23 | PRIMERAS VECES
¿Qué sabría ella sobre Mia y Damien?
¿Acaso ella conocía toda la historia?
No tenía idea de nada y eso me ponía ansiosa.
Quería tomar a Lissa del cuello y arrancarle el cabello rubio que tenía. Apuesto a que usaba extensiones, no podía tener un cabello así de largo y bonito. Si era así, tenía que pasarme el número de su peluquero, urgente. Aunque era probable que no me diera ni la hora del día. Esa chica me odiaba por robarme a su novio. Ni siquiera le había robado a Jayden, él solito vino a mí.
—¿Qué sabes? —preguntó Jayden sin apartar su mirada de ella.
—Sígueme y te lo cuento —respondió Lissandra, toda altanera. Con una sonrisa triunfadora, porque sabía que lo tenía en la palma de su mano.
Jayden se volvió a mí, se acercó a mi oído y me habló.
—Princesa, ¿está bien si te dejo por un momento? Prometo que no tardaré. Solo quiero saber lo que ella sabe sobre mi hermana, ¿sí?
No podía negarme. Mia era importante para él.
Apreté los labios y asentí.
Jayden hizo algo que me sorprendió. Me tomó del cuello y me plantó uno de sus besos calientes frente a su ex novia y Dave. Por un momento me olvidé de todo, de dónde estábamos y qué haríamos luego, solo porque ese beso me caló hasta lo más profundo. Cuando se separó, sentí mis labios hormiguear por la falta de los suyos.
Jayden me guiñó un ojo antes de darle la vuelta y seguir a Lissa.
Los vi partir hacia el patio trasero con una mueca en los labios.
—No te preocupes, ya vendrán. —Dave se acercó a mí, tambaleándose—. ¿Quieres ir por una bebida?
Me encogí de hombros.
En realidad quería seguirlos, pero no era prudente. Así que seguí a Dave por la masa de cuerpos bailando hasta llegar a la cocina. Dentro había un par de personas sirviéndose una trago en aquellos vasos rojos de plástico infaltables en las fiestas. Dave tomó uno y se sirvió una rara mezcla de alcohol.
—¿Quieres uno? —preguntó.
—Solo si le echas Coca Cola.
—Trato hecho. —Miré a mi alrededor mientras Dave preparaba a espaldas de mí mi bebida. Segundos después se dio la vuelta y me la entregó, antes de poder beberla me detuvo—. Un brindis, por la victoria.
Sonreí.
—Felicidades por haber ganado el partido.
—Gracias.
Choqué mi vaso con el suyo y tomé del trago que me había preparado. Estaba fuerte, así que lo tomé a pequeños sorbos. Lo terminé mientras veíamos a las personas pasar y conversábamos sobre el partido.
Mi celular vibró un par de veces en mi celular así que aproveché para sacarlo y leer los mensajes, pero mi vista se puso borrosa.
Intenté parpadear pero no podía enfocar la mirada en la pantalla.
Joder. ¿Tan rápido me había hecho efecto el alcohol?
Volví a guardar mi celular en el bolsillo de mi pantalón y me apoyé en la isla de la cocina. Dave se inclinó hacía mí, pude sentir su aroma a cítrico y vodka inundarme. En otra oportunidad lo habría empujado lejos de mí porque estaba demasiado cerca, pero esta vez solo me reí. Me pareció muy gracioso que un chico tan grande como él tenga que inclinarse para hablar conmigo.
—Clara, ¿estás bien?
Cerré los ojos un momento para intentar darle sentido a estas nuevas emociones que tenía de un momento a otro. El corazón me latía deprisa por el acercamiento, pero no por miedo, sino por otra cosa. Una nueva emoción. No podía encontrar la palabra precisa para describirla, pero era muy parecida a la excitación.
Estaba sintiéndome excitada. Por Dave.
Maldita sea.
—Sí —susurré cerca a sus labios. La cercanía era tanta que podría suspirar y besarlo, y quería hacerlo, realmente quería, pero no lo hice porque sentía la cabeza pesada y todo me daba vueltas.
¿Si quiera era correcto besarlo?
Sus labios tan cerca a los míos me pedían a gritos que lo hiciera, pero negué, mi mente estaba nublada. No podía pensar con tantos estímulos cerca de mí. La música estaba a un volumen muy alto y hacía que mis oídos se sintieran taponados, además la bulla de las personas al hablar me estaba poniendo de los nervios.
Quería salir de aquí. Cuanto antes.
—¿Quieres ir a un lugar más tranquilo?
Asentí. Fue como si me hubiera leído la mente.
Aquí había demasiado ruido, demasiada gente, demasiado todo.
Me tomó de la mano y me condujo lejos de allí, en dirección a las escaleras. Mientras subía, me fijé en su mano. Era mucho más grande que la mía, abarcaba todos mis dedos y aún así había espacio para más. Me pregunté qué se sentiría tener sus manos en mi cuerpo, unas manos tan grandes como las suyas seguro hacían maravillas.
Cerré los ojos, tratando de alejar esos pensamientos. Pero todo era tan confuso que no podía pensar en nada que no fuera aquello.
Dejé que me metiera a una habitación vacía, con solo una cama y las luces apagadas. Me senté en el borde del colchón mientras me agarraba la cabeza. Dave se sentó a mi lado, colocando su gran mano sobre mi muslo izquierdo, poco a poco fue subiendo hasta llegar a mi cintura.
—Hueles muy bien —susurró contra mi cuello.
Solté un jadeo al sentir que su aliento hacía cosas extrañas en mi interior.
—¿Q-qué me pasa? —tartamudeé.
Dave no dijo nada, sino que comenzó a besarme el cuello, dejando rastros de humedad. Se sentía tan bien que incliné mi cuello hacia atrás para darle más espacio. Mi cuerpo entero pedía a gritos ser tocado, y cada toque se sentía tan bien que solo quería cerrar los ojos y dejar que hiciera lo que sea conmigo.
—Se siente bien, ¿verdad?
—Sí —solté un gemido cuando llegó a tocar mis pechos debajo de mi blusa.
Dave sonrió y se alejó para mirarme.
—He querido besarte por tanto tiempo que ya no puedo aguantar. ¿Me permites?
Me tomé un momento para pensarlo, pero antes de poder hacer un movimiento Dave se inclinó y atacó mis labios como si mi silencio hubiera sido una invitación. Me besó con fuerza, como si quiera romperme. Fue un beso dominante, metió su lengua dentro de mi boca y me forzó a besarlo de la misma manera. Sus manos siguieron un patrón por debajo de mi blusa, llegando a mis pechos y apretándolos sobre mi sostén, los amasó con fuerza ganándose un gemido mío.
—Te sientes tan bien —murmuró intentando alcanzar el broche de mi sostén por detrás.
Estaba atorado.
Mi torrente sanguíneo estaba alocado, al igual que mi corazón, que bombeaba sangre como loco. Sentía que mi cabeza giraba y daba vueltas, pero lo único que quería era seguir sintiendo aquello, aquella sensación de subidón y un electrizante deseo por Dave.
Me eché en la cama y dejé que abriera los botones de mi pantalón, intenté quitármelos estando echada pero era imposible. Con una risita divertida me levanté notando que Dave ya se había quitado la chaqueta y la camiseta, y estaba quitándose los pantalones.
¿Qué estaba pasando?
Antes de que pudiera hacer algo más, la puerta se abrió con fuerza.
En la puerta estaban Jayden y Lissandra.
El primero con una mirada fulminante, la segunda con una mirada sorprendida.
—¿Clara? —La voz de Jayden se escuchaba lejana. Intenté mirarlo pero mis ojos no cooperaban, estaba demasiado ensimismada mirando a Dave y su impresionante pecho—. Te voy a matar.
Pensé que iba dirigido a mí, pero cuando por fin pude mirar a los ojos de Jayden, él ya había saltado sobre Dave y lo había empujado hasta lanzarlo al suelo. Corrió hacia donde estaba yo y como pudo me colocó nuevamente la blusa.
—¿Clara, qué te pasa? —preguntó con los dedos en mi barbilla—. ¿Estás... drogada? Joder, lo voy a matar.
Me reí por lo bajo por sus palabras.
Volteé cuando sentí su pérdida viendo que Jayden se lanzaba contra Dave, quien ya estaba en el suelo, y le estampaba un puñetazo en la nariz. Al instante se oyó un crujido y la sangre salió de la nariz de Dave a borbotones. Ese sonido me hizo reír con fuerza. No entendía nada de lo que estaba pasando, mi mente parecía una neblina llena de emociones que no podía controlar.
—¡Estás muerto, hijo de puta! —gruñó Jayden con fuerza—. ¿Cómo te atreves a tocar a Clara?
Siguió tirando puñetazos a su rostro mientras Dave intentaba quitárselo de encima, era fuerte, podía hacerlo, pero estaba borracho y Jayden contaba con la ventaja de la adrenalina y la furia, por lo que se quedó sobre él golpeándolo hasta que su rostro estaba todo rojo, lleno de marcas y moretones, el sonido de piel contra piel me hizo cerrar los ojos.
—¡Jayden, para! ¡Lo vas a matar! —gritó Lissandra.
Entreabrí los párpados, tratando de ver el amasijo de cuerpos frente a mí, pero Lissandra estaba en medio y no me permitía ver nada.
Quise ponerme de pie pero mis extremidades se sentían pesadas.
Antes de tener otro pensamiento volátil sentí que me cargaban en brazos. El aroma a menta inundó mis fosas nasales. Era Jayden. Enterré mi nariz en su cuello y absorbí como una completa lunática, se sentía muy bien estar en sus brazos. Me cargaba como si no pesara nada, como si fuera una pluma. Me reí bajito al compararme con una pluma, Jayden me miró con pesar cuando bajó los ojos hacia mí.
—Estarás bien, princesa. Voy a sacarte de aquí.
Me llevó cargada como si fuera una novia fuera de aquel dormitorio y escaleras abajo. La gente seguía bailando al ritmo de la música y casi nadie se percató de nosotros. Lissandra nos seguía de cerca como un halcón. Quería decirle que se metiera en sus propios asuntos y no nos siguiera, pero tenía el paladar cada vez más seco y no sabía si podía hablar. En vez de pensar en ella decidí recostar mi cabeza en el cuello de Jayden y aspirar su aroma, aquel al que era tan adicta. Solo faltaba el olor a cigarrillo para completar la mezcla.
Hacía varios días que no lo había visto fumar.
Extrañaba ese particular olor en él.
—Hueles muy bien —susurré con la garganta seca, tratando de pasar saliva—. En realidad, hueles delicioso.
Hice un sonido de satisfacción, aproveché para sacar la lengua y deslizarla por su cuello, se sentía tan bien siendo cargada en sus brazos que aproveché el momento para saborearlo. Y sabía tan bien como olía.
A menta y canela, una combinación poderosa.
—Liss, ¿has bebido? —preguntó Jayden sin hacerme caso—. Trae tu auto, ayúdame a llevar a Clara. —No escuché su respuesta, cuando alcé la cabeza ella ya no estaba. Jayden me miró, la furia en sus ojos era evidente, pero cuando hizo contacto conmigo sus ojos se suavizaron—. Lissandra fue a traer su auto, te llevaré a casa, princesa.
—¿Y tu moto? —pregunté con mucho esfuerzo, tratando de deslizar mi lengua fuera de mi paladar. Fue un suplicio pronunciar esas palabras, pero por suerte me entendió.
—Se quedará aquí hasta que la recoja, pero no te preocupes por eso. —Un mechón de cabello cayó en mi rostro, intenté quitármelo pero no podía. Lo hizo él, deslizándolo lejos de mí y sin despegar sus ojos de los míos—. Lo siento tanto, princesa. No debí dejarte a solas con Dave. Nunca debí confiar en él.
Hice una mueca.
Él no tenía la culpa de nada. No fue él quien me drogó.
Pensar en eso me hizo fruncir el ceño. Hace unos minutos estaba desesperada por sentir sus caricias sobre mí, pero ahora solo quería matarlo. Aunque mi cuerpo no fuera consciente de eso ahora mismo, mi mente sí lo era. Sentía todo el cuerpo lánguido y débil, no era consciente de mi poca fuerza y eso me frustraba más que nada.
—No es tu culpa, Jay.
En ese momento oí que un auto se detenía a nuestro lado. Lissandra bajó de ahí y dejó la puerta abierta para mi chico. Con sorpresa vino hacia mí y me ayudó a sentarme en el asiento de adelante, Jayden me puso el cinturón de seguridad y luego cerró la puerta. Habló con Lissandra unos segundos y luego se subió detrás del volante. Al poner sus manos sobre este, noté que sus nudillos estaban abiertos y de allí corría sangre. También tenía rastros de sangre seca pero supuse que no era de él. Me pregunté si se habría roto la mano, si podría tocar su batería.
—Mierda —susurré con voz queda—. Jayden..., tus manos...
Se encogió de hombros.
—No es nada. —Volteó a verme, sonriendo de lado y dejando que uno de sus hoyuelos se mostraran. Extendí mi mano para encajar mi dedo en aquel hueco suyo, pero cayó inerte sobre mis muslos. Jayden entrelazó nuestras manos—. Princesa, no hagas muchos esfuerzos. Solo... cierra los ojos, llegaremos pronto a casa.
Hice lo que me pidió.
Cerré los ojos y caí en un profundo sueño.
Uno que se convirtió en pesadillas cuando el rostro de Dave apareció frente a mí y me tocó en lugares que no quería ser tocada.
No por él.
☾ ☾ ☾
Me hubiera gustado decir que desperté sintiéndome como nueva.
Pero la realidad fue que desperté sintiéndome como la mierda.
Mi boca estaba reseca, mis extremidades adormecidas y mi cabeza latía con tanta fuerza como si hubiera sido golpeada contra un camión de toneladas de cemento. Intenté sentarme de prisa pero el mareo me impidió levantarme. Me tomé la cabeza y me apoyé en el respaldar de la cama, notando que estaba vestida con la misma ropa que anoche. Por un momento mi mente se quedó en blanco, pero en los siguientes segundos todos los recuerdos aparecieron de golpe llenando mi mente con imágenes no deseadas.
Sentí náuseas y eso me llevó a levantarme de prisa. Ignoré el mareo y caminé hacia el baño del pasillo, soltándolo todo en el inodoro. Me senté en el suelo al mismo tiempo que la puerta del baño se abría y mi mamá entraba vestida con su pijama.
Era sábado, pero no tenía idea de la hora.
Mamá se agachó y sobó mi espalda con cariño, mirándome con una ceja alzada.
—¿Bebiste mucho anoche?
Gemí con frustración.
Ella no tenía idea de nada. E iba a mantenerse así, no quería que supiera sobre mi situación. Pegaría el grito en el cielo y me obligaría a tomar cartas en el asunto, ahora mismo nada de eso era mi prioridad.
—Sí —mentí mientras las nauseas me asechaban nuevamente.
—Te traeré agua. —Minutos después volvió con un vaso que bebí al instante y sin dejar ni una sola gota.
—¿Sabes dónde está Jayden?
—Salió muy temprano pero ya volvió, está en su dormitorio. —Mamá no dejaba de mirarme—. ¿Anoche todo bien en la fiesta?
—Sí —volví a mentir descaradamente—. ¿Por qué?
Se cruzó de brazos, mirándome sin creerme.
—Porque Jayden tiene los nudillos abiertos y creo que tiene una fractura en la mano derecha, pero no quiere ir al hospital. —Hizo una pausa—. ¿Qué pasó con él anoche, Clara? Y no me mientas, ahora soy su tutora y soy responsable de él.
Quise meter mi cabeza en el inodoro. En vez de eso jalé la palanca y escuché el excusado intentando buscar una mentira, pero no se me ocurrió ninguna.
—¿Por qué no se lo preguntas a él, mamá?
—Ya lo hice pero no respondió. Quiero que tú me lo digas.
—Se metió en una pelea —respondí. No era una mentira del todo, ¿no?—. Un chico se propasó conmigo y Jayden lo golpeó.
—¿Se propasó contigo?
Me encogí de hombros.
—Lo intentó, pero no ocurrió nada porque Jayden me lo quitó de encima. Solo eso, lo juro.
Me sentí muy mal al mentirle a mamá, y no sabía por qué estaba protegiendo a Dave. Pero me sentí vulnerada, y no quería que mamá lo supiera. Me sentí frágil, habían violado mi intimidad y yo solo quería borrar eso de mi memoria para nunca más recordar aquello. Decirle a mi madre sería repetir todo lo que sucedió anoche y no sabía si podría afrontarlo. Es por eso que decidí callar.
—Bien, me alegra que no pasara nada más. —Me miró de pies a cabeza—. Báñate y alístate, iremos al hospital. Tenemos una cita en dos horas.
—¿Al hospital? —pregunté confundida.
—Sí, tienes cita con la ginecóloga.
—¡Mamá! —proteste molesta. No quería lidiar con esto un sábado en la mañana, mucho menos después de casi haber sido abusada la noche anterior—. Pero...
—Nada de peros —contestó cruzándose de brazos—. Estás por cumplir los dieciocho años, es hora de que pases por control de natalidad. Tienes un novio, ahora debes ser responsable de ti y tu cuerpo.
Esas palabras parecían tener un doble significado, pero no tuve remedio más que asentir y abrir la llave de la ducha. Una hora después estaba lista pero sintiéndome igual de desastrosa que como desperté. Vestida con pantalones de lino y una camiseta ancha, toqué la puerta de Jayden, echando mi cabello mojado hacia atrás.
Segundos después la puerta se abrió.
Apareció él, bajo el marco de la puerta, con ropa negra y el cabello alborotado. Tenía una expresión severa en su rostro que se suavizó al verme de pie frente a su puerta.
Sin que dijera nada, me lancé a sus brazos y me aferré a su cuerpo como si fuera mi única salvación. Estaba aterrada de que me rechazara, pero me sorprendió cuando rodeó mi cintura con sus brazos, estrechándome contra él.
—¿No estás molesto? —pregunté en un susurro.
—Estoy furioso.
—¿Conmigo?
—Jamás contigo, princesa. —Me alejé para verlo hacer una mueca. Su piercing en la ceja moviéndose al fruncir el ceño—. ¿Crees que estoy molesto contigo?
Bajé la mirada, avergonzada.
—Bueno, sí. Es decir... fui yo quien le aceptó esa bebida a Dave y por eso me llevó a esa habitación y... —Me callé cuando levantó mi mentón con sus dedos.
—Nada de eso fue tu culpa —declaró con fuerza, luego sonrió sin alegría en aquella expresión—. Y no te preocupes por Dave, se las verá conmigo.
Negué.
—Fue suficiente con los golpes de ayer. —Tomé su mano derecha inspeccionándola. Tenía la mano hinchada y apenas podía mover los dedos, pero él se encogió de hombros.
—Lo de ayer no fue nada.
—Jayden...
—Princesa...
—Mamá dice que te fracturaste la mano, vayamos al hospital.
Soltó un suspiro.
—Solo porque tú me lo pides.
Aquello me tranquilizó, pero no fue suficiente como para mitigar mi miedo. Jayden era capaz de hacerle pagar a Dave, eso es lo que más temía. Lo de ahora solo parecía una distracción para que no siguiera insistiéndole con el tema.
Por el momento lo dejaría pasar.
Horas después mamá, Jayden y yo salíamos del hospital. Mamá con una pequeña sonrisa en el rostro, yo con varios condones en mi cartera y un control de natalidad para los siguientes meses y Jayden con la mano vendada por su esguince (no se había roto la mano, gracias al cielo) y medicamentos por los siguientes días. Al llegar a casa, luego de haber almorzado en un restaurante cercano al hospital, lo primero que hizo mamá fue acurrucarse en el sofá para descansar.
Decidí ponerme ropa cómoda y acompañarla, pero la puerta del dormitorio de Jayden estaba abierta así que me asomé y lo vi leyendo en la cama. Leyendo un libro de Agatha Christie. No debería pensar en lo sexy que se le veía a mi chico echado en su cama, con las piernas cruzadas sujetando el libro con la mano izquierda mientras que la derecha descansaba a su lado.
Debería dar media vuelta y volver con mamá, a ver una película juntas.
Pero hice todo lo contrario.
Me adentré al dormitorio y cerré la puerta a mis espaldas. Eso llamó su atención porque levantó la mirada de su libro y al verme parada torpemente delante de la puerta lo hizo sonreír.
—Ven aquí, princesa. —Me acerqué lentamente hasta pararme delante de la cama, Jayden estiró la mano izquierda y con un movimiento fuerte de su parte me cargó por la cintura y me echó a su lado—. Mejor así.
Me reí, tomando el libro de su regazo.
—¿Qué haces leyendo?
—Leer es divertido.
Alcé una ceja. Sus ojos verdes brillaban con lo que parecía picardía.
—¿Desde cuándo piensas eso?
—Desde que me lo enseñaste. ¿Recuerdas? El arte de leer es increíble.
—Lo sé. Leo desde los once años y desde ahí no he podido parar.
Jayden tomó el libro de mis manos y lo puso en su mesa de noche. Luego se echó de lado y me indicó que hiciera lo mismo. Así ambos estábamos tumbados de lado y mirándonos de frente. Estábamos cerca, pero no tanto como me gustaría. Aun así no hice nada para acercarme más, mamá estaba en la misma casa y no quería ser pillada una segunda vez en una situación comprometedora con mi novio.
—Me he dado cuenta de algo —murmuró distraído, pasando su mano izquierda por mi cabello.
—¿De qué?
—Que no sabemos casi nada del otro. Es decir..., no sé tus gustos favoritos. Nos hemos dedicado a odiarnos desde niños que no he aprendido mucho de ti y me gustaría hacerlo. —Soltó el mechón de cabello y me miró—. Quiero saberlo todo sobre ti.
Sonreí sin poder evitarlo.
—¿Qué quieres saber?
—Tu color favorito.
—Fácil, es el morado. ¿El tuyo?
—Negro.
Me reí.
—No sé cómo no se me ocurrió.
—Listilla. —Pellizcó mi mejilla con delicadeza y luego se puso serio—. ¿Tu comida favorita?
—Hamburguesas. —Solté un suspiro—. Lo sé, soy muy básica.
—No eres nada básica, princesa.
Me sonrojé.
—¿Y tu comida favorita?
—Tacos, son deliciosos.
—¿De qué sabor?
Se encogió de hombros.
—No soy exigente, me gustan todas las carnes. —Apoyó su mano izquierda en mi cintura y comenzó a jugar con la tela de mi camiseta, acariciando con sus dedos la piel expuesta. Hizo que mi cerebro entre en cortocircuito, con un solo toque suyo yo era papilla—. Depende de esta respuesta nuestra relación. ¿Cuál es tu cantante o banda favorita?
Me reí, tratando de disipar la excitación por tenerlo acariciándome.
—Sickblast, por supuesto.
Eso hizo que sonriera, sus hoyuelos aparecieron a la vista.
—Buena respuesta, princesa.
—¿Y tú?
—Me gustan muchos los Beatles. —Arqueé una ceja ante su respuesta, pensaba que diría una banda con un rock más pesado pero no. Me hizo sonreír, Jayden estaba lleno de sorpresas—. Aunque Jess me ha contagiado mucho su gusto por Taylor Swift.
No pude evitar reírme.
—¿Y cuál es tu canción favorita de ella?
—Exile —respondió rápido, sin dudar—. ¿Y tú, tienes alguna canción favorita? Alguna que no puedas parar de escuchar y no importa cuánto lo hayas hecho, no te puedes aburrir.
Me quedé pensando en aquella pregunta.
—Mmm, creo que Dancing Queen de ABBA, me gusta demasiado y nunca me aburro de ella.
—Buena elección. —Hizo una pausa—. ¿Película favorita?
—Titanic. —Por la mirada que me lanzó me hizo sonrojar—. Te dije que soy básica.
—Y yo te dije que no lo eres.
—¿Tu película favorita? —pregunté para desviarlo.
—Top Gun.
—Como a tía Susan.
Suspiró, mirando hacia abajo.
—Sí, a mamá y a mí nos encantaba ver esa película una y otra vez.
—Y Mia renegaba —añadí recordando el puchero de mi mejor amiga cuando todos nos reuníamos para ver una película, un domingo por la tarde, y ella era la única que quería ver alguna de terror o suspenso.
—Sí —respondió con la mirada perdida. Luego volvió su rostro al mío y sonrió con malicia—. ¿Primer novio?
Jayden sabía que él era el primero, así que respondí rodando los ojos.
—Tú.
—Sí, yo. —Se señaló orgulloso.
—¿Primera cita? —pregunté arqueando una ceja.
La sonrisa en el rostro de Jayden se borró.
—Yo no... nunca he tenido una. —Esa respuesta me sorprendió tanto que mi boca se abrió.
—¿De verdad?
Asintió.
—¿Tú, primera cita?
—Fue con Trey. —Jayden alzó ambas cejas, sorprendido—. Fue a los doce años, cuando nos conocimos en la secundaria me invitó a salir y yo acepté. Fuimos a una cafetería muy bonita en la ciudad y hablamos tanto, congeniamos tan rápido, que nos dimos cuenta que encajábamos más como amigos que como otra cosa, y así se convirtió en mi mejor amigo. Junto con Cloe.
—Me alegra que no haya pasado nada más.
Me reí.
—No, Trey es demasiado mujeriego como para asentarse. —Negué. En ese momento una pregunta surgió en mi mente. Una pregunta que yo había contestado, pero Jayden no. Su primera novia. ¿Habría sido Lissandra? No tenía idea, cuando Mia todavía estaba viva nunca hablábamos de su hermano, así que, tomé valentía para hacer mi siguiente pregunta. Todo mientras miraba una hilacha en su camiseta negra—. ¿Tu primera vez?
Mis mejillas se sonrojaron al punto que podía sentir cómo la sangre se me subía a la cabeza, aún así no me retracté.
—¿Mi primera vez en qué?
Alcé los ojos, la mirada verde de Jayden estaba fija en la mía. No pude leerlo porque tenía la expresión seria y nada me indicaba cómo se sentía. No podía echarme atrás, así que inspiré hondo y tomé valor de donde no sabía que tenía.
—¿Con quién perdiste la virginidad?
La sonrisa socarrona y divertida en el rostro de Jayden me hizo querer golpearlo con fuerza, porque parecía burlarse de mí con aquella expresión de suficiencia en su hermoso rostro.
—Princesa, eres toda una traviesa. —Sus hoyuelos quedaron a la vista, pero ahora en vez de querer acariciarlos quería borrarlos de su rostro—. ¿Quieres saber si he tenido sexo?
Con la cara roja, los ojos entornados y el ceño fruncido, respondí:
—Sí.
—Pues no, nunca he tenido sexo. Soy virgen, como tú. —Mi boca se abrió pero nada salió de ella—. ¿Sorprendida?
—Claro que sí —chillé sin poder creerlo. Quise incorporarme y zarandearlo pero eso no era una buena manera de actuar, así que me tranquilicé y solo atiné a mirarlo sorprendida—. Pensé que Lissandra y tú..., que ustedes, ya sabes, habían tenido sexo.
—Nunca. —Hizo una mueca.
—Pero tú, una vez te pregunté si Lissandra te buscaba porque podría estar embarazada y tú nunca lo negaste, es más, dijiste que se habían cuidado.
—No, yo te dije que yo había tomado mis precauciones y ella las suyas.
—¡Exactamente!
—Princesa, puede que Lissandra y yo hayamos tenido un pasado íntimo, pero nunca tuvimos sexo.
Abrí la boca.
—¿De verdad eres virgen?
—Lo soy. —Bajó la mirada—. Supongo que estaba esperándome para la indicada.
—Vaya, yo también tengo ese mismo pensamiento. Estoy guardándome para el indicado.
Sus ojos se oscurecieron.
—¿Y cómo sabes si es el indicado?
—Solo... lo sabré.
—¿Cómo? —insistió.
—Aquí. —Me llevé una mano al pecho, tocando mi corazón.
Jayden no dijo nada más, pero me quedó mirando por un largo tiempo. Me puse nerviosa bajo su atenta mirada, pero luego sonrió y no me quedó más remedio que derretirme por sus hoyuelos. Realmente estaba obsesionada con ellos.
—¿Sabes, princesa? Nunca hemos tenido una cita.
—Pero ya somos novios.
—¿Y qué? Quiero tener una cita con mi novia.
—¿A dónde me vas a llevar?
—Será toda una sorpresa, tú solo déjate llevar.
—Bien.
Esta vez decidí voltearme hasta quedar boca arriba mirando el techo de la habitación. Estaba empezando a oscurecer, lo que indicaba que el sol ya estaba poniéndose y yo tendría que ir a mi dormitorio para dormir, pero no quería. Lo que quería era quedarme aquí esta noche, dormir a su lado y nunca salir de la cama.
—¿En qué piensas? —preguntó Jayden tocando la punta de mi nariz.
—¿Cuál fue tu primer tatuaje?
Lo vi por el rabillo del ojo levantarse de la cama y quitarse la sudadera y luego la camiseta hasta quedar desnudo de cintura para arriba. Me quedé como idiota mirándolo por completo, solo hasta que se sentó a mi lado y me tomó de la mano. La llevó a su pecho, al centro, y señaló unos números en romano.
—Este. Es la fecha de nacimiento de Mia. —Luego llevó mi mano a su cuello—. Luego me hice estas alas, para recordarla siempre.
—¿Y los demás tatuajes? —pregunté, curiosa. Miré los tatuajes que llevaba en el pecho y los de sus brazos—. ¿Cuántos tatuajes tienes?
—Tengo quince tatuajes, la mayoría me los hice porque me gustaron, no tienen significado especial. Solo los de Mia. —Se señaló el brazo izquierdo—. Me quiero hacer un blackout aquí.
—¿Qué es eso? —Arrugué las cejas.
—Es tatuarse todo el brazo completamente de negro.
—¿Qué?
—Representa algo importante para algunas personas. Para mí, significaría la lucha que vivo todos los días por haber perdido a mi hermana.
Hice una mueca.
—¿Y quién te hace los tatuajes?
—Izan, el hermano de Ivor. Tiene su estudio de tatuajes en la ciudad, un día quiero que me acompañes a tatuarme.
—Sería genial —murmuré embelesada por su pecho, tenía el torso más increíble que alguna vez había visto. Y no es que hubiera visto muchos, pero sabía cuando alguien estaba en forma y él realmente lo estaba, suponía que por haber jugado al fútbol muchos años hasta hace poco.
Jayden tomó la camiseta sobre su cama y se la colocó, tapándome la vista de su cuerpo. Hice una mueca mientras se echaba nuevamente a mi lado, esta vez me abrazó por la cintura y me acercó a su cuerpo, inhalando mi cuello con fuerza.
—Hueles delicioso, princesa —murmuró contra mi cabeza—. No quiero que te vayas de aquí.
—Me gustaría quedarme también, pero...
—Pero quédate —me cortó—. Duerme conmigo.
Cuando me lo dijo así, de aquella manera, no pude negarme.
—Está bien.
—Bien.
Nos quedamos callados un momento, hasta que él rompió el silencio.
—Princesa, acerca de anoche...
—No quiero hablar de eso.
—Pero...
—No esta noche, por favor.
Me estrechó más contra su pecho, como si quisiera protegerme. Lo dejé hacer, enterrando mi nariz en su cuello y oliendo su aroma a canela que tanto me gustaba. Podría perderme para siempre en su olor y ser feliz.
Moriría de la mejor manera.
Aquella noche fue una de las mejores. Conversamos hasta el amanecer, de todo y de nada, aprendí muchas cosas suyas como él aprendió mucho de mí. Fue liberador y excitante haber conversado en penumbras hasta la madrugada, de vez en cuando besándonos pero nunca llegando a algo más.
Al día siguiente ambos estábamos cansados, con ojeras y muertos de sueño, pero había valido la pena.
Cada segundo.
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