10. Ataque.
Roy, Zuhey, Greg ni Astor tenían prejuicios en cuanto a la posición actual de Lucca. El hecho de que fuera elegido por Zahir como pareja sí les sorprendió, a todos, simplemente porque la unión Dorado-Palladium no tenía precedentes. Lucca siempre había sido obediente, de origen desconocido, pero hasta el momento nunca mostró signos de deslealtad. Cuando Garreth le ordenó a Zuhey que lo azotara ella vaciló, pero debía acatar la orden de su líder, así que muy a su pesar ondeó el látigo; admitía para sus adentros que estuvo aliviada cuando Zahir llegó y detuvo semejante espectáculo.
Pero esa noche, después de recibir las instrucciones de Lucca y las armas, ellos cuatro debían retomar lo antes posible sus posiciones: debían estar alerta puesto que el enemigo podría presentarse en cualquier momento y de manera inesperada.
-¿Pero qué es eso?- Roy escuchó la voz de Astor por medio de sus intercomunicadores casi invisibles que tenían en su oído derecho.
-¿Dónde?- indagó por el micrófono que pendía del cuello de su gabardina.
-Viene del sur... es... parece una... ¿una motocicleta?
Zuhey se apresuró a mirar usando sus binoculares nocturnos; entonces la vio, era la motocicleta de la Plateada Trish, y ese que venía en ella era un varón, eso era más que claro; pero por el casco no podía verle el rostro aunque intuía de quién se trataba.
Bajó a paso veloz por las escaleras de la torre de vigilancia que ocupaba y le avisó a sus otros compañeros; -abriré la puerta, creo saber de quién se trata; el Dorado Zahir estará complacido de tenerlo en el cámara de tortura.
El conductor atravesó el portón metálico, aparcó la motocicleta en la entrada de la mansión y bajó de ella quitándose el casco; caminó de manera apresurada hacia la puerta de madera y cuando estuvo por golpear con los nudillos, esta se abrió.
-¡Estamos en problemas!- exclamó el recién llegado, pero no pudo decir más puesto que un aullido de dolor fue lo que escapó de sus labios; Zuhey le había tomado del cabello y arrastrado prácticamente el anterior.
-¡Todos estamos en peligro!- advirtió Adael, pero su captora era mucho más fuerte, los siglos no pasaban en vano, Zuhey era una vampira madura y enérgica.
Hank y Jenn se encontraban por un pasillo cercano, puesto que habían ido a cambiar las sábanas de la habitación de Zahir.
-¡Hank!- gruñó Zuhey.
-¿Ss-sí?
-Ve al cuarto de armas, e infórmale a los Dorados que llevaré a Adael a la cámara de tortura.
-Sí, señor-, le entregó a Jenn el canasto que sostenía y fue hacia donde le indicaron.
-¡No, tú no entiendes; suéltame!- escuchó la voz del Plateado Lanz antes de empujar las puertas del cuarto de armas e ingresar donde todos los Dorados de hallaban.
... ~ ...
Las botas le llegaban hasta las rodillas y su gabardina ondeaba de manera elegante; sosteniendo el fuete de manera firme, detuvo el paso frente a Adael Lanz.
-No puedo creerlo, me has decepcionado; pensé que eras mi amigo- exclamó Zahir.
-Lo siento- bajó el rostro.
-¿Tú robaste las armas del baúl y las colocaste en la celda de Lucca?, ¿Dónde escondes la tercera?
Sus hombros se hundieron, se hallaba encadenado de muñecas; justo como lo había estado Lucca; -sí, yo fui; pero sólo tomé dos armas- sacudió la cabeza y elevó la voz, -¡Aunque eso no es lo que importa ahora; hay algo que...!
-¡Entonces serás castigado!- interrumpió Zahir y levanto la mano que sostenía el látigo.
-¡No!- Grisell intervino, -No fue su intención; lo hizo sin pensar.
-A pesar de ser muy joven y algo inmaduro; es uno de los mejores- habló también Yumiel.
Zahir caminó hacia sus amigos, detuvo su mirada en Yumiel y le dijo; -si alguien hubiera intentado incriminar a Grisell, si Grisell hubiera recibido un castigo injusto, ¿qué harías?
Él miró hacia las pupilas dilatadas del pelinegro y dijo con convicción -te comprendo, yo haría lo mismo. Respeto y acato las normas de los Sulu, estamos en su territorio y las cosas deben hacerse como tú deseas; pero entiende, mi Clan ha sido devastado, pocos hemos sobrevivido, no puedo dejar que Adael sea dañado de manera irreversible.
-Mis señores- exclamó Adael, ganándose una mirada de furia por parte de Zahir, es decir, ¿cómo se le ocurría hablar cuando iba a ser castigado?; pero aún así se hincó y continuó, -aceptaré la condena que me impongan, soportaré mil latigazos de ser necesario; porque admito que actué mal, me dejé llevar por mi inmadurez, tanto que incluso escapé- tragó saliva e inhaló, -pero si estoy aquí es porque he descubierto algo acerca del enemigo.
Garreth dejó su posición, puesto que todo eso del juicio y lo referente a Lucca se lo había relegado a Zahir, y dijo; -habla, Plateado Lanz.
-El Clan Kiell sigue vivo, algunos acampan al sur- explicó, -al instante no los reconocí, y pensé que sólo eran errantes, pero luego vi un emblema, era un lobo rojo atravesado con una gran cruz negra; eso no me dijo nada sobre quienes eran, sino hasta que mencionaron a Tylem Kiell.
-¿Un lobo rojo con una cruz?- exclamó dudosa Celmy, -no existe ningún emblema que tenga una cruz.
Arleny negó con la cabeza, -no lo hay, pero el lobo rojo es el sello de la antigua Dinastía Romanno; ellos desaparecieron hace siglos, todo su imperio empezó a desmoronarse cuando la princesa Sulli fue secuestrada y...- se quedó callada, atando cabos de manera rápida, pensado en la revelación que tuvo cuando tocó la frente de Lucca; sacudió la cabeza y lo miró.
El castaño tenía el ceño fruncido y la diestra en la sien, parecía incómodo; pero todas sus conjeturas tuvieron que pasar a segundo o tercer término puesto que una explosión se oyó y luego un estruendo que hizo temblar incluso el suelo.
-¡Mis señores!- Astor entró a la cámara dando trompicones, -¡el muro del lado norte ha caído; nos atacan!
-¡A sus puestos!- exclamó Aghar, todos se movilizaron en cuestión de segundos; pero el ambiente se tornó más escabroso cuando un pitido inundó la sala, seguido por un gruñido de dolor.
Los Dorados miraron al recién llegado que se había abalanzado hacia donde estaba Hiram, interponiéndose entre él y Garreth, protegiendo así al Dorado Sulu.
-¡¿Pero qué haces?!- exclamó Celmy al ver horrorizada como ahora Hiram apuntaba hacia ella.
-¿Qué no es obvio?- hizo un ademán con la zurda para acomodarse el cabello.
-¡Era usted!- las palabras de Adael sonaron a afirmación, -¡Usted le mandó información a los del campamento del sur!- furioso tiró de las cadenas tratando de librarse, -¡Así fue como supieron cómo entrar al territorio Lanz, usted es el traidor!
La risa de Hiram retumbó, parecía un completo demente; -en efecto, joven e inmaduro Plateado.
-¿Permitiste que mataran a nuestra hermana?- preguntó Grisell, su mirada parecía vacía, como si aún estuviera entendiendo lo que ocurría.
-Te equivocas, hermania- Hiram caminó hacia Celmy y tirando de su cabello la jaló hacia él, colocándola de tal modo que pudiera usarla como un escudo de carne y hueso; -no lo permití; lo hice yo mismo.
Grisell contuvo su respiración y Yumiel apretó los puños, la declaración cínica era demasiado.
-¡Suéltala!- gritó Litza, -sino te arrancaré la cabeza.
-Oh, no- Yumiel meneó la cabeza, -yo tendré ese placer- y caminó hacia él.
-¡Detente hermano, o le disparo, lo juro!- amenazó.
Obedeció, justo cuando Arleny dijo, -no vuelvas a llamarnos hermanos; a ninguno de nosotros, maldito traidor.
Hiram los miró, pero luego los pasos de Grisell lo distrajeron por unos instantes, la pelirroja también se estaba acercando a él; y sólo ese pestañeo bastó para que Yumiel hiciera su movimiento: a una velocidad impresionante se aproximó y le clavó las uñas en el cuello.
Al sentir que la fuerza del agarre disminuía, Celmy empujó a su agresor y se liberó de inmediato; a ella también le hubiera gustado propinarle un par de golpes pero comprendía que existía mucha cólera contenida por parte de los Lanz.
-¿Por qué lo hiciste?- preguntó Grisell, ya bastante cerca.
-Tylem Kiell... planea acabar cc-con todos los Clanes- la sangre de su cuello salía a borbotones y el aliento le estaba faltando, -era mejor servirle de una vez y no perecer.
-Es una lástima que tu plan haya fallado- Arleny también se hallaba allí, dispuesta a vengar a los suyos.
Zahir caminó hacia Adael y jaló las cadenas, liberándolo y dejando que se uniera a los otros Lanz, quienes ya estaban a mitad de la labor que consistía en desmembrar al traidor.
-Hay que sacarlo de aquí- exclamó Celmy al acuclillarse junto a Garreth, este se hallaba presionando la herida de Astor, puesto que su hombro lucía más como una masa rosácea sanguinolenta, -no parece demasiado grave, se recuperará, sólo hay que dejarlo descansar.
Aghar auxilió a Garreth, y entre los dos ayudaron a Astor a ponerse de pie para salir de la cámara.
-¡Rápido, al pasadizo!- Yomara y Roy los interceptaron en uno de los pasillos, ya se escuchaban algunos gritos y explosiones. La estratega había movido a todos los soldados en cuestión de segundos, ahora sólo había una cosa más por hacer; -¡deben salir de aquí cuanto antes!
-Yo me quedo- Litza se plantó firme, -lucharé al lado suyo-; era bien sabido que los Plateados eran los protagonistas de las guerras y luchas, y su deber por sobre todas las cosas era proteger a sus líderes, pero en esta ocasión Litza no quiso.
-Los Lanz también nos quedamos; no permitiremos que su familia tenga el mismo destino que la nuestra- Yumiel habló por él, su pareja y por su hermana Arleny; ellas lo confirmaron con un movimiento de cabeza.
-Entonces está decidido; todos nos quedamos- afirmó Aghar, y luego se dedicó a dar órdenes; -Yomara, Roy, lleven a Astor a un lugar seguro y déjenlo descansar un poco; los demás iremos al cuarto de armas, haremos uso de ellas y nos incorporaremos al plan de Yomara, ofreceremos la mayor resistencia posible; que no se diga que no luchamos hasta las últimas consecuencias.
No se habló más, los Dorados junto con Lucca marcharon hacia el lugar donde se resguardaban las armas.
El castaño iba rezagado, todo había sucedido que manera rápida, pero la mención de un emblema con un lobo, el color rojo, los nombres de Tylem Kiell y de Sulli Romanno habían abierto una puerta que jamás pensó que estuviese allí, era algo desconocido pero familiar.
Miró a su alrededor, por uno de los pasillos logró ver escondido a Jenn, y era obvio que cerca estaría también Hank. Movió la cabeza indicándole que los siguieran, el joven Palladium comprendió y silenciosamente obedeció.
... ~ ...
Miró sus uñas, debajo de ellas había rastros de sangre seca, no había sido sencillo desmembrar a alguien que antes fue su familia pero la rabia la invadió, y además se lo merecía.
-Grisell, no le des tantas vueltas al asunto- le animó Arleny; -juramos acabar con los malditos que nos hicieron daño, y lo cumpliremos.
La pelirroja asintió y cogió un arma; todos ellos estuvieron presentes cuando Lucca instruyó a los Plateados sobre su uso, así que sabían lo que tenía en las manos.
-Será mejor dividirse- dijo Lucca, atreviéndose a opinar y, por decirlo así, a darles órdenes a los Dorados; -debemos ir a cada una de las torres de vigilancia y acatar las órdenes de quien esté al mando en ese punto.
-¿Cómo dices?- Garreth frunció el ceño.
-El Dorado Aghar dijo que debíamos incorporarnos al Plan de Yomara- explicó- y si no lo hacemos de esta manera entorpeceremos su operación.
-Me parece razonable- agregó Litza, -nos dividiremos; Celmy y yo iremos a la torre norte; Garreth y Aghar al sur; Yumiel, Grisell y Arleny al este; y los demás al oeste- colocó su arma en su cinturón, -vamos- no preguntó, simplemente dio la instrucción.
Salieron del recinto llevando la mayor cantidad de armas con ellos, municiones y todo el armamento que, si bien ellos no usarían, se los darían a sus soldados.
Aunque se habían quedado solos y al último, Adael tuvo que tragarse sus lloriqueos: ir con Lucca al oeste no sería de su agrado, pero no podía elegir, no cuando al parecer le habían perdonado la vida o por lo menos postergado el castigo; sin embargo de lo que sí se quejó fue del tirón en el brazo que le dio el castaño obligándolo a permanecer en el cuarto de armas.
-¿Qué carajos crees que haces?- le miró ceñudo, pero luego relajó el gesto cuando notó que no sólo él había sido halado, sino Zahir también.
Lucca ignoró las interrogantes de ambos y meneó la cabeza, indicándoles a Hank y Jenn que entraran.
-¿Lucca?- dijo Hank, los jóvenes Palladium lo miraron expectantes y luego sorprendidos cuando cargó un par de armas y se las ofreció, una a cada uno.
-Siempre han querido ser los héroes, ¿no es así?
-Sí, pero... -Jenn titubeó.
-Esta es su oportunidad- los obligó a tomar las pistolas.
-¿Cómo dices?
-Escoltarán al Dorado Zahir, sano y salvo fuera de aquí, ¿entendido?
-¡¿Qué?!- Zahir exclamó indignado.
Lucca lo ignoró y miró a Adael; -llévatelo, es lo único que te pido.
El Plateado Lanz miró a Zahir, que estaba furioso, pero por otra parte comprendía a Lucca; él quería cuidar de Zahir.
Asintió apretando la mandíbula.
-¡Estás equivocado si crees que me iré con ellos!- gritó el pelinegro.
-Lo siento, pero lo hará, mi señor- Adael hizo una reverencia y lo tomó del antebrazo.
-¡Suéltame, o te juro que esta vez sí te desollo!- se zafó y lo miró molesto, con las pupilas oscuras y dilatadas.
Lucca caminó hacia el pelinegro y rodeó su cintura con el brazo izquierdo para después estamparle un beso en los labios, fiero y demandante. Zahir forcejeó, pero tras unos instantes se dejó hacer y correspondió con el mismo ardor y entusiasmo.
Tanto Hank como Jenn desviaron la mirada algo nerviosos, en cambio Adael exhaló tan fuerte que sus fosas nasales se dilataron.
Cuando Lucca notó que su pareja ya no oponía resistencia, con la diestra le acarició el cabello y luego lo golpeó en la base del cráneo.
La cabeza de Zahir cayó hacia atrás, ahora estaba inconsciente.
-Perdóname- musitó Lucca tras besarle la sien, para después entregarle el cuerpo a Adael; luego miró a este y dijo, -Hank y Jenn te guarán al pasadizo de escape, confía en ellos.
El Plateado asintió.
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