ÚNICO.
¿No planeaba decir algo?
Clavó sus ojos rasgados en los llorosos de la chica. El corazón le latía tan fuerte, que podía escucharlo en sus oídos. Quiso pasar saliva, pero tenía un nudo en la garganta que no le permitía ni tragar con tranquilidad.
Él quería decirle algo. En verdad. Genuinamente. Pero se le hacía imposible expresar lo que sentía sin hacerle daño, aunque sea inconscientemente.
Porque desde hace mucho sus palabras se habían vuelto como balas para ella. Cada cosa que le decía, ardía en lo más profundo de su existir.
Y es impresionante como alguien que ama te puede hacer tanto daño.
—¿Te quedarás callado?—Cuestionó la rubia. El labio atrapado entre los dientes y el corazón en la mano, dispuesto para que volviera a romperlo. Como siempre.—¿Tan poco significó lo nuestro?—Preguntó de nuevo.
Nada.
Park Jimin parecía muerto en vida. No decía ni hacía nada. Encontrarse con Rosé en el cumpleaños de Lisa después de un mes desde su rompimiento— donde no la había visto— había sido incómodo y doloroso.
Pero lo que más le sorprendió fue como la rubia, le tomó de la mano y lo llevó a un lugar apartado. Sabía que no era precisamente para un hermoso reencuentro.
Rosé sólo quería saber por qué se le había hecho tan fácil destrozar su felicidad.
Ella necesitaba saber por qué la había dejado plantada frente a todo el mundo. Si no escuchaba una respuesta, así no fuese coherente no sabría que es la paz de nuevo.
—¡Desapareciste!—Gritó. Frunció el ceño porque detener las lágrimas para este punto, era algo doloroso.—Rompiste mi corazón y te largaste ¿Acaso alguna vez te importé, Park Jimin?—Cuestionó.
Y le dolió más a ella, pensar que su relación de tres años había sido nada para él.
—¡Rompiste mi felicidad!—Continuó.
Rosé estaba tan eufórica y exhausta a la vez. Quería gritarle todo lo que había guardado durante ese tiempo, con sesiones de llanto durante la noche y terapia. Necesitaba que él supiera la cantidad de daño que le había hecho.
Park Jimin la había arruinado. Y lo había hecho de la peor manera. Rompió sus ilusiones cruelmente y tuvo las agallas para marcharse sin dar explicaciones de nada.
—¿Tú sabes cómo paso mis días? ¿Sabes cómo me he sentido estos días? —Sollozó. Las lágrimas al fin rodando por sus mejillas. La valentía se había ido y se sentía vulnerable frente a él. —Ni siquiera puedo abrir los ojos sin sentir dolor ¿Por qué me siento así?—Lloró.
Rosé llevó las manos a su cabeza, tomando entre los dedos las hebras de cabello que podía sostener. Tiró de estas, porque sentía que estaba perdiendo la cordura. Sentía que se le estaba llendo la vida de las manos.
Le aterraba.
Sus sollozos tuvieron efecto en Jimin, que aunque quería seguir con su distancia no soporto verla de esa manera. No a ella.
Porque la rubia siempre había sido un rayito de sol en las vidas de todos allí y saber que él le había hecho esto, lo hacia sentir miserable en todos los sentidos.
—Pero te sigo queriendo...—Susurró sintiendo como el hombre la tomaba de los hombros y acercaba a su pecho.
Rosé quiso suspirar de satisfacción cuando volvió a sentir la colonia de Jimin. Sus manos llenas de anillos empezaron a dejar caricias en su espalda, pero esto sólo la chico llorar más.
¿No había sido suficiente su amor por él?
No quería pensar en ello. Sólo se hundió en el olor conocido que desprendía el cuerpo de Jimin. Quería pensar que nada de eso había pasado y que todo estaba bien. Necesitaba refugiarse en su calor y esencia.
Él olía a hogar.
—Estás más delgada.—Dijo con un hilo de voz. La vista borrosa fija al frente. Las manos sosteniendo el cuerpo frágil de Rosé.
—No he tenido ganas de nada...—Respondió al aire. La cabeza apoyada en su hombro. Los ojos cerrados.
Y se sentía tan en paz.
Por primera en todo el mes podría quedarse dormida en lo que ella consideraba su lugar seguro. Podría cerrar los ojos y no sentir como su mente le daba pequeñas puñaladas a su corazón con todos esos pensamientos.
—Tienes que ser fuerte. Comer bien y cuidarte, porque todo esto pasará. Un día vas a conciliar el sueño y ya no recordarás la razón de tu dolor. Te mirarás al espejo y te sentirás inquebrantable.— Susurró.
Pero ella lo escuchó todo.
—Porque nunca nos rompemos de manera irreparable.
Rosé cerró los ojos fuertemente, las lágrimas calientes mojando sus mejillas. Aferró sus manos lo mejor que pudo a la camisa de Jimin, como si eso hiciese que se quedara.
Como si eso hiciese que él volviera a amarla.
—Encontraras a alguien que te ame.—Continuó. —Como yo nunca supe.
La rubia empujó el cuerpo de Jimin lejos. La mirada oscura y el corazón estrujado. Sollozó negando con la cabeza.
—¡No digas esas palabras!—Exclamó y agradeció que estuvieran en el patio trasero, porque no quería que nadie más se enterara de lo que pasaba.
Jimin sintió como la primer lágrima caía. Justo de su ojo izquierdo, el dolor siendo inevitable. El arrepentimiento de haber recibido el corazón genuino e inocente de Rosé, le hacia sentir horrible.
Se sentía como un monstruo.
—Tú sabes que yo te creo todo, Jimin.—Dijo en tono cansado.—Tú sabes que me duele.—Continuó.
Pero él no decía nada. Rosé se desesperaba y seguía cuestionando por qué estaba allí.
—Sé honesto conmigo.—Pidió. —Me iré y te daré cinco segundos para que me lo digas. Si no lo haces, sabré que nunca significó nada.
Silencio.
—Sabré que es el final.—Susurró.
Los tacones de Rosé sonaron por el fino suelo y jugó con sus manos mientras caminaba lentamente. Cada paso doliendo más que el anterior.
Y es que Park Jimin la había marcado de todas las maneras posibles. Había sido su primer amor.
Su primer todo.
Pero ahora lo estaba dejando ir. Ahora estaba diciéndole adiós a una de las personas más importantes de su vida. Aunque aún quedará esperanza, sólo se sabe cuando las cosas no vuelven a ser igual.
Y ellos habían cambiado tanto.
Tanto que dolía estar cerca. Porque a veces hay personas que sólo hacen parte de una etapa. Y cuesta dejarlas ir. Cuesta aceptar que ya nos enseñaron lo suficiente. Da miedo perder aquello que marcó cierto tiempo de nuestra vida.
Y él nunca dijo las dos palabras que Rosé tanto esperó. Jamás llenó esa ilusión dentro del corazón de la rubia. No pudo devolver esa alegría que en algún momento le había robado sin razón. Ella no pudo escuchar de nuevo esas palabras salir de su boca y que fueras hacia su ser.
Pero a cambio, le dijo lo que ella necesitaba escuchar, para darse cuenta de que su historia con Jimin debía ser efímera.
Ella logró entender que todo debía tener un final.
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