Diez

Ni Evangelina, ni Isidro sentados frente a ellos, o Alan con Patricio y Ángel del otro lado de la barra, podían dar crédito a lo que veían. Era como si Dios hubiese hecho copy/paste con ellos dos. Y es que en la tapa de la revista habían podido descubrir pequeñas diferencias estéticas, como por ejemplo, la cicatriz que Franco tenía sobre la ceja izquierda, o el pequeño lunar junto a la nariz de Bruno. Pero en persona, lo único que los diferenciaba era la vestimenta.

Franco, como siempre, con un jogging negro ajustado a sus piernas, buzo y zapatillas de cuero blancas, y una campera de jean celeste. Era el contraste perfecto al fino traje gris petróleo de Bruno, de nuevo, sin corbata y con la camisa levemente desabrochada. La cara de los cuatro en la mesa mas recóndita de La Escondida era un poema; Isidro dudaba de su visión, Bruno hermético, pensando qué beneficio le traería esa reunión, Evangelina claramente estaba molesta porque sentía que Franco le había mentido, y este último disfrutando la situación.

—Estoy confundido —comenzó Isidro para romper el hielo, una vez que tuvieron los cafés sobre la mesa—. ¿Quién de ustedes es Franco? Ya me olvidé.

—Soy yo, pero no se preocupe. —Franco levantó levemente la mano—. Puede diferenciarnos por la ropa, yo soy el zaparrastroso, y Bruno es el que siempre está de etiqueta —bromeó, provocando risas en Isidro.

—Además, creo que ya con solo vernos queda claro quién es el nerd y quién hace los negocios —acotó Bruno con una sonrisa ladeada y socarrona.

—Mucho negocio, mucho negocio... pero el que te trajo acá soy yo, puber —contraatacó Franco, provocando una risa estridente en Evangelina, que llamó la atención de comensales en las mesas contiguas.

Bueno... Más atención de la que ya tenía esa mesa, porque varios habían reconocido a los gemelos Antoine.

—Dejá de decirme puber solo porque naciste dos minutos antes que yo —siseó acercándose a su hermano.

—Ya, ya, puber... —continuó molestándolo—. Estamos en confianza, acá no tenés que hacerte el impoluto hombre de negocios, aflojá un poco antes de que espantemos a Eva y don Isidro.

—Por mí no se preocupen, si son amigos de Eva, tienen toda mi confianza.

—No somos amigos, porque los amigos no se mienten —disparó Evangelina clavando la mirada en Franco, sentado frente a ella—. Así que CEO y dueño de Chanchi, ¿eh? ¿No eras un programador? ¿Gerente?

—Eva, no te mentí, solo... oculté información para que no te espantaras. Sí, soy gerente del área de desarrollo; sí, soy programador. Y también soy CEO en conjunto con mi hermano, tenemos las acciones de la compañía divididas en partes iguales. Por eso estamos los dos acá, yo voy a decir lo que necesito, y él —señalando a su hermano— se va a encargar del papelerío, explicarles los beneficios que pensó...

—Esperen un poco... —intervino Isidro—. ¿De qué papelerío me hablan? ¿Tan serio es lo que quieren hacer con el restaurante de mi papá?

Cuando los gemelos notaron que Isidro comenzaba a incomodarse le explicaron la propuesta, cada uno en el campo que le competía. Franco le habló de las pruebas que quería realizar con Evangelina, indicándole las características necesarias del POS, y expresó su deseo de analizar el comportamiento de los clientes que abonaran con Chanchi o cualquier otro medio de pago electrónico facturado con su POS. Y Bruno, por otra parte, le mostró los beneficios que obtendría como agradecimiento y pago: la terminal POS bonificada de por vida, un importante descuento a los clientes que utilizaran Chanchi como medio de pago que sería absorbido por ellos, y una pequeña bonificación en efectivo para ambos, tanto Evangelina como él, al finalizar el proyecto.

—Miren, les voy a ser sincero... Me da algo de miedo esto de firmar documentos, yo creí que iban a hacer algo así como una encuesta... ¡no sé! Me tienta la oferta, este aparato de ustedes lo compró mi hijo, y por lo que me dijo es el futuro, lo que usan los clientes más jóvenes, el público al que apuntamos. ¿Qué opinás Evita? ¿Debería llamar a mi abogado para esto?

Evangelina no supo qué responder, es que ella tampoco esperaba tanto despliegue por parte de Franco, también esperaba que fueran algunas preguntas, y que la prueba finalizaría en una o dos semanas. Pero el proyecto era más serio de lo que pensó cuando escuchó la propuesta de Franco.

—Isidro, si se quiere quedar más tranquilo y llamar a su abogado, puede hacerlo —le susurró de cerca—. En lo personal, creo que están haciendo mucho espamento.

—Se dice aspaviento —la corrigió Franco, conteniendo una risa—. Y no, no es espamento como decís, todo lo contrario. Brunito, ¿me hacés los honores?

Bruno sacó de su morral una carpeta rosada con el mismo logo de la nariz de chancho que tenían las tarjetas de la compañía, mientras Evangelina pensaba qué clase de obsesión tenían con el rosado, al margen de la referencia a un chanchito de alcancía. Isidro abrió la carpeta y encontró una hoja con un párrafo centrado y una fuente clara a la vista, en la que se leía lo siguiente:

En el día de la fecha, comparecen ante Don _________________, DNI ____________, de nacionalidad ____________, domiciliado en ________________________________, el señor Franco Antoine, DNI ____________, y el señor Bruno Antoine, DNI ____________, ambos argentinos y domiciliados en ________________________________, en adelante ANTOINE PAYMENTS S.A.

EXPONEN

1. Que resguardarán la privacidad del restaurante, sus dueños, sus empleados, y sus clientes. Si así no lo hicieren, se presentan con este documento en cualquier juzgado, y nos hacen un agujero de proporciones bíblicas.

Evangelina volvió a explotar en risas, mientras Isidro trataba de entender si era una broma, o era real lo que acababa de leer.

—Franco... ¿es joda? —protestó Evangelina, mientras comenzaba a avergonzarse por involucrar a Isidro en las locuras de un desconocido.

—Todo lo contrario, ese contrato es la prueba de lo clara y simple que es mi propuesta. En donde incumpla una sola de las cosas que hablamos hoy, el señor Isidro puede iniciarnos acciones legales.

—Me parece perfecto —intervino finalmente el hombre, para sorpresa de todos—. Ni más, ni menos. Claro y conciso. No hay letra chica, y dudo que estos muchachitos tengan ganas de comerse un juicio por algo tan insignificante. Dame la birome, pibe —pidió a Bruno.

Isidro completó los datos y firmó el extraño contrato. Acto seguido, Franco y Bruno hicieron lo mismo. Volvieron a colocar el pseudo contrato en la carpeta rosada y se la entregaron.

—Muchísimas gracias por esta oportunidad, don Isidro, si le parece bien puedo empezar el lunes.

—A mí no me digas nada, de ahora en más arreglás las visitas con Evita. Ella conoce este restaurante más que yo, y sabrá encontrar los huecos para poder ayudarte.

—¿Eva? —Franco incitó a Evangelina a proponer un horario.

—Yo estoy de lunes a viernes, entre las siete y media y las cuatro de la tarde. Podés venir cuando quieras en ese rango, sabiendo que cuanto más tarde vengas, menos bola voy a poder darte.

—¡Perfecto! El lunes me tenés siete y media acá.

Con todo acordado y cerrado, el resto de la reunión lo ocuparon respondiendo las preguntas de Isidro sobre Chanchi, y se despidieron con la promesa de seguir en contacto ante cualquier eventualidad.

Excepto Evangelina y Franco, que volverían a verse las caras el siguiente lunes por la mañana.

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