Capítulo 14: Escape fallido

(Mientras tanto...)

"Papá, por favor... llega pronto" había dicho Simba. Esto conmovió al viejo león, Remus.

"¿De verdad estás seguro que tu padre llegará?" preguntó.

"Sí, estoy seguro..."

"Pero no lo hará a tiempo: llevo años aquí, ¿recuerdas? Así que lo que mejor por hacer es ir escapando hasta entonces"

"¿Cómo?"

"Estoy en el grupo" comentó Badil, "No pienso quedarme hasta envejecer en este horrible lugar"

"Pues yo también estoy de acuerdo" les apoyó Dalila, "Si va a ser la última función, al menos démosle una que jamás olviden. Pero, ¿cómo salimos de aquí?"

"Con la ayuda de Milo, por supuesto" les dijo Remus, "Simba puede hablar con él y ayudarnos a salir por un momento"

"Pero, ¿no sería arriesgarlo?" preguntó Simba.

"¿Arriesgar a quién?" preguntó Milo, quien se había acercado a llevarles agua a los cachorros de león, "¿De qué están hablando, Simba?"

"Simba, si quieres volver a ver a tu padre, tienes que confiar en Milo" le advirtió Remus, "Estoy seguro que no le pasará nada"

"¿Qué pasa, Simba?" preguntó de nuevo Milo.

"Pues... veras..." le explicó el cachorro.

Luego de escuchar el plan, este respondió:

"¡Sé dónde guardan las llaves! Descuida, haré lo posible para tenerlas. Pero tengo que distraer a Kasai"

"Tengo una idea" comentó Badil, "¿Qué tal si trae una cubeta de pescado otra vez? Seguro que ese buitre goloso lo olerá si lo dejamos un rato al aire libre"

Simba le dijo a Milo la idea de Badil. Entonces, Milo fue y regresó con una cubeta de pescado y lo dejó sobre una banqueta, donde la brisa de la noche se llevaría el aroma al olfato de aquel despreciable carroñero. Luego, se dirigió al dormitorio de su jefe.

Mientras esperaban, el plan iba funcionando: se escuchó el horrible sonido del buitre descendiendo y Kasai se posó en la cubeta de pescados.

"Vaya, vaya..." dijo, goloso por comérselo, "¿Qué tenemos aquí? ¿Quién habrá dejado tal alimento frente a la jaula de los gatitos hambrientos?"

"Tenemos que aparentar que queremos esa cubeta" le susurró Badil a Simba. Luego, se volvió hacia Kasai, "¡Oye! Al menos déjanos algo: nos dejaron sin comer"

"Sí, estamos con hambre" le apoyó Simba, siguiendo el juego.

"Ustedes se ganaron ese castigo" dijo el buitre mientras se devoraba todo como si no hubiera un mañana, "Yo me merezco todo esto... Pero si tanto quieren la cubeta..."

Con sus garras, levantó la cubeta y la arrojó frente a la jaula, ya vacía. Luego, remontó vuelo de vuelta, seguramente a la percha donde descansaba, en el dormitorio de su amo. Pasaron unos minutos que parecieron eternos hasta que Milo regresó, con un manojo de llaves en la mano.

"Funcionó, el jefe estaba roncando tan fuerte que no se dio cuenta" dijo Milo mientras abría la jaula de Simba y los demás.

"Vaya, por fin libre" dijo Badil, poniendo las cuatro patas fuera de la jaula.

"Y sin cadenas" le apoyó Dalila.

"Gracias Milo" le dijo Simba.

Pero, antes de que celebraran su victoria, la luz de una linterna alumbró la escena: uno de los trabajadores del circo le había encontrado con las manos en la masa y, para empeorar las cosas, era el sujeto que Simba había arrojado al agua durante la función.

"¡Eh mocoso! ¡¿Qué haces?!" gritó el hombre. Luego, procedió a gritar, "¡Jefe! ¡Tenemos a un traidor que está sacando a los animales!"

De inmediato, todos los cirqueros empezaban a oírse levantándose, mientras que, el que acababa de pasar la voz se dirigía con motivo de aprehender a Milo. Sin embargo, Dalila, Badil y Maya le habían detenido por unos momentos, mordiéndole las piernas.

"¡Simba!" gritó Remus, "Date prisa: sácame para ayudarles"

El cachorro entendió y se lo dijo a Milo. El niño, con un poco de miedo por Remus, abrió su jaula, dejando libre al viejo león. Por su parte, los 3 cachorros de león fueron golpeados por el hombre al que intentaban frenar, pero fueron salvados por Remus, quien le empujó hacia atrás.

No obstante, la cuadrilla de cirqueros había llegado ya, empuñando rifles con anestésicos y otros de plomo.

"¡Retrocedan y déjenme esto a mí!" les dijo Remus, "¡Vayan a ocultarse!"

Mientras los más jóvenes hacían aquello, el viejo león saltó y se subió a unos barriles (con torpeza, no hay que olvidar de que era viejo), los cuales empujó para que cortaran el paso de sus enemigos. Luego, se acercó a las cebras, las cuales estaban atadas tan solo con cuerdas.

"¡No nos hagas daño!" suplicó una de ellas al ver que el león estaba libre.

"No te preocupes, no les haré daño..." le dijo mientras que, de un zarpazo, cortaba las sogas.

Es de imaginarse que cuando un animal está todo el tiempo amarrado se sienta libre de correr y hacer cualquier locura. Bueno, las cebras no fueron la excepción: liberadas, estas corrieron sin control por todos los rincones del circo, con la esperanza de salir huyendo. No obstante, el mismo terreno había sido rodeado por una valla y alambrados que no podían cruzarse, excepto por la entrada principal.

"¡Atrápenlos!" se oyó gritar al dueño del circo.

Todo se volvió un caos mientras los cirqueros trataban de controlar a los animales e intentaban capturar al viejo león, el cual iba de un lugar a otro soltando a los demás animales como podía.

"Debemos salir de aquí" dijo Simba, "Si nos atrapan..."

"Que yo sepa, no hay salida por esas vallas" comentó Maya, al ver que ningún animal aún había escapado.

"La única entrada y salida es el portón principal" les dijo Milo (aunque era solo Simba al único al que podía entender), "Vengan cachorros"

Mientras el caos continuaba, Milo llevó a los cuatro cachorros a la entrada delantera, la cual tenía una cadena bastante gruesa y un gran candado. Aún con las llaves, el chico trataba de abrir la cerradura. Pero, antes de que encontrar cual es la verdadera, Kasai pasó volando rápidamente, arrebatándole las llaves.

"¡Vuelve aquí ave de mal agüero!" gritó Baldir, al ver que su escape se había frustrado.

Pero Kasai solo rio: "¡Buen intento panda de gatitos!"

Y, para empeorar las cosas, el señor Sharp, con unos ojos de ira y fumando un cigarro estaba aproximándose a ellos. En sus manos, llevaba un rifle... y era de caza.

"Me has traicionado Milo" le dijo, "Pero te daré una oportunidad si vienes para acá y me traes a esos cachorros"

El niño tembló de pánico, incapaz de moverse por estar presa del miedo. Del mismo modo, los demás cachorros no sabían que hacer... De repente, Remus regresó y le mordió la mano al dueño del circo, haciéndole errar un disparo. Pero, cuando se iba a acercar a ayudar a los jóvenes indefensos, se escuchó un disparo y, al segundo siguiente, el viejo león cayó al suelo.

Para los cachorros y el niño, todo se congeló: aquel momento de ver al viejo Remus caer por el disparo... nuca se olvidó.

"¡Ya no me servías de nada!" gritó Sharp, vendándose la mano con su ropa.

Incapaz de moverse por lo que había pasado, Simba solo consiguió ver cómo los demás hombres (que habían conseguido reducir a los animales), se acercaban lentamente...

(Una hora después...)

No fue nada lindo lo que vino después: los hombres habían repartido latigazos contra casi todos los animales que se habían escapado. Los cachorros no se pasaron por alto: el dolor y sufrimiento fue tan alto que, si un humano entendiera y escuchara, le haría recordar los tiempos en que había esclavitud.

Cuando terminó su castigo, Simba fue arrojado violentamente contra la jaula, en la cual también habían metido al resto de sus amigos, incluyendo a Milo, como castigo por haber liberado a los animales. Lo peor era, al pobre niño se le notaban también marcas de látigos.

Nadie tenía ganas de decir nada. Simba, rendido porque posiblemente su padre no llegue a tiempo, se sentó triste y con dolor, viendo como se llevaban la carreta en donde habían puesto el cuerpo del viejo león.

(No muy lejos de allí...)

Dan movió la tapa de la alcantarilla y todos salieron a un callejón oscuro y vacío, aún de noche. Detrás de ellos se extendía unas cuantas vallas de los suburbios y más allá las luces de la ciudad se veían distantes. Por delante, una calle vacía daba lugar a un bosque deforestado, con un gran espacio el cual servía de camino por la subida a una ladera. Un letrero estaba al borde de este y decía: "Circo del amo y señor Sharp"

"¡Es allí!" exclamó Dan.

"¡Pues entonces no perdamos tiempo!" dijo Ono, listo para volar a buscar a Simba. No obstante, Dan se lo impidió.

"Espera, alguien viene"

Los tres se escondieron detrás de unos arbustos, mientras que el perrito olía y decía:

"Huele a humanos... son dos y... algo más, pero también huelo..."

Una carreta del circo rodaba camino abajo con dos hombres empujándola. Entre sus barrotes, Ono pudo distinguir la figura de un león echado, pero Sam podía olfatear sangre, lo que no era para nada una buena señal.

"Este viejo león ya me andaba hartando" decía uno de los humanos, "Me alegro que esté bien muerto"

"Será mejor que lo dejemos aquí, por la mañana encenderemos una hoguera y lo quemaremos antes de irnos" dijo el otro, "Luego, regresaremos por la carreta"

Los dos humanos dejaron la carreta en medio del camino y regresaron ladera arriba. Tras quedar todo tranquilo, los tres animales se aproximaron a ver quién estaba allí. Se encontraron con un viejo león agonizante, con un costado herido debido a una bala.

"Tenemos que sacarlo de allí" dijo Dan, "Puedo curarlo"

"Acá esta la cerradura" encontró Sam, "Pero necesitamos una..."

Pero Dan ya se había encargado del problema de la llave y, al segundo siguiente, estaba dentro, usando sus poderes para curar la herida mortal de aquel león desconocido: si era de aquel circo, debía saber si Simba estaba allí.

"No se exceda majestad" le advirtió Ono, "Recuerde que usar sus poderes en exceso le agotan"

"Lo sé Ono..." respondió, "Pero el necesita ayuda..."

"No, no es necesario" musitó una voz.

Era el león quien, de milagro, no estaba muerto, pero ya le quedaban pocos segundos de vida.

"Ya no debes perder tiempo: seguro que eres el papá de Simba, ¿no es así?"

"¡Hapana!" preguntó Ono, "¿Conoces a Simba? ¿Está aquí?"

"¿Conocerlo? Es por el cachorro que recibí ese disparo. Él estaba seguro de que tú llegarías, así que le ayudé a ganar tiempo"

"¡Oh no!" exclamó Dan, "Entonces, déjame curarte..."

"No pierdas el tiempo conmigo" el viejo león le quitó la pata de la herida, "Ya es mi hora... Solo preocúpate por salvar a los cachorros... y ten cuidado con ese buitre molesto... tienes que hacerlo rápido... por la mañana trasladaran a todos los animales..."

Dan no pudo hacer nada incluso aunque lo hubiera querido: la herida había sido profunda y tenía cierto tiempo. Lo único que pudo hacer con el cuerpo de aquel amigo desconocido es disiparlo para que se volviera uno con los espíritus, así como lo hizo con el abuelo de Sam.

Ono notó que Dan sentía dolor y casi salen lágrimas de sus ojos: si en algo le conocía, era que era bastante sensible en el fondo. No obstante, el rey león se secó las lágrimas y se volvió hacia ellos.

"Tenemos poco tiempo..." dijo Dan, "Voy a salvar a mi hijo... Amigos, no tienen que venir si no quieren"

"Majestad... es decir, Dan" le recalcó Ono, "Te he servido como consejero por pedido de mi amigo Kion, y he visto que eres un buen rey. Y, como amigo, te he acompañado hasta aquí por voluntad propia: no pienso regresar ahora que estás tan cerca de reunirte con Simba. Te seguiré hasta el final"

"Yo te conozco hace poco" declaró Sam, "Y me disgustó saber que eras humano, pero mi abuelo te conocía y aprendí a verte de otro modo... como humano o león. Además, quiero acompañarte a salvar a tu hijo"

Ante esto, Dan no pudo evitar derramar una lágrima de felicidad. Cuando se repuso, les dijo:

"Mi abuelo Simba siempre me decía que confiara en los que me apoyan... y siempre seguiré su consejo. Bien, basta de llorar: ahora tenemos que entrar allá"

La pregunta era: ¿cómo hacerlo? Dan no podía usar sus poderes de nuevo contra todos los hombres: se agotaría antes de poder liberar a Simba y de seguro estarían encarcelados o peor. Sam, por otra parte, sorprendió a todos diciendo:

"Creo que tengo una idea"

Y todos, sin dudarlo, la escucharon detenidamente.

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