Celo

Lunes, 14 de diciembre de 2020

Lunes, apenas Ethan llegó a la universidad, aprovechando que Mario no había llegado aún, se disculpó con sus tres amigos, en especial con Isabela por el mal momento que les había hacho pasar en la discoteca.

—Olvidemos lo ocurrido —acordó Isabela—. Pero desde ahora no volveremos a dejar que tomes una gota de alcohol —bromeó y todos rieron.

—Hola, amigos, ¿de qué hablan? —Mario había llegado y tomó asiento junto a Ethan, a quien saludó con un breve beso.

—De lo mal borracho que es tu novio —se burló Marco eludiendo el verdadero tema—. ¿Tu tío se enojó por llegar así?

—Nunca lo había visto tan molesto, estoy castigado dos semanas, no puedo salir a ningún lugar. Amenazó con enviarme a Rusia si cometía otro "acto imprudente", como él dice.

Ethan recordó la conversación con Elías, la sentencia de enviarlo a Rusia no era por la alocada noche que había tenido, sino por ponerse en riesgo, casi exponerse como omega ante Selim Aslan, un alfa, que para colmo era su alma mate. Por primera vez su tío le había provocado miedo.

—¿Entonces no celebraron tu cumpleaños? —preguntó Adrián.

—Sí, claro que sí, mi hermana y su esposo vinieron a la casa y tuvimos una agradable cena familiar.

—Cierto, ayer, por la mañana, vi a tu cuñado en la reunión de golf a la que mi tío me obligó a asistir —comentó Mario.

—¿Por qué? —interrogó Marco—. Si ya renunciaste a tu herencia y cortaste lazos, eso no tiene sentido.

—En realidad... acepté mi herencia de vuelta —declaró Mario—, claro que el compromiso de mi hermana con el idiota de Selim sigue cancelado. Sin embargo, no es bueno para mi tío que yo renuncie, le da mala imagen a la familia. Además, eso es lo que nos corresponde, mi padre trabajó igual que mi tío, era dueño de la mitad, la mitad del imperio Werner es nuestra. No quiero dejar todo en manos del incompetente de Luck, estoy seguro de que haría quebrar la empresa en menos de un mes.

—Me parece bien que luches por lo que es tuyo por derecho, solo cuida a tu hermana —recomendó Ethan, preocupado por lo que Luck pudiera hacerle a la niña, recordando lo que Mario les había contado hace un tiempo. Tampoco podía evitar detestar la idea de que aquella niña era, o había sido, la prometida oficial de Selim.

—Mi hermana seguirá en Rusia y solo yo sé dónde. No hay ningún problema. Volviendo al tema, vi a tu cuñado, no sabía que era buen amigo del estúpido heredero Aslan. Por primera vez, ese alfa tonto no pasó unido como imán a Luck, como suelen estar en ese tipo de reuniones; en cambio, estaba pegado al amable americano, hasta se fueron juntos.

—Yo tampoco sabía sobre eso, no es algo que me importe. Y... ¿No te he dicho, varias veces, que no hables mal de Selim frente a mí? —reclamó Ethan, cansado de sentir de mal humor a su omega por los comentarios de Mario.

—No puedo, ni quiero, evitarlo —contradijo este, con enojo—. Detesto que te importe tanto.

—Pones de mal humor a mi omega y él me pone de mal humor a mí.

—Sí, olvidaba el cariño ciego que tu lobito le tiene a ese alfa.

La discusión iba en aumento a medida que ambos hablaban, poniendo incómodos a sus amigos, quienes solo miraban la escena y se daban breves miradas entre ellos, para buscar una solución.

«Lo mataré, déjame pegarle, es lo menos que merece», pedía el omega de Ethan, gruñendo y a punto de estallar.

—Mario, te estás excediendo, ¿no conoces tu límite? —advirtió Ethan con el puño apretado sobre la mesa de su butaca—. No te metas con mi lobo o...

No pudo completar la frase pues varios de sus compañeros entraron al aula, su maestro había llegado para comenzar con su clase. Dos horas después, la clase concluyó y Mario casi estaba de rodillas pidiendo el perdón de Ethan, para no alargar el asunto, él aceptó las disculpas.

«Pobre tonto», exclamó su omega con tono de lástima.

—Hablemos de cosas más agradables —propuso Adrián—, como... ¿qué te regalaron?, seguro te debieron de dar cosas inimaginables para nosotros.

—No es mucho, mi tío me regaló un nuevo celular. —Ethan mostró el aparato y todos quedaron impresionados.

—Es el último modelo, ni siquiera sale a la venta aún —explicó Mario, tomando el celular con la delicadeza de quien cargaba a un bebé.

—¿Esto también fue un regalo? —Isabela señaló el brazalete en su muñeca—. No te lo había visto antes, es hermoso.

—Sí, me encanta, es el mejor regalo que me dieron —exclamó Ethan recordando el significado tan especial que Selim le había dado a la pulsera esclava.

—Claro, considerando tu fascinación por las joyas... y esto es verdaderamente espectacular —dijo Adrián admirando la pulsera, como todos, su belleza era atrapante—. ¿Quién te lo dio? Porque, bueno, sabes el significado de una esclava.

—Mi hermana —se apresuró a decir Ethan—. El lapislázuli es la gema de mi familia materna, según dice mi tío. Por eso me la dio. Combina con mi collar.

—¿No habías dicho que tu hermana te regaló un perfume? —interrogó Mario, con algo de desconfianza en su voz.

—¿Perfume? —Ethan tardó un segundo en recordar lo que le había dicho. Era bueno mintiendo, pero solo cuando le interesaba de verdad y Mario era un asunto que su mente no le quería poner la suficiente atención—. Ah sí, el perfume, sí, también me dio eso.

El grupo se dirigió a la salida de la facultad para retornar a sus hogares, el chofer de Ethan ya estaba esperándolo, ahora estaría más vigilado y controlado que nunca. Sin que los demás se dieran cuenta, Mario tomó del brazo de Ethan, con más fuerza de la necesaria y lo alejó del grupo.

—Me vas a decir la verdad ahora mismo —ordenó, su tono de voz, como su actitud, eran agresivos—. ¿Quién te regaló esa pulsera esclava? Fue ese idiota, ¿verdad? Respóndeme. —Lo zarandeó, exigiendo una contestación, lo que enfureció a Ethan.

—¡¿De qué diablos hablas?! Ya te dije que me lo dio mi hermana, si no me crees, entonces ¡vete al infierno! —Se soltó del agarre y se contuvo para no golpearlo—. Bien sabes que no te conviene provocarme, Mario, tienes las de perder.

—¿Crees que soy tonto? Soy beta, a pesar de eso tengo muy buen olfato, ese perfume no lo era ¿cierto?, ese aroma es el olor de ese alfa. Crecí cerca de Selim Aslan, lo conozco. Además, ¿crees que no lo vi en tu habitación? —reclamaba con dolor y rabia, hablaba tan fuerte que estaba llamando la atención de todos—. No estaba seguro de que fuera él, pero lo vi en la ventana y me lo estás confirmando justo ahora. ¿Por qué él va a tu casa? Desde que estamos juntos, ni una sola vez me has invitado a conocer oficialmente a tu familia. ¡¿Y Selim ya conoce hasta a tu cuñado?!

—Estás imaginando cosas —alegó Ethan, estaba empezando a asustarse porque Mario parecía un demonio enrabiado—. Cállate que todos nos miran.

—Quítate esa pulsera, quítatela y demuéstrame que eso no significa nada para ti. —El beta intentó tomar el brazalete, pero Ethan se libró de él en un movimiento ágil.

—No tengo que probarte nada, si eres tan inseguro para llegar a esto, entonces no vuelvas a hablarme.

—¿Estás terminando conmigo?, ya veo, quieres el camino libre para ir con tu querido Selim, ¿te volverás su zorrita personal? —Mario hablaba sin pensar, sin pararse a meditar lo que estaba diciendo, cegado por el enojo.

Ante el insulto, Ethan no se pudo contener más y lanzó un golpe, pero fue detenido por Selim.

—Ethan, no olvides dónde estás —advirtió el recién llegado, mirando alrededor, los guardias del campus merodean sin descanso—. Y tú... ¿qué crees que haces? —arremetió contra Mario—. Si quieres que te expulsen, hazlo solo, no lo metas a él.

—Ya llegó el gran Selim al rescate, debes estar feliz, Ethan, tu querido alfa te protege —exclamó Mario con sarcasmo.

—¡Te voy a matar, Mario! —gritó Ethan, a punto de lanzarse contra él, si no fuera porque Selim estaba en medio.

—Vete Ethan, tu chofer ya está esperándote. —Selim señaló la camioneta negra estacionada frente a la entrada del campus—. No te metas en problemas y vete.

Furioso, Ethan obedeció, dejando a los otros dos solos; subió a su auto tan rabioso que le dio miedo a su chofer.

—Mario, te lo voy a decir solo una vez —advirtió Selim en aparente calma—: No te metas con él, si lo metes en alguna clase de problema o le haces algo, te destruiré, a ti y a tu hermana.

—Con mi hermana no te metas, Aslan.

—Tu hermana era mi prometida y cancelaron eso sin darle a mi familia una explicación coherente. No te confundas, agradezco que lo hicieran, yo no quería casarme con esa niña.

—No hables de ella, no mereces ni nombrarla, así que cállate.

—No, cállate tú y escúchame bien —demandó apuntándolo con el dedo, se estaba intentando controlar para no usar su voz de mando—. Si te vuelves a meter con Ethan, destruiré tu nombre y el de ella. A la prensa le encantaría saber que la omega de los Werner traicionó su compromiso conmigo, que se fue a Rusia con su amante, que quedó embarazada... hay tantas cosas que puedo decir y la gente creería sin dudas. No olvides que soy el heredero de los Aslan.

—Eres un maldito. Pero hacer eso te costaría la amistad que tu familia tiene con la mía, denigrar a un Werner no te conviene.

—A este punto, ¿crees que me importa? Lo único que me interesa es Ethan —declaró con orgullo—, aquel niño beta, que sé que tiene más ganas de golpearé que yo y aun así sigue contigo quién sabe por qué. Aunque, después de lo de hoy... no creo que duren mucho. Te daré un consejo, ya no le ruegues, él no te quiere.

—¿Y crees que a ti sí?, ¿crees que, si lo dejo, irá corriendo a buscarte?

—No, sé que me quiere, más que a ti al menos. Pero sé muy bien que su camino tal vez no se cruce con el mío nunca; Ethan tiene una vida diferente a cualquiera de nosotros, ambiciones fuera de nuestro alcance, aunque no lo admita. Un día su vida lo alcanzará, pero yo lo protegeré de eso y de todo, incluido tú.

» Esa fue mi promesa cuando le regalé el brazalete; porque sí, tienes razón, yo se lo di —aceptó sin bajar la cabeza y a Mario le hirvió la sangre por confirmar sus sospechas—. Y él lo aceptó porque no le pedí nada a cambio. No espero nada de él, ni que esté conmigo, ni que termine contigo. Confieso que todo esto es ridículo, sin sentido, ni yo sé la razón de lo que siento por él. Aun así, como el nombre de la pulsera, yo soy su esclavo; si él me quiere lejos, me iré al fin del mundo, pero si me quiere a su lado, no habrá poder en el mundo que me aleje de Ethan.

Por primera vez, Mario sintió respeto por Selim y a la vez más odio. Sus palabras sinceras, la seguridad con la que hablaba, la vehemencia que demostraba por su soulmate, aun sin saber que era su soulmate; le demostraron al beta la conexión irrompible que tenían los dos. Solo se preguntaba si Ethan sentía lo mismo por el alfa, seguramente sí.

—No te dejaré el camino libre tan fácil, Aslan —advirtió Mario con una sonrisa de malicia—. Ethan vale mucho la pena como para dejarlo. Yo te daré un consejo, no te ilusiones con él, aunque Ethan te adore, nunca estará contigo, prefiere morir. No eres el único que lo conoce, sé más de él de lo que crees. Es más, yo sé algo que tú deberías saber y es un placer inmenso no decírtelo. —Se marchó sembrando una duda en Selim, incertidumbre que le incomodaría hasta el final, cada vez que los ojos azules que amaba se cruzaran con los suyos. Hasta que todo fuera revelado.

Tomó más de una semana para que Ethan volviese a dirigirle la palabra a Mario y solo aceptó volver con él con la promesa de que: un incidente así no se repitiera y que dejara en paz el tema de Selim, el brazalete y sus celos, que si bien estaban justificados, para Ethan eran muy molestos.

Esta vez pensó seriamente en terminar aquella relación, pero no lo hizo por Selim, temiendo que eso le diera alguna esperanza falsa. Creía de corazón que Selim merecía estar con alguien que lo quisiera y pudiera corresponderle y él no era esa persona, la vida se había encargado de enseñarle lo trágico que podía llegar a ser un lazo y el amor en general.

Ethan nunca quiso ser omega porque el mundo era cruel para esta casta, un mundo de alfas. Después de todo, aún creía que los betas eran mejores porque su instinto animal no los dominaba. Los admiraba y consideraba más humanos, seres racionales, como todos deberían ser, en su opinión. Por todo eso, jamás se revelaría como omega, aterrado de terminar como su madre: encerrado, atado, esclavizado de por vida, a un alfa. Su espíritu era libre, aunque siempre había vivido encerrado, un pájaro que esperaba pronto salir de su jaula, pero no para caer en otra.

Él no sabía que sus alas habían sido cortadas desde su nacimiento y jamás volaría libre como todos los demás.

Selim comprendía un poco todo lo que Ethan pensaba, aunque le era realmente doloroso; se había dado cuenta de lo que Ethan deseaba y le apenaba no estar en sus planes, ni en los de él, ni en los que su familia tenía para él. Aún no sabía qué camino Ethan decidiría tomar, el propio o el que tenía destinado por sangre.

Quería decirle la verdad, lo que había descubierto después de investigar a fondo su pasado, producto de la obsesión que no podía evitar sentir por el chico de cabello tan claro que llegaba a ser blanco; la culpa lo consumía, sabía más de su destino que el mismo Ethan y era una vida que Selim no deseaba para la persona que más quería en el mundo, aunque encajara bien con él.

Pensaba: «¿Como alguien puede acoplarse tan bien y a la vez tan mal, en algo así?». Estaba seguro de que sería el mejor en ese papel, sin embargo, lo iría matando poco a poco, matando su felicidad, su humanidad, su pureza.

Su promesa era principalmente por ese motivo, la verdad era que había jurado protegerlo de su propia familia, de sí mismo y de lo que su verdadero apellido representaba.

«Quien nació para gobernar el mundo, ni siquiera sabe quién es».

Los días se mantuvieron constantes, con Ethan tan alegre como siempre y la atenta mirada de Selim a la distancia, conformándose solo con verlo hacer su vida sin ser parte directa de ella. Sin embargo, sintiendo una punzada de euforia en el corazón cada vez que lo veía portar el brazalete de plata o cuando de casualidad se encontraban de frente y saludaban. Cosas sencillas que podían devolverle las ganas de vivir, aun en el peor día de todos.

—Tenemos una semana de vacaciones, ¿qué haremos para celebrar el fin de año? Ya te levantaron el castigo, ¿verdad Ethan? —preguntó Isabela emocionada con la idea de hacer algo divertido, el primer año nuevo que los cinco amigos pasarían juntos.

—Hoy es mi último día de castigo —explicó Ethan—, pero si celebramos, que sea algo más tranquilo que la última vez, no quiero que mi tío cumpla la amenaza de enviarme a Rusia.

—Nada de bares entonces —acotó Marco con una sonrisa burlona.

—Yo, en realidad quiero invitarles a los Montes Beta, mi novio tiene una linda casa ahí, podemos pasar un buen rato, esquiando. Si nos vamos el domingo podemos volver para el 31 y celebrar con nuestras familias —propuso Isabela.

—Mi hermana llega a casa el 31 por la tarde —comentó Mario—, mientras volvamos antes que eso, me parece una gran idea.

Con todos de acuerdo, planearon su viaje, al día siguiente se encontrarían en el aeropuerto. Sin embargo, Ethan no contó con un gran inconveniente y se presentó justo antes de salir de casa.

—Pero ¿por qué? —se quejó por quinta vez con Elías—, mi castigo ya terminó. Por favor, tío, quiero ir.

—Ethan, estás a punto de entrar en celo —apuntó su tío, mirándolo como si el chico hubiera tenido la idea más ridícula de todas—. ¿Crees que es buena idea ir a un lugar desconocido en ese estado?, y más si ese novio tuyo también estará.

—Como siempre, solo debo usar los inhibidores, no habrá problemas —insistió Ethan, pues de verdad deseaba deslizarse por la nieve de la montaña.

—¿Y si, por alguna razón, no funcionan?, sería peligroso. Además el doctor dijo que este celo lo debes de pasar sin ningún medicamento; tus ciclos han estado muy inestables desde que conociste a ese alfa, es necesario que tengas un celo natural para equilibrar todo.

—No, por favor, no quiero estar encerrado y retorciéndome de dolor en año nuevo.

—Hay que aprovechar tus vacaciones, tu salud es más importante que un viajecito con tus amigos. No me discutas, ya ordené retirar de tu habitación los supresores e inhibidores, ni te esfuerces en buscarlos. En esta casa se hace lo que yo diga, ve a tu habitación y trata de sentirte cómodo, yo mismo te atenderé.

Sin más remedio, Ethan hizo lo que se le ordenó, cuando llegó a su habitación se dispuso a mandarles un mensaje de disculpas a sus amigos y explicar por qué no podía ir con ellos. Pero, mientras escribía, un cólico conocido lo golpeó de pronto, el celo había comenzado. El dolor y el calor no se hicieron esperar, mucho más fuertes y repentinos de lo que habían sido nunca. Solo alcanzó a escribir: «No puedo ir, lo siento», a Isabela.

Después de eso, no tuvo cabeza para más que no fuera Selim Aslan.

Su cuerpo débil por la oleada de calor, fiebre que nublaba su pensamiento racional, dejando que su parte animal tomara completo control. Los cólicos atormentando su vientre bajo, solo una cosa era peor que eso: sus pensamientos. El deseo de tener a Selim a su lado para ocuparse de su celo, calmar su sufrimiento, quería mirar sus grandes ojos dorados mientras lo abrazaba con sus cálidas manos.

—Selim —gimió su nombre como una súplica y las lágrimas nublaron su vista, estaba desesperado, tanto que no pudo resistir, aunque lo intentó con todas sus fuerzas, el tomar el celular y marcar su número.

En algún lugar solitario, en un bosque pacífico y helado, Selim estaba sentado a la orilla de un pequeño acantilado, dejando que una nevisca empapara su cabello, cuando su celular interrumpió su tranquilidad, un número desconocido llamaba, sin pensarlo contestó.

No escuchó nada al principio, al insistir oyó una respiración inquieta, ansiosa, de inmediato lo invadió un sentimiento de inquietud, sin sentido alguno.

—¡¿Quién habla?! —exigió saber—. ¿Eres... Ethan?

No estaba seguro, pero sentimientos tan fuertes, hasta el momento, solo habían sido causados por él. Y ahora solo quería verlo, estar a su lado, como si algo lo halara hacia él.

—¡Ethan! —insistió con los nervios de punta, pero al otro lado de la línea, después de un ruido sordo, colgaron.

Marcó el mismo número, pero obviamente habían apagado el celular. Sin nada que pudiera hacer, decidió calmarse y olvidarlo. No tenía garantía de que quien hubiera llamado fuera Ethan y, conociéndolo, nunca lo llamaría. Sin tener cómo contactarlo y al no estar en la ciudad, no podía ir a su casa, no podía más que orar porque estuviera bien.

En casa de Ethan una acalorada discusión entre tío y sobrino se desarrollaba.

—¡¿Eres idiota?! —gritó Elías lanzando contra la pared el celular que pudo arrebatar de las manos de Ethan, justo antes de que cometiera, lo que él consideraba, el peor error de su vida—. ¡Los omegas no piensan en nada! ¡Maldita sea!, casi arruinas todo.

—Por favor, ya no puedo más —suplicó Ethan entre lágrimas—. Lo necesito, por favor.

—Eres igual de estúpido que tu madre. ¿Quieres terminar como ella? —Elías tomó a su sobrino del brazo y lo llevó a la ducha, abrió el agua fría y lo obligó a entrar—. No permitiré que eso pase, Ethan, ¿entiendes?

—Suéltame. —El cambio tan brusco de temperatura era casi doloroso para el omega—. Para, tío por favor —pedía, pero Elías no lo dejaba salir.

—Entiende de una vez que ese alfa solo te llevará a la perdición, si sigues así, ¡lo único que vas a conseguir es terminar muerto! —Lo zarandeaba con fuerza—. No, no me volverá a pasar, aunque tenga que encerrarte, aunque tenga que enviarte a Rusia, ¡no voy a perderte a ti también! Estoy dispuesto a matar a Selim Aslan si es necesario.

—¡No! Por favor, no lo hagas, él no tiene la culpa de nada —rogó Ethan, cayendo de rodillas en la baldosa mojada—. Ni siquiera lo sabe, no lo toques.

—Espero no llegar a eso, pero ya estás advertido. —Elías lo tomó de la barbilla haciendo que lo mirara a los ojos—. Nunca has visto de lo que soy capaz y no querrás hacerlo, no me obligues a mostrarte mi lado más cruel, hijo —amenazó con un beso en la frente. Cerró la llave del agua y puso una toalla en los hombros de Ethan, quien temblaba sin control.

Lo dejó en la cama aún con la ropa mojada y se fue, no sin antes asegurarse de quitarle toda posibilidad de contactar a Selim.

Por curiosidad, Ethan intentó abrir la puerta, solo para comprobar que, efectivamente, lo había dejado encerrado.

«Cómo si pudiera ir a algún lugar», pensó, un recordatorio amargo: «No tengo otro lugar en el mundo».

Una nueva ola de calor lo tumbó en el suelo. Retorciéndose de dolor, recordó que tenía algo perteneciente al alfa que deseaba tener a su lado en ese instante: la bufanda azul que le había regalado hace algún tiempo. La buscó en su cómoda, la prenda aún conservaba el aroma a limón y menta que Ethan tanto disfrutaba, era muy tenue, pero era mejor que nada.

La bufanda azul y el recuerdo de Selim: su tacto, su calidez, su voz, ayudaron a Ethan a superar los cinco días de su tormentoso celo.

Información: el celo de un omega llega cada tres meses y dura entre 3 y 5 días. El de un alfa dura 1 día o 2 y llega cada síes meses. En ambos casos es doloroso sin un compañero o sin medicamentos y el instinto animal los dominan, opacando la razón.

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