CUATRO.


Lilith


Qué sueño más raro, ¿no? Estaba en una camilla de... ¿hospital? Y estaban esos seres que... No, no puede ser un sueño, ¡mierda! Intento levantarme y poco a poco recupero la consciencia, soltando un quejido al sentir un dolor punzante en la cabeza. Me siento y me duele todo el cuerpo, sobre todo las costillas.

Trato de contener un grito de miedo y observo mi alrededor, desorientada. No sé dónde estoy. Empiezo a temblar de puro terror al darme cuenta de que estoy otra vez en una camilla. Intento levantarme, pero siento que alguien me agarra el brazo. Miro y me encuentro con Isabel. Entre gestos de dolor, estiro mis brazos para poder abrazarla.

—Auch, me duele el cuerpo —me quejo, mientras que Isabel me abraza con fuerza.

Ambas lloramos abrazadas por un largo tiempo, hasta que los recuerdos de los últimos días vienen en oleadas a mí.

—¿Qué fue lo que ocurrió? —pregunto, con la voz rasposa—. ¿Dónde están las demás chicas?

—Emily, Liz y tú quedaron inconscientes. Maddie y yo tuvimos un poco más de suerte, pero todas resultamos golpeadas y con algunos cortes después de rebotar de aquí para allá en la nave espacial. Podría haber sido peor, pero al menos estamos vivas. Eso siempre es bueno, ¿no?

—Sí, supongo —respondo.

—Estuviste una semana inconsciente en un tubo de recuperación. —Se aleja por un momento y me entrega un vaso de agua. Bebo, y no tiene el sabor a la mierda alienígena.

—¿Estamos en una nave de la tierra? Porque esta agua sabe bien.

—Creo que llaman al agua Orbel. Son filtros especiales para humanas. —Se encoge de hombros—. Si sigues con dolor, puedo pedir que te administren algún calmante.

Resoplo. —¿Quién se supone que la llama así? Y ¿Qué están dándome para el dolor?

Antes de que pueda responder, veo entrar al alienígena que vi antes de que me golpeara en la cabeza. Lo recuerdo. Recuerdo cómo me miraba con esos hermosos ojos azules brillantes. Me quedo quieta en mi lugar. Mi cuerpo anhela acercarme a él. Sé que Isabel sigue hablando, pero siento que el tiempo se detiene con su presencia. Debo estar en shock. Sí, eso debe ser. «Solo respira maldita idiota», me digo a mí misma. Cuando por fin logro salir de esa neblina de estupidez repentina, empiezo a escuchar a Isabel.

—El dolor pasará pronto, lo prometo —susurra.

—¿Qué es lo que me va a doler? —inquiero confundida.

—¿Escuchaste algo de lo que dije, Lilth? —replica.

El alien habla en un idioma extraño que no entiendo, pero ¿Isabel parece entender?

—¿Qué está pasando, Isabel?

El extraterrestre se acerca a mí. Su mano se posa en mi hombro, sonríe y me habla en su extraño idioma. Antes de que pueda reaccionar, me inserta una aguja en la oreja. Un rayo ardiente de dolor estalla en mi cabeza. Trato de gritar, pero de mi boca no sale ningún sonido. Supongo que mi sistema nervioso está demasiado aterrado y ocupado intentando entender lo que sucede para permitirme gritar. Si no fuera por el firme agarre en mi hombro, me habría desmayado. El dolor pasa al instante, dejándome temblorosa y con un leve malestar de cabeza. Me enderezo de inmediato. Él alien me contempla y retira su mano de mi hombro. Lo miro a los ojos, y me habla.

—No te haré daño, ni mi tripulación. Estás a salvo en mi nave, aquí, conmigo. Soy Zenithar.

Intento procesar sus palabras mientras miro a mi alrededor, tratando de entender cómo he llegado acá. Todo sigue siendo tan extraño y desconocido. Mi corazón late con fuerza y la desconfianza me mantiene alerta.

Zenithar prosigue. Su voz más suave esta vez.

—Te rescatamos, Lilith. A ti y a tus amigas. El peligro ya pasó. Mi tripulación y yo siempre ayudamos a quienes lo necesitan. Aquí no encontrarás amenazas, solo amigos.

Sus palabras comienzan a calmarme un poco. La sinceridad en sus ojos me da una pizca de esperanza. Todavía no entiendo todo lo que sucede, pero siento que puedo confiar en él al menos por ahora.

Se inclina, y puedo ver con más claridad su cuerpo. Su piel es de un color gris pálido, con pequeñas crestas con bultos de color gris oscuro y azul, que antes pensé que eran cicatrices, pero ahora parecen ser escamas. Por alguna razón, su pecho está desnudo y tiene algunas marcas que parecen rasguños de un gran animal. Sus musculosos brazos, están cubiertos de tatuajes. Uno es negro, con símbolos que no reconozco, y el otro es un enorme tatuaje tribal de color azul eléctrico. Se ven hermosos y fascinantes. Él se ve impresionante, con un cuerpo bien definido, de casi dos metros de altura. Claramente, alguien que se ejercita mucho.

Se acerca a mi rostro y sus ojos brillan de color azul. Tiene una mancha azul escamosa en el lado izquierdo de su rostro y cuello. Observo sus labios y por un momento pienso que va a besarme, pero, en cambio, Zenithar toca y acaricia mi oreja.

—Es un procedimiento para que podamos entendernos y comunicarnos —explica lentamente.

—¿Qué cosa? —cuestiono confundida.

—¿No comprendes lo que digo? —Ladea su cabeza, y me escruta—. Se poco de tu especie. Nunca había visto humanas en el mercado ilegal ni en las estaciones espaciales, hasta que conocí a tus compañeras. Investigué un poco, y creo que hay humanas siendo vendidas como esclavas y mascotas. Lamento mucho eso.

—¿Como mascotas? —exclamo sorprendida.

—Soy Zenithar —se presenta de nuevo, y señala su pecho, luego el mío.

—Oh, me preguntas mi nombre. Qué chico más amable, chucho —le contesto—. Guau, guau, hijo de puta.

—¡Lilith!, Dios, cálmate —grita Isabel.

—¿Que me calme? ¿Qué mierda está pasando? Me despierto de mi inconsciencia y tú eres amiga de unos extraterrestres. ¿Cuánto tiempo estuve durmiendo para que confíes en ellos? —le reprocho.

—Una semana, ya te lo dije —murmura—. Vortek me ha estado explicando algunas cosas y, bueno...

—¿Quién es Vortek?—pregunto aturdida.

Ella evita mi mirada y se sonroja, dejándome aún más desorientada.

—Bueno, supongo que no estás acostumbrada a andar con poca ropa, ¿verdad? —comenta Zenithar, y mira todo mi cuerpo—. Por lo que he escuchado, la tierra era primitiva, pero supongo que son solo exageraciones.

—Sí, lo siento. Dejé mi hacha de piedra en mi cueva —respondo sarcástica y miro mi cuerpo. Una pequeña tela a modo de toalla me cubre.

Miro a Isabel y noto que ya no lleva el corto pijama, sino algo parecido a un overol. Parece ser de alguien mucho más grande que ella, ya que lo afirma con un cinturón por la cintura y lo tiene doblado en las piernas y en los brazos.

—¿Tienes algo más que pueda ponerme? —inquiero y señalo su overol.

Sin embargo, es Zenithar quien me ofrece una camisa. Es muy grande y también tiene su rico aroma característico. Tal vez sea suya. Oh, ahora entiendo por qué está sin camisa.

—Gracias, Ze-ni-thar —me burlo mientras agarro la camisa de sus manos.

Él me mira durante un rato. Quizá estoy siendo un poco bocona, y él piensa en cómo castigarme, pero luego sonríe y ladea la cabeza.

—Sabes, cariño, soy bueno encantando a todos en este lado del universo, excepto a ti, Lilith, mi compañera.

—¿Compañera? —indago perpleja.

—Larga historia —interviene Isabel, y sonríe—. Te lo explicaré después.
Ven, te acompañaré al baño para que puedas ducharte y sentirte más cómoda.

Aunque estoy tentada a negarme, ya que detesto esta situación y la sensación de no tener el control, necesito urgentemente un baño.

—Está bien, Isabel, vamos al baño.

Mientras caminamos hacia el baño, ella me ofrece una sonrisa tranquilizadora. —No te preocupes, toda irá bien.

Asiento con agradecimiento a pesar de mis pensamientos.

—Gracias. Significa mucho para mí tu compañía

Al llegar al baño, Zenithar se une a nosotras. —¿Necesitas algo? Estoy aquí para ayudarte.

Lo miro con sorpresa, extrañada por su preocupación.

—Gracias, Zenithar, pero no necesito tu ayuda.

Él asiente con una mirada comprensiva. —Entiendo. No dudes en avisarme si necesitas algo.

Isabel se acerca y me sujeta de los hombros. —Lilith, entiendo que las cosas son complicadas en este momento, pero no creo que sea justo ser tan dura con Zenithar. Él está tratando de ayudar.

—Supongo que tienes razón. Intentaré ser más comprensiva.

Ella sonríe con aprobación. —Todos estamos tratando de adaptarnos a esta difícil situación juntos.

Entramos al baño. La tecnología es asombrosa y algo difícil de ocupar. Isabel me explica cómo usar la ducha y logro entender lo básico gracias a sus indicaciones claras. El baño es increíble, con paredes translúcidas que proyectan paisajes relajantes y una suave luz azulada que parece calmar mis nervios.

—Podría quedarme aquí mucho tiempo, ¿sabes? —dejo escapar un suspiro.

—Lo sé. Es uno de los lugares más tranquilos de la nave. Tómate tu tiempo. Estaré afuera si necesitas algo.

Finalmente, me quedo sola. Me quito la ropa y dejo que el agua tibia corra por mi cuerpo. Me tomo mi tiempo. Dejo que el calor alivie la tensión de mis músculos. Mi mente, sin embargo, no encuentra descanso. Pienso en todo lo que ha pasado, pero Zenithar ocupa la mayoría de mis pensamientos.

«¿Qué mierda me pasa?» no puedo evitar preguntármelo una y otra vez mientras el agua cae sobre mí. Debo estar en shock o algo así. No encuentro ninguna razón lógica para sentirme atraída por él. Es un extraterrestre, de un mundo completamente diferente al mío. Y, sin embargo, su voz, su mirada y la forma en que se preocupa por mí me confunden.

Tal vez sea la manera en que me miró con tanta sinceridad o la seguridad que siento cerca de él, pero es irracional, totalmente irracional. No puedo estar pensando en él. Me esfuerzo por pensar en otra cosa, pero cada vez que cierro los ojos veo su rostro. Siento que me vuelvo loca. Sin embargo por ahora, decido dejar que el agua fluya, intentando encontrar algo de paz en esta terrible situación.

Termino de ducharme. Me siento más tranquila. Me contemplo en una de las paredes que parecen tener algo parecido a un espejo. Mierda, la camisa que Zenithar me prestó apenas cubre mis muslos. Reclamo frente a la pared. Mi pelo esta hecho un desastre. Intento peinarlo y acomodarlo con mis manos sin mucho resultado. Bueno, lamentable. Suspiro resignada y salgo del baño. Encuentro a Isabel esperándome junto a Zenithar.

—¿Mejor? —pregunta Zenithar con una sonrisa.

—Sí mucho mejor. Gracias.

Isabel agarra mis manos y me lleva de regreso a la camilla. Nos sentamos juntas.

—Bueno, Isabel. ¿Qué me tienes que informar?

—Lilith, la Federación Estelar nos habló, mientras estabas inconsciente, y antes de que preguntes, son como la policía y la justicia de esta parte del universo. Nos informaron que nos secuestró de la tierra una especie llamada Zyrgonts. Son esclavistas y estaban en camino a encontrarse con otra especie alienígena que solicita mujeres de otras galaxias para trabajos sexuales. Son unos malditos que abusan, violan y matan. La Federación Estelar pensaba que solo llevaban armas de contrabando. Le pidieron a Zenithar y su equipo que fueran a buscar esas armas, pero, cuando nos encontraron a nosotras y a muchas otras mujeres de distintas especies, solo siete éramos humanas. Cuando llegaron a la nave, algunas de las mujeres de otras especies estaban muertas. Ellos nos rescataron, Lilith. Son los buenos, Zenithar y sus compañeros. —Se acerca y acaricia mi rostro.

—Bien, creo que entiendo.

—La Federación Estelar nos dio algunas opciones. Primero, podíamos ir con ellos y nos reubicarían en algún trabajo en su estación espacial Nova. Emily eligió esta opción. Estaba bien, pero no quería estar en una nave espacial. Ya te contaré más detalles después. Segundo, podríamos ir a un planeta donde actualmente hay especies que han sido secuestradas de sus planetas de origen y viven bajo su protección. Es un paraíso de planeta, según lo que nos contaron. Allí puedes conseguir una casa y tranquilidad. Si te interesa, solo te comunicas con ellos y te darán más detalles. Y tercero, quedarnos con estos chicos extraterrestres y reportarnos cada cierto tiempo con la Federación Estelar. Liz, Maddie y yo tomamos esta opción. Ahora te toca elegir a ti— me explica.

—¿Y supongo que la tierra no era una opción? Porque al parecer, la Federación Estelar no lo consideró.

Ahora hay lágrimas en sus mejillas. Mira a Zenithar y luego a mí. Empiezo a asustarme. Sé que no dirá nada bueno.

—Estuve revisando los archivos de la nave junto con Vortek, y antes de que los bastardos verdanitos o Zyrgonts nos metieran en la jaula, estuvimos en unas cápsulas de estasis, en un ciclo criogénico por más de ocho años —solloza y se estremece—. La Federación Estelar dice que la tierra tuvo un evento catastrófico hace unos años y que el planeta como lo conocemos, ya no existe. Todo se ha ido.

—Oh —digo suavemente.

Tantas muertes. Toda la humanidad... Todos se fueron, ¿murieron? No puedo procesarlo. Todos a los que conocía ya no están. No existen en este momento en ningún lugar. Siento tristeza y desolación. Me siento como una huérfana otra vez en mi vida. Quizá más tarde logre asimilar toda esta tragedia. Me pregunto qué fue lo que llevó al final a nuestro planeta. ¿Las guerras? ¿El calentamiento global? Supongo que ya no importa, pero me entristece demasiado.

—¿Me he perdido ocho años de la tierra? —pregunto al fin.

Zenithar se acerca a mí y estira su mano para tocarme. Alcanza mi mejilla y limpia mis lágrimas. Ni siquiera me había dado cuenta de que lloraba. Me estremezco y me aparto nerviosamente.

—Siento lo que pasó con tu planeta, Lilith, y supongo que debes estar muy confundida y asustada, pero, por favor, no me temas. Tú eres mi alma, mi compañera, y habrá tiempo para explicártelo bien— me habla en tono calmo y suave—. Cuando dije que estarías a salvo conmigo, lo dije en serio. Daré mi vida por ti.

Estudio su rostro, preguntándome si es un truco, pero no veo más que confiada calma en su expresión. No puedo negar la seguridad que siento con Zenithar. También me gusta en cierto modo, sobre todo me intriga y despierta un sentimiento latente en mi interior, como si una parte de mí lo conociera y supiera lo que necesito. A mi cuerpo también le gusta, más de lo que me atrevo a admitir.

Zenithar me ofrece su enorme mano, y, oh, ¡me doy cuenta de que tiene garras! Él se percata de que miro sus garras y las retrae. ¡Vaya, otra rareza!

—Ven conmigo. Vamos al puente de mando. Te enseñaré la nave y te presentaré con el resto de la tripulación.

—Ve —me dice Isabel—. Yo estaré con Vortek. Reunámonos más tarde para hablar con las otras chicas.

Otra vez ese nombre. ¿Quién mierda es Vortek? Quiero saber. Me doy vuelta para preguntarle, pero ella ya se ha ido de la habitación.

—Vamos — dice Zenithar, y camina delante de mí, dándome un espectáculo de su cuerpo musculoso. De verdad debe ejercitarse mucho.

No puedo dejar de mirarlo, al igual que me es imposible dejar de pensar que puedo creer y confiar en él. Siento una conexión increíblemente profunda con Zenithar. Siempre pensé que eso del amor a primera vista era un montón de basura, hasta ahora. Todo esto es muy aterrador. Siempre me ha gustado tener todo bajo control, y le temo a eso ahora: no saber qué va a ocurrir a partir de este momento. Ha cambiado todo en mi vida.

Muy bien, entonces puedo quedarme aquí y esconderme como una cobarde y dormir en esta camilla. Dormir sería agradable, pero... nunca he sido una cobarde y siempre seguiré luchando por mí, por mi felicidad, no importa en qué maldito lugar del universo me encuentre. Me fuerzo a seguir a Zenithar. Salimos al pasillo, y todo es asombroso.

—Esta es mi nave, la Vórtice Errante. —Agarra mi mano.

—Es... impresionante —respondo, y miro mi alrededor.

—Nos aseguramos de que sea cómoda y segura para todos a bordo —añade con un toque de orgullo en su voz.

—Sí. Están haciendo un buen trabajo. Es asombrosa.

—Espero que te sientas bienvenida aquí—aprieta mi mano con suavidad—. La Vórtice Errante puede ser tu hogar, al menos por ahora.

—Gracias —murmuro, tratando de ocultar mi nerviosismo.

—Tranquila Lilith. Tómate tu tiempo. Estoy aquí para apoyarte en lo que necesites.


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