CAPITULO 3
CAEL
- Muchacho, solo quiero un café... - Reitero, mientras el agente de Bienes Raíces me estrecha la mano a modo despedida y se pone de pie por otra cita de negocios. - ...y un vaso de agua, bien helada... - Agrego algo sediento, porque mi jodida boca sigue reseca, mientras aflojo algo mi corbata de mi cuello como el primer par de botones de mi camisa y abro una segunda carpeta.
Una que traje del trabajo y en carácter de urgencia que necesito chequear.
Pero algo llama mi atención sobre la marcha del hombre mientras se retira mencionando siempre, el buen negocio que hice alquilando mi nuevo hogar y ante la primer hoja leyendo.
Y es el subir y bajar de forma irregular de los hombros y aún espalda a mí, del chico que atiende la cafetería.
Rasco mi mandíbula.
¿Acaso, sufrirá el muchachito algún tipo de problemas respiratorios?
¿Asma, tal vez?
BEATRIZ
Ok.
Mi cuerpo no será muy curvilíneo como se ven en las modelos de revista y televisión.
Y menos, bajo el holgado uniforme de trabajo que llevo puesto.
Miro mis pechos.
Y la talla de mis chicas, no serán cien.
Tampoco noventa.
Ruedo mis ojos.
Son aún, más pequeñas.
Pero totalmente me defiendo con ellas con su pequeño tamaño, llevándolas bien puestas y con mucho orgullo en un buen escote, si requiere la situación.
Ningún hombre se ha quejado.
Más de una vez mis tiernos pechitos han sido elogiados, como la dueña quien los lleva puestos.
Y por eso mi respiración anormal, aumenta intentando calmar la oxigenación de mis pulmones, ante la humillación que recibo del sexy gladiador.
Y por las ganas locas de llorar como cría que tengo por dirigirse a mí, así.
Sintiendo que mis hormonas se están revolucionando, pidiendo justicia y que agrupadas entre ellas tipo batallón desde lo más profundo de mi interior, piden que lo haga en nombre del gremio femenino.
Sip.
Donde la seria posibilidad existe, irrigando más sangre a mi cerebro estas.
Para ser específica, una parte frontal y que se active a toda potencia esa porción del cerebro.
Y que entre en ebullición por ello, la adrenalina vengadora.
Donde un cartel tipo neón, siento que aparece y con la palabra reto en mi frente, onda tatuaje y sin medir las consecuencias.
En una palabra.
Lo que muchos humanos más de una vez, hemos hecho y trae tantas consecuencias.
El actuar sin pensar antes.
Y que da tanta.
Pero tanta.
Satisfacción.
Ese bendito y desmesurado momento que da placer.
Por lo arriesgado y sin pensado, pero que a veces trae arrepentimiento después.
Arrebatado y primer pensamiento, frente a un acto de callar a la persona que nos ofendió.
Mi caso en este momento, si preguntan.
Como ir hasta el sexy gladiador con bandeja en mano.
Cachetearlo con esta a su cabeza con su lindo y jodido pelo arena entre prolijo y con aire desordenado que tiene por culpa de sus dedos y que lo hace tan caliente.
Acotación aparte, después de depositar su jodido pedido.
Obvio.
No sería una buena mesera, si no.
Para luego, después en su nariz y desabrochando todos los botones de la camisa de mi uniforme que llevo puesto.
Refregarle en ese hermoso rostro por demás perfecto que el señor de los cielos le dio, mis dos par de razones que tengo y que dicen que no soy ningún muchacho.
Mis pequeños pero bonitos pechos, redondeados en sujetador.
¿Y por qué, no?
Sin él, también.
Pero, creo que la señora Gong.
Y mis ojos van al viejo reloj en madera de pared, marcando su pronta llegada.
Me desinflo.
No lo apreciaría tanto como yo y debo por el momento, conservar mi trabajo.
Y por más que mis amigas expectantes esperan mi reacción desde su mesa por haber sido testigos de ello y escuchar al sensual gladiador llamarme.
Repito para mí, entre dientes.
Muchachito.
Freno mis impulsos con una disimulada mano en alto a todas, ante cualquier salida en mi defensa.
Inclusive a la pacífica Yaritza, que noto que quiere traspasar la pantalla del móvil, para abofetear al chico bonito y que entre risas Gabriela puso en modo silencioso este, para que no se escuche sus juramentos desde el otro lado.
Y con una última respiración en búsqueda de tranquilidad y mi zen interior, ordeno a mis pies rodear el mostrador y caminar decente en dirección a la máquina de café y poder preparar su pedido.
Como también, llenar un gran vaso de agua fría con unos cubos de hielo, reteniendo las ganas de escupir su interior.
Lo miro apenas del otro lado del mostrador y sobre mi gorrita con disimulo.
Está contestando una llamada de su teléfono como si nada.
Gruño.
Culo sexy o no, se lo merecería.
Pero no puedo, medito mordiendo un costado de mi labio sobre un mensaje entrante de mi móvil y al verificar que es un saludo de mi madre y hermanito desde mi pueblo.
Mi humilde, bonita y única familia, que dependen una parte de mí.
Contesto rápido con otro saludo cariñoso, mientras deposito la taza bajo la gran máquina y el humeante, caliente y rico aroma del café recién hecho, llena su interior como el lugar.
Y ya sobre las cosas en mi bandeja, cuando me dispongo a caminar a su mesa y sobre el sonido de a puerta de del local, siendo abierta otra vez por alguien.
Y con la idea de dejar su pedido y lejos de frotarle mi par de tetitas en su cara con mucho orgullo de ser mujer.
Pero sí, de decirle al gladiador un par de cosas y ponerlo en su lugar como recomendarle que visite un oculista por ser un jodido ciego y confundirme.
Encuentro, que está acompañado en su mesa por alguien.
Por el que entró recién.
Ya que el otro hombre con quien ingresó a la cafetería, ya se marchó.
Y ahora, por una mujer que tomó asiento frente a él, con un periódico en sus manos.
Muy elegante vestida.
En su casi tercera edad y donde toda ella en su distinguida postura en su silla como el recogido pelo que lleva y modales.
Denota, glamour y distinción.
Mujer que no para de hablar y señala una parte del periódico como la carpeta que tiene el gladiador entre sus manos y trajo con él, aparte de la que le entregó el anterior hombre.
Y por ende.
Me tengo que tragar mi mandada a la mierda protocolar.
- Cael, querido...
¿El gladiador sexy, se llama Cael?
Y yo ahogo un gemido.
Porque hasta nombre extremadamente caliente tiene, maldita sea.
- ...necesitamos resolver de la situación con urgencia, cariño... - Sigue pese a mi presencia, mientras dejo con cuidado la taza de café como vaso de agua fría en la mesa.
El tal gladiador Cael ante sus palabras afirma, releyendo una de las hojas, para luego extender esta a la elegante mujer.
Intento mirar disimulado, ya que no me prestan atención.
Parece una lista lo de una de las hojas de esa carpeta.
¿Con nombres?
- Posibles y muy buenos postulantes, Ángela. - Al fin habla, dando un buen sorbo a su vaso de agua helada.
Vaya, tenía sed.
Frunzo mi ceño.
Y vaya otra vez, ya que nunca eleva su mirada.
Ni esa mujer, tampoco hacia mí.
Que a una cierta distancia y de pie a ellos, sigo esperando por si la dama distinguida va a necesitar de mis servicios.
- Quiero un hombre, Cael. - Formula esta y con su índice como prolijamente esculpida su uña en rojo pintado y cuidada mano, que señala tres de esos nombres de seis escritos que hay en la hoja.
Logro divisar que los otros tres, son de mujer.
¿Por qué, dice eso?
¿De qué, será esa lista?
El sexy Cael, sonríe ante ese caprichoso tipo morrito de la refinada y tal Ángela.
Y aparece ese tic revelador que percibí, cuando este dios gladiador entró a mi cafetería.
La de su posible y lindas manos pasando por su pelo arena, tirándolo hacia atrás.
Una y otra vez.
Y auch.
Porque lo hace lindo.
Y re auch.
Porque, es seguido después de una sonrisa acompañada de un trago a su taza de café muy sonriente, mientras rasca su mandíbula divertido ante manía o voluntad de lo que sea de la refinada mujer.
Una atractiva sonrisa que acompaña su mirada verde y provoca que las comisuras de estos por ella, nazcan suaves arrugas típicas de esa expresión cuando una persona es de reír mucho.
Analizo al gladiador.
¿Será, que es de mucho reír?
No tengo idea.
Pero mi pensamientos entre graciosos y pornos sobre un pantallazo a mis amigas, hace que oculte la mía amenazante y bajando más mi cabeza.
Porque todas.
Absolutamente, todas.
Hasta Yari desde el otro lado de la pantalla del celular y olvidando sus blasfemias, quedaron noqueadas por ese sexy ademán sonriente y divertido del gladiador.
Incluso Sar, que recurrió a su revista para hacerse aire teatral sobre la risitas de todas.
- Mañana serán las postulaciones, Ángela. - Contesta. - Tranquila y déjalo en mis manos. Voy a encontrar esa persona calificada en moda y recepción de edición.
Pestañeo.
¿Dijo, moda?
¿Planeamiento y edición de ella?
Los miro ansiosa desde mi lugar.
Porque es mi trabajo soñado y por lo que tanto estudié y amo hacer.
Una cosmo moda en mi carrera periodística.
Ser parte de una gran editorial para y por la mujer.
Pese a nacer como vivir en una familia clase baja.
Donde a temprana edad tuve que valerme mediante trabajo de media jornada para ayudar mi familia como costearme los estudios.
Siempre adoré este mundo por más que no tuve mucho acceso a ello por falta económica.
Amo, todo lo que conlleva ello.
Desde la moda y sus tendencias.
Desde lo social como no, con los anhelos y perspectivas que tenemos, plasmadas e impresas sobre hojas y que llegan a cualquier punto de este planeta.
Para comunicar.
Mostrar.
Publicitar.
¿Y por qué, no?
Ayudar, haciendo a un lado con su movimiento snob y a informar que pasa en el resto del mundo.
Y una alegría me inunda embargándome de felicidad y como si fuera en una clase colegial levantar mi mano y decirles.
Que yo quiero.
Que yo, puedo.
Porque estoy capacitada y mis excelentes notas como promedio final en la universidad, lo avalan.
Y entusiasmada doy un paso hacia ellos para presentarme.
Pero.
Un:
- Quiero que sea hombre, Cael... - Que vuelve a repetir la mujer diciéndole detiene mis pasos.
Y mi entusiasmo.
Retrocedo los que caminé hacia ellos con las ciertas lágrimas que nublan mis ojos por decepción y ese maldito sentimiento de fracaso.
Otra vez.
Y hago otro paso atrás, mientras ya no escucho abrumada que le contesta el gladiador.
Pero asiente a su orden y dejando un par de billetes junto a su taza de café vacía, se pone de pie y acompaña a la mujer elegante quien rodeando uno de sus brazos con los suyos, van en dirección a la puerta de salida como fin a esa charla.
Y como fin, después de treinta condenados días de no conseguir nada referente a lo que estudié y considerándome buena en ello.
Jamás, notando mi presencia esa mujer y el sexy gladiador que estaba allí y que era una mujer que cumple al pie de la letra esa demanda que exigen.
Y como la puerta de la cafetería por salir ellos la abren.
La cierran a su vez, como mi sueño amado.
Cuando se marchan.
- Pero, que hijos de perra... - Gruñe Sar, llegando todas a mí. - ...quieres que le de su merecido? Le enseñaré a ambos... - Amenaza con salir, pero tomo su hombro negando e impidiendo.
Sonrío, triste.
- A los hombres nunca se los entiende... - Murmura Mariana abrazándome y mirando la puerta, ya sin ellos. - ...pero, la estirada era una mujer! - Exclama, sin entender y recalcar su deseo que sea hombre. - ¿Dónde quedó el movimiento femenino y ayudar a la prójima?
- ¿A un costado y sin uso de esta sociedad que se florea con la boca la igualdad de los sexos, pero solo es esta de los labios para afuera? - Argumenta Gabriela, negando desconforme a mi lado y sobre la imagen y asentimiento de Yari desde su celular pensativa y triste al igual que Caro.
- Chicas, ¿tranquilas, si? - Digo, volteando para recoger la taza como vaso del sexy chico y antigremial mujer elegante de la mesa sobre mi bandeja.
Cualquier cosa, para ocultar mi tristeza.
Como que se preocupen, más de mí.
Y miro el periódico a medio doblar que dejó olvidado la mujer y la sección de clasificados de trabajo y en una porción de esa página, llama a la postulación de ese cargo.
Lo levanto con cuidado, dejando la bandeja en la mesa.
Y suspiro silenciosa y tocando con mis dedos, este.
Porque, es el soñado para mí.
- Todo, por no tener un jodido pene... - Suelta entre suspirosa como yo y divertida, Caro.
- Sí... - Dice una.
- Sí. - Contesta otra.
Y. - Sí... - Digo yo con una mueca.
Pensativa.
Muy pensativa.
Hasta que pestañeo por algo que se me ocurre.
Y pestañeo de vuelta.
Y con mi mueca transformándose en una media sonrisa.
Media sonrisa, no por la broma de Caro y cual todas, dibujamos ante su conclusión gráfica y muy varonil.
Sino.
Por la idea que se me ocurre y por eso miro a todas, ganándome sus miradas raras y sin entender.
- ¿Y qué pasaría, si busco uno? - Largo de golpe.
Y silencio del otro lado.
Hasta creo, que escucho grillitos de sus lados mientras me miran atónitas y asombradas.
Inclusive de Yari boquiabierta y congelada desde su sillón azul desde la pantalla, sostenida por Gaby contra su pecho.
- ¿Buscarte...un pene? - Al fin habla una.
Mariana.
No cree o no termina de entender.
Afirmo natural.
- ¿Te cambiarás...de sexo, Beti? - Sar me balbucea perpleja, mirando a todas y luego a mí.
Niego divertida, sacándome la gorra del uniforme para liberar mi largo y ondulado pelo rubio, que cae como cascada sobre mis hombros y cubriendo mis pechos.
Tomo un extenso mechón dorado entre mis dedos y juego con él, reflexiva observándolo.
Y muy convencida.
- No... - Le respondo. - ...pero, voy a buscar y descubrir... - Miro a cada una. - ...mi yo, masculino... - Finalizo, pensando en seguir tras mi sueño y como concretándolo, poder ayudar a mi familia querida de mi pueblito.
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