Una vampiro en Praga
Una vampiro en Praga
El sol se pone en el horizonte, dándole a la superficie del río Moldava tonos escarlata y dorados que contrasta con el verde de las colinas al otro lado. Los mercaderes recogen sus productos para luego apilarlos en sus carretas. Los niños, deliciosas presas prohibidas, corren de un lado a otro ahuyentando a los perros callejeros de las patas de jamón ahumado que no se pudieron vender de los estantes, y que servirán para engordar aun más a los jugosos vecinos de Staré Mêsto.
Yo, a esta hora, recorro las calles que comienzan a lucir desoladas, y veo como las familias enfilan rumbo a sus casas, chozas ubicadas a orillas del río. Las callejuelas, por pedazos pavimentadas, son ahora pasillos oscuros, donde las almas perdidas como yo, solo nos aventuramos a transitar. El bullicio se va alejando con las personas y en la taberna de la esquina, alejada de la plaza, los hombres hacen fila para entrar buscando emborracharse para olvidar las penas y la miseria. La ironía de estar vivo; mientras que junto a la plaza, donde las antorchas alumbran un poco, los más afortunados terratenientes, abandonan el calor del lecho matrimonial para encamarse con alguna prostituta barata en la posada.
Desapercibida, camino bajo las sombras entre los callejones buscando satisfacer mis propios vicios. Mi garganta comienza a arder luego de tres días sin probar gota de sangre. He tenido que adaptarme y ser cuidadosa. Unos días cazo en el bosque, en las aldeas allende al Moldava y otros, rebusco entre la escoria humana que ha quedado varada en las calles de Praga luego de las guerras Cristianas y las pestes. La sangre escasea de aquí hasta Roma y viajar solitaria solo lograría llamar la atención innecesariamente. Así que aquí me he quedado, en Staré Mêsto, una ciudad pintoresca, como las hay pocas.
A lo lejos, la voz masculina chirriante de un borracho me aleja de mi línea de pensamiento. En la medida que se acerca, puedo percibir el latir de su corazón, la sangre en sus pulsa lentamente pues el peso del alcohol adormece sus sentidos. El tufo a alcohol opaca el dulce aroma de la sangre humana, pero a estas alturas, el sabor rancio del agua ardiente no será disuasivo y no me pondré quisquillosa a la hora de escoger mi cena.
Esta entrada responde al reto de verano propuesto por la página oficial de WattVampiros y consta de escribir 800 palabras o menos donde un vampiro describa su hábitat. 389 palabras en Staré Mêsto, antigua ciudad de Praga, República Checa.
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