Ochenta y tres

Era la tercera vez que Evangelina se disculpaba porque se enredaba al explicarle a Dae-myung sus ideas para el pack premium con las viejas terminales.

—Perdón, se me enredan las palabras con la idea que tengo en la cabeza. Lo que quise decir es que...

—No te merecía, Evangelina —la interrumpió sorpresivamente—. Entiendo que fueron muchos años de relación, pero un hombre que te abandona por sus inseguridades no es digno de ninguna mujer.

Evangelina enmudeció, y automáticamente hizo su gesto característico con el labio, solo que en esa oportunidad realmente estaba triste. Agradeció estar a solas con Dae-myung en una sala de reuniones, no quería que nadie sintiera compasión por ella, y menos en su nuevo espacio de trabajo.

—Te juro que prefería que me dejara por otra, al menos así hubiera podido decir «Todos son iguales». ¿Pero dejarme porque empecé mi propia carrera profesional? —rio con sorna—. Y el último clavo en el ataúd de nuestro matrimonio fue salir a decir que nos separamos de mutuo acuerdo, cuando la realidad es que dejó su alianza sobre la mesa del comedor y huyó como una rata.

—¿Y si hacés lo mismo, pero dando tu versión de los hechos? Sé que tú cuenta es privada, pero esas cosas siempre se filtran.

—No... No me gusta la exposición mediática, y mucho menos andar ventilado mi vida privada. Suficiente con la historia que subí anoche.

Dae-myung tomó su teléfono, y luego de un par de tecleos colocó el aparato sobre la mesa frente a Evangelina.

—Pues mucho me temo que ya se filtró.

Evangelina tomó el aparato y leyó la nota de un portal de espectáculos. El título era por demás amarillista: «¡Escándalo! La verdad tras la separación de Daniel Grimaldi: ¿Acuerdo o engaño?». La nota solo relataba el intercambio de historias subidas, y adjuntaba ambas capturas. Dejaba la incógnita sobre quién decía la verdad, y agradeció que el post original no se hubiera filtrado. De lo contrario, podrían haber visto el comentario que Franco dejó desde su cuenta personal, lo que habría dado al artículo un tono diferente.

—Definitivamente tengo que hacer limpieza de contactos. La nota no es de los medios para los que Daniel trabaja, pero yo no sé si alguno de sus compañeros filtró esto a algún colega o amigo.

—Hacelo ahora, no pierdas más tiempo. Voy a traer algo para tomar.

Dae-myung hizo un gesto con sus cejas, mientras salía en busca de café, y dejaba sola a Evangelina, dándole su espacio para que resolviera ese pequeño incidente. De a poco fue eliminado de sus seguidores las cuentas de todos los compañeros y colegas de Daniel, al fin y al cabo no había establecido vínculo con ninguno de ellos. Revisó la lista varias veces, bajo la atenta mirada de Dae-myung, que ya había vuelto con dos vasos de café.

—Me falta una sola persona, pero no sé qué hacer —le comunicó a Dae-myung.

—¿Quién es? Todavía no conozco mucho los periodistas, pero si me mostrás su foto tal vez...

—Daniel —lo cortó con sequedad.

Dae-myung suspiró fuerte y se desplomó en su silla. Se cruzó de brazos y perdió su mirada en el fondo de la habitación. Cada tanto desviaba la vista a Evangelina, que esperaba expectante una respuesta. En realidad no tenía mucho que pensar, lo soltó sin anestesia.

—Te diría que lo elimines, si eso es lo que te hace sentir mejor. En mi opinión, mantenelo para que pueda ver cómo triunfás, y que reviente por haber perdido a una gran mujer. Yo no soy Franco y estoy recién llegado aquí, pero también pondré de mi parte para hacerte brillar.

Evangelina volvió a hacer su puchero, pero esta vez con una sonrisa. Dejó el teléfono sobre la mesa y se abalanzó sobre él para abrazarlo. Y a diferencia de otras ocasiones, Dae-myung comenzaba a acostumbrarse y a disfrutar de esas muestras de cariño espontáneas. La recibió en sus brazos y reforzó el abrazo, dejando torpes caricias en su espalda. Poco le importó que Franco pudiera entrar de sorpresa y malinterpretara las cosas. Evangelina necesitaba apoyo en ese duro momento de su vida, y no iba a negárselo. Además, era consciente de que su jefe ahora tenía vía libre para avanzar con ella; más que nunca, se había convertido en una mujer prohibida, y no quería alimentar sentimientos que no podrían ser correspondidos.

Pero lamentablemente, se comenzaban a formar dentro de su ser.

—Tenés razón, Demi. No lo voy a eliminar, al menos por el momento. Quiero que vea que soy buena para algo más que facturar un café.

Y como si lo hubiese llamado con el pensamiento, Daniel reapareció en su WhatsApp luego de que no contestara la canción que le había enviado en la mañana.

Mañana voy al departamento a buscar mis cosas. El fin de semana me mudo a mi nueva casa y además no quiero causarte más molestias. ✓✓

Respondió tajante:

No puedo atenderte, tengo mucho trabajo. Además, tampoco empaqué tus cosas. ✓✓

No te preocupes, me había quedado un juego de llaves de repuesto. Si estás de acuerdo puedo hacer todo mientras estás trabajando, y cuando termine le dejo las llaves al encargado para que luego te las alcance. Te parece, Evi? ✓✓

Hacé lo que quieras. ✓✓

Evangelina dejó el teléfono sobre la mesa y se cubrió el rostro con las manos, en clara señal de frustración. De a poco, la separación iba tomando forma, y aquello que creía una horrible pesadilla se revelaba como la cruel realidad. Dae-myung, observó de reojo la pantalla todavía encendida, y solo le bastó ver el nombre en el chat para entender ese giro en los ánimos de Evangelina.

—¿Y ahora? ¿Qué te dijo?

—Mañana viene al departamento por sus cosas. —Suspiró y continuó—. En el fondo tenía la esperanza de que todo esto fuera otro berrinche suyo, como los tantos que me hizo desde que acepté la oferta para trabajar con Franco. Pero entre la nota que me mostraste, y esto... Cada vez se siente más real. Y duele.

Evangelina derramó las primeras lágrimas frente a Dae-myung, quien no tardó en volver a abrazarla y contenerla.

—¿Por qué mejor no paramos acá y seguimos mañana? Creo que podemos terminarlo antes de que me vaya a Uruguay, necesitás descansar, Eva.

Evangelina se soltó del abrazo, y lo observó confundida.

—¿Cómo que te vas a Uruguay? ¿Tan pronto?

—No... —Dae-myung rio con suavidad—. Me voy una semana a pasar las fiestas con mis padres. Vuelvo el primero de enero a la tarde.

—¿Fiestas? ¿Qué fecha es hoy?

—Hoy es veintidós de diciembre, Eva. El sábado es Nochebuena.

Y volvió a tomarse el rostro antes de recargarse sobre la mesa con los codos.

—No sabía. Entre el mundial, esto de Daniel... —Evangelina bufó y se reincorporó—. En ningún momento noté que llegamos a Navidad. Es un hijo de mil puta, hasta las fiestas me arruinó el desgraciado. Ni siquiera sé qué voy a hacer en Nochebuena, siempre la pasábamos con la familia de Daniel, y en año nuevo nos quedábamos solos en el departamento porque yo no me hablo con mis viejos desde hace años. Nunca les perdoné que quisieran sacar provecho de la figura que era Daniel. ¿Qué se supone que voy a hacer sola?

—Si no viajara, podríamos pasarla juntos, yo también estoy solo en este país, pero ya le dije a mis padres que iría. ¿Querés venir conmigo a Uruguay? Siempre hay lugar para uno más en la mesa, y mis padres te adorarían.

—No, Demi, no te preocupes por mí. Pensándolo bien... Puede ser una buena oportunidad para decirle a mis padres que me voy a divorciar, y que pueden quedase tranquilos de que ya no se perderán ningún beneficio por ser los suegros de Daniel Grimaldi. En año nuevo veré qué hacer, pero ahora iré con ellos.

—Por las dudas, no les digas que trabajás con los Antoine. Si intentaron sacar provecho de un periodista deportivo, no quiero imaginar cómo se pondrán si se enteran de que trabajás codo a codo con ellos.

Ambos rieron por el chiste, y cuando quedaron nuevamente en silencio, Evangelina comenzó a planear su Nochebuena.

—Viendo el vaso medio lleno, quizás está sea una buena oportunidad para recuperar la relación con mis viejos. Quiero ver sus caras cuando aparezca el sábado, intuyo que mamá ya habrá leído esa nota que me mostraste, a ella le encantan los chimentos, si la leyó quiero que escuche mi versión. Debería salir a buscar algunos regalos, queda feo llegar con las manos vacías.

—Yo quiero regalarle a mis padres cosas o recuerdos de Argentina, pero tenías razón. Las culturas son tan similares que no se me ocurre nada original para llevar.

—¿Y si vamos a comprar algo juntos? —sugirió con una amplia sonrisa—. Yo tampoco tengo idea de qué comprarles, entre los dos podemos ayudarnos.

Dae-myung tenía mil razones para declinar la propuesta, pero no podía negarse a ese rostro ilusionado que aguardaba una respuesta expectante. Decidió aceptar solo para ayudar a que Evangelina pudiera dispersarse, y así olvidar por un rato el caos que Daniel hizo en su vida.

—Pero vamos hoy al salir de aquí, los locales ya deben ser un infierno de gente haciendo compras de última hora.

Con la cita acordada, abandonaron la sala de reuniones, con la promesa de continuar el trabajo que hacían al día siguiente, el último de Dae-myung antes de ausentarse la semana de las fiestas. A Franco le sorprendió verlos salir juntos de la oficina, pero al ver la cara animada de Evangelina luego de que le contó que irían a comprar regalos para sus padres, se alegró de que aprovechara sus ratos libres para despejarse y no pensar en Daniel.

La variedad de locales en la peatonal Florida les facilitó el trabajo a ambos, entre Dae-myung y Evangelina seleccionaron una gran cantidad de golosinas autóctonas para que él pueda llevar a Uruguay, junto con algunos bonitos souvenirs de Buenos Aires. Y para los padres de Evangelina, un fino whisky y un delicado set de joyería fue suficiente.

El sol comenzaba a caer cuando decidieron cenar juntos anticipadamente, en el Mc Donald's de Obelisco. Tomaron otro taxi compartido para el regreso a casa, y se despidieron con un cálido abrazo dentro del auto.

—Señor... ¡Señor! ¿A dónde vamos ahora?

—¿Eh?

—¿A qué dirección vamos ahora?

Dae-myung estaba en blanco. Había repetido la escena de Franco observando el balcón de Evangelina hasta que la luz se encendiera, y no estaba en condiciones de recordar la dirección exacta de su domicilio.

—Siga derecho, yo le indico el camino.

Eso le daba tiempo para quitar a Evangelina de su cabeza, y volver en sus cabales.

Y como hizo Franco en su momento, rogaba que el viaje a Uruguay lo ayudara a borrar esos sentimientos prohibidos, que cada vez afloraban con más fuerza dentro de su corazón.

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