Eijirou Kirishima

La apariencia del príncipe lo tomó por sorpresa. No sabía exactamente qué esperaba, pero sin duda no se esperaba a un hombre de excepcionales rasgos que sin duda podría catalogar como bellos y atractivos. Este los miraba desde la puerta; irónicamente, esos ojos salvajes y cálidos contrastaban con la tes serena, ¿acaso toda la gente de aquí estaba destinada a deslúmbralo por sus rasgos y colores?

Los segundos corrieron y un silencio se formó, Aizawa no pronunció nada y el príncipe menos. Parecía que Izuku y él sobraban en esa sala y no tardó nada en confirmar esa suposición una vez que el hombre de de ojos rojos entró a la sala.

- ¿Es todo lo que dirás? - la voz del joven resonó segura y elegante entre la estancia, confirmando la preparación de oratoria que cualquier líder debe poseer. - Me sorprendió mucho cuando Iko me informó que mi tutor había regresado y aún más cuando estaba preguntando por mí en el castillo y me surgieron muchas preguntas, nuevas y viejas. Pero comencemos en ¿por qué estás aquí?, ¿por qué ahora? Podría vetarte de aquí y del reino con solo ordenarlo.

- Veo que el rey se encargó de envenenarte el corazón, justo lo que más temía tu madre.

Fue minúsculo, pero pudo apreciar varias emociones en un tiempo récord en el joven heredero a la corona: sorpresa, tristeza, dolor... No sabía qué estaba haciendo el mayor, pero no era bueno. Nadie se ganaba un techo ni mucho menos la cercanía de alguien tocando fibras sensibles y decían luego que él era el idiota que no sabía tratar a los demás. El rostro sereno del sujeto era preocupante y se esperaba lo que justo trataban de evitar desde que pisaron la capital.

- No tengo tiempo para esto, estoy teniendo un buen día y no permitiré que un agrío recuerdo hecho persona me lo arruine, pero mamá me mataría si te saco a través de los guardias sin darte una oportunidad. Anda, habla de una buena vez que no suelo desperdiciarlo en tonterías como esta, nocturnales.

Se tensó ante tal comentario insolente, sintiendo la irá crecerle pues sentía sus palabras personales. Era increíble como el chico, además de bonito, simulaba tener una buena lengua filosa y eso que eran contadas las palabras que había tenido el grandiosísimo placer de oírle. No obstante, el mayor había orillado a que él se comportara de manera tan poco grata.

- Bien - la voz ronca del mayor rompe la tensión, pero no la aliviana. - Estoy aquí porque tengo un encargo importante que hacer en la capital, uno comercial y no tengo dónde quedarme.

Frunce levemente el entrecejo, eso no era lo planeado, ¿por qué su maestro estaba cambiando al plan en el último momento? Maldita sea, si se quedan sin techo por hoy, otra vez, jura que golpeará a alguien de puro coraje. Sus pies le matan, necesita un descanso con urgencia en una superficie suave sin los molestos mosquitos y sin los ronquidos de Aizawa.

Ve a Eijirou y aprovecha que toda su atención está puesta en otra cosa para darle un rápido, pero significante vistazo. Las telas vaporosa de color rojo están esparcidas de maneras muy llamativas por esa piel, logrando resaltar más su color acanelado y eso era algo que nunca jamás había visto en su vida. Parecía ser telas suaves y sencillas, nada de diseños sobre la misma pues parecía que el fin de éstas eran hacer lucir bien al portador, nada más.

No puedo evitar notar las piernas que yacían desnudas a partir de cierta altura del muslo y, entre las capas más traslucidas de esa tela roja, su abdomen se apreciaba perfectamente. Ninguna las telas que adornaban su cuerpo era ajustada, sino floja y era elegante a su forma. Los accesorios dorados eran un buen complemento, ese brazalete en el brazo y la gargantilla se veían excelentes, delicados en ese cuerpo. Continuó observando hasta que se topó con ese bonito rostro que lo estaba mirando fijamente.

Apartó la vista de inmediato avergonzado, ¿desde hace cuánto lo estaba viendo? Maldita sea.

- ¿Él quién es? - la pregunta le hace contener la respiración, al parecer se sumergió en su "rápido" vistazo que se perdió un tramo de la conversación. - Parece que soy de su agrado por la manera en que me mira.

Por la forma en que dijo lo último le hace volver a replantearse el cómo lo estaba viendo; sin embargo, gira los ojos ante la vanidad evidente del chico. No es para tanto, al final de cuentas es débil para sus gustos personales.

Siente la mirada de Aizawa y de Izuku en su persona, lamentablemente no puede hacerse el loco y fingir que ese incomodo momento nunca pasó. Por esa razón, termina dando la cara maltratándose mentalmente por olvidar el acuerdo de no llamar demasiado la atención durante el primer encuentro y es que una persona de 1.88 nunca pasa desapercibido, menos en esta tierra extranjera donde sus características son tan poco comunes.

- Es un compañero - responde su maestro sin dar más detalle. - Ambos han venido conmigo.

A pesar de las palabras del mayor, el pelinegro de ojos rojos no quita la mirada de él y por nada del mundo piensa ceder ante esos ojos retadores. Jamás, nunca en la vida podría dejarse intimidar por un hombre que no parece más que un berrinchudo, alza la barbilla y echa para atrás los hombros en un silenciosa advertencia que él realmente era de cuidado. Un guerrero letal que podría noquearlo de un puñetazo si quisiera.

Confirma que sí era el tipo de la ventana, pues esos ojos no huyen, sino que lejos de expresar incomodidad o miedo, parecen expectantes.

"Que tipo tan raro - piensa. - para ser un debilucho tiene mucho valor".

- Omites cosas - afirma apartando la vista de su persona, el peso que inicialmente estaba recargado en una pierna pasa a otra a la par que se cruza de brazos y mira tranquilamente al hombre de ojos amarillentos.

- Te has vuelto suspicaz y eso es bueno - apremia el mayor en esa extraña situación.

-Supongo que, en parte, te lo debo a ti - nota a Izuku tenso de reojo, sabe que las cosas están desenvolviéndose de una forma totalmente diferente a lo pensado. Aizawa sobreestimó el carácter del príncipe que, al parecer, tiene bastante recelo atorado. - Dime la verdad si quieres mi hospitalidad o es que ni eso puedes darme y repetiré esto solo una vez: no vuelvas a mencionar o meter a mi madre en cualquier conversación.

Toma nota mental de eso, se nota que es uno de esos puntos que lo hacen sacar de casillas, le servirá en el futuro.

- Quiero cumplir una promesa que le hice a la reina - bien, esto definitivamente no era el puto plan, ¿de dónde sacaba tanta jodida improvisación? Izuku tragaba en seco cada vez que escuchaba algo nuevo para ellos y no era para menos, si el príncipe le preguntaba algo de acuerdo a lo que el nocturnal pelinegro decía estaban fritos. - y la menciono con todo el respeto que se merece, Eijirou. Aún desconoces por qué me fui pero te aseguro que no fue porque me apeteciera abandonarte, he regresado aquí y de manera definitiva.

Suelta el aire y observa al joven pelinegro quien ahora mira fijamente una ventana, nota pequeñas joyas adornando el lóbulo de su oreja izquierda, pero lo que más le llama la atención es la postura corporal que ha tomado tras la declaración. Sin duda, el príncipe es muy expresivo y, por lo mismo, es tan complicado porque expresa más de lo que puede analizar. Le cuesta leerlo.

- Tardaste mucho - murmura en un tono nuevo, más vulnerables a los anteriores. - Y me temo que ya no te necesito.

- Entendible - suelta tan pronto como el otro pelinegro calla. - Tenía asuntos que hacer en las tierras de la noche, pero ahora estoy aquí. Tú ahora decides, me voy o me quedo.

- Omites cosas - repite regresando la vista a ellos. - Y aún no decido si eso me agrada, pero por mi madre y esos viejos recuerdos que mi tutor me otorgó, les daré comida y techo hasta que ustedes quieran irse.

Tras lo dicho, relaja su cuerpo y solo puede pensar en que podrá descansar como tanto necesita.

[...]

La cama es agradable y amena con su cuerpo, después de un buen baño se tiró de la cama y durmió por quién sabe cuánto. Le es difícil tener una noción clara del tiempo teniendo al sol alumbrando el cielo todo lo que comprende el ciclo de un día. Sin embargo, no pretende levantarse hasta que uno de sus dos compañeros decidan moletarlo.

Se pierde en ese techo lleno de adornos hechos a pulso, sabe que cuenta una historia cada dibujo pero es incapaz de siquiera descifrar una parte. Sigue sin creer que ha pasado más de un mes desde que salió por última vez de su casa para emprender el viaje y que ahora se encuentra dentro del mismísimo castillo.

Cuando tocan a su puerta, sale de la esponjosa cama con flojera, ni siquiera se molesta en ponerse una playera o huaraches. al abrirla, se encuentra con una joven de cabello castaño y prendas similares a las que traía el príncipe, solo que estas cubrían más piel y tenían bonitas flores cocidas a lo largo de la tela.

- Saludos - la fémina hace una sutil reverencia. - El príncipe manda algunas cosas necesarias para la vida aquí, él espera que les sirvan. Yo soy la consejera personal de nuestro futuro gobernador y Eijirou me ha pedido de favor que les ayude si tienen alguna duda hasta su regreso.

- ¿No está en el castillo?

- Debido a la cercana fecha de su coronación, el consejo de los siete soles le manda ciertas encomendaciones, esta vez ha salido de la capital para encargarse personalmente con un problema en una provincia agricultora - asiente y toma la bandeja con los objetos. - Hay un pequeño croquis de las áreas que hemos adaptado para ustedes: son más oscuras, aunque todas están abiertas para que exploren, claro.

Esto era extraño, ¿por qué tanta hospitalirad?

- Nuestra encargada de la cocina, Iko, les espera con el desayuno en la mesa del comedor. Si no tienes más dudas me retiro.

- ¿Él les dijo que hicieran esto, que nos trataran como invitados?

La castalla lo mira un poco confundida, ladea la cabeza y luego sonrie de forma comprensiva.

- ¿Tendríamos que tratarlos de otra forma diferente? - la contra pregunta le hace apretar los labios, no sabe qué decir. - Usualmente estoy en un despacho que está señalado en el croquis, pero si no me encuentra ahí estaré seguramente en mi casa y siéntase en libertad de ir. Aquí no hay mucho personal, su majestad prefiere que la gente venga medio tiempo y luego se retiren del castillo.

Eso explicaba porque el príncipe tampoco estaba por mucho tiempo en el castillo, seguramente se la pasaba en otros lados como lo reveló Iko.

- Gracias.

Deja todo en una mesita y va hacía la gran ventana, se pone las lentillas y abré las cortinas gruesas y oscuras dejando así entrar la luz. Aún con las lentillas de por medio, la luz sigue siendo demasiada para sus ojos.

Sonríe mientras ve un panorama distinto al que llegó, es decir, el castillo está del lado contrario a cuando abordó, eso quiere decir que se estuvo moviendo durante todo el tiempo en que durmió. Ahora divisa un precioso campo de flores que se le pierden de vista, ¿para qué ocupan tantas flores? Se pregunta cómo se vería algo así pero con las plantas fluorecentes de su lugar natal, niega ante el pensamiento porque la belleza no es el orden sino lo salvaje e indomable que es la naturaleza.

No le apetece salir, aún no todavía. Las ampollas aún siguen en las plantas de sus pies y prefiere mantenerse en descanso hasta que ya no molesten.

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