CAPITULO 1

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Abrazo gente y a cuidarse mucho, si?

CRISTO.


BEATRIZ

<<Lo lamento, señorita...>>

Jodida palabra formando una oración.

Y jodida queja.

Muestra de diferentes aflicciones y en sus diferente formas.

Sea con gritos.

Llantos.

O un lamento acompañado tal vez por una expresión de dolor.

Angustia o desconformidad.

¿Y por qué, no?

Seguido de un suspiro.

Como el que recibo del otro lado del escritorio y que me encuentro sentada frente a un hombre.

El encargado de recursos humanos de la empresa que me presenté, postulándome por una entrevista de trabajo.

Donde por tal, llevo puesto un por demás traje de saco y pantalón estilo ejecutivo en un azul discreto.

Muy bonito y delicado.

Pero, casi una talla más chica que yo.

Donde, el serio riesgo existe que con un movimiento en falso que haga sobre la silla en que me encuentro en posición rígida como erguida escuchándolo.

Y con la leve posibilidad si consumo demás, el maravilloso oxígeno que da vida a mi cuerpo.

No lo hagas Beti me repito, con series cortitas de respiración.

Concentración, me dije.

El botón de este, salga disparado y de como blanco en el tupido bigote del hombre entrecano.

Trajecito ejecutivo que por no tener uno como la gente y decente para tal evento.

Pedí prestado a una de mis mejores amigas.

A Mariana.

Ya que le sobra este estilo de guardarropas por la carrera que ejerce y juro, que hasta ahora mentalmente me pregunto, por llevar estos pantalones tan apretados prestados.

Y sorprendiéndome.

Que pudiera caber cualquier cosa en su bolsillo como mis caramelos mentolados, además de mi trasero.

Como también y  a altas horas de la noche obligar a Sar.

Otra mejor amiga.

Que me socorra con el pelo y maquillaje.

Mala en esto último, si no me auxilia alguna amiga.

Muy ondulado he inmanejable con su largo, pero que me gusta mucho y soy fuente de admiración por lo primero.

Seguido de traer de su colección y sin dudar en prestarme, unos lindos zapatos que combinen con lo que llevo puesto.

Para luego al día siguiente y de camino a la parada del bus por la entrevista, escuchar por una llamada a otra de mis amigas, que por vivir a la distancia desde que se casó hace un par de años en otro país.

Yaritza.

Pero con su dulce forma de ser, nos alienta.

Siempre.

Y me alentó sin olvidar días atrás y vía chat.

Que hoy era el gran día.

El de la entrevista laboral.

Y desearme mucha suerte.

Me desinflo.

Una que, no tengo hoy tampoco.

Y ahora un suspiro interno se me escapa a mí, mientras acomodo mejor mi largo pelo rubio detrás de un hombro, sobre las palabras finales del hombre haciendo a un lado su silla para ponerse de pie y extendiendo una de sus manos frente mío.

Reacción y seña que últimamente vi media docenas de veces en estos frustrantes tres últimos meses.

Mierda...

- Lo lamento de verdad, señorita York...

Y ahí, vuelve a repetir la condenada palabra.

Niega, pasando una mano sobre ese mostacho y volviendo su mirada a mi currículum, como dibujos visibles a través de la carpeta abierta depositada en su escritorio.

- Sus diseños son excelentes... - Resopla, descontento volteando una de las hoja para observar la que sigue. - ...error de la empresa en la portada de aviso en los clasificados... - Se disculpa. - ...específicamente, pedíamos hombres... - Camina, rodeando su escritorio.

Lo siento.

Olvidé otro detalle mencionar.

Después de ese lamento.

Ruedo mis ojos.

Con disimulo.

Pero los ruedo en fin.

Sigue esa otra palabra convirtiéndose en el Caín y Abel de mi jodida vida en estos mencionados y últimos tres meses, maldita sea.

Las palabras.

Lo lamento.

Seguido de.

Hombres.

¿Resumiendo?

Y segundo suspiro que hago en menos de dos minutos poniéndome de pie y recogiendo mi legajo de la mesa, mientras estrecho su mano a modo despedida resignada.

Otra, fallida entrevista...

Casi trastabillando, abro la puerta de mi departamento dejando el saco de Mariana en la primer silla que encuentro por no dar más de los pies y me deshago del causante de ellos de dos movimientos.

Los casi 10cm de tacones de Sar, que estaban asesinando mis adorados pies mientras en el trayecto, desabrocho mi pantalón y tomando una gran bocanada de aire necesaria, al sentir libre mi vientre querido respirando en libertad y encendiendo una luz como corriendo las cortinas, del único ventanal de mi pequeña sala que da directo a la calle.

Mi vista se pierde en el ir y venir tanto de coches como peatones, pero sin su música del ajetreo diario.

Bocinazos y uno que otro, eventual sonido de la sirena, sea policial o ambulancia.

Por escuchar desde mi móvil a otra gran amiga.

Gabriela, consolándome ante mi séptimo rechazo laboral en estos noventa días.

Disciplinaria y ferviente trabajadora.

Jefa de piso en el área de Marketing en la empresa que trabaja.

Contados sus minutos para estar con nosotras muchas de las veces por su responsabilidad y vida.

Pero siempre.

Siempre.

Estando presente.

Como en este caso, vía teléfono y al tanto de todo por más ausencia física.

- No te preocupes, amiguita... - Me anima. - ...averiguaremos la situación de tu mercado laboral... - Pego más mi oído al celular y sonrío dentro de mi tristeza, al escuchar el sonido de que ella pone el altavoz para luego el teclear constante de su computadora desde su oficina libremente. - ...y a los consumidores demandantes de trabajadores, analizando su gestión ... - Siento que gira una hoja.

Es su agenda.

- ...tengo libre... – También, siento que sonríe. - ...el sábado por la tarde...

- En este mundo globalizado... - La interrumpo, caminando por el pequeño trayecto a mi cocina para abrir al refri y sacar una botella de agua.

Bebo al abrirlo un enorme y poco femenino trago, limpiando luego mis labios con el dorso de mi mano por la sequedad de mi boca por amargura de mis rebotes constantes de trabajo.

- ...donde se jactan de los derechos laborales de las mujeres con la igualdad de género y justicia... - Hago un puchero como si mi amiga la tuviera en frente tristona. - ...casi no existe, Gaby... - Cierro el refri y voy directo a mi viejo sillón, dejando sobre la encimera la bebida mientras intento que una jodida lágrima ruede por mis mejillas.

Por desahogo.

Pero, no.

Loser hasta para llorar por más que lo intento.

Ni una puta lágrima.

Que rabia.

- Siempre la delantera la tienen... - Gruño. Mucho. - ...los hombres...

Su risita del otro lado me contagia.

- Mal necesario, cariño... - Deja de teclear. - ...putos y hermosos hombres...

Y sobre esa risa de ambas mientras me saco el pantalón, quedando solo en bragas y haciendo malabarismo para sujetar en el proceso el celular con mi hombro y oreja, desabotono la camisa mientras paso una desteñida pero amada camiseta por mi cabeza dejada en este y haciendo una especie de artimaña mágica que solo nosotras sabemos de deshacernos de nuestro sujetador, por las mangas cortas de una maniobra y sin quitarnos esta.

Elevo una ceja con satisfacción al sentir mis chicas libres y sacando con mi mano libre mi tupido, largo y ondulado pelo hacia atrás.

Porque, es algo que jamás los hombres podrán hacer y si lo ven por ser testigo de ello.

Lo admiran.

- Oye...hablamos luego? – Continúo, al escuchar y por su altavoz que una puerta se abre y la requieren en un área.

Tampoco puedo exigir pese a que sé, que todas este finde siguiente estarán presentes para consolarme y sin dudar en mi departamento con pack de cervezas y kilos de helados en mano.

Que dejen de hacer su vida por mí.

- Mandaré un mensaje grupal a las chicas... - Ruido de silla deslizándose como papelerío en sus manos, se siente. - ...reunión de mujeres de inmediato para darte mucho amor con exceso de calorías dulces y alcohol, mientras escuchamos a James Blunt haciendo de las suyas a nuestros sensibles corazones. - Otra vez su risita.

Y yo también mientras cuelgo, estirándome sobre el largo del sillón y cruzando mis pies uno sobre otro relajada.

Cada una con su vida hecha o en el proceso de ellas.

Cada una con sus cosas.

Y sin hacer falta, vernos constantemente para indicar.

Que ahí, están siempre presentes.

Pongo ambos brazos detrás de mi cabeza mirando el blanco techo.

Y sonrío.

Como adoro a mis amigas...

CAEL

- ¿Quieres dejar esa mierda en paz? - La voz de mi mejor amigo, se hace eco por la soledad de su galería de arte con solo nosotros en ella y a tal hora de la noche.

Un gran recinto a un lado de la metrópolis de nuestra ciudad, situado a su vez en una de las mejores zonas en su categoría.

El Cerro de las Rosas.

Lugar estratégico y de alter target social como consumista para este tipo de comercio.

Transacción de mediano y alto nivel adquisitivo.

Compra.

Subastas.

Ventas.

Y de estas, muchas.

Por las grandes obras de arte de mi mejor amigo y artista.

Demian Bic.

O conocido internacionalmente y para los amigos.

Como Fresita a secas.

Golpea mi mano que ataca mi corbata sin compasión, para acomodar él mismo tal y de forma muy femenina como el cuello de la fina camisa negra que llevo.

Para luego alisar con sus delicados dedos estilo pianista que tiene, como distinguidas y a su vez esculpidas uñas en negro, el largo del saco de vestir en gris claro que visto.

Retrocede un paso para observarme como si fuera una de sus propias obras de arte, con postura jovial y una de sus manos reposando en su barbilla deliberando.

Y sus ojos de ese azul intenso y que los hace más profundo por llevarlos delineados de negros.

Al fin sonríen por darme el okey, seguido de un gesto de sus dedos en el aire.

- Perfecto, cariño. - Aprueba.

Hace una mueca teatral.

- ¿Y si dejamos de ser mejores amigos, casi hermanos y probamos? - Propone, entrelazando ambas manos tipo suplica. - Tu madre me adora y prometo serte fiel...

Mi turno de pegarle pero a un hombro, mientras paso por su lado riendo, pero sigo mi caminata hacia la mesa para dos, cual con cada paso que doy y por los sofisticados zapatos que llevo, se sienten sobre el piso.

Una, que se puso por orden de Fresita a sus empleados en el centro del salón.

Una, muy romántica.

Decorada con unas tenues velas.

Un excelente champagne y dos finas copas en sus extremos.

Delicados platos en su porcelana con cubiertos gourmet.

Y al lado de uno.

Una pequeña cajita gamuzada en rojo.

La tomo y la acaricio con cuidado entre mis dedos, sonriendo más y sin dejar de mirarla.

- ¿Te olvidas que solo me gustan las mujeres? - Su rostro viene a mi mente. - Solo una... - Me corrijo, sintiendo un exagerado y dramaturgo suspiro de Fresita al escucharme sincero.

Y enamorado.

Mucho.

Vuelvo a dejar la caja en el mismo lugar, para voltear y mirar a mi amigo como todo lo que rodea el gran momento que se viene, mientras chequeo la hora de mi reloj, algo nervioso por casi ser la hora y que esté todo en su lugar.

Nombrada mesa en su alfombra roja pasión bajo ella con las sillas y rodeada por los cuadros pintados de mi mejor amigo con la suave música romántica llenando la galería.

Pongo ambas manos en los bolsillos de mi elegante pantalón de vestir satisfecho.

Y los varios centenares de globos en su rojo y plata, donde con su helio la mitad copan el elegante techo y la otra, la totalidad del piso en su blanco pulcro de porcelanato Italiano.

BEATRIZ

- Ay, carajo... - Blasfemo al abrir los ojos de golpe y notando la oscuridad de parte de la ciudad por la ventana.

Porque me quedé dormida, maldita sea.

Busco entre los almohadones de mi sillón mi jodido celular.

Inclusive bajo este donde yace, porque lo tiré adormilada.

Y otro grito sale de mí, al notar la hora y ya de noche.

Me maldigo, buscando mis indigentes pantalones de gimnasia corriendo por ellos a mi habitación, mientras a medio recoger mi pelo lo sostengo con una hebilla que encuentro en uno de sus bolsillos y camino apurada a la puerta sin olvidar algo de dinero de mi bolsa.

Muerdo mi labio con desaprobación mientras llamo al ascensor.

- Por favor, que no se hayan vendido todos... - Suplico, una vez que sus puertas se abren y aprieto la botonera para que descienda ya dentro.

El espejo que se compone una pared de su interior, me devuelve mi imagen al observarme.

Mi querido pelo, largo y ondulado.

A medio peinar.

Marca lateral tipo mapa de un lado de mi mejilla por desmayarme del sueño en mi sillón por su bonito tejido, en gran parte de mi rostro con algo de maquillaje corrido.

Camiseta extra grande y vieja como la misma América, llegando casi a mis rodillas.

Y mi mendigo pantalón de gimnasia holgado oscuro, que en sus mejores época fue de un negro intenso.

Sin mencionar mis zapatillas blancas.

Lindas.

Pero sin acordonar, porque sería pérdida de tiempo.

Ok.

Estoy insufrible.

Y se me escapa una risita sobre el aviso del ascensor que llegamos a planta baja.

Porque, sea poco femenina o no.

No hay mayor placer.

Y palmeo mi vientre al sentir que ronronea por hambre.

Que llegar a casa y vestirse con ropa indigente.

Me encojo de hombros.

Tampoco, es que voy a ver a un guapo muchacho.

Una cita con el orgásmico y mismísimo Charlie Hunnam, dueño de mis sueños húmedos.

Y tapo mi boca por otra risa con una mano ante esa ocurrencia.

Dios...

Salgo algo rápido para conseguir el último periódico de hoy, para revisar mi maratónica búsqueda de clasificados de trabajo de lo que estudié o siendo similar.

Y comprar algo de comida, ya que el liviano y lavado desayuno de café con galletas, no fue suficiente para mi día frustrado como prolongada siesta que me di.

- Solo tengo el de la sucursal y para clientes de uso exclusivo, señorita... - Me dice el empleado del mercado una vez dentro y tras su mostrador de venta, señalando con una de sus manos y sobre un lado de las góndolas de compra, media docenas de mesitas de café.

Como otro tanto que hay fuera y sobre la acera.

Apoyo un dedito sobre los periódicos que están prolijamente uno sobre otro a un lado del largo mostrador y contra unos atriles de dulces.

- ¿Si consumo algo, puedo ojearlos? - Pregunto entre bostezos mientras asiente conforme, atiende y cobra dando su cambio a otro cliente.

- La reglas del lugar, señorita. - Me confirma el muchacho.

Y con una sonrisa busco de una de las góndolas con otro bostezo.

El de las comidas cerradas y listas.

Un sándwich de ternera, para luego una lata de gaseosa.

Seguido, por agradecerle el bolígrafo prestado y prometiendo devolver todo a la brevedad mientras le pago por mi cena e irme a una de las mesas de afuera.

Aire libre, por favor.

Así, ataco este segundo sueño que me amenaza y me despabilo, ya que será una larga noche de búsqueda y no flaquear en ella ante mi meta querida.

Y por eso antes de abrir el primer periódico en la parte de sus clasificados una vez sentada, doy un ruego al Dios de los cielos, uniendo con fervor mis manos entre sí, al sentarme y antes de comenzar.

Cierro mis ojos.

A tiempo parcial, trabajo en una cafetería.

Donde con ello pude y gracias a una que otra vez con ayuda ocasional de mis padres, costearme mis estudios en diseño como alquiler de mi departamento.

Pero a tres meses de recibida, después de largos.

Duros.

Y sacrificados cuatro años de estudios, enfrascada en ello.

Y solo a eso.

Porque es mi pasión y quiero que se cumpla, mi sueño y mis metas.

- Te ruego, querido Dios... - Mi voz se levanta con un susurro, ante mi rezo sin abrir mis ojos frente a mi mesa y comida como periódicos. ... - que me lleves por el camino como persona correcta por el trabajo de mi vida a partir de ahora y por lo que me sacrifiqué y amo tanto...solo una señal... - Pido, abriendo mis ojos.

Y con ello.

Miro el cielo nocturno.

Cálido.

Uno estrellado, mientras abro el empaque de mi sándwich como bebida.

No, porque el mismo Todopoderoso me respondiera ante mi ruego.

Sino.

Porque, una.

Luego otra, casi a la par.

Seguidas, por más con sus brillos como formas globales y tipo lluvia dorada de colores después.

En sus destellos hermosos mientras se abren, armoniosos como embriagadores en el oscuro y despejado cielo.

Unos fuegos artificiales en su exquisito diseño.

Cubren, este.

- Guau... - Solo sale de mí, asombrada como maravillada y con la primer mordida a mi cena, desde mi lugar afuera en una de las mesitas y testigo de algo tan lindo, mientras elevo mis piernas flexionando mis rodillas contra mi pecho y silla.

Mastico.

No es día festivo.

Y sonrío, abriendo el primer clasificado para leer y dando otro mordisco a mi comida.

Debe ser un evento.

Algo personal y privado.

Como algo importante de festejo para una persona siendo tal hora de la noche y a mitad de una semana normal.

Supongo...

CAEL

Sonrío ante el sonido de mi celular y por oír desde uno de los bolsillos de mi pantalón.

Señal que viene en camino.

Mientras Demian por ello y a minutos de la llegada de Vanesa por su trabajo algo retrasada, pero con el tiempo suficiente para mi propuesta de matrimonio que tanto organicé en detalle con él en estos últimos meses de forma secreta.

Aunque, es de suponer que mi chica y futura mujer haya sospechado algo en este tiempo, porque capturé de ella momentos silenciosos.

Rubor en su mejilla al mirarme.

Y luego una timidez nerviosa.

Mediante una seña de sus pulgares elevados y tan sonriente como yo, deseándome las mejores de la suerte en esto que es tan importante.

Y amado como especial por mí.

Corre hacia un lateral de su galería y en dirección al gran jardín externo y trasero que posee su condominio para las tardes de cóctel que suele hacer a colegas y amigos o mismas presentación de nuevas obras.

Para la largada organizada como sincronizada de los fuegos artificiales que contraté y que se lancen en breve y sobre el sí, acepto a modo festejo y sellando nuestra unión definitiva.

De la mujer que amo.

BEATRIZ

Las letras del tercer periódico que abro, empiezan a jugarme en contra por el cansancio y a mi vista, viendo algo borroso por más que pestañeo con fuerza luchando contra eso sobre mi cena.

Más bostezos.

Dos tazas de café negro comprados como bebidos después y la linda como cálida noche.

Que, por más que lucho contra mi cansancio, mezcla de nervios y tristeza resultado por otro nuevo intento con ese fracaso rotundo y ante otra nueva negativa de trabajo por ser mujer en un mundo, en su mayoría dominado y regido por los sexis genes XY.

O sea.

Gruño, dando vuelta la hoja del periódico recostada sobre un brazo por sueño con otro bostezo.

Y solo, marcando con el bolígrafo lo que me interesa.

Sigo batallando contra mis ojos que quieren cerrarse.

Por hombres...

CAEL

Mi sonrisa como felicidad.

Queda estática ante la voz de Vanesa, cuando atiendo su llamado formulando que se apure en mi reojo por el gran ventanal, que se compone la pared trasera con vista al hermoso como gótico jardín cuidado y tan parecido en su diseño vergel a mi amigo y dueño.

Mientras verifico que solo en breve y pidiendo que no haya más retraso del tráfico por venir en su coche.

Que llegue.

Y que en sincronía con los fuegos artificiales lanzados por los operarios de tal y en compañía de Fresita verificando estos, sean lanzados al cielo despejado y nocturno.

Cuando ella, me de el sí.

- No lo hagas, Cael... - Su voz apenas escucho por un temblor en ello ante esa orden suplicante. - ...por favor...

¿Qué?

¿Me está rogando?

¿Qué no haga, qué?

- Vanesa... - No entiendo nada.

Pero, algo me alarma y aprieta mi pecho sin dejar de observar sobre el ventanal, porque condenadamente no me puedo mover.

Mis pies no obedecen.

Ya que algo de su tono heló mi sangre como sistema nervioso, casi estando listos los primeros fuegos artificiales para ser lanzados en contados minutos.

Maldición.

- Cael... - Un bocinazo se escucha, seguido de lo que parece coches en movimiento y que alguien le habla.

¿Su representante?

¿Eso es una carretera?

¿Todavía, no llega?

- ¿Vanesa, dónde estás? - Apoyo mi frente sobre el vidrio como mi mano libre en ella, captando la atención de Fresita por mi extraña actitud desde su distancia y mirarme como preguntarme con señas que ocurre, preocupado.

Titubea.

- Cael, fue maravilloso estos tres años juntos...amor... - Su voz se entrecorta por lágrimas. - ...pero, no puedo... - Niega. - ...no puedo... - Repite. - ...darte lo que quieres...

Y el primer fuego artificial, se siente en el aire lanzado de forma perfecta al horario programado, junto a su respuesta.

Una negativa, jamás pensada.

Siguiendo otro a la par.

Los miro.

Y otro.

Para luego, todos.

La humedad de mis ojos hacen borrosa la maravillosa vista de ellos surcando el cielo nocturno y despejado, formando esa lluvia de colores con sus miles de destellos que siempre son dignos de admiración y deleite con su forma hipnótica, cuando se los ve.

Y te llenan de felicidad.

Como lo iba ser hoy.

Esta noche.

Y sobre ellos.

Escuchar el dulce sí, de Vanesa.

La mujer que amo a mi propuesta de matrimonio.

Pero y sobre mi nublada vista por lágrimas y lejos de esa felicidad que creí que ambos teníamos, mientras solo escucho sus excusas y que todo se acabó entre nosotros.

Dejándome.

Mientras huye por viaje laboral a otro país.

Porque, jamás su intención era venir para acá, sospechando que se va por cobarde.

Dolor.

Y que sabía de verdad de esto.

Mi declaración y de ya, no quererme, confirmando mis sospechas mientras la escucho en silencio entre sus pretextos y consigo caminar.

Y deslizo una de las sillas de la mesa, mientras destapo el champagne y bebo desde la misma botella con un prolongado trago de su efervescente alcohol.

Raspa mi garganta con su frío y seco sabor.

El sonido de los fuegos artificiales aún, lanzándose al cielo, se mezclan con la canción mientras bebo más.

Y más.

Mucho más, hasta el punto de vaciarla.

Sobre los pasos corriendo hacia mí, de Demian alarmado.

Notando que cuelgo la llamada y con la cajita entre mis dedos libres y abriendo esta, para admirar el pequeño brillante en él.

Y al mismo tiempo.

Diciendo.

Repitiéndose en mi cabeza una y otra vez.

El adiós para siempre.

De la mujer que amo del otro lado del teléfono momentos antes.

BEATRIZ

- Señorita...es su cuarto café puro... - Murmura preocupado el chico del mercado al notar supongo, mi cara de muerta y mis fachas por la madrugada noche aún, luchando contra mi sueño y por ver el último clasificado de periódico.

Elevo apenas mi barbilla apoyada sobre la mesita con anotaciones en una servilleta de papel de los posibles puestos laborales que me interesan, mientras tomo la taza de café negro que le pedí.

Bebo un trago y lo miro desde mi posición baja y haciendo un gran esfuerzo para focalizar en él por cansancio.

Lo apunto con el dedo que sostiene la mismo vaso de mi cafeína líquida y caliente.

- ¿Es 24h, verdad? - Murmuro y tragando un bostezo, por el servicio del mercado tipo barcito.

Asiente sin mucho entender.

Pero mi mano indicando que prosiga con sus labores, logra captar mi indirecta.

Y así, lo hace con una mueca.

Lo siento, chico.

Y bostezo otra vez, rascando con flojera y con el mismo bolígrafo a mi por demás a esta altura de la noche, algo despeinado pelo.

No me importa.

Apoyo el bolígrafo en la sección trabajo y comienzo de nuevo con una nueva lectura de rastreo de posibles trabajos para mí.

Pestañeo y me golpeo ambas mejillas con mis manos, para despejarme seguido de un gran trago a mi café puro ante una nueva amenaza de dormirme.

Ganándome una mirada extraña del muchachito que me observa desde el mostrador.

Quiero reír.

Pero no puedo perder tiempo.

Y otra vez apoyada contra mi brazo sobre la mesa.

Voy leyendo.

Anotando.

Y descartando.

Que sueño tengo y mis ojos, se cierran.

Las opciones...

CAEL

Jodida y puta ebriedad.

Blasfemo, intentando caminar derecho sobre la millones de vueltas que da mi cabeza.

Al carajo.

- A la recontra mierda, todos... - Exclamo, ganándome la atención de una pareja caminando por la acera y lado contrario al mío, abrazados.

Putos enamorados.

No me interesa lo que piensen de mí, me digo sobre la arcada amenazante de un vómito por semejante borrachera, mientras me apoyo mareado en un árbol que hay y aflojo como puedo, mi corbata de mala gana y los primeros botones de mi camisa.

Pero no tengo éxito en ello y por eso, me giro y sostengo la totalidad de mi espalda contra él, para no caer y procurando copar mis pulmones de oxígeno, deslizando con ambas manos mi algo, largo pelo claro hacia atrás intentando saber, dónde rayos estoy.

Miro para ambos lados.

Ya que no sé, cómo llegué y a donde jodidamente estoy.

Solo sé, que sobre las excusas de Fresita de querer quedarse conmigo luego de echar a toda la maldita gente de los fuegos artificiales como chef que contraté para que sirviera nuestra cena de compromiso.

Romántica.

Y se me escapa una irónica y amarga risa, apoyándome más contra el árbol.

Que imbécil, fui...

Tras beber todo el champagne y de una de sus gavetas de su oficina, robar su Bourbon y sin punto fijo y que me dejara en paz mi amigo.

Hui.

- Carajo... - Sale otra vez de mí, al tantear mis lados y ver que no lo llevo puesto mi saco, para buscar mi celular y llamar un taxi.

¿En qué, momento me lo saqué?

Miro mis manos vacías.

¿Y la botella de whisky?

Gruño por ello, mientras me obligo a caminar impulsando mi hombro contra el árbol, al notar que en la siguiente cuadra parecer haber un tipo de mercado con mesitas fuera.

Y al llegar sobre una de ellas.

Arrugo mi ceño, intentando pararme derecho y sosteniéndome por la silla a su lado vacía.

Pobre...

Porque, una niña indigente dormida sobre periódicos y papeles en la única mesa ocupada fuera.

Estoy apurado.

Y muy borracho.

Solo quiero llegar a mi departamento.

Ducha.

Y en las pocas horas que quedan antes de mi entrada al trabajo, intentar localizar a Vanesa.

Sacudo mi cabeza.

Diablos, no sé si quiero eso.

Mi pecho duele y aprieta más ahora por la acidez que me embarga del tamaño de África al recordar su adiós a la relación de forma abrupta y sin anestesia.

Un puñal a la espalda.

Y porque, no.

Por el corazón, también.

Derecho y bien profundo.

Y otra vez.

Las putas lágrimas colmando mis ojos y por eso, necesito llamar por teléfono.

Necesito, jodidamente irme.

Y algo llama mi atención sobre la mesa de la niña indigente y profundamente dormida entre el papelerío y bolígrafo en una de sus manos.

Me inclino algo y sosteniéndome más en la silla que me sirve de apoyo mientras de reojo observo al muchacho del mercado, que atiende como si nada a otros clientes y no me confunda con un pervertido.

Porque, tal vez tiene un celular que me preste para hacer un llamado.

Pero, no.

Solo periódicos y servilletas con anotaciones en ellas.

Intento focalizar, cerrando un ojo para leer.

¿Búsqueda laboral?

Ahora entiendo su estado y ropa fea que lleva.

Y me detengo en otra cosa que me llama la atención.

Su dorado pelo, ondulado y natural.

Caramba, que bonito es.

Por su color y largo, ya que como cascada cae sobre ella cubriendo sus hombros y gran parte de su estrecha espalda y siguiendo esta y recorriendo como puedo con mi mirada.

Llego a su rostro a medio cubrir por mechones sueltos y por sus brazos cruzados bajo él.

Es muy joven.

Y no es tan feíta.

Creo.

- Hora de volver a casa, mi sexy amigo ebrio... - La voz de Fresita llega a mi espalda como su presencia acercándose, pero midiendo mi reacción al darme cuenta que jamás me dejó solo.

Sonrío con un hipo borracho y él también, mirando a la niña pobre y sin trabajo, dormida al llegar hasta donde estoy.

- ¿Conoces a la bella durmiente de la silla? - Me pregunta bajito para no despertarla.

Niego y sacudir la cabeza, golpea feroz mi cerebro pidiéndome a gritos una ducha de agua fría con una tonelada de analgésicos.

Siempre fui muy malo bebiendo.

- Por favor...solo llévame a casa... - Ruego, tomando ambos lados de mi cabeza con mis manos para que se detenga el vomitivo mareo y que las putas cosas se muevan a mi alrededor por el exceso de alcohol y noche de mierda.

- ...a dormir, pendejo... - Advierte, sacando su pintoresca billetera de vivos colores y de uno de sus bolsillos, dejando un billete de alta nominación bajo el brazo de la muchacha.

Lo miro raro.

- ¿Qué carajo, haces?

Ríe silencioso y la señala.

¿Con cierto, cariño?

- Está muy flaquita, mira su cuerpito desmedrado... - La señala, para luego sus prendas. - ...y sus viejas ropas estilo infantil, me recuerdan a mi mejor amiga de la U...

- ¿Junot? - Digo, observando con curiosidad y sobre otro rabioso hipo borracho a la muchachita dormida.

No tuve el placer de conocerla, ya que fue durante la época de estudio y hace años, cuando él y su familia se mudaron a otro estado por el trabajo de su padre.

Pocos años.

Pero suficientes para que mi mejor amigo, entrelazara un lazo muy fuerte de amistad con ella y tras una despedida por ir a vivir a África por un título de su marido al casarse, según me contó una vez.

Y con viajes, visitándola.

Pero ya sin ella en definitiva, para luego un tiempo después una tal Amely con el mismo paradero y segunda mejor amiga marchándose.

Se volcó de lleno a su carrera de Artes, más un posgrado en el exterior.

Para luego, volver a sus raíces definitivamente y abrir con su fama en auge en ese tiempo.

Su propia galería de arte.

Acá.

Palmea mi espalda para que reaccione de mi vista fija en ella, cuando veo que se saca por motus propio su chaqueta de vestir, quedando solo en camisa y la reposa con cuidado y sobre sus pequeños hombros dormidos que bajan y suben de forma pausada, para contrarrestar el frío.

Repito.

¿Con cierto cariño protector?

Voltea a mí y se sonríe.

Supongo que por mi cara ebria y asombrada.

- A una mujer, siempre se la cuida. - Suspira nostálgico. - No se la toca ni con un pétalo de una rosa. Sabias palabras que mencionó más de una vez el caliente y partible padre de mi amada amiga Juno... - Sonríe más ante el recuerdo, mientras me rodea sobre un hombro para ayudarme a caminar hasta su coche, que diviso estacionado a pocos metros.

- Pero sí, para cuidarla... - Me guiña un ojo seductor, justificando el abandono para siempre de su caro abrigo a una desconocida, empujando a que lo siga. - ...en cortas horas, debes ir al trabajar. - Me advierte. - ...apestas a mi whisky y a dinosaurio, mal bebedor...ducha. - Demanda.

Pero me detengo y obligando a ello, también a Fresita.

Por la noche de mierda.

Por Vanesa rechazándome y su adiós definitivo por teléfono.

Y miro sobre mi hombro libre de mi amigo reteniéndome a la muchachita que sigue dormida y nunca sintió mi presencia.

Que bajo la costosa chaqueta de Demian, sus prendas dan angustia y acusando las pequeñas servilletas de papel escritas.

La búsqueda de un trabajo.

Uno, que no puedo facilitárselo.

Juego con algo entre mis dedos y llevo en uno de mis bolsillos de mi pantalón de vestir.

Y sobre un par de segundo, ya decidido.

Me vuelvo hacia ella, dejando atónito a mi amigo sin saber que rayos voy hacer.

Deposito el anillo de compromiso que era para Vanesa y que tenía en mi bolsillo, bajo su mano algo cerrada y a un lado del billete dejado por Demian.

Ya que le servirá más a ella que a mí, sobre mi fantasía importándome una mierda lo que me costó, en lanzarlo a la distancia y con rabia sobre un descampado o lo primero que se me cruce.

Que, si era al fuego o un profundo mar, mejor.

Como va suceder con esta chica, cuando ella despierte y yo vuelva al infierno de vida que me toque sin Vanesa.

Cada uno por su lado.

- Tiene algo de valor... - Le murmuro bajo y chequeando otra vez al muchacho de la tienda.

Y prosigo al ver que jamás me vio ni lo alarmé, mientras dormita frente a un pequeño televisor encendido, colgado de una silla alta.

- ...te servirá más que a mí, con su venta... - Finalizo, frenando el impulso de acariciar su dorado y ondulado pelo largo.

¿Mierda y eso?

Sacudo mi cabeza a modo reproche por más que reviente mi cerebro por ello y sentir que flota en alcohol, retomando mis pasos a mi amigo y su coche.

Puta borrachera...

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