Capitulo 26


—Es una pena que no puedas quedarte para cantar cumpleaños —comenta recostado a la pared con los brazos cruzados sobre su pecho, mirándome fijamente. 

—A mí también me da pesar — digo, mi voz tiembla un poco al hablar. Él no ha dejado de mirarme y me tiene con los nervios de punta, no se que tanto me detalla pero no me permite encontrar las llaves dentro de mi pequeño bolso. 

—¿Te sientes mejor?

Asisto, sin mirarle, con la vista clavada en mi bolso.

—Me parece o no encuentras tus llaves —se despega de la pared y se acerca, alzo la vista y descuelgo los hombros rendida. 

—No, no las encuentro — rasco mi frente con exasperación y vuelvo a revisar, estaba segura que las había llevado conmigo.

—Llama a tus papas —sugiere.

—Ellos están fuera.

—¿Y qué piensas hacer? — me pregunta, mirándome preocupado.

—Volver a tu casa mientras ese baboso este allí, no lo hago ni de chiste—aclaro con anticipación, Ethan sigue allá y seguramente no me dejara en paz. 

—Por eso te he preguntado Ángel, porque en mi casa te puedes quedar sin ningún problema mientras esperas a tus papas —dice —. Pero tampoco quiero que estés cerca de ese cretino.

—No me queda opción que esperar que lleguen —me alejo de la puerta y me siento en el filo de la escalera. 

—¿Y eso cómo cuanto se tardan? —investiga detrás de mí y segundos esta sentado a mi lado. 

—No tengo idea.

—¿Y piensas esperarlos aquí sola?

—No estoy tan sola —difiero y apunto las casas que están al frente —. Están los vecinos, no te preocupes por mí, yo estaré bien.

Vecinos que no le hablan a nadie y no ayudan a nadie, son demasiados toscos y engreídos.

—Estás loca—manifiesta con una risita incrédula —. ¿Y piensas que yo te dejaré sola? ¿Y de noche? menos que menos, yo me quedo hasta que tus papas lleguen. ¿Qué van a pensar de mis suegros?

—¿Y qué hay de tu hermana? —le recuerdo —. Seguro se pondrá muy triste.

—Tú no te preocupes, ella estará bien, además si se entera que en vez de quedarme contigo me vine a la reunión, se pondrá furiosa —hace una pausa—. Ella te ha tomado mucho cariño.

Sonrío enternecida con las manos unidas cerca de mi rostro, recuerdo como me abrazó en la entrada de su casa, estaba tan contenta, hace mucho no experimentaba que alguien le alegrara de verme.

—¿Quieres jugar mientras esperamos? —salgo de mi ensoñación, me atrevo a mirarlo — .Bajé un juego en el teléfono se llama charadas, es buenísimo, he jugado con Eva y es divertido —se acerca, rompiendo los limites sugeridos, mi corazón es un bombardeo que llega nítidamente a mis oídos —.Es súper fácil. ¿Jugamos?

Aclaro mi garganta, y mantengo una postura serena.

—¿Cómo se juega?

—¿De verdad quieres jugar? —pregunta, parpadeando incrédulo.

Aquí vienen su drama Queen.

—Si —expreso irritada y hace una imploración al cielo, niego.

¿De verdad este idiota me provoca tantas emociones?

—Explícame antes que me arrepienta.

—Con gusto.

En el transcurso de su explicación, sus dedos rozaban con los míos y quedaban más cerca uno del otro en repetidas ocasiones, provocándome miles de mariposas en todo mi cuerpo.

Por un segundo pensé que iba a besarme, estuvimos a milímetros, sus ojos caían en mis labios cuando nos mirábamos mutuamente, yo también lo hice inevitablemente. Jack tiene labios que son innegables a la mirada, carnosos, rosaditos y suaves, delineados, como mandados hacer.

Fueron diseñados para que fueran inolvidables, porque la vez que me besó no se ha borrado de mi esa sensación.

Al igual que su loción, Jack huele delicioso. Era una mezcla inexplicable pero agradable, es algo así entre fresco, delicado y pulcro.

Inconfundible.

—Jugaremos sin condiciones ¿eh? —advierto luego de la explicación con un dedo levantado y mirándolo seriamente, aunque él estaba mirando para otra parte. Niego. Sabía que aceptar tendría sus consecuencias, este hombre se las sabe jugar —. Sin condiciones o si no, no juego.

—Si tu pierdes —ya empezó —. Tú tendrás que darme muchos besos, eres libre de elegir, pero a mí me encantan en la boca.

—No.

—Y si yo gano...

—Te dije que no, no voy a jugar.

—Si yo gano —ruedo los ojos, se ríe —. Quiero que me abraces por un minuto y medio.

—¿Has dicho un abrazo? —repito, sin percatar que sus palabras tenían otra intención.

—Entonces prefieres besarme por un minuto y medio —concluye y se acerca, tomándome desarmada, sus manos se acunaron en mis mejillas y su rostro quedó a milímetros del mío —. Porque yo estoy haciendo un esfuerzo abismal para no comerme tus labios.

Trago la saliva que se estanca en mi garganta y siento como la sangre se acumula en mis mejillas.

Coloco mis manos sobre su duro pecho para frenarlo, pero siento que he perdido la fuerza con su cercanía.

Jack sonríe ladino y juega suavemente con mi nariz antes de apartarse.

Me toma unos segundos recobrar el aliento y tratar de mantenerme neutra. Mi corazón latía tan fuerte que si estuviera nuevamente cerca lo oiría fácilmente.

—¿Jugamos?

—No —me cruzo de brazos —, y menos con condiciones.

—Tan divertido que hubiese sido—dice con tristeza poniendo una mueca —. Juguemos sin condiciones.

Lo miro desconfiada.

—No me veas así —no puede mantenerse serio —. Estoy hablando con la verdad, aunque me muera por abrazarte y besarte, no me arriesgaré, ni loco que estuviera.

—Estabas rompiendo las condiciones.

—Hemos roto las condiciones —abro mi boca para contradecir y la cierro de inmediato. Jack dibuja una sonrisa engreída y humedece sus labios con un aire ganador.

—Fue porque la situación lo ameritó —sube ambas cejas —. Tenía que buscar la manera que el patán de Ethan me dejara tranquila.

—Me usaste —expresa herido y después sonríe —Estoy jugando Ángel, yo sé que querías quitarte a ese imbécil de encima y sé que para ganarme tu confianza tengo que trabajar mucho, sé que esto fue solo un momento—lo miraba fijamente —. Aunque me encantó tenerte tan cerquita de mí.

Sonrío apenada y bajo la vista, a mi también me gustó, me ha gustado solo que me da miedo.

—Y para que veas que si respeto todo, no reclamaré el premio que me ibas a dar—mis orbes se abren — sé que algún día me lo darás— menciona seguro —.¿Jugamos?

Nuestras risas inundaron la cuadra entera, hace mucho no me reía tanto, los vecinos alrededor se asomaban para ver que sucedía, las risas no parecían tener fin, el inepto tenía razón, este juego es muy divertido.

Jugamos hasta que el teléfono del inepto comenzó avisar que estaba bajo de batería y allí quedo todo. Es una lástima, me la estaba pasando bien, lo admito. Unas gotas ligeras comenzaron a mojar dedos de mis pies, miré hacia arriba y el cielo oscuro estaba cubierto por una nube grisácea imponente.

—Lo mejor es que te vayas —aconsejo.

—Hasta que no aparezcan tus padres no me iré —sentencia y mira hacia arriba cuando me cae agua en la nariz —. Sólo es una nube pasajera no te preocupes.

Observo dudosa el cielo y me hato el cabello haciéndome una coleta alta, Jack se vuelve hacia mí y me contempla detenidamente.

—Eres hermosa.

—El dinero me hace lucir preciosa y sexy —murmuro sarcástica.

—Pensé que habías olvidado el tema de la puesta.

—Si no fuese por esa apuesta tú no estarías aquí ni de chiste.

—Estoy aquí porque quiero.

Niego riendo falsamente.

—¿Y también crees que Ethan te apuesta?

— Si —él niega cubriéndose la boca —. Todos quieren jugar conmigo, todos me ven como su juguete de diversión, todos me quieren lastimar....

— A ti te debieron hacer algo muy traumático como para que desconfíes de las personas de esa manera —atina.

—Ni te imaginas —confieso con la voz ronca, sintiendo como se aprieta mi pecho mientras mi garganta está hecha un nudo, no quería llorar, pero los recuerdos siempre me vuelven vulnerable.

—¿Qué fue lo que te hicieron? —me pongo de pie y me alejo, limpio mis lágrimas con las palmas de mi mano.

—¿Por qué tanto miedo? —pregunta detrás de mí —. Cuéntame Ángel.

—Si a ti te hicieran algo que te lastimó mucho —respiro hondo —. Tú tendrías miedo que se te repitiera ¿Me equivoco?

—Por supuesto que tendría miedo — me giro sobre los pies.

—Ese es mi temor — pauso, mirando sus ojos verdes —. Que alguien me haga lo mismo.

—Conmigo no tienes nada que temer, confía en mí.

Me abrazo a mí misma.

—Nunca te haría daño —da un paso adelante y retrocedo cohibida, él se detiene —. Por favor cree en mí.

Mi teléfono repica dentro de mi pequeño bolso, Jack bota el aire y pasa las manos por su cabello mientras contesto la llamada de mi madre.

—Hija no nos quedaremos en casa, se nos averió el auto nos quedamos en un hotel.

—Me quedé sin llaves.

—¿Y dónde estás?

—Frente a la casa.

—¿Ya buscaste en el matero?

—¿Matero?

—Siempre dejo una llave para ese tipo de accidentes —no lo sabía — .Revisa mi amor.

—De acuerdo.

Me acerco al matero y aparto las hojas para encontrar las llaves.

—¿Hace cuánto estas fuera de casa?

—Llegué ahorita —miento

—Bueno mi vida, recuerda cerrar bien la casa —asisto —. Nos vemos mañana, te amo.

—Te amo —susurro y corto la llamada, llevo mi teléfono contra mi pecho y me giro sobre los pies.

Jack estaba de pie, cerca de la puerta recostado en la pared, con las manos dentro de los bolsillos con la mirada en otro lugar.

—Ya puedo entrar a mi casa —gira su cuello hacia mí, agito mi mano para que la vea.

—Me alegra.

—Gracias por acompañarme y soportarme —digo con una risita agridulce — .Buenas noches.

—Creí que había avanzado al menos un escalón, pero veo que no he avanzado nada.

—Entonces no sigas.

—No puedes simplemente etiquetarme por el pasado.

—Es con todos, no solo contigo.

—No tienes que decirlo, se te nota Melina y mucho —se acerca y se detiene a varios centímetros—, y entiendo tu desconfianza, aunque no sepa la razón.

Paso saliva.

—Pero tú no quieres entender que las personas no son iguales.

—No es tan fácil.

Una lágrima rueda por mi mejilla.

—Lo que me hicieron fue tan atroz que para mí todas las personas son malas.

—Lo sé —susurró comprensivo —Y por eso estoy cumpliendo tus condiciones, me he mantenido a distancia solo para demostrarte que no todos somos iguales—me seco las lágrimas —. Para demostrarte cuanto me gustas y demostrarte que no soy ese monstruo que tú piensas que soy.

Bajo la vista y siento sus brazos rodeando mi cuerpo.

—No es fácil —mi voz se quiebra y mis ojos se inundan de lágrimas.

—Entiendo cariño —musita y besa mi frente, limpio mis lágrimas —. Te juro que yo jamás te haría daño.

Asisto no muy convincente y cortamos el brazo, Jack cepilla mi mejilla con su dedo sin dejar de mirarme.

—Descansa —besa mi frente —. Cualquier cosa llámame. ¿Si?

Asisto.

—Buenas noches Ángel.

—Buenas noches, inepto.

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