PRÓLOGO





          LA HABITACIÓN SE VIÓ INUNDADA POR UN SILENCIO SEPULCRAL. El cuál ninguno de los progenitores Eaton se vió impulsado de momento, en romper. Estando cada uno sumergido en sus propios pensamientos los cuales llegaban a un destino común.

No fue sino hasta unos minutos después que Leslat, el cabeza de familia se aclaró la garganta que su esposa despegó su mirada del ventanal que daba hacia los excelentemente cuidados jardínes de la mansión Eaton para volverla hacia el hombre que mantenía una expresión imperturbable. Sin una pizca de emoción.

Aunque Morgana lo conocía suficiente como para saber que deseaba respuestas ante la propuesta que se les había presentado aquella mañana dentro de un sobre pulcro con ortografía perfecta y sello del Capitolio.

—¿Qué es lo que en verdad quieren?

La mujer le lanzó una mirada obvia—. Tú mismo leíste la carta. Todo estaba ahí ¿Qué más quieres?

—No estoy seguro. Motivos, quizás.

—¿Enorgullecer y enaltecer tu apellido no debería ser suficiente?

—No si mi única hija es llevaba como oveja al matadero.

La sonrisa en la mujer hizo que Leslat frunciera el ceño.

—¿Por qué demonios sonríes? —cuestionó el hombre con rudeza.

—¿Tan poca estima y confianza tienes en nuestra pequeña? —preguntó en tono de burla mientras afianzaba el cruce de sus brazos con una postura segura.

Una risa irónica no tardó en abandonar los labios del hombre quien no podía evitar sospechar de los verdaderos motivos de aquella llamada propuesta hecha personalmente por el hombre más poderoso de todo Panem. ¿La razón? No confiaba en él.

Detrás de la fachada de aparente encanto del hombre sabía que lo que encerraba no era para nada bueno. Parecía especialmente ensañado con su familia al enviar en cada cosecha a un miembro de esta para que de todas las formas posibles no pudieran salir inertes de la arena. Él había sido el único miembro escogido con la suerte suficiente como para sobrevivir y volver de aquel infierno que jamás olvidaría.

Y ahora, Coriolanus Snow mandaba una inmunda carta en la que proponía la participación de Victoire, su única hija en ese perverso y sanguinario juego del que dudaba que pudiera salir ilesa.

Y, ¿Propuesta? Sabía que eso no era una propuesta. Era más bien un aviso de parte del hombre anunciando que el nombre de Victoire no pasaría desapercibido en la cosecha anual.

Al contrario de lo que su esposa podía argumentar, el tenía plena confianza en su hija. Sabía sus capacidades, la fuerza e inteligencia que no dudaba en demostrar, jamás doblegándose ante nada ni nadie y siempre manteniendo el temple digna de un Eaton. Había entrenado toda su vida como los demás profesionales para la posibilidad de que algún día pudiera suceder y ser escogida pero creyó, ingenuamente, que al ser la primera mujer en décadas de su familia y al no haber sido elegida desde la edad reglamentaria, tal vez pudiera pasar desapercibida entre los demás profesionales.

Que pudiera salvarse de las garras del capitolio y todo lo que los Juegos implicaban.

Además de Snow su confianza no estaba depositada en el capitolio en general. Sabía por experiencia propia las trabas a veces un tanto descaradas que los vigilantes solían poner a los jugadores con tal de que fueran cayendo rápidamente tal cual juego de dominó para así tener el ganador predilecto y un espectáculo digno de encomio.

Su hija sería enviada a una sanguinaria arena con otros jóvenes como ella para matarse a modo de entretenimiento de los más privilegiados de Panem.

—Sabes muy bien que no es eso, Morgana.

—Entonces déjala que vaya, haga honor a su nombre y demuestre su valía. No es una niña, Leslat.

—Tiene quince años, Morgana. Esto no es un simple juego de niños. Quieres enviar a nuestra hija a una arena de muerte.

—Estará bien —insistió la mujer.

Leslat volvió a su expresión neutral mientras ejercía presión en su mandíbula. No sabía que rayos estaba pasando con su mujer. Sabía la disciplina que quería ejercer en su hija y no estaba en contra de ello. Incluso se mostró de acuerdo para que pudiera comenzar su entrenamiento como profesional para estar preparada en tal caso de que llegara su momento. Pero la insistencia y actuar despreocupado ante esta situación de Morgana le hizo replantearse ciertas cosas.

Su insensibilidad ante la situación en la que quería someter a su hija era impresionante.

Sabía desde que la conoció que era una mujer ambiciosa. Alguien que tuvo que casarse con él solo por el beneficio de no quedar por completo en la quiebra después de los escándalos que antecedían a su familia. Y después de décadas habían logrado cierto nivel entre la sociedad privilegiada de Panem. La mujer se había ganado fama como una de las damas más respetadas por su inteligencia y poder con las palabras para llegar y obtener lo que quería.

Y no le había tomado importancia hasta ahora, que sentía que su ambición estaba yendo más lejos hasta el punto de convertir a su hija en una víctima más de ella.

Era como si no le importara la vida de su hija con tal de mantener su estatus.

—¿Qué quieres ganar con esto? De verdad —decidió ser directo.

—¿Disculpa? —expresó con disgusto e indignación—. No me está gustando lo que tratas de suponer sobre mí.

—Solo quiero que seas honesta.

—Ya te lo dije, Leslat. ¿Qué rayos sucede contigo? No te interpusiste cuando quise comenzar su entrenamiento ¿Y ahora te escandalizas?

—Ya te lo dije, mujer. Un entrenamiento no es nada, la arena es diferente. Yo lo viví en carne propia y tú perfectamente sabes cómo terminan los que se involucran de cualquier forma con Los Juegos.

Morgana endureció su expresión.

—No sé de que hablas.

Se hizo la desentendida.

—¿Ah, no sabes? —cuestionó sarcásticamente.

—Es un tema pasado, Leslat. Creía que ya lo sabías. No veo necesario traer a colación un tema muerto y sepultado en más de treinta años.

—Yo sí lo veo necesario. Quieres que nuestra hija vaya a la arena y se traiga la victoria. Es un gran riesgo, puede que pierda o gane. Y si lo hace ¿Qué? ¿Crees que volverá a retomar su vida cómo antes? No pasará. Ni siquiera sabemos si podrá volver a casa. ¿Has pensado cómo afectara todo lo que vea y tenga que pasar en su salud mental?

«Porque tal parece que no te importa» se abstuvo de decir.

La mujer desvío la mirada de nuevo hacia el enorme ventanal.

—El presidente Snow lo ha dicho. No hay nada que podamos hacer al respecto aunque queramos, querido. Ambos sabemos las consecuencias de ir en contra de lo que él dicta.

El hombre miró con incredulidad.

Su ambición se estaba llevando la poca racionalidad que tenía.

—Eres increíble.

Espetó con disgusto para continuamente pasar por su lado y abandonar la oficina notablemente enojado.

Morgana enseguida logró divisar a su hija paseando por los jardines con impecable postura aprendida de sus incontables lecciones y con cabeza en alto mientras apreciaba las incontables y cuidadas flores que hacian parte de esa sección del complejo y el trabajo de los sirvientes que iban de un lado a otro enfrascados en sus quehaceres.

Leslat se comportaba como un dramático. Victoire había estado preparándose toda su vida para ese momento. Confiaba en las capacidades de su hija porque ella misma se había encargado de supervisar y corregirla en todo el camino. No le había puesto su nombre por nada. Sabía que en cualquier momento llegaría la oportunidad de hacerse vencedora de cuántas batallas se le presentaran en la vida y esta no sería la excepción.

Además, lo único en lo que Morgana Eaton podía pensar en ese momento era que la oferta del presidente era como mucho tentadora. No solo le otorgaría más reconocimiento a su familia sino que le devolvería su fama a los Deméter. Una misión en la que Bellatrix había fallado estrepitosamente. El que Victoire ganara los juegos le garantizaba devolver a aquella familia su antigua gloria olvidada en medio de una historia manchada de conspiraciones, traición y sangre.

No permitiría que su hija se entrometiera en sus planes y echara todo a perder. Así fuera lo último que hiciera.

Toda acción requería sacrificios. Y Victoire tenía y debía ganar Los Juegos del Hambre a como diera lugar sin importar el costo.



























































































Holisss gente ¿Cómo están? Acá les traigo el prólogo de esta historia que me tiene muy emocionada. Ya vemos como empieza cuando Victoire ya está prácticamente seleccionada para representar al distrito uno en los 67° Juegos del Hambre.

Además logramos ver el punto de vista de sus padres al respecto. ¿Qué es lo que su madre no quiere recordar en torno a los Juegos? ¿Quién es Bellatrix? Bueno lo verán mientras avanza la historia.

Espero que les guste y continúen con la lectura. Ya saben, no se olviden de votar y comentar. No es difícil ni lleva mucho tiempo.

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