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Las chicas corrieron lejos de la biblioteca, ya las penumbras de la noche estaban a su punto máximo. Annie atropelló a un hombre de camisa blanca que salía del cinema con un vaso casco, y este le señaló el dedo medio.

—¡Que te jodan! —murmuró Annie mientras seguía corriendo—; ¡Kate!, Apurémonos a llegar a la mansión de Luis.

—¡Es que no está ni un poco cerca de acá, al menos hora y media tardaremos en vehículo —replicó Kate. Annie hizo una . Las chicas cruzaron la plaza grande haciendo una diagonal en esta, y matemáticamente era el camino más corto. Pitágoras le había acertado nuevamente. Sortearon la fuente y caminaron hacia la otra punta. Cruzaron la calle y Kate grito «¡Taxi!», un coche se detuvo y abrió sus puertas.

—¡Llegaremos tarde! —dijo Kate.

Annie paso la dirección al taxista, ya que ella lo recordaba mejor y el vehículo se puso en marcha...

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