se apelotonaban frente al puente. Los que pasaban por los bordes, o conseguían ir a Nudo, o pasaban de largo aún en Hosilit. No tenía forma de esfera, por lo que solo se podía entrar en una dirección, pero Érica supuso que bastaría de momento. Mientras se retiraba hacia la plaza central, advirtió a varios militares dirigiéndose con caras de sorpresa y confusión hacia ese nuevo puente. Tuvo que ocultar su risa para no parecer muy sospechosa.

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Al llegar a la plaza, advirtió una nave militar flotando encima y a mucha gente debajo, a nivel del suelo, gritándoles, tirando piedras e incluso disparando, pero los parlantes de la nave eran más potentes.

—Habrá una recompensa sustancial para todos los cazadores participantes, y una muy generosa para aquellos que participen en la caza del objetivo— argumentaba algún militar dentro de la nave.

Pero los cazadores abajo no tenían muchas ganas de oírlo.

—¡A nadie le importa!— gritó un noni cerca de Érica.

—¡Déjennos irnos! ¡No nos pueden retener aquí!— alegó otro.

—¡Criminales!

—¡Dictadores!

—Se solicita a los cazadores presentes que se formen según las instrucciones ya entregadas. El personal de Hosilit les recuerda que no podremos defendernos del objetivo si no siguen nuestras instrucciones; cazadores de 3 estrellas deben dirigirse al lado norte de la plaza. Cazadores de 4 a 5 estrellas deben dirigirse al lado sur.

"Cazador de X estrellas" era un término informal, referido a un cazador que frecuentaba un área de tantas estrellas. Nunca había oído a los militares usarlo, pero entre cazadores se usaba para diferenciar el nivel de peligro al que podía enfrentarse cada uno. A veces resultaba útil, como en esa ocasión.

Nadie se movió de su lugar, no había orden. Era de esperar, la gente estaba aterrada. Érica comenzó a preguntarse si debía tener miedo también de este "Señor del Volcán", pero sabía que el puente que había formado recién y el puente principal seguirían abiertos por un par de días, y no había manera de que la milicia de Hosilit la detuviera. Por lo menos ella tenía una vía de escape, no estaba segura sobre los demás.

Miró alrededor, esperando encontrarse con Vidúa o alguno de los otros nonis con quienes había ido a esa expedición, pero no reconoció a nadie. Quizás estaban en otro mundo, quizás trataban de huir, quizás ni siquiera habían ido a esa plaza.

Entonces otra persona tomó el micrófono de la nave que flotaba encima.

—¡Escuchen, mendigos de porquería!— rugió una voz viril, grave y potente— ¡¿Quieren morir llorando como cobardes o quieren vivir y bañarse en la gloria de enfrentar a un Señor del Volcán?! ¡El puente está cerrado; no hay nada que ni ustedes ni nosotros podamos hacer! ¡Y aunque consiguieran pasar a Nudo, del otro lado los espera un pelotón completo de nonis, armados hasta los dientes y con órdenes directas del dueño de fusilar a cualquier débil que se le ocurra huir sin autorización! ¡Así que pueden quedarse aquí llorando o pueden ayudarnos a enfrentar a este monstruo y sobrevivir! ¡Ustedes elijen, pedazos de mierda!

Cortó.

—Entonces el dueño de Hosilit mandó a cerrar los puentes— pensó Érica— ¿Pero por qué quiere dejar a la gente aquí? Aunque todos cooperemos para cazarlo, si ese monstruo es tan terrible como dicen, sin duda habrá varios que no consigan sobrevivir a la pelea. El dueño terminará perdiendo a varios cazadores valiosos, lo cual no puede ser bueno para el negocio.

No entendía sus razones, pero nuevamente supuso que lo comprendería todo mejor en un futuro y lo despejó de su cabeza de momento.

Los abucheos, gritos y disparos de parte de la multitud continuaron durante un par de minutos, hasta que los parlantes de la nave volvieron a activarse.

—¡Escuchen, desgraciados! ¡El dueño anuncia 300.000 puños para todos los cazadores que aporten a matar al monstruo! ¡Y un millón para el que le dé el golpe de gracia!

Los gritos perdieron fuerza, la multitud pasó de abuchear a la nave a mirarse las caras. Entonces varios comenzaron a formarse como les habían dicho, luego otros les siguieron y pronto la gran mayoría estaban listos. Un grupito siguió abucheando y tratando de re-motivar a los cazadores a protestar, pero ya casi nadie les prestaba atención. Érica, que quería ver a ese tal señor de todas maneras, se dirigió a la esquina sur. Para su sorpresa, ahí apenas había un grupo de 7 personas, mientras que la esquina norte contaba con más de 500.

Érica miró a su escuálido grupo; eran gente extraña, muy distintos del cazador promedio. Había un sujeto que llevaba una bata de laboratorio gruesa y una máscara de gas, también un hombre cubierto de pelo con cara de hiena que manejaba un látigo. Érica creía recordar que su especie se llamaban "cantropos". Incluso había un noni con varias partes de su cuerpo reemplazadas por máquinas. La chica nunca había visto a un cíborg en persona, ni siquiera sabía que existían.

Entonces su mirada se detuvo en una figurita que parecía ser un niño, quieto entre el sujeto de la bata y el cantropo. Estuvo a punto de reclamar que a quién se le ocurría llevar a un niño a un lugar tan peligroso como Hosilit, pero entonces lo reconoció: se trataba de un fufo. Los fufos eran una especie inteligente de seres chicos como un niño humano de ocho años, de cabezas y garras grandes y piernas chiquititas. Debido a su cavidad bucal distinta a las demás, no podían hablar el idioma común, por lo que tenían el suyo propio, pero podían comunicarse por otros métodos. Ese en particular tenía la piel oscura, grandes ojos celestes y llevaba un yelmo sobre su cabeza. Érica se abrió paso entre la gente para acercársele.

—¿Gil?— lo llamó.

El mismo héroe legendario, destinado a salvar a la red de mundos del malvado Gamborar, se giró hacia ella y la saludó con un gesto de su garra. Érica se la estrechó, contenta de ver a alguien conocido, a pesar de que no habían interactuado mucho antes.

—¡No sabía que estabas por aquí! Debí saber que vendrías a Hosilit a hacer dinero.

Había conocido a Gilql16 en un pueblo chico entre las montañas, cerca de una mina de timitio en el imperio noni. Recordaba que le había pedido encontrar a su papá, dado que el héroe legendario aceptaba todo tipo de trabajos para financiar su aventura legendaria.

—¿Cómo vas con el trabajo que te di, Gil? ¿Conseguiste encontrar a mi papá?

El héroe se quedó pensando un momento en su respuesta, luego sacó una tabla holográfica en la que escribió su respuesta rápidamente.

—"Hubo complicaciones. Lo siento"— mencionó la tabla holográfica.

Érica se pasó una mano por la cabeza. De todas maneras, nunca había esperado buenos resultados.

—Tamaño héroe— gruñó— ¿Qué pasó?

—"No puedo hablar de ello"— se excusó Gil.

Érica apretó los dientes. Si había algo o alguien que podía entrometerse en la misión del héroe, era el Encadenador.

—No te hiciste amigo de los encadenados ¿O sí?— alegó Érica.

Pensó en pegarle si le decía que sí, mas Gil negó con la cabeza.

—Bien. No te vuelvas mi enemigo, por favor. Odiaría que la gente me persiguiera por haberte matado antes de salvar la red de mundos.

Gil volvió a escribir.

—"Está bien, de todas maneras tú no me puedes matar".

—¿Eh?— Érica se cruzó de brazos— no sabía que fueras tan confiado. Aunque eres el héroe, después de todo. Quizás deberíamos tener un duelo de entrenamiento o algo así, un día.

—"Cuando quieras".

Se dieron la mano para cerrar el trato.

No estuvieron ahí mucho rato, cuando apareció una nave que aterrizó por ahí cerca. Entonces varios soldados se acercaron al grupo chico, comprobaron sus estatus como cazadores y las áreas que frecuentaban, y les indicaron que se subieran a la nave. En unos minutos, Érica y Gil se hallaban volando hacia la zona volcánica. Érica nunca la había visto; tenía suficiente con las montañas heladas, pero no le pareció una mala idea ver cómo estaría el lugar, quizás resultaba más fácil cazar ahí que en la nieve.

Dentro de la nave iban los cazadores, dispersos en la parte de atrás de la sala mayor, además de un grupo de soldados. Iban formados perfectamente en filas, con sus armas en mano para saltar a la acción de inmediato. Érica miró a los otros cazadores, preguntándose si tendrían que trabajar en grupo o le dejarían pelear por su cuenta.

En eso, un soldado de mayor rango que el resto pasó entre las filas y se plantó entre los soldados y los cazadores.

—Damas y caballeros, gracias por acudir a esta misión de emergencia. Yo soy el capitán de esta nave y actuaré como su superior directo hasta que lleguemos todos sanos y salvos de vuelta a Hosi-01. Ni un momento antes. Por favor, tengan en cuenta que deben obedecer cada una de mis órdenes sin rechistar. Si fallan eso, no se les pagará ni un mísero puño, además de que los abandonaremos en donde nos dé la gana ¿Entendido?

Nadie dijo nada.

—Cuando pregunto si entendieron algo, tienen que responder "¡Entendido, capitán!". Esa es una orden, por si tenían la duda. Lo preguntaré otra vez ¿Entendido, queridos cazadores?

Érica resopló con hastío, no fue la única.

—Entendido— contestaron los cazadores, sin ganas.

—Bien— continuó el capitán— Ahora necesito que me expliquen qué puede hacer cada uno, porque veo a algunas personas que en mi vida imaginaría que pueden sobrevivir cinco minutos en la intemperie en Hosilit, mucho menos contra un Señor del Volcán. Háganlo rápido; no tenemos tiempo que perder.

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