Episodio 8 : "Hallando la piedra filosofal"
En la mañana, Izuku y sus amigos, Ethan y Noah, se encontraban en el Aula de Pociones, un lugar que siempre parecía estar impregnado de un aroma peculiar a hierbas y soluciones mágicas. Las paredes estaban adornadas con frascos de cristal llenos de líquidos de colores vibrantes, y un gran caldero burbujeante ocupaba el centro de la sala.
El profesor Snape, con su habitual expresión severa, se paseaba por el aula, observando a los estudiantes mientras preparaban sus ingredientes. Su túnica negra ondeaba detrás de él, añadiendo un aire de misterio y autoridad.
“Hoy aprenderemos a preparar la Poción de Curación Básica,” anunció Snape en un tono monótono que parecía hacer eco en las paredes. “Espero que cada uno de ustedes pueda seguir las instrucciones con precisión. Cualquier error podría resultar... desastroso.”
Izuku sintió un escalofrío recorriendo su espalda. La última vez que habían tenido clase con Snape, habían tenido que soportar su desaprobación constante. Sin embargo, estaba decidido a hacerlo bien.
“Comiencen,” ordenó Snape, y los estudiantes se apresuraron a reunir sus ingredientes.
Izuku se centró en su tarea, picando finamente las hierbas mientras escuchaba las instrucciones de Snape. Su mente divagó brevemente hacia sus recientes aventuras en la Sección Prohibida y el descubrimiento del libro mágico. Se preguntaba si podría encontrar alguna conexión entre la poción que estaban preparando y la piedra filosofal.
“¿Izuku?” dijo Ethan, sacándolo de su pensamiento. “¿Estás bien? Pareces perdido en tus pensamientos.”
“Sí, solo estaba pensando en lo que vimos en la biblioteca,” respondió Izuku, compartiendo una rápida mirada de complicidad con sus amigos.
“Espero que no estés pensando en tratar de conseguir la piedra filosofal o algo así,” bromeó Noah, mientras mezclaba sus ingredientes.
“Por supuesto que no,” respondió Izuku con una risa nerviosa. Pero en su interior, la idea seguía latente, desafiándolo a descubrir más sobre su legado y los secretos que Hogwarts guardaba.
Mientras los estudiantes continuaban trabajando en la preparación de la Poción de Curación Básica, el profesor Snape se detuvo frente a Izuku y sus amigos. Con una mirada intensa, observó a la clase, su expresión era como la de un depredador que busca una oportunidad para atacar.
“Muy bien,” comenzó Snape, su voz resonando en el aula. “Para asegurarnos de que todos estén prestando atención y no simplemente mezclando ingredientes al azar, voy a hacer una pregunta aleatoria. Izuku Midoriya.”
Izuku sintió que todos los ojos se posaban sobre él. Su corazón latía con fuerza mientras se preparaba para responder.
“Dime,” continuó Snape, “¿cuál es el ingrediente clave en la Poción de Curación Básica y por qué es importante?”
Izuku tomó un respiro profundo, recordando lo que había leído en el libro de la biblioteca. “Es... es el jugo de hoja de mandrágora, profesor,” respondió con nerviosismo. “Es esencial porque tiene propiedades curativas que ayudan a sanar heridas y aliviar el dolor.”
Snape levantó una ceja, evaluando la respuesta. “No está mal, Midoriya,” dijo, pero su tono era escéptico. “Sin embargo, hay muchos otros ingredientes que también son cruciales. ¿Puedes nombrar al menos tres más y su función en la poción?”
Izuku sintió que la presión aumentaba. “Eh... hay... hay raíz de valeriana, que calma el dolor, y polvo de cuerno de unicornio, que potencia las propiedades curativas... y también se necesita agua de manantial para la mezcla.”
Snape asintió lentamente, como si estuviera decidiendo si concederle un aprobado o no. “Bien, Midoriya. Pero recuerda que la preparación de pociones es un arte que requiere precisión y atención a los detalles. Un solo error podría ser... fatal. Espero que tu entusiasmo por la magia no te lleve a cometer un error en el futuro.”
La advertencia de Snape quedó en el aire mientras regresaba al frente de la clase. Izuku exhaló con alivio, sintiendo que había superado la prueba, aunque la presión de las expectativas de Snape seguía acechando.
“Bien hecho, Izuku,” murmuró Ethan, quien había estado escuchando con atención. “Ese tipo siempre sabe cómo poner nervioso a uno.”
“Sí, pero al menos no me echó de la clase,” respondió Izuku con una sonrisa nerviosa, mientras se preparaban para continuar con la lección.
Al final de la clase, cuando todos los estudiantes estaban organizando sus materiales y preparándose para salir, Snape se volvió hacia ellos con una mirada que no prometía nada bueno.
“Antes de que se vayan,” comenzó, su tono frío y autoritario llenando el aula, “quiero recordarles que la verdadera maestría en las pociones requiere dedicación y esfuerzo. Por lo tanto, les asignaré una tarea que reflejará eso.”
Los murmullos de descontento comenzaron a circular entre los estudiantes. Izuku sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Sabía que Snape no era del tipo que asignaba tareas ligeras.
“Deberán investigar y preparar un informe sobre una poción de su elección. El informe debe incluir los siguientes puntos: la historia de la poción, sus propiedades, un análisis de los ingredientes y un procedimiento detallado de preparación,” continuó Snape, dejando caer el peso de sus palabras sobre la clase. “Además, deben preparar una muestra de la poción que elijan, y presentarla en la próxima clase.”
Los ojos de Izuku se abrieron de par en par. Preparar una poción era un desafío en sí mismo, y ahora tendrían que investigar y escribir un informe. A la vez, pensó en lo poco que les quedaba de tiempo, sabiendo que las vacaciones habían terminado y que había muchas otras asignaturas que atender.
“¿Cuánto tiempo debemos dedicar a esto, profesor?” preguntó Noah, intentando disimular su creciente ansiedad.
“Lo suficiente para demostrar que son capaces de seguir instrucciones y hacer un trabajo de calidad,” respondió Snape con una sonrisa sardónica. “Y no esperen que les recuerde los plazos. Si no entregan sus informes a tiempo, perderán puntos para su casa. Así que, elijan sabiamente la poción que quieren investigar y asegúrense de que es adecuada para sus habilidades.”
La clase se sumió en un silencio incómodo mientras los estudiantes procesaban la tarea monumental que les esperaba. Izuku se sintió abrumado, consciente de que necesitaría tiempo extra para investigar y practicar la poción que eligiera.
“Genial,” murmuró Ethan, “¿quién pensó que sería una buena idea darles tareas que tomarían semanas?”
“Supongo que debemos organizarnos y trabajar en esto juntos,” sugirió Izuku, tratando de mantenerse positivo. “Tal vez podamos ayudarnos mutuamente a investigar y practicar.”
“Esa es una buena idea,” afirmó Noah. “Podríamos reunirnos en la sala común después de las clases y dividirnos el trabajo. Pero primero, ¿qué poción deberíamos elegir?”
Izuku miró a sus amigos, sintiendo una mezcla de nervios y determinación. “Tal vez deberíamos elegir algo que nos ayude en nuestras futuras clases. Quizás la Poción de Aceleración o incluso la Poción de Reparación que mencionó el profesor.”
La conversación continuó mientras abandonaban el aula, el peso de la tarea pendiente sobre sus hombros. Izuku sabía que tendrían que dar lo mejor de sí para cumplir con las expectativas de Snape y demostrar su valía en el arte de las pociones.
Después de salir del aula de Pociones, los tres amigos se dirigieron rápidamente hacia los invernaderos, donde les esperaba su próxima clase. El camino hacia los invernaderos era fresco, con un suave viento que agitaba las hojas de los árboles y los arbustos cercanos. El cielo estaba cubierto de nubes grises, como si estuviera a punto de llover en cualquier momento.
Al acercarse a los invernaderos, se podía sentir el cambio en el ambiente, el aire era más húmedo y cálido, lleno de los aromas de plantas exóticas y tierra mojada. Ethan respiró profundamente, disfrutando del olor fresco de las plantas.
"Bueno, al menos esta clase no será tan estresante como la de Snape," comentó Noah con alivio mientras ajustaba su mochila.
Izuku asintió, pero aún tenía en mente la tarea monumental que les había asignado Snape. Tendrían que empezar pronto si querían completarla a tiempo.
Al entrar en el invernadero, fueron recibidos por la profesora Sprout, una mujer baja y rechoncha con un gran sombrero de jardinería y manos llenas de tierra. Sonreía ampliamente, lo que hizo que todos los estudiantes se sintieran un poco más relajados.
"Bienvenidos, bienvenidos," dijo la profesora Sprout, animada. "Hoy aprenderemos sobre las Mandrágoras, así que espero que todos estén preparados para una lección muy ruidosa."
Los amigos se miraron entre sí, ya sabiendo lo que les esperaba. Cada uno tomó un par de orejeras de una mesa cercana, preparándose para el famoso chillido de las Mandrágoras, que podía dejar inconscientes a quienes lo escucharan sin protección.
"Coloquen bien sus orejeras, no queremos accidentes," continuó la profesora Sprout mientras caminaba por el invernadero, asegurándose de que todos los estudiantes estuvieran listos. "La Mandrágora es una planta muy útil, pero también muy peligrosa si no se maneja correctamente."
Cuando todos estuvieron listos, la profesora se acercó a una gran maceta en el centro del invernadero. "Ahora, observen con atención," dijo mientras comenzaba a tirar lentamente de una pequeña planta que sobresalía de la tierra. A medida que tiraba, la tierra se agitaba y, de repente, una criatura con forma de raíz humanoide emergió del suelo, gritando con fuerza.
Afortunadamente, las orejeras hicieron su trabajo y el grito no tuvo efecto en los estudiantes. La profesora Sprout rápidamente colocó la Mandrágora en una nueva maceta, cubriéndola nuevamente con tierra hasta que el chillido cesó.
"¡Y eso es cómo trasplantar una Mandrágora!" exclamó, satisfecha con su demostración. "Ahora, es su turno."
Izuku y sus amigos intercambiaron miradas antes de acercarse a sus macetas. Ethan fue el primero en intentarlo, tirando cuidadosamente de su Mandrágora, que comenzó a gritar tan pronto como salió de la tierra. Noah y Izuku lo siguieron, ambos logrando trasplantar sus Mandrágoras sin ningún problema.
"¡Bien hecho, todos!" elogió la profesora Sprout. "Sigan así, y dominarán la Herbología en poco tiempo."
Cuando la clase terminó, los amigos dejaron sus orejeras en la mesa y salieron del invernadero, aliviados de que la lección hubiera sido más tranquila que las de las últimas clases. El sol comenzaba a asomarse entre las nubes, iluminando el camino de regreso al castillo.
"Bueno, eso fue más fácil de lo que esperaba," comentó Izuku con una sonrisa.
"Sí, definitivamente necesitábamos una clase más relajada después de la que tuvimos con Snape," respondió Ethan mientras caminaban de regreso.
Cuando los tres amigos se dirigieron hacia la Sala de los Menesteres después de su clase en los invernaderos, Izuku notó que Noah parecía estar pensando intensamente en la tarea que Snape les había asignado. Habían oído muchas historias sobre la misteriosa Sala de los Menesteres, un lugar que cambia según lo que uno necesite en ese momento, y estaban ansiosos por ver cómo la sala reaccionaría a sus pensamientos.
Al llegar a la pared donde la Sala de los Menesteres solía aparecer, Noah dio varias vueltas frente a ella, concentrándose en la tarea de pociones. Ethan y Izuku lo observaban, curiosos por ver qué aparecería esta vez. Después de un momento, una puerta tallada en madera oscura emergió lentamente de la pared.
"Bueno, ahí lo tienes," dijo Ethan con una sonrisa. "Veamos qué nos tiene preparado la sala hoy."
Abrieron la puerta y entraron en la sala. Para su sorpresa, no era el espacio habitual que habían usado para practicar encantamientos defensivos. En su lugar, era un gran salón lleno de mesas y estanterías cubiertas de ingredientes, frascos y libros. En el centro, justo como Noah había imaginado, había un enorme caldero de hierro, burbujeando suavemente con lo que parecía ser una poción sin terminar
"¡Un caldero!" exclamó Noah, claramente impresionado. "La sala realmente sabía lo que necesitábamos."
Izuku se acercó al caldero y lo inspeccionó de cerca. "Parece que está listo para que empecemos a trabajar en la poción de Snape."
"Sí, pero... ¿dónde están las instrucciones?" preguntó Ethan, mirando alrededor.
De repente, uno de los estantes cercanos brilló y un libro de pociones flotó hacia ellos, cayendo suavemente sobre la mesa al lado del caldero.
"Bueno, eso responde tu pregunta," dijo Noah, tomando el libro y abriéndolo en la página correcta. "Aquí está la receta de la poción que necesitamos hacer."
Izuku, Noah y Ethan comenzaron a reunir los ingredientes, que ya estaban organizados cuidadosamente en las estanterías. Todo lo que necesitaban estaba allí, desde hierbas hasta ingredientes más exóticos, como escamas de dragón y escarabajos triturados. Trabajaron en equipo, siguiendo cada paso de la receta al pie de la letra.
Mientras el caldero burbujeaba y la poción comenzaba a tomar forma, Ethan agitaba la mezcla con cuidado, asegurándose de que todo estuviera en su punto. Noah controlaba el fuego bajo el caldero, manteniéndolo constante, e Izuku revisaba el libro para asegurarse de que no cometieran ningún error.
"Creo que lo estamos logrando," dijo Izuku, observando cómo la poción comenzaba a cambiar de color.
"Solo falta un ingrediente más," añadió Noah, tomando una ramita de belladona de la estantería. La rompió en pequeños pedazos y la dejó caer en la poción.
El caldero burbujeó violentamente por un momento antes de asentarse. El líquido en su interior adquirió un tono azul profundo, lo que indicaba que habían hecho todo correctamente.
"¡Lo logramos!" exclamó Ethan, claramente aliviado. "Esto debería impresionar a Snape."
Izuku sonrió. "Ahora solo tenemos que embotellarla y entregarla en la próxima clase."
Con la poción terminada, los tres amigos llenaron algunos frascos pequeños y los guardaron cuidadosamente en sus mochilas. La Sala de los Menesteres había sido una verdadera salvación, proporcionando todo lo que necesitaban para completar la tarea sin problemas.
"Creo que la sala se merece un agradecimiento," dijo Izuku en tono de broma mientras salían.
"Definitivamente," respondió Noah. "Ahora ya no tendremos que preocuparnos por esta tarea y podemos enfocarnos en lo que sigue."
Después de salir de la Sala de los Menesteres con la poción terminada y guardada cuidadosamente en sus mochilas, Izuku, Noah y Ethan respiraron con alivio. Sentían que ya habían logrado lo más difícil del día, y ahora solo les quedaba esperar la clase para entregar su trabajo. Sin embargo, justo cuando se dirigían a la Sala Común de Gryffindor, se toparon con la imponente figura de la profesora McGonagall en el pasillo.
"Señor Midoriya, señor Walker, señor Sanders," dijo con un tono serio mientras ajustaba sus gafas. "Acompáñenme, por favor. El profesor Dumbledore quiere verlos en su oficina."
Los tres amigos intercambiaron miradas nerviosas. Rara vez alguien era llamado a la oficina del director, y menos aún por la profesora McGonagall. Sin decir una palabra, siguieron a la profesora por los pasillos del castillo. Los ecos de sus pasos resonaban en las paredes de piedra mientras subían las escaleras en espiral que llevaban a la oficina de Albus Dumbledore.
Al llegar a la gárgola que protegía la entrada, McGonagall murmuró una contraseña, "Ranas de chocolate," y la estatua se movió para dejarles paso. La puerta se abrió y reveló la amplia y luminosa oficina de Dumbledore. Había estanterías llenas de libros antiguos, artefactos mágicos por todas partes, y el Fénix de Dumbledore, Fawkes, observaba tranquilamente desde su percha.
Al entrar, vieron al propio Dumbledore sentado detrás de su escritorio, con su característico porte sereno y ojos brillantes que los miraban con una mezcla de sabiduría y amabilidad.
"Ah, muchachos, bienvenidos," dijo Dumbledore con una sonrisa. "He oído que habéis estado ocupados últimamente."
Izuku tragó saliva. "¿Se refiere a... la poción de Snape, profesor?"
Dumbledore rió suavemente. "No, no es eso, señor Midoriya. Aunque estoy seguro de que el profesor Snape apreciará vuestro esfuerzo. No, os he llamado aquí por algo más... importante."
Los tres amigos se tensaron al escuchar esas palabras.
"La profesora McGonagall me ha informado de ciertos... eventos recientes," continuó Dumbledore, dirigiendo una mirada significativa a McGonagall, quien asintió. "Parece que habéis encontrado la Sala de los Menesteres, y os habéis mostrado muy ingeniosos al utilizarla para vuestras tareas. Sin embargo, también he oído que uno de vosotros ha estado investigando en la Sección Prohibida de la biblioteca."
Izuku sintió que el calor subía a su rostro. Sabía que Dumbledore se refería a su aventura reciente, cuando había usado la capa de invisibilidad para colarse en la biblioteca.
"Lo siento, profesor," dijo Izuku rápidamente. "Sé que no debí entrar en la Sección Prohibida, pero... encontré algo. Algo que creo que es importante para la escuela."
Dumbledore lo observó en silencio durante un momento, como si estuviera sopesando sus palabras. Luego, asintió lentamente.
"Señor Midoriya, a veces las reglas están para protegernos de lo que aún no estamos preparados para enfrentar. Sin embargo, también es cierto que en ocasiones es necesario cuestionar esas reglas para descubrir la verdad. Estoy al tanto de lo que encontraste. El libro que hallaste está ligado a la historia más antigua de Hogwarts, y tu curiosidad, aunque arriesgada, puede tener un propósito mayor."
Los tres amigos miraron a Dumbledore con asombro. No esperaban que el director los tratara con tanta comprensión.
"Lo que has descubierto podría llevarnos a respuestas sobre el relicario que tanto os ha inquietado," continuó Dumbledore. "Pero tened cuidado. Hay fuerzas en juego que no comprendéis del todo. Sin embargo, estoy seguro de que sabréis cómo proceder, con la ayuda de vuestros amigos y profesores."
Dumbledore se levantó de su silla y caminó hacia ellos, entregando a Izuku una pequeña bolsa de cuero.
"Esta bolsa contiene algo que podría ayudarte en tu búsqueda," dijo en voz baja. "Úsala sabiamente."
Izuku tomó la bolsa con cuidado, sintiendo su peso en la mano. Aunque no sabía exactamente qué contenía, algo le decía que sería crucial para lo que estaba por venir.
"Gracias, profesor," dijo Izuku con sinceridad.
"Ahora, muchachos, os aconsejo que volváis a vuestras clases y sigáis con vuestras tareas," dijo Dumbledore con una sonrisa cálida. "Y recordad, siempre estaré aquí para ayudaros, si lo necesitáis."
Con eso, McGonagall los acompañó de regreso a la puerta y los tres amigos salieron de la oficina, sintiéndose aliviados pero también con una creciente sensación de responsabilidad.
"Eso fue... inesperado," murmuró Ethan.
"No sé qué habrá en esa bolsa, pero parece importante," dijo Noah, mirando a Izuku. "Creo que nuestra aventura en Hogwarts apenas está comenzando."
Izuku asintió. Sabía que, a partir de ese momento, las cosas no serían tan sencillas como antes. Pero, con la ayuda de sus amigos y la guía de Dumbledore, estaba dispuesto a enfrentarse a cualquier desafío que se presentara.
Cuando Izuku, Ethan y Noah regresaron a la sala común de Gryffindor, se sorprendieron al encontrar un libro colocado cuidadosamente sobre una de las mesas cercanas al fuego. Encima del libro, había una pequeña nota doblada. Izuku se acercó con curiosidad, tomando la nota con cuidado antes de abrirla.
"¿Qué es eso?" preguntó Ethan, acercándose también, con Noah a su lado.
Izuku leyó en voz alta:
"Estimado Sr. Midoriya y compañía,
Este libro puede proporcionarles valiosa información para su búsqueda actual. Nicolas Flamel fue un alquimista brillante, y su trabajo sobre la Piedra Filosofal está profundamente relacionado con algunos de los misterios que aún rodean a Hogwarts.
Tengan cuidado con lo que descubren y cómo usan ese conocimiento. Estoy segura de que estarán a la altura de las circunstancias.
Con mis mejores deseos,
Hermione Granger
Ministra de Magia."
"¿La Ministra de Magia?" exclamó Noah, incrédulo. "¿Hermione Granger nos ha enviado un libro?"
Izuku observó el libro más de cerca, notando el título en la tapa: "Nicolas Flamel y los Secretos de la Piedra Filosofal". Las páginas se veían viejas, como si estuvieran llenas de historia y secretos esperando ser descubiertos.
"Esto... podría ser importante," dijo Izuku, abriendo el libro para echar un vistazo a las primeras páginas. Las letras estaban escritas con una elegante caligrafía, y las ilustraciones que acompañaban el texto parecían moverse levemente, como era habitual en los libros de magia.
"¿Qué crees que quiere que aprendamos de esto?" preguntó Ethan, mirando las imágenes animadas de Flamel trabajando en su laboratorio.
"No lo sé," respondió Izuku, pasando las páginas con cuidado. "Pero si Hermione Granger lo envió, debe ser algo importante... algo relacionado con la Piedra Filosofal y con lo que encontramos en la Sección Prohibida."
"Esto está yendo más allá de lo que imaginábamos," comentó Noah. "Estamos tratando con reliquias legendarias, y la Piedra Filosofal es una de las más grandes."
"Será mejor que nos preparemos," dijo Izuku, cerrando el libro y mirando a sus amigos con determinación. "Esto no va a ser fácil, pero tenemos que averiguar qué conexión hay entre todo esto. Y si la Ministra de Magia nos está ayudando, no podemos fallar."
Con el libro de Nicolas Flamel en su poder y las advertencias de Dumbledore aún frescas en su mente, Izuku sabía que se avecinaban tiempos peligrosos. Pero también sentía que, con sus amigos a su lado y el apoyo de figuras tan poderosas, estarían listos para cualquier cosa que se cruzara en su camino.
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