Capítulo 6: La carrera al sur de Streind II
Evein entonces tomó la espada y se dejó caer enfrente de sus enemigos.
—Hola, muchachos. —Respondió Evein.
—¡Quien chingados eres tú! —Earl McComb.
—Soy un Guerrero Vetado de la Cristiandad. —Replicó Evein.
Earl comenzó a reírse como si le hubiesen contando el mejor chiste.
—Oíste esa broma, un guerrero vetado de la cristiandad. —Dijo riendo McComb, pero cuando volteó a ver a su acompañante encapuchada, aquella figura ya había desaparecido.
—¿Eh?, vaya, estos pilares de adviento son unos cobardes. —Replicó McComb. —¡Hombres!, acaben con él.
Los matones entonces desenfundaron sus revolvers y comenzaron a disparar. Rápidamente, Evein bloqueó las balas con su espada haciendo uso de fluidos y veloces movimientos que le permitían cubrirse de las balas. Evein entonces dió otro salto y comenzó a matar los matones con su espada.
Había logrado matar a tres o cuatro matones cuando McComb lanzó al reno contra Evein. El reno tacleó a al joven, pero Evein logró frenarlo por un momento, en ese instante sintió un aura oscura que emanaba del reno. El reno resultó ser más fuerte y arrojó a Evein por los aires.
Evein se levantó rápidamente, pues los matones habían vuelto a disparar sus armas. El muchacho comenzó a correr en círculos evitando ser alcanzado por las balas y acabando con otros dos matones. Pero el reno lo volvió a embestir. Evein se dio cuenta que el reno era muy veloz.
No podría vencerlo, por lo que el muchacho saltó al techo otra vez y se fue corriendo del rancho de los McComb.
Regresó tiempo después la granja de los McAllister.
Evein cruzó por la puerta, sentados frente a la mesa los hermanos Chelsea y Shaun, así como Simma. Evein dejó la espada en la pared y se sentó cansado en lla silla.
—¿Y bien, lograste acabar con los McComb?
—No. —Replicó el muchacho. —Le inyectaron una sustancia negra a un reno que lo dejó rabioso. Planeaban utilizarlo en la carrera o algo así. —Replicó Evein.
Los dos hermanos intercambiaron una mirada incomoda.
—A todo eso, ¿por qué razón McComb tiene tanto interés en los renos de McAllister? Si han tener miles de renos ahí. —Replicó Evein.
—Eso es porque nuestros renos son especiales. —Replicó Chelsea.
—Nuestros renos son descendientes de Blitzen, quien es uno de los renos reales de Alexander Noelius. —Dijo Chelsea. —Nuestros renos tienen una sangre mágica.
—Bueno, eso explica por qué razón McComb quiere sus renos. —Dijo Evein.
—Parece que la carrera se ha vuelto mucho más interesante. —Respondió Shaun.
—¡Qué! No estarás pensando competir en la carrera después de escuchar esto. —Replicó Chelsea.
—¡Claro que sí! —Exclamó Shaun.
—¡Qué! ¡Shaun, el premio no vale tanto como para que te arriesgues contra un reno diabólico! —Gritó Chelsea.
—Es suficiente para mantener el rancho a flote. Desde que papá fue reclutado por Nussnaker en la guerra, tenemos problemas para mantenernos en números negros. Si no logramos mantenernos a flote cuando papá regrese no quedará nada.
Shaun salió de la habitación y dejó a Simma, Chelsea y a Evein.
Chelsea se sobó las sienes mientras exhalaba decepcionada.
—No te preocupes Chelsea. No dejaremos que nada le ocurra a tu hermano. —Respondió Simma. Evein estará ahí para defenderlo.
—No me preocupa que mi hermano compita en esa carrera, sino las crías.
—¿Crías? —Preguntó Evein.
—Sí, vengan conmigo, se las mostraré.
Chelsea entonces se levantó de su asiento y caminó a una habitación contigua.
Evein y Simma la siguieron.
Chelsea abrió una puerta de lo que parecía ser una alacena y en el piso sobre un cobertor estaban tres pequeños renos.
—Estos son los renos que Earl McComb quiere. —Replicó Chelsea.
La magia que recorre por las venas de estos pequeños es muy preciada. McComb ganaría una fortuna si lograra apoderarse de estos pequeños.
Inesperadamente uno de los renos se levantó del piso y caminó hasta Evein, luego se acostó sobre los pies del muchacho. El cervatillo comenzó a crecer.
—Increible...—Dijo Chelsea.
—¿Qué cosa? —Preguntó Evein.
—El reno te ha elegido a ti, Evein. Sin duda, debes tener un corazón noble. —Le dijo Chelsea.
Evein entonces acarició el reno, su pelaje era suave y su cuerpo era cálido.
A la mañana siguiente había comenzado a escucharse los fuegos artificiales, en la calle se había amontonado la gente para ver la carrera e renos. Evein no había podido despegarse del reno. Mejor dicho, el reno no quería despegarse de Evein.
Simma, Chelsea y el mismo Evein se sentaron en las gradas, en la pista los corredores comenzaron a montarse sobre sus renos. En las marcas designadas estaba un reno con el pelaje azabache erizado, con una espuma le corría por la boca.
—Ese es el reno que me atacó. —Dijo Evein. —Creo que lo llamó Erbost.
—¿Erbost? —Le preguntó Chelsea a Evein.
—Sí. —Replicó Evein.
—Ese es el reno que antes montaba nuestro padre.
Entonces se escuchó un disparo, los renos comenzaron a correr. Shaun iba en primer lugar, podía ganar, sin embargo, el reno Erbost comenzó a perder el control y a atacar a los renos que estaban a su alrededor. Iba tras Shaun.
El reno de Evein comenzó a ponerse nervioso y entonces dió un salto hacia la pista. El reno comenzó a crecer y se volvió en adulto en un instante.
Evein entonces se lanzó a la pista y se montó sobre el reno. El reno de Evein comenzó a correr, la cornamenta del reno comenzó a brillar con una luz color roja.
Erbost dejó de perseguir a Shaun y chocó la cornamenta contra el reno de Evein.
Los matones de McComb se lanzaron a la pista para dispararle al reno de Evein, pero el joven guerrero los atacó noqueandolos a todos.
El reno de Evein logró vencer a Erbost y dejarlo rendido en la pista, Evein tocó con la punta de la espada el cuerpo cansado de Erbost y al instante cambió el color del reno, había vuelto a la normalidad.
Al final del día, Shaun y Chelsea les pagaron a Evein y a Simma 25 coronas paras poder tomar el tren transiveriano. Los dos hermanos los acompañaron al andén del tren.
—¿Estás seguro que no te quieres llevar al reno contigo, Evein? —Le preguntó Chelsea.
—No, a donde vamos, solo habrá más peligros. Es mejor que se quede aquí.
—Vale pues, no te preocupes Evein. Lo cuidaremos muy bien. —Dijo Shaun. —Pero ¿no deberías ponerle un nombre al menos?
—Creo que tienes razón. —Dijo Evein. Entonces el muchacho acarició al reno. Sin saber por qué, un nombre salió inesperadamente de sus labios. —Stevian. —Dijo Evein.
—¿Stevian? —Le preguntó Simma. —¿Lo vas a llamar como el héroe de Purgis?
—Creo que sí. —Dijo Evein. —No sé muy bien, pero es como si supiese que ese debe ser su nombre.
El silbato del tren fue soplado, el tren transiberiano estaba a punto de dejar la estación. Evein y Simma subieron al tren y dejaron el pueblo de Streind tras ellos, ahora dirigiendose hacia una nueva aventura.
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