Epílogo
Ruy
Años después...
Se dice que los demonios no tienen hijos porque cuando estos crecen terminan matando a sus padres. Yo lo haría, pero después mis hermanos me terminarían asesinando a mí. No es que sean malos ni nada, hasta los quiero y toda esa mierda, pero es solo que me hubiera parecido divertido.
―¡Ruy! ―chilla, Cheshire―. ¡Ayúdame!
―Aprende a volar ―me quejo.
―¡Ayúdame! ―Lloriquea.
Bufo, entonces me levanto del techo del bus que sigue en movimiento, luego me giro a observar a mi hermano, el cual se agarra de la parte final del micro. Muevo mi maldito culo adolescente hasta donde se encuentra, luego le ofrezco mi mano.
―Vamos, agarra. ―Refunfuño cuando no lo hace.
Frunce el ceño.
―Me vas a soltar.
―Tú pediste ayuda ―aclaro.
El moreno mira mi mano, después a mis ojos, para luego aceptar. Cuando mis dedos rozan los suyos, sonrío y lo dejo caer, él rueda por la carretera. Escucho como la gente en el vehículo que, sigue en movimiento, grita, al ver el cuerpo de mi hermano rodar. Aunque, quedan igual de sorprendidos, en el momento en que, este se levanta y vuelve a correr con furia.
Va a asesinarme.
―No debí hacer eso, pero me pareció divertido. ―Me río―. ¡Perdón!
―¡¡TE MATARÉ!!
Salta, para acercarse al colectivo, clavarle las garras y detenerlo, las llantas derrapan y hacen que las gomas se desgasten, haciendo que este se detenga con una sacudida, así que me tropiezo, cayendo hacia atrás, entonces me golpeo la cabeza.
Auch.
―Por todos los infiernos, chicos, compórtense. ―Mierda, es la profesora, y también es un demonio, la cual baja del autobús―. Son efectos especiales ―le aclara a nuestros compañeros humanos, y los que no lo son, solo ruedan los ojos.
Ya me olvidé para qué vine a esta excursión, qué aburrimiento. Además, no deberían juntar nuestras clases con los seres que son comida. Eso es un peligro, me los podría comer a todos. Aunque no sé de qué me preocupa, quizás sí tengo empatía, qué asco. Lo que sea, hora de continuar con el día.
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