11. Lo que Calla la Mente
El averno se volvió más sombrío tras aquel recuerdo pues la oscuridad de su adalid, sobrepasaba cualquier penuria, mal o pesadilla que pude haber experimentado hasta ahora y es que, si bien mi cuerpo no está siendo martirizado, es mi mente aquella que noto, se ha empezado a perder por un oscuro sendero. Ya no me quedaban tan claros mis ideales, mis pensamientos y mi ser en un todo; no podía encontrarme entre aquella misteriosa fosca que nublaba mi poca humanidad. Sin embargo, recordaba a Emma, recordaba Raldaram y si bien, confieso culposo que olvidé su nombre, recuerdo el rostro de mi hijo. Aquello que perdí en vida, por lo tanto, fue mi rechazo hacia la misteriosa entidad del tártaro y su invitación a las sombras.
Ahora observaba sus relatos como un niño curioso, viendo como su presencia es mucho más presente en sus súbditos y como, a diferencia de la diosa que tanto alabé, este ser responde ante el dolor de los mortales. Si su solución es la correcta, lo desconozco, mas el solo debatir estas ideas, me causa auténtica angustia ¿Y si he caído, no solo a lo más profundo del averno, sino a lo más oscuro de mi alma? Tal vez, dentro de todo este recorrido, he ignorado el hecho de que, contrario a todo lo que pensé, sí puedo entender y comulgar con los ideales de esta criatura. No obstante, al analizar a los temibles monstruos que habitan en el averno, se me hace contradictorio asociar su figura con actos de bondad o misericordia pues era un ser corrupto, antinatural y manipulador y tal vez, por esto último, es que me pierdo en mis lagunas mentales. Probablemente, esté torpemente justificando a una criatura maligna pero astuta o, por otro lado, esta sea solo una entidad neutral que busca complacer peticiones a cambio de un terrible sufrimiento.
De igual forma, podía saciar mis dudas con el tercer pilar de la sección, aquel que me llama entre ideas inconexas y relatos sin sentido. Un pilar amorfo, complejo, intimidante y demoníaco; uno tan único como los demás. Si bien ya me había acostumbrado a esta dinámica, preferí guardar mi curiosidad por el momento y animarme a explorar e interactuar con el espectral entorno que, contrario a lo que vi en los principios de mi descenso, se había vuelto un poco más afable. La oscura aura que rodeaba el ambiente tras el recuerdo de Layla era maligno, pero por alguna razón, no sentía el peligro ante mis ojos, incluso al notar la presencia de las emociones del averno, las supuestas criaturas de estos pasadizos.
Sus formas etéreas, se habían vuelto un poco más humanas y marcadas al igual que su cercanía, que distaba mucho del sufrimiento que me generaba. En ese momento podía aceptarlas aunque la melancolía y soledad que cargaban, me inundara en una amarga depresión. Ahora danzaban alrededor mío, rodeándome en un juego infantil. Aquello me hizo reír, sensación que creí imposible en el tártaro, pero luego me encontraba llorando mas mi llanto, no se atribuía a ninguna emoción en concreto, solo lloraba. Era extraño pues las sensaciones que experimentaba, carecían de propósito en este escenario, como si mis sentidos se hubiesen alterado y no pudiesen conectarse con mis sentimientos.
Al cabo de un rato, las criaturas comenzaron a dispersarse, invitándome a seguirlas por los riachuelos estáticos del averno. Flotaban cuan ánimas con una elegancia cautivadora mientras que yo, parecía hipnotizado persiguiéndolas torpemente. Tropecé en más de una ocasión, pero mi mirada continuaba fija en una de ellas, la de mayor cercanía conmigo. La seguí por minutos, tal vez horas... incluso debato si fueron días. La sensación del tiempo era extraña en este lugar pues así como los principios de la gravedad no aplican aquí, el tiempo se ve distorsionado y aunque mi mente me indique que llevo demasiado tiempo en este sinsentido, mi cuerpo me dicta que solo han pasado un par de minutos. Sin duda, el averno era una dimensión ajena a cualquier plano que yo haya conocido. No es el Vacío donde las almas reposan, tampoco un Panteón donde dioses pueden observar el mundo; es un plano que escapa al entendimiento de las dos deidades creadoras, un submundo creado por un sentimiento confuso y ambiguo.
Finalmente, la divertida persecución degeneró en un juego mucho más digno del infierno que estaba condenado a vivir. Ahora su forma etérea se me presentaba en una contradicción enfermiza pues la criatura, parecía un niño, uno familiar y ajeno de igual manera, a mis memorias. No era mi hijo pues ni el averno sería tan cruel como para torturarme con aquel que no logro recordar, sino que apeló a un sentimiento mucho más antiguo, anterior a la capacidad de entendimiento de mi cerebro, una emoción que jugó indirectamente, un rol importante durante el resto de mi vida. Y yo lloraba en ese momento, sufría al ver su figura fantasmal llena de miedo y confusión, un infante destinado a sufrir que huía de mi presencia. Buscaba protegerlo, alejarlo de aquel mal, pero su huida solo lo sumergía más en la oscuridad carcomiendo su mente y envolviéndolo en una coraza de inseguridad. Aun así, no lograba recordar el porqué de su dolor, mas reconozco que nunca fue producto de mis lagunas mentales, mucho menos de las ideas inconexas del averno, sino que era un deterioro en mi mente del cual nunca fui consciente. Me acerqué al niño quien ya no corría, solo me observaba sentado con sus piernas agarradas y temblando de miedo. Mis pasos eran torpes y el extender mi mano para acariciarlo me costaba, pero nuestra cercanía fue interrumpida por la aparición del resto de entidades quienes, con sus largas y morbosas manos, comenzaron a toquetear al niño, rompiendo su piel, deformando su rostro y amputando sus extremidades hasta volverlo, una masa amorfa y sin vida.
El brillo espectral que rodeaba el averno se apagó, sumergiéndome en la misma caverna oscura y sin vida. De igual modo, las emociones o seres que adornaban el lugar, volvieron a dispersarse dejándome de nuevo en mi soledad. A pesar de su confuso espectáculo, mi mente logró encontrar y manifestar dicho recuerdo, memoria que me hizo gritar de dolor y agonía, un aullido acompañado de un amargo llanto y finalmente, un rugido de furia e impotencia. Fue cuando entendí la distancia entre mis emociones y mis actos, el como mis prejuicios, fueron infundados desde la perversión de mi infancia y tal vez, la razón por la cual mi alma, no observa con tanta extrañeza este lugar.
Aquello, sin embargo, no solo me trajo reflexión, sino desorden pues mis memorias, ahora se curtían en escenas bizarras pero lógicas para mí, generando un espantoso debate entre lo que pudo y no pudo ser mi vida. No recordaba haber corrompido el alma de mi esposa, mucho menos la de mi hijo, pero arruiné sus vidas con mis decisiones, no obstante, ¿Sería posible que yo haya querido ocasionar esto? ¿Que mi cerebro no se atreve a mostrarme la verdad del monstruo en el que me convertí con los años? Yo puedo con la verdad, aunque tal vez El Oscuro me llamase con anterioridad, aunque pueda y no pueda ser que apareció en mi vida mucho antes del marchitar de mi alma. Y he ahí el pilar de mi problema, el hueco argumental de mi relato, aquello que no logra cerrar el ciclo en mis maquinaciones, ¿Cómo era posible que yo conociese al Oscuro, que siquiera pudiera pronunciar el nombre de un dios olvidado? Nadie en Soriius conocía su culto, ni en Raldaram, ni en Faruth, ni siquiera en Inusha; pero por alguna razón, lo conocía perfectamente, no solo su existencia, sino su verdadero llamado, su verdadera entidad, el nombre que hasta ahora no logro recordar. Soy consciente de que tuve que saberme su credo alguna vez, mas no recuerdo como y es precisamente eso, lo que me sumerge en una vorágine de confusión.
Mi debate solo logró enfermarme, haciendo que corriese hacia el pilar desenfrenadamente. Necesitaba recordar, recordar quien fui realmente y por qué cada vez que me adentro más al averno, me cuesta más aceptar mi humanidad y como era posible, que mi conexión con aquel que llora en los avernos, sea tan vigente. Al cabo de un rato estuve frente al pilar, aquella estructura amorfa y ruin que me hablaba sobre un ser ajeno al plano terrenal, una criatura de juegos perversos y origen misterioso, un monstruo que se regocijaría en un poder como aquel que El Oscuro brinda a sus adalides. Y la curiosidad me carcomió, e introduje mi mano en el pilar de grabados crípticos y relatos inconexos, aceptando que consumiese mi cuerpo y que me diera la bienvenida a una nueva pesadilla.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top