Capítulo 55. Trabajo

Estoy en la sala de profesores, otra vez, mande a Juanjo y a Jose por hojas de sauco, ya que las necesito frescas.

Abro el armario que divide el laboratorio de pociones y la sala de profesores, y ni bien ingreso el olor a canela y lavanda me da un golpe en las fosas nasales.

Por lo que veo Solei organizó esto a su antojo, patético. No hay respeto del ciclo, no veo elementos básicos guaranies, las vasijas de barro están boca abajo, los pigmentos de frutas, la cera de abeja, el Ysy repartidos en diferentes rincones.

Las plumas de Kavuré en frascos de vidrio, ¿Qué les pasa? No hay ni un cuidado a nada. Esta gente no tiene idea de la magia ancestral, los dioses y espíritus del mundo astral deben estar retorciéndose por tanta falta de solemnidad. 

—¿Dónde Carajo guardan la Chicha en este lugar? —pregunto con evidente mal humor.

Comienzo a recorrer buscando respuestas, y poder dar con la vasija sagrada cargada del líquido fermentado.

La puerta de la sala de profesores se abre, volteo y veo a Orkias ingresar, pongo los ojos en blanco y continúo con lo mío.

—Irama... —me habla pero yo le levanto la mano para que guarde silencio.

Al fin encuentro la vasija de barro, los brazaletes de plumas y los tembetas.

—Prepara fuego —digo al hombre  mientras le apunto el lugar en el que se encuentra el fogón—. Usa la leña del tajy, y también de samu'u.

Yo agarro un frasco de madera y veo que es sal gruesa, lo toco, pruebo algunos granos porque me gusta y luego agarro un frasco de miel. Dentro tiene un panal. Observo a Orkias quien  aún no me ha obedecido.

—¿Quieres que te haga unas instrucciones, Orko?

—No, no... solo ¿De verdad hay maleficios? —pregunta ya agarrando la leña.

—Sí... y es grande, alguien está haciendo uso de tu sangre... y peor aún, el alma de Solei, debemos romper esto, y para eso solo lo vamos a lograr haciendo un ritual del tamaño de un estadio... y claro trayendo a los prisioneros y con los chicos usando sus poderes, tu abuela te tiene saña, y odio.

—No es la única —dice mientras hace que la madera se encienda luego de chasquear sus dedos sobre ella y generar pequeños rayos que hacen que se queme.

Ignoro su comentario, entiendo lo que dice de segunda, pero elijo ser feliz y no darle el crédito de ser la víctima.

Yo entiendo por sobre todas las cosas que él tuvo una mala vida, pero lo que no voy a entender es que me quiera poner a mi como la que le roba felicidad, porque el que decidió guardarse para la mujer que lo abandonó en sus momentos más vulnerables fue él, yo estuve a su lado... muy problema suyo que no haya querido verme en ese entonces.

—Listo el fuego —dice mientras se sacude las manos.

—Lleva la olla de acero, y ve agregando agua.

No dice nada, solo me obedece, pasa cerca de mi y su perfume ingresa en mi, ¡Por los dioses! Qué bien huele el hijo de puta.

Estoy sacando las hojas del tajy, y separando en un mortero cuando él se queda de pié a mi lado, queda mirando, esperando la siguiente orden.

—Te agradecería me dieras un poco de espacio... —logro decir en contra de mi verdadera voluntad.

Orkias obedece de nuevo y se va hasta la sala a servirse un poco de whisky y sentarse en el sofá, cuando hace esto  yo ya estoy macerando la canela con hojas laurel. La puerta de la habitación se abre y veo entrar a Luriel con su pandilla.

De nuevo esa aura extraña al rededor del chico, tiene mil bloqueos sobre él que no me deja ver lo que oculta, pero no soy estúpida y tarde o temprano voy a descubrir su secreto.

—Profesora —saluda Iracema—. ¿Necesita que la ayude?

—Sí —digo—. Quiero que todos se queden con la piel descubierta, los chicos se pueden sacar la camisa y quedarse con el torso desnudo, ustedes en top, y pasa a dibujar la grafía de la Jarará en los brazos de todos, Jose, ayuda a  Iracema, luego que los chicos las pinten a ustedes ¿ok?

—Ok...

—¿No podemos quedarnos en camiseta? —pregunta Gustavo y yo solo le niego.

Me sorprende que busque excusas, ya en la clases de grafía se sentía incómodo, pero salvo la situación cubriéndose con una toalla.

Gustavo mira a Juanjo y a Luriel y estos le hacen un gesto de solidaridad y resignación. Mientras molino mis especias en el mortero quedó atenta, hasta que me doy cuenta de la razón de su vergüenza.

La mayoría de las personas solemos presumir nuestras cicatrices de guerra en La Colmena, pero cuando decidimos ocultarlas, es porque quizás tengan una historia vergüenza a tras.

El trazo de su cicatriz va por su espalda desde su hombro derecho bajando hasta su cadera del lado izquierdo. Por la forma y el recorrido estoy segura que se lo hizo de muy pequeño y que el objeto cortante fue de arriba hacia abajo, se nota que hubo un movimiento brusco por el desvío y que debió haber sido muy profunda.

Luriel se da cuenta que estoy muy atenta a su amigo, por lo que al sacarse la camisa me habla.

—Profesora —dice imponiendo su voz—. Hará una bebida o una pasión para huntar en la piel?

—Ambas cosas, la primera para conectar con los espíritus del tapekue y la segunda para proteger nuestros cuerpos de los maleficios, porque estos van a caer sobre nosotros ni bien intentemos eliminarlos.

—¡Wow! Eso es fascinante.

Juan José me acerca las hojas de Sauco le las deja sobre mi mesa, él mira toda la estructura de el laboratorio algo sorprendido pero no dice nada.

—¿No sabías de este lugar? —pregunto al chico.

—No... se ve increíble...

—¿Te gustan la pociones y rituales?

—Sí, de hecho es mi materia favorita, me gustaría algún día hacer alguna especialización sobre esto.

—Bien, el día que lo quieras hacer te recomiendo que te internes en el bosque atlántico, pero ya puedes buscar anotaciones de botánica de Moisés Bertoni para ir conociendo plantas... pero recuerda siempre, siempre visitar pueblos originarios, ellos son los verdaderos libros de sabiduría.

—Lo tendré en cuenta! Gracias

Iracema está pintando el torso desnudo de su novio, mientras que Jose hace lo mismo a Gustavo, quien parece muy contento por que su compañera le saca platica sobre lo sexy que se ve su cicatriz.

—Hola, hola —saluda Anastasia al entrar a la sala acompañada de Cariem y Thalia.

Sonrío al trío, quienes parecen venir recargados de energía, ya sabía yo que por eso no me abrió la puerta Cariem cuando fui a tocar.

—El famoso trío de Oro —contesto mientras por el rabillo del ojo veo a Orkias levantar su vaso de whisky a Cariem quien lo está reprendiendo con la mirada.

—Un gusto, Irama —me dice Thalia y odio ver a Solei en ella, directamente ya me cae mal.

—Sí, sí, mejor niña ven aquí y ponte a trabajar, quiero que hagas una poción de sanación y otra de conversación. —ordeno, la chica se sorprende por mi todo, pero obedece.

—¿Qué es una poción de conversación? —pregunta Luriel curioso.

—Es una pócima —respondo machacando hojas de apepú—, para activar el ñe'e con ella, hacemos que nuestros prisioneros hablen.

—¿Funciona en todos?

—¿Quieres dárselo a alguien niño? —pregunto en broma.

—Solo quiero aprender sus limitaciones y alcance.

—Sí, funciona en todos, pero deben tener una herida en la mano izquierda hecha por alguna flecha, por eso está aquí Gustavo.

Todos lo miran y él solo se encoge de hombros.

—Bien, basta de charlas, ahora que ya tienen los dibujos, mientras terminamos estos, quiero que se hunden aceite de petitgrain.

—Sí señora —responden en coro y comienzan a trabajar.

—Tú también Orkias, porque vamos a ir todos por esos prisioneros...

—Ok... —responde de mala gana.

—¡Ah! Y hazme el favor de llamar Mortel, Santos y Arandú, necesito a los Gianti más poderosos aquí.

Orkias me ofrece una mirada de disgusto, y yo le respondo con una sonrisa. Cómo me gusta fastidiarlo.

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