Capítulo 4: ¿Realidad o ficción?



¡Siento mucho la tardanza! ¿Quién diría que estaría tan ocupado? No es lo que tenía planeado la verdad... Aquí traigo un nuevo capítulo. ¡Espero que lo disfrutéis!

Antes de nada mandarle un saludo especial a DarkstarSlayerJeffTheKiller_1 por animarse a comentar. ¡Siempre es motivador saber que tus historias gustan! 

Un agradecimiento también a los que leéis y votáis, espero que os guste mucho. Aquí os dejo el capítulo. ¡Ah! Una última cosa, me gustaría pediros ayuda pero os comentaré abajo, tras el capítulo. Ahora leed a gusto, un abrazo para todos.

~Yugi~

Había una gran tormenta. El viento soplaba tan fuerte que hacía golpear las ramas de los árboles adjuntos a nuestra parcela contra mi ventana, como si llamasen para entrar y resguardarse del enorme aguacero que el mundo sufría, insistían en repicar el cristal con ahínco. Por suerte para mí, las ramas eran finas y no lo dañarían con tanta facilidad.

Peinaba mi pelo con los dedos, mientras con la otra mano acariciaba el relieve que mi rompecabezas tenía. Era un ojo antiguo, con un aire egipcio muy llamativo, plasmado sobre la superficie dorada de las paredes. Diría que es oro mas no pesa casi nada, increíblemente. Por dentro está hueco, si no iría todo el rato agachado por el propio peso.

Perdía la mirada en el oscuro cielo, las nubes solo ocultaban el sol de manera irreal, tal y como un mantel cubre una mesa. Sentía algo extraño en mí, últimamente solo me venía a la mente la mirada pesada de Cancerbero, se me había quedado clavada en el alma y los recuerdos. Era algo muy desagradable sentirla a todas horas: en clase, descansos... hasta por la calle le encontré una vez yendo a la tienda. ¿Qué le pasaba a ese chico por la cabeza? Un estilista estaba claro que no.

Suspiré cansado, nunca imaginé que el cambio de ciudad con el colegio me fuera a traer tantos problemas. Por si fuera poco, mis padres no daban señales de vida. Me gustaba vivir con el abuelo, era cortés y amable, no podía quejarme del trato que me daba. Aun así, no era lo mismo. Papá nos arrastraba a todas partes para dejarnos solos a mi madre y a mí, en cambio, ahora el abandonado soy yo.

─¡Yugi! ¿Puedes venir un momento? ─escuché la voz apagada de mi abuelo, debía estar lejos. Me adecenté un poco la ropa, arrugada por estar acurrucado en una esquina de la cama y bajé a ver qué necesitaba. Enmudecí al ver a mis compañeros de clase ahí, no me los esperaba.

─Hola... ─saludé con timidez, seis ojos curiosos me miraban con una mueca alegre. Estaban ligeramente mojados, con los paraguas chorreando cual catarata. ¡Habían empapado el recibidor! Como llovía─. ¿Ocurre algo?

─Claro que no tonto. ─habló Tea pidiendo permiso para pasar, preguntando de paso dónde poder dejar el paraguas. Mi abuelo señaló el lugar indicado para eso─. Pasamos por tu tienda, ver que estaba cerrada nos llamó la atención.

─Así que decidimos subir a saludarte. ─Joey, el más amistoso de todos (supongo), entró como Pedro por su casa saludando con golpes en el hombro. Casi me lo desencaja.

─Siento estar cerrado. ─explicó el abuelo, con tono triste─. Cuando caen chaparrones así no suelo abrir, no es seguro que nadie salga a la calle de compras.

─Sí... hoy está lloviendo como nunca. ─añadió Tristán entrando también, los guié hasta el salón para que pudieran acomodarse.

─Esto... ¿queréis tomar algo? ─no me sentía el mejor anfitrión, aun más estando tan desencajado como me hallaba, pero intenté mostrarme lo más amable posible.

─Es un poco tonto pedirlo... aun así, diré que agua estaría bien. ─el castaño sonrió con vergüenza frotándose la cabeza.

─Para mí también, y oye, si te traes algo de comer estaría genial. ─nada más decir eso, Joey recibió una patada disimulada por parte de la única chica del grupo. Éste gruñó por lo bajo sobándose la parte golpeada─. ¿Eso a que ha venido?

─Por bocazas. ─en dos segundos, desdibujó la mueca de enfado y me dedicó una amable─. Para mí lo mismo, gracias.

─¿Seguro? Puedo hacer café o algo... ─negaron casi a la vez, parpadeé algo sorprendido pues la escena fue graciosa y me dirigí a la cocina cuando mi abuelo me detuvo.

─Ya lo hago yo Yugi, tú estate con tus amigos.

─Abuelo, no tardo nada. No te preocupes. Aprovecha para descansar este día. ─asintió tras insistir un rato sin éxito (por suerte era muy cabezota, como las cabras que se comunican dándose cabezazos entre sí) y se retiró hacia su habitación. Allí podría relajarse del día a día, parecía mentira que con su edad pudiese dirigir una tienda. Serví tres vasos y los llevé en una bandeja al salón─. Aquí están...

─¡Gracias! ─Tea lo bebió de un sorbo─. ¿Te hemos molestado?

─No... que va. Solo miraba el cielo ensimismado, estaba en mi mundo.

─¿Te sueles despistar así? ─Tristán se recolocó el flequillo hacia arriba─. No quiero sonar desagradable pero pareces el tipo de persona que sí.

─Así es, me pongo a pensar y se me pasan las horas. ─preferí cambiar de conversación al sentir que el tema principal se centraba en mí─. ¿Y vosotros qué hacíais en la calle con esta tormenta?

─Estábamos tomando algo en la hamburguesería que está al final de la calle cuando empezó a llover de repente. ─alcé una ceja, el rubio me miró divertido.

─¿Has dicho hamburguesería? ¿A las seis de la tarde? ¿Era una merienda?

─¡Y una muy buena!

─Sí... ─la fémina suspiró─. Fuimos por Joey, es un pozo sin fondo que solo piensa en zampar.

─¡Tampoco te pases! Solo me gusta estar enérgico.

─Doy fe, es como un gorrino. ─Tristán se cruzo de brazos, sonriendo altaneramente─. Por eso espanta a todas las chicas alrededor.

─¿¡Quieres una paliza tan pronto!? ─se remangó el puño con una mueca furiosa, posteriormente, hizo el amago de golpearlo.

─¿Tú y cuántos más?

─¡Ahora te vas a enterar! ─se abalanzaron sobre el sofá, tirándose al suelo. Di un respingo, ¡me van a romper algo de la casa!

─¡Chicos! ¡Aquí no! Menuda imagen le estáis dando a Yugi. ─Tea se levantó para intentar apartarlos─. ¡Parad, coño!

Tras un rato de revolcarse como hacen los gorrinos sobre el lodo, dejaron las peleas, recolocaron sus ropas y se sentaron como si nada de esto hubiese pasado. Sinceramente, no sé como el resto del mundo se acostumbraba a estas peleas sin sentido que saltaban en cualquier momento. Era tan... extraño, y algo surrealista si me preguntaban.

─Siento esta escena... ─la chica se apartó un mechón tras la oreja─. Por cierto, ¿os habéis enterado de la última noticia?

─¿El asesinato a un policía? ─preguntó Tristán.

─¿Cómo? ─parpadeé sorprendido, ¿he escuchado bien?

─Así es, han matado a un agente. Seguramente investigaría los extraños sucesos que están sucediendo.

─¿Te refieres a esas muertes extrañas? Había oído que fue por las afueras.

─Sí. ─Joey se sacudió el pelo, por primera vez, estaba serio─. Esta ciudad siempre ha sido algo peligrosa y se han dado casos así a las tantas de la madrugada pero... estas vez están siendo seguidos.

─Por suerte, habían llamado a más representantes de la ley para investigar. ─informó Tea, trayéndome un recuerdo amargo, por eso vino aquí mi padre─. Lo pude leer en el periódico.

─A ver si es de ayuda y atrapan al desgraciado que hace eso. ─los labios del castaño se desdibujaron, parecía cabreado con el tema.

─No quisiera meter la pata pero... no han matado a nadie que conocierais, ¿no? ─cuestioné por curiosidad y, de paso, para asegurarme no meterme en temas escabrosos.

─Claro que no, no te preocupes por eso. ─la fémina me sonrió, al final me contagió la mueca. Cuando más cómodo me sentía, el timbre de la puerta me sacó de la ensoñación vilmente.

─Ya voy yo. ─anuncié en alto para que mi abuelo me oyese y no se levantara. Me dirigí a la puerta y según toqué el pomo, sentí un escalofrió. Tras la barrera de madera se alzaba una sombra de mirada rubí goteando como un aguacero─. ¿Yami?

─Hola, ¿puedo? ─parpadeé, este sí que no me lo esperaba. ¿Qué narices quería? Quise cerrarle la puerta en las narices, sin embargo, la conciencia obró en mi contra tras darse cuenta de que venía empapado y podría constiparse.

─Claro... ¿necesitas algo?

─Sí, recordé que vivías en la tienda de juegos y se me ocurrió pedirte un paraguas. ─me hice a un lado para que entrase al menos al descansillo y no estuviera fuera bajo el torrente de agua─. Te lo devolveré mañana.

─No sé si tengo uno, miraré a ver. ─iba a ofrecerle una toalla cuando me mordí la lengua. No quería ningún avance con ese ser, a pesar de ir a hacerle un favor, seguía clavando las fauces en mí. ¿Qué se le pasaba por la cabeza?

─Enano, ¿podrías darme algo para secarme? ─fruncí el ceño. No supe si por la casualidad de que adivinase qué estaba pensando o por el simple hecho de exigir un favor seguido de un insulto─. ¿Qué pasa? Enano es un mote cariñoso, tú me llamas otras cosas. ¿Recuerdas?

─No lo hago delante de ti.

─¿Admites entonces que me pusiste motes?

─Mira, te doy un paraguas y te marchas. ─subí al piso de arriba cuanto antes a buscar entre mis cosas. Yami no debería poder hacer nada, están tres compañeros abajo y mi abuelo en la habitación. Si quería robar como mucho podrá llevarse la vela aromática que hay ahí para ambientar. Encontré, tras buscar en el fondo de mi armario, un paraguas plegable y la toalla del baño. De vuelta con su mirada rubí que se clavó en mí según aparecí por su campo visual─. Toma, aquí tienes.

─Gracias chihuahua, me has sacado de una buena.

─Ya... ─bufé molesto, cruzándome de brazos─. ¿Qué hacías tú en la calle a estas horas?

─¿Ahora te importa mi vida? ─frotándose la cabeza con la toalla, ocultó su mirada oscura y yo pude respirar aliviado. La atmósfera que creaba con su personalidad desagradable era muy tensa.

─Es sospechoso, con esta lluvia es difícil hasta andar.

─¿Ahora me estás llamando delincuente? Me vas a acabar cabreando enano.

─¡Que dejes de llamarme así! ¿Te he hecho yo algo malo para que me insultes?

─Claro que no. ─dibujó una sonrisa de maldad, mientras su mueca en general era de circunstancia─. Pero no es un insulto, solo la verdad. Te has quedado retaco, no es mi culpa.

Cerré la mano en un ataque de rabia, si no me sacase una cabeza con gusto le estamparía el puño en la cara. No había nada en el mundo que más ganas me dieran ahora mismo que romperle la mueca de chulito con la que empapaba mi ser con tal de sentirse superior. Por suerte para mí, tal vez desgracia (ya que no quería que me vieran con él), escuché movimiento en el salón desde ahí. ¡Se acercaban aquí!

─Yugi, ¿dónde está el baño? ─la cabeza de Joey asomó por el pasillo, frunció el ceño nada más ver a Yami─. Anda, ¿qué haces tú aquí?

─Lo mismo podría preguntarte yo. ─se dirigió a mí─. ¿Ya te has unido a una pandilla?

─Solo me han visitado. ─respondí molesto, sentía su mirada cabreada. Ni que estuviese obligado a vivir en la soledad.

─Ya veo. Bueno, se me hace tarde. ─tiró la toalla para que yo la cogiera en vez de pasármela en condiciones─. Mañana te devuelvo el paraguas, adiós.

Sacudió el objeto a modo de despedida y se marchó dando un portazo. Por algún motivo, no me sorprendía nada ese comportamiento tan infantil. Fulminé con la mirada el sitio por el que había emprendido la marcha. Estaría loco si lo repetía mas seguía creyendo que allí donde pasaba dejaba un ambiente sucio y tenso, no me gustaba nada.

─¿Estás bien? ─Joey se acercó, su rostro se mostraba preocupado e inquieto─. ¿Te ha hecho algo?

─No, no... solo quería un paraguas.

─¿Nada más? ─sentí nervios dentro de mí, este chico era valiente y atrevido dentro de lo poco que le había conocido. ¿Por qué parecía temer a Yami? ¿Tan malo era?

─No... ¿pasa algo?

─No es nada... ─agitó la cabeza y sonrió─. ¿El baño? ¡Me va a explotar la vejiga!

─Allí. ─señalé tímido, esos cambios de conversación me parecían bastante exagerados. No solían gustarme mucho pues me hacían sentir desubicado. Parecía bipolar el hombre, ¿ciclotímico tal vez?

Volví al de un rato al salón tras dejar la toalla en el cesto de la ropa sucia e intentar limpiar todo el agua que se había traído de fuera Cancerbero. No me extrañaría pensar que en la mochila llevaba un cubo con agua para empaparme todo el recibidor cuando fui a por las cosas, por algo me las pediría. El constiparse no debería entrar dentro de sus preocupaciones, ese chico parecía irreal. Un tanto... ¿molesto? No, esa no es la palabra. Gilipollas tal vez... No, tampoco. Pero me gusta como suena.

Una vez terminado me uní al lugar de reunión y, en parte, a su conversación. Aunque no estaba haciendo mucho caso que digamos.

─¡Yugi! ─di un respingo al escuchar la voz aguda de Tea, luego era yo quien tenía voz de pito─. ¿Qué te pasa? Estás en otro mundo... Llevo rato hablándote.

─Perdona, ¿decías? ─sonreí nervioso, todas las miradas apuntaban a mí. Hasta Joey había vuelto y no me di ni cuenta.

─Tenías razón con lo de despistarme. ─Tristán me lanzó una risotada para tratar de calmarme, agradecí el gesto pues sentía el cuerpo tenso.

─Chicos, no quiero sonar molesto o que os quiera echar pero... ¿no es un poco tarde ya? Y encima fuera cada vez llueve más, al final será peor esperar a que amaine. ─tras escucharme miraron el reloj y asintieron, supuse que cada uno por su propio asunto.

─Yugi tiene razón, se nos ha hecho tarde. ─Tea recogió sus cosas antes de levantarse─. ¿Quién lo diría? Ha sido corto.

─Sí, podremos hacer otra quedada así. ─el rubio se sacó el cubo de rubik mientras decía eso, estaba desmontado─. ¡Así me enseñas a hacer este maldito cacharro!

─¿Sigues llevándolo? ─sonreí, la mueca de rabia que mostraba Joey hacia el aparato era muy graciosa.

─Pues sí, lo he intentando hacer yo y ha sido un desastre.

─Claro, porque lo tuyo es hacer palos en un papel. ─espetó Tristán, mirándole con superioridad─. ¿Jugamos al tres en raya? ¿Sabes hacer una cruz?

─Sí, la misma que voy a poner en tu tumba, ¡bocazas! ─se persiguieron hasta la entrada, donde la lluvia de golpes sonó tanto que hasta mi abuelo salió a ver. Por algún motivo, sonrió (como si lo viese normal) y volvió dentro.

─Perdónalos. ─la chica suspiró─. Otra vez.

─No pasa nada, a mi abuelo no parece molestarle y mientras no rompan nada...

─Son así, llevan años peleándose y ya controlan hasta el espacio donde se pegan. En fin, cambiando de tema, ¿te gustaría que pasásemos por aquí para ir a clase?

─¿Os pilla de camino?

─Bueno... podemos desviarnos un poco.

─Por el momento... no sé qué decir. Mi horario es irregular, a veces me quedo dormido, otras me doy el madrugón del siglo... Igual cuando me haya acostumbrado más al horario podéis pasaros.

─¡Genial! Tú me avisas. ─separó a patada limpia a los chicos mientras se dirigía a la entrada─. Venga, que ahora hay que ir con cuidado por la calle.

─No os precipitéis. ─aconsejé acompañándolos hasta la puerta─. Las calles estarán resbaladizas.

Se despidieron de mí con amabilidad y cerré la puerta contra el viento. Me asustaba esta tormenta, parecía antinatural. Recuerdo escuchar una conversación de mi padre a su jefe donde decía que esta ciudad era un poco fantasmagórica, pero supuse que sería por estar desierta, o sea, sin mucha gente que resida aquí, no porque caiga una tormenta capaz de dejar atrás el diluvio universal.

Subí a mi cuarto tras una cena silenciosa, el abuelo se había quedado dormido y mi moral negaba cualquier acción que fuera despertarle. Estaba mayor, aunque con una gran vitalidad, y no debía molestarle más de la cuenta. Bastante que se empeñaba a cocinar siempre él. Como siempre, tras la ventana de mi cuarto me pareció ver una presencia. Definitivamente debería estar volviéndome loco, siempre me pasaba lo mismo tras un encuentro con Yami.

Ahora que lo pienso... nuestro primer encuentro fue con una tormenta algo más suave.

***

Gracias a los cielos, despejados y sin intenciones de traernos de nuevo una galerna como la de anoche, llegué hasta el instituto sin encontrarme con Yami. Sus ganas de molestarme eran demasiado elevadas, y, a ver... ¿qué le hice yo al electroduende ese? Nunca me meto con nadie, me da demasiada vergüenza. ¿Entonces por qué la ha tomado conmigo?

¿Puede ser...? Dentro de lo que he escuchado es un chico peligroso, tal vez intenté marcar territorio. O darme a entender que es realmente una persona a la que temer... o puede ser que solo quiera sentirse superior. Ya podrá metiéndose con una persona más débil que él, y más baja también.

Saqué los libros de mi taquilla, alguien debió medirme antes de venir aquí pues me dieron una que exactamente me llegaba a la altura. En otros casos debía estar de puntillas, sobre taburetes o ya trepando la taquilla entera para acceder desde arriba. ¡Aquí en cambio no! Era un gran alivio, por fin veía los libros en vez de dejarle al azar que eligiera los que necesitaba.

─Yugi, ¿no? ─asomé mi cabeza tras la puerta de la taquilla, esa voz seria solía ser del rey del hielo. Ahí estaba analizándome con la mirada celeste que tenía clavada en los orbes. Asentí a su pregunta─. Bien, no quería equivocarme.

─¿Necesitas algo?

─Se te ha caído esto. ─me alargó el libro de ciencias, alcé una ceja. ¿No estaba en mi mochila? La cogí comprobando que tenía un agujero en uno de los laterales. Se colaría por ahí.

─Mierda, se ha roto.

─Ha tenido que ser ahora, he visto como se caía en la entrada. ─cogí el objeto que me entregaba, agradeciéndole─. ¿Te has cruzado con Yami otra vez?

─¿Eh? No, hoy no.

─¿Puedo preguntarte algo? ─asentí nuevamente, su mirada penetrante cortaba casi todas las palabras que se trababan en mi boca. Su presencia también era agobiante, aunque las diferentes sensaciones que creaban Yami y él eran muy diferentes─. ¿Por qué llamas a Yami Cancerbero?

─Fue algo que pensé para mí mismo. Nunca me dirigí a él con ese mote.

─Me gustaría saberlo.

─Más por su mirada, es un rojo intenso... No he visto nunca al perro del inframundo pero en películas y dibujos lo suelen pintar con esos ojos. Así que hilé cabos.

─Está bien traído... me gusta. ─sin nada más que decir, agitó la carpeta de clase a modo de despedida y siguió caminando mientras leía un libro. Con gran agilidad esquivaba a las personas que le venían de frente, parecía un robot programado para seguir un camino.

─¡Buenos días Yugi! ─salté asustado cuando esa voz me estalló tras de mí, el libro aterrizó sobre la cabeza de Joey y yo contra el suelo. Menos mal que no había nadie más mirándonos, habría sido ridículo verme volar por los aires─. Perdona... ¿te asusté?

─Un poco... ─rojo como un tomate, me levanté como si un muelle bajo mi culo hubiera. Recogí, otra vez, el libro que el rubio me tendía. Parecía un boomerang, cada vez que se iba me volvía─. Gracias.

─¿Estabas hablando con Kaiba?

─Sí, me preguntó por Yami. ─nada más escuchar el nombre, el semblante de Joey cambió.

─¿Algo importante?

─No... solo saber si me lo he cruzado. El camino que seguimos es el mismo... creo, porque a veces lo veo y otras no.

─Bueno... ¿vamos a clase? ─disimuló la mueca con una sonrisa mal dibujada. Lo poco que sabía de él era que siempre estaba sonriendo y feliz, tal y como trataba a los demás, también empatizaba mucho. Y no debía saber más para deducir que era una máscara malamente puesta para ocultarme algo.

─Sí, ya tengo todo.

La conversación ahí terminó, no obstante, mi curiosidad aumentaba. Llevaba algunos días analizando el entorno de Yami, era extraño: nadie solía acercársele, vivía apartado del mundo... aun así, en los descansos, jugaban a muchas cosas con la intención de derrotarle. Su único amigo era Kaiba, un ser rígido y carente de vida que tenía un círculo de amistad más grande. Con eso incluido, Yami no solía juntarse con los amigos del rey del hielo.

Volvía a sentir su mirada clavada en mí, no me gustaba nada. ¿Qué intenciones tenía? A ver... ¿qué le empujaba a mirar constantemente mi nuca en vez de la pizarra? ¿Tendría algo gracioso en el cuello? Mañana vengo con una bufanda enrollada hasta la cabeza. A ver qué mira ahora.

Aunque eso sería muy ridículo... Entonces no solo él me miraría.

Las clases fueron tediosas y lentas, como si el tiempo se detuviese al devenir del destino, como si las aguas del cauce cambiaran el curso de la corriente rompiendo el orden básico del equilibrio... mis horas pasaron totalmente a contracorriente, intentando huir de esa mirada inquisitoria que solo descansó los segundos en los que parpadeaba. La alarma del final de las clases me arrancó varias sonrisas desde el interior de mi ser que se resguardaba del mordisco de Cancerbero.

─Ey Yugi. ─Joey se me acercó sonriente─. ¿Te hace venir al centro de juegos? Han abierto uno en el hipermercado del final de la calle, tiene desde máquinas de arcade hasta simulaciones de realidad virtual.

─¡No suena nada mal! ─me sonrojé, mi entusiasmo llamó la atención del rey del hielo, el cual ponía sutilmente la oreja en conversaciones ajenas─. ¿Cuándo sería?

─¡Ya!

─¿Qué? No me puedo ir así, tengo que avisar a mi abuelo.

─Llámale por teléfono.

─Estará en la tienda, y maneja mal el móvil. ─recogí mis cosas en la mano pues la mochila estaba medio rota─. Iré a verle y nos encontramos allí, ¿vale?

─Está bien, no llegues tarde. ¡No me verás batir records!

─Te tomaré la palabra. ─me despedí rápidamente y salí corriendo, en parte para despejar mi mente de la mirada inquisitoria de Yami, en parte por la incomodidad de llevar todo en los brazos. Cuanto antes llegara, antes dejaba las cosas.

Como supuse, la tienda estaba ligeramente vacía, así que opté por subir por la entrada que daba a la misma. Claramente, primero hablé con mi abuelo para informarle, también di a entender que sería poco tiempo... no tenía muchas ganas de ir a jugar hoy. Me sentía algo cansado. Aun así, él solo se alegró y despreocupadamente me dio dinero. No acepté al principio mas dijo que se lo dio mi madre cuando pasó esta mañana por aquí a preguntar.

Por lo menos se llevaba bien con su nuera.

Dejé las cosas y me arreglé un poco. Antes de intentar batallar contra mi pelo sin éxito, reajusté la correa de mi rompecabezas. Había llamado muchas atenciones, pues era grande como él solo y en comparación con mi cuerpo pequeño, parecía todavía más gigantesco.

─¡Adiós abuelo! ─grité desde la puerta que daba a la tienda, agité la mano como despedida y salí corriendo. Con la tontería de guardar los libros, buscar algo de sustituto para mañana y vestirme adecuadamente había perdido mucho tiempo.

Me costó encontrar el sitio, cosa estúpida pues era un edificio tan grande que podría verlo desde la estratosfera. Todavía no estaba muy familiarizado con el barrio, por suerte, personas agradables me guiaron por el camino, incluso me acompañaron un tramo. De haberme cruzado con alguien como Yami seguro que me habría enviado de destino al foso de los olvidados.

Pude ver a Tristán en lo lejos, era alto y con su peinado todavía más. Sonreí, debía ser yo quien acostumbrase a destacar por los pelos de electrocutado que llevo a todas partes. Era bueno no ser diferente por una vez. Me acerqué con cuidado de no molestar pues parecían concentrados en un juego de encestar bolas en agujeros pequeños, Joey sobre todo estaba en silencio y apuntando.

─Hola... ─susurré, Tea se dio cuenta de mi presencia, después el castaño.

─¡Has venido! Qué bien, pensé que tu abuelo no te dejaría. ─dijo ella con una gran sonrisa en el rostro, imité la mueca algo avergonzado. ¡No era un niño!

─Sí, es que me entretuvo. ¿Qué hacéis?

─Jugar, es un juego divertido. Aunque algo simple, ¿quieres probar? ─el chico me ofreció su bola, estaba en un stand al lado del rubio concentrado. Asentí y se la cogí.

─¿Dónde hay que encestarla?

─Donde te dé la gana. ─sonrió con alegría, admitía que también era muy risueño aunque a veces se mostrase serio.

Analicé el área: era un cuesta en la que habían hecho agujeros, posiblemente muchos más pequeños de lo que era la bola para evitar que ésta entrase. Diferentes decorados protegían ciertos lugares como el centro, la parte superior y la inferior a la izquierda. Eran barras pequeñas que se encargarían de recoger o desviar la pelota según su trayectoria. Ahí debían estar los agujeros correctos. El problema era llegar allí... lanzándolo al de arriba, las probabilidades de que entrasen en los restantes era de la mitad.

Investigué un poco más antes de lanzar la bola. Dibujó en el aire un arco y se chocó contra una esquina donde no había agujero alguno, fue chocando contra las paredes por la inercia de tiro hasta engancharse en unos decorados que la tiró hacia abajo. Tras rebotar en varios agujeros donde claramente comprobé que era más pequeños, pues pasó por encima y no entró, se coló en el de abajo. ¡Entró!

─¡Lo has hecho! ─Tea parecía ilusionada. A la vista de las pelotas que habían en el final del recorrido de cada uno, llevaban muchos intentos.

─¿¡Qué!? ─gritó Joey─. ¿¡A la primera!? ¡Yo llevo treinta y siete!

─Claro, solo tiras por tirar... ─espetó Tristán cerrando los ojos y cruzando los brazos, por una mayor superioridad, o una imagen que diera a entender esa posición─. No apuntas siquiera.

─¿Lo planeaste desde el principio Yugi? ─preguntó la chica mirándome fijamente.

─Analicé el terreno un poco. No sabía si entraría, supuse que tendría truco.

─¡Enséñame a hacerlo! ─el rubio me cogió de los brazos y me zarandeó─. ¡Yugi, por favor!

─¡No lo agites así que no es una piñata!

Sonreí nervioso, gracias a los demás que me salvaron de terminar con los huesos cambiados de sitio. No me había visto nunca en un grupo tan vivo como este la verdad, me gustaba y asustaba al mismo tiempo. No pegaba con mi personalidad, era tímido y avergonzado de todo en general. Con los berridos que daban aquí, llamaban la atención de todos.

─Una máquina de arcade... probaré algún juego. ─señalé unas que estaban cerca a ellos, los vería desde allí.

─Ahora vamos, me gustaría intentar encestar alguna. ─respondió el castaño cogiendo una bola─. ¿Entonces hay que tirar a los protegidos? Vaya cara.

─¡Déjame a mí también! ─Tea cogió una bola, desconcentrando a Joey por el grito y comenzando una nueva discusión.

Dejando el tema atrás, me senté en el taburete alto para llegar y elegir un juego de lucha. Me gustaban mucho, tenían técnicas increíbles y capacidades de movimientos únicas. ¡Como superhéroes! Pero siendo luchadores normales y corrientes. Bueno, más o menos, uno de ellos disparaba fuego. Normal tampoco era, las cosas como son.

En mitad de la partida, un nuevo contendiente salió a escena, al parecer, posicionándose en las que estaban en la parte de atrás de cada máquina, podía entrelazar el juego al del otro. Para ello debería haber elegido el mío, vaya casualidad, ¿no? No sabía quién era, mi altura no me permitía ver.

La lucha empezó, quien estuviera al otro lado era realmente bueno. El personaje elegido se manejaba de manera fluida y era capaz de dejar atrás al mío. Sus ataques eran constantes y la defensa perfecta. Por suerte, la ventaja de mi personaje era la velocidad y el suyo la fuerza. Pude ser capaz de ganarle por muy poco gracias al esquive de última hora. Suspiré al vencerle, que mal lo había pasado.

─Enano. ─di un respingo en la silla, ¡la voz de Cancerbero! Antes de que pudiera darme la vuelta, una de sus manos pasó cerca de mi cuello, estampándose contra la pantalla de la máquina─. ¿Cómo te atreves? Solo me faltaba un último golpe y habría vencido.

─¿Eras tú? Vaya por dios...

─¿Qué? ¿Te molesta? ─con la otra mano me obligó a darme la vuelta y enfrentarme a su mirada. Juraría sentirle enfadado mas tenía plasmada en la cara una amplia sonrisa divertida.

─No eres la persona que me apetecía ver. Tienes mal perder.

─No suelo perder, ¿has hecho trampas?

─¿Cómo voy a hacerlas? ¡Si has estado a punto de ganarme!

─Enano... no me gusta quedar segundo. ─hice el amago de escaparme por el flanco desprotegido pero su brazo me interrumpió. En segundos, su vista estaba a centímetros de la mía, por reacción refleja retrocedí hasta apoyarme en la máquina. Me sonrojé ante la imagen, ¡estaba atrapado por su cuerpo! Encima nos estaban mirando...

─¿Y a mí que me cuentas? Déjame en paz.

─¿Se revuelve el chihuahua? ¿No te gusta sentirme cerca?

─¡Claro que no! Me parecía evidente. ─haciendo caso omiso a mi respuesta, tomó mi colgante con una mano estrechando más la distancia entre nosotros.

─Oye, ¿esta cosa qué es? La última vez me ignoraste.

─Un rompecabezas. Aléjate ya, me estoy clavando la palanca en la espalda. ─intenté apartarlo usando las piernas como puente de aire entre mi cuerpo y el suyo. No obstante, era más rápido que yo captando acciones y pudo evitar alguna patada.

─Culpa tuya por alejarte de mí, ¿te doy asco?

─¿Qué está pasando aquí? ─me asomé tras oír la voz de Joey, bajo el brazo de Yami pude verle a él y parte del cuerpo de Tristán─. ¿Estás haciéndole algo a Yugi?

─Anda, ¿tienes un nuevo guardaespaldas?

─Somos amigos. Ahora déjale en paz, dudo que te haya hecho nada.

─Solo hablamos.

─Parece que vayas a violarlo. ─espetó Tristán cruzado de brazos.

─Ya le gustaría. ─esta vez pude darle una patada suave, en señal de molestia. No me dejaba yo tocar por ese ser ni en un coma etílico─. Cuidado pataditas, no es fácil andar sin piernas.

─Aplícate el consejo. ─el castaño parecía realmente cabreado. Es como si de antemano odiase a Yami, lo veía en su mirada─. Suéltale ahora.

─¿Y a ti por qué te ha dado por las obras caritativas de repente?

─No es tu problema. ─el joven sonrió maliciosamente, alejándose de mí. Solté el aire que había retenido ante su presencia por culpa de los nervios.

─Como siga así lo será. ─guardó las manos en los bolsillos y me miró por última vez─. Me debes la revancha enano.

─Deja de llamarme así. ─me respondió con un ladrido, supongo que para burlarse del mote que se me había ocurrido a mí y de paso acentuar el de chihuahua que utilizó en mí. Posteriormente, se perdió en la lejanía, devolviendo al lugar la alegría y buen rollo que lo caracterizaba.

Ahora que lo pienso, era como si la gente hubiese desaparecido según llegó él.

─¿Estás bien? ¿Te ha hecho algo malo? ─Joey me tomó del brazo y me sacó del lugar donde Yami me había subido.

─No, no te preocupes... Me amenazaba, ya sabes.

─¿Le has hecho algo? ─preguntó Tristán inquieto. No me gustaba nada la imagen, dos chicos hechos y derechos nerviosos. En serio, ¿qué tenía ese tipo para que todos le temieran? ¿Había matado a alguien o qué?

─Ganarle en la partida. Me retó él mismo, no sabía ni quién era...

─Tiene mal perder, ten cuidado. ─asentí, eso ya lo he visto yo. No me ha hecho falta mucho aviso, casi me pega un mordisco por haberle vencido por los pelos.

El ambiente tenso fue menguando, por suerte, gracias a Tea y los juegos a los que nos decidía llevar. Admito que la diversión vagó libre por mi cuerpo, vistiéndome con colores de la felicidad y esperanza en el nuevo mañana. Ellos también se divirtieron mucho, tanto fue, que la noche cerrada cayó abrazando al mundo en un silencio gesto oscuro indicando la hora del descanso. Se empeñaron en acompañarme a casa, donde me esperaba mi abuelo quien les agradeció.

Una vez en la cama, me acosté mirando al techo. Masajeé mi sien pensando en todo lo ocurrido. Sentía que esta ciudad me cortaba parte de mi libertad. Mis padres seguían desaparecidos y tenía un nuevo enemigo, o acosador, o tal vez amigo de extraño comportamiento.

Di un respingo cuando, tras un parpadeo, Yami apareció frente a mí. Estaba a cuatro patas sobre mí, las piernas cerca de las mías y sus manos pegadas a los laterales del cuello, apoyadas en el colchón. Ahogué un grito, su mirada intensa me ardía en la piel mientras que esa sonrisa macabra me erizaba los pelos del cuerpo. Cerré los ojos cuando se acercó, al abrirlos, desapareció.

Me incorporé rápidamente con la loca idea de pensar que se había metido bajo la cama. Como el monstruo que de pequeño me atormentaba. Sin embargo, eso sería imposible, ¿verdad? Es decir... ahora mi mente calmó el latir desbocado, la frialdad inerte en mí pudo hacerme percatar de un pequeño detalle: me estaba rozando la piel y no sentía nada.

─¿Una alucinación? ─suspiré cansado. Estaba claro que no dormía bien últimamente y encima mi mente se sugestionaba. Parecía ser que la mirada de ese chico hacía estragos en mí.

Me acosté a dormir, abrazándome a mí mismo para darme calor. Por algún motivo, mi habitación se enfrió de repente. Nunca fue el segundo hogar del diablo ni un sitio paradisiaco en el que estar sin ropa, mas tampoco era una nevera portátil. De reojo, atiné a ver un brillo rojizo en la ventana. Esta vez decidí ignorarlo, debería estar viendo otra vez cosas que no debía.

Aquella noche soñé con Yami.



¡Hasta aquí! Espero que os haya gustado. También lo que hizo nuestro amigo a yugi >.<

La pregunta era... ¿alguien sabe si Yami tiene padres? Me vendrían bien sus nombres... pronto vendrán escenas graciosas con los padres XD

Pasad buen fin de semana. ¡Un abrazo!

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