Capítulo 14




Suspiré por decimotercera vez en lo que llevaba de tarde. No sabía si arrancarme el pelo o arrancárselo a él, porque por el amor de Dios, no era tan difícil aprenderse cuatro fechas y lo que sucedió en cada una de ellas. Excepto para Blake, para él era la cosa más complicada del mundo. Eso sí, se sabía de memoria todos los jugadores de su equipo de baloncesto favorito y el número que tenían cada uno. Increíble. Y pensar que solo había pasado un mes.

Cuando accedí a dar clases no me imaginé que sería tan duro. Desde luego, la carrera de magisterio quedaba descartada para futuros planes.

—Por última vez, China no fue aliada de Alemania si no Japón. China dio apoyo a Estados Unidos. ¿De verdad es tan difícil de entender? — pregunté exasperada.

—No— rio. —Pero eres muy graciosa cuando te indignas.

—¿Quieres ver qué pasa cuando me enfado?

—Creo que paso.

Me guiñó el ojo y volvió a fijar su mirada en el libro. Tenía el ceño fruncido y las manos en puños. Juraría que era la primera vez que veía a Blake tan concentrado en algo.

—Aquí falla algo— murmuró. No sabía si iba dirigido a mí o no, pero de todos modos contesté.

—¿El qué?

—Esto— acto seguido cogió un bolígrafo del estuche y dibujó algo en el libro de historia.

Me picaba la curiosidad, pero sabía que si veía lo que había hecho me entrarían ganas de matarlo, y para ser sincera, no me apetecía acabar en un centro de menores.

Aun así, decidí echar un vistazo. Fui hasta él y contemplé el maravilloso cuadro que había hecho. Al lado de la explicación sobre la Alemania Nazi había una foto de Adolf Hitler bastante distorsionada. Su bigote era más grande de lo normal y encima de su cabeza había dibujados unos cuernos.

—¿En serio?

—¿Qué pasa? Es lo mínimo que puedo hacer después de ser obligado a aprender toda su aburrida vida.

—Lo que tú digas— reprimí las ganas de rodar los ojos. —¿Podemos seguir, por favor?

—¿No podemos hacer un descanso? — preguntó mirándome con sus ojos avellana.

—La última vez que hicimos un descanso, — lo miré acusatoriamente. —Acabamos cazando Pokémons en tu jardín trasero. Así que no.

Todavía recordaba a Blake colándose en el jardín de al lado en busca de algunos. Decir que el vecino se lo tomó mal sería quedarse corto. Estuvo furiosos cuando pilló a dos adolescentes merodeando en su jardín en busca de lo que creyó que era un conejo. Cuando verdaderamente se enteró de porqué estábamos ahí... Bueno, era seguro decir que todavía me lanzaba dagas con la mirada cada vez que pasaba por aquí.

—¡Venga ya! Si te gustó.

—Bueno... Sí, pero el examen es la semana que viene y no sabes nada de nada.

—Seguiré sacando la misma nota cazando Pokémons ahora o más tarde. ¿Qué más da?—tenía que darle la razón ahí.

Touché. Pero la respuesta sigue siendo no.

—Por favor, ambos sabemos que no voy a aprobar.

—Y es por eso por lo que tienes que estudiar.

—Eres muy testaruda, ¿lo sabías? — me encogí de hombros.

—Me lo dicen mucho.

—¿Y si hacemos una apuesta? Tú me dejas cazar Pokémons ahora y yo te prometo que apruebo el examen del martes que viene.

—¿Debo recordarte que ya tenemos una pendiente? — arqueé una de mis cejas, entretenida por su poca memoria.

Se rascó la nuca, signo que me daba a entender que la había olvidado por completo.

—Pero esta es una apuesta amistosa, inofensiva. De este modo verás de lo que soy capaz incluso sin prestarte atención.

Que encanto de persona, en serio.

—¿Y qué gano yo a cambio? Si lo dejamos ahora da igual si lo apruebas, tú ya habrás conseguido lo que querías.

Lo pensó por unos instantes antes de dirigirse a mí con una sonrisa.

—Si suspendo... Te haré el mejor postre que jamás has probado. ¿Qué tal suena eso?

—Tú... ¿Cocinas? — eso sí que no me lo esperaba.

—No mucho. Entonces, ¿apostamos?

—No sé si será buena idea...— no estaba muy segura de todo esto.

¿Quién me aseguraba a mí que Blake sabía cocinar?

—Venga, no voy a envenenarte. Además, es comida gratis y creo recordar que todavía te debo algo con chocolate.

—¿Aun lo recuerdas? — pregunté de brazos cruzados.

—¿Cómo no hacerlo cuando tengo a alguien que me lo recuerda cada dos segundos?

—Cierto— apunté. —Eso es lo que pasa cuando te cruzas entre la comida y yo.

Extendí mi mano. ¿Qué daño podía hacer una pequeña apuesta?

—De acuerdo, apostamos— juntó su mano con la mía y un escalofrío me recorrió el brazo. —Buena suerte, Blake.

—No la necesitaré, Calahan.

—No te vengas arriba. Aunque quede una semana yo no tendría mucha fe en ti.

—Me ofendes— se inclinó hasta mí hasta que nuestras frentes estaban a pocos metros de distancia.

—No es por ofenderte. Es que simplemente nunca pierdo mis apuestas.

Soltó una risa antes de cogerme un mechón de pelo y ponerlo detrás de mi oreja.

—Si hay algo que necesitas saber acerca de mí, — susurró. —Es que solo hago apuestas que sé que ganaré, pequeña.

♥️

—¡No puede ser! — escuché gritar a Blake desde la otra punta del aula.

Una sonrisa se formó en mis labios al escucharlo. Algo me decía que había ganado la apuesta.

Revisé mi examen antes de darle la vuelta y dejarlo encima del pupitre. 90 sobre 100. No sabía que me había ido tan bien.

Unos gritos me trajeron de vuelta. Eran los de Blake. Se estaba quejando al profesor Hawkins sobre su nota.

—Esta no es mi nota. Se ha equivocado. Tendría que tener al menos cinco puntos más. ¡Vuélvalo a contar! — le faltaron varios centímetros para ponerle el examen en la cara.

—Su examen está bien puntuado, señor Sanders. Es usted el que marcó mal las respuestas.

—¿Pero no puede subirme la nota?

—Me temo que no.

—Por lo menos me merecía llegar al aprobado. ¡Estudié toda la noche!

Ja. Gané.

—Me congratula oír eso, pero por favor, haga el favor de no estudiar el día de antes, o si lo hace, no me lo diga. No necesito más pruebas de la mala elección que hice al escoger esta profesión— conversó de forma monótona antes de devolverle la hoja y levantarse para explicar la lección.

Blake cogió el examen de mala manera y se dirigió a su sitio pasando por mi lado.

—Creo que me debes algo— dije con una sonrisa triunfal.

Gruñó.

—Has tenido suerte— volvió a su sitio con el ego compungido.

El resto de la clase pasó lentamente, aunque Blake no paró de darle golpes al bolígrafo durante lo que quedó de hora. A la mesa, la silla, el libro, a mí... Y vuelta a empezar. Tenía razón cuando dije que se comportaba como un niño pequeño.

Cuando sonó el timbre indicando el final de la primera hora, todos se levantaron corriendo, dejando detrás de ellos un rastro de papeles y envoltorios de chicle.

—Señorita Calahan, ¿tiene un momento?

Maldición.

—Claro— me encaminé hasta el profesor Hawkins con una disculpa en mis labios.

—Yo...

—Me gustaría felicitarla por su trabajo con el señor Sanders.

Me quedé de piedra. ¿Lo decía en serio? ¡Si había suspendido!

—¿A sí?

—Sí. Aunque haya suspendido su nota está mucho más cerca del aprobado de lo que ha estado todos estos años. Siga así.

—Gr-gracias, profesor.

Salí de clase rápidamente, dirección a la cafetería, pero alguien me agarró del brazo y no me dejó continuar.

Otra vez no...

—Esta tarde, después de clase.

—Vale, perdedor— me burlé una vez vi de quien se trataba.

—¿Vas a la cafetería?

—Sí.

—Te acompaño.

—¿Estás seguro? No me gustaría meterte en problemas con Amber.

Verdaderamente, Amber me daba igual, pero no quería que empezaran a murmurar y señalarnos.

—Si tiene algún problema estoy seguro de que podrá resolverlo ella solita. Ahora vamos, tengo hambre.

Caminamos en silencio hasta la cafetería y recé para que estuviera medianamente vacía. Cuando Blake abrió las puertas y me dejó pasar primero caminé rápidamente hacia la mesa que Leah y yo nos sentábamos normalmente. Pero estaba vacía.

—Está allí— señaló Blake, como si supiera a quién buscaba. Seguí su mirada con la mía y vi a Leah, Ethan y Taylor comiendo en la misma mesa.

Leah fue la primera en verme y agitar su mano, haciéndome señas para que fuera con ella. Blake me dio un empujón en el hombro.

—¿A qué estás esperando?

Sacudí mi cabeza y fui a por una bandeja de comida antes de sentarme en frente de Leah y al lado de Taylor.

—¡Hola, Aria!— saludó alegremente. Esta chica siempre estaba feliz, ¿cómo narices lo conseguía?

—¿Qué hay, Taylor?

—Sé que no hemos tenido mucho tiempo para hablar, pero quería darte las gracias por haberme convencido a salir con Blake. Puede que nos peleemos, pero este último mes ha sido increíble.

Espera, espera, espera. ¿Acaba de decir que se pelean? Parece que ser que la pareja feliz no era tan feliz... Interesante.

—¿Y sobre que discutís, si puede saberse? — cuestioné intrigada.

—Oh, ya sabes, pequeños desacuerdos sin importancia...

—Yo sí que les daría importancia— intercedió Blake en la conversación.

Problemas en el paraíso...

—¡Eso solo lo dices porque te afecta!— exclamó Taylor.

—¿Y cómo ni iba a hacerlo? — espetó él.

De repente, Taylor se levantó de la mesa y salió de la cafetería dirección al baño de chicas.

Blake se quedó perplejo y confundida, mientras yo ya estaba en pie y caminando hacia su dirección.

—Voy yo.

Cuando llegué al baño, Taylor estaba mojándose la cara con agua y colocándose el pelo. No me oyó entrar, así que me acerqué a ella con cuidado para no sobresaltarla.

—Taylor... ¿Estás bien? — sus ojos se centraron en los míos. Estaban rojos y llenos de lágrimas que quería derramar, pero se contuvo y asintió varias veces con sus manos cerradas en puños.

—Sí, perdona por haber tenido que ver la escenita. Normalmente no deja que le afecte de esa manera— murmuró abatida.

Me acerqué a ella y apoyé mi mano en su hombro.

—¿A qué te refieres? — no estaba segura de que Taylor confiara plenamente en mí, pero merecía la pena intentarlo.

—Supongo que te habrás dado cuenta de mi amistad con Amber— me lanzó una mirada cargada de obviedad.

—Sí, y no entiendo porqué. Tú no eres como ella.

—Ella me proporcionó ayuda cuando nadie más estaba dispuesto a ofrecérmela, es lo mínimo que puedo hacer— sonrió, apenada. —Además, no es tan mala como parece. Solo tienes que conocerla un poco más.

—Lo que tú digas... — musité. —Pero ¿qué tiene que ver Amber en todo esto?

—Sabes lo que dicen de ella, ¿no?

—Sí.

—Pues digamos que por ser amiga suya... Te... Atribuyen también ciertas etiquetas que no son ciertas— suspiró con sus hombros echados hacia adelante.

—Oh, Taylor... — puso un mechón rebelde detrás de su oreja antes de sonreírme.

—Lo que quiero decir con esto es que no me importa lo que digan de mí, es algo que continuará pasando lo ignore o no, así que intento llevarlo lo mejor que puedo y darle la espalda a todos aquellos que se dedican a llamarme cosas.

—Pero a Blake sí le afecta... — dije cuando las piezas conectaron.

—Exacto. Él piensa que debería hacer algo, lo que sea... No entiende mi punto de vista. A veces es muy frustrante tener que discutir con una persona que no piensa más allá de sus ideas, porque en el fondo sabes que no vas a poder hacerle cambiar de opinión. Y lo único que quiero es que estemos bien, ¿sabes? No soportaría tener una pelea con Blake por mi culpa— varias lágrimas se escaparon mejillas abajo, pero no tardó en secárselas con el dorso de su mano.

Inevitablemente, la abracé. No me gustaba verla así.

—Taylor, estás saliendo con Blake Sanders, la persona más cabezona, testaruda y terca del universo entero. Eso era algo que tarde o temprano tendrías que afrontar— dije sacudiéndola un poco. —Lo único que necesitas es un poco más de paciencia con él.

—¿Cómo haces tú para que te escuche? — preguntó con los ojos abiertos.

No me pareció sabio decirle que esta tarde había quedado con él fuera de fines escolares, así que no se lo mencioné. Quizás Blake lo hiciera más tarde.

—No es fácil conseguirlo— suspiré. —El truco está en camuflar lo que quieres que entienda con algo que se asemeje a lo que él quiere oír. ¿Me sigues?

—Creo que sí.

—Genial. Con el tiempo aprenderás a perfeccionarlo— le guiñé el ojo y me separé de ella.

—¿Tú crees?

—Sí, aunque lo mejor sería que hablarais cara a cara y con las cosas bien claras.

—Créeme, lo he intentado cientos de veces, pero nunca escucha— explicó desesperada.

—Quizá lo que necesite es un pequeño empujón en la dirección correcta, entonces.

♥️

Cuando regresamos a la mesa, Taylor fue directamente a hablar con Blake. Y hasta aquí mi colaboración. Era su responsabilidad como pareja hablar sus cosas, no debía entrometerme entre ellos.

En cambio, me dirigí a Leah, que estaba ocupada dándole al tema con Ethan como si no hubiera un mañana. Eso era lo único que parecían estar haciendo estos días.

Entonces me di cuenta de que volvía a quedarme sola con mi consciencia.

Suspiré internamente y saqué mi móvil del pantalón. Abrí mi fiel aplicación anaranjada y retomé la lectura de una historia muy muy buena.

Iba por el final de un capítulo cuando una mano me tocó el hombro. Di un salto ante esa acción inesperada. Me mordí la lengua para no gritar, no quería llamar más la atención.

Solo entonces me percaté de quién estaba detrás de mí.

—Hola, Zak— saludé.

Su nombre fue como un cubo de agua fría para los presentes en la mesa. Leah le sonrió con educación, Ethan y Taylor se tensaron y Blake parecía querer clavarlo en una diana y lanzarle dagas a punta pala.

—¿Qué haces en esta mesa?— preguntó Blake con los puños apretados.

Si había notado su hostilidad hacia él, Zak ni la mencionó.

—Pasaba de largo cuando vi a Aria aburrida y jugando con su móvil, así que decidí venir a saludarla.

—Qué considerado— murmuró Leah rodando sus ojos.

La tensión e incomodidad era palpable en el ambiente. Me sentía muy mal por Zak, se notaba que no era muy bienvenido entre nosotros, pero ellos eran los que me estaban ignorando y él simplemente había pasado para saludar...

—¿Por qué no te sientas?— le pregunté con una sonrisa.

Aunque empezáramos con mal pie no significaba que no pudiéramos mejorar nuestra extraña amistad.

—¿Estás segura?— sentía la mirada de todos en mí.

—Claro.

Se sentó a mi lado y bajó la mirada a su regazo. Tras unos segundos todos volvieron a sus respectivos puestos y yo me encaré con Zak. Me habló sobre su futura empresa un poco más y yo le expliqué sobre las diferentes carreras que me gustaría escoger.

—Me gustaría ser forense, aunque a mis padres no les hace mucha gracia. Prefieren que estudie derecho.

—¿Forense?

—Sí. De pequeña sentía una cierta atracción hacia el más allá y todo lo relacionado con la policía, y como todavía me apasiona, pensé en dedicarme a ello. Aunque no estoy muy segura...

—No sabía que te iba lo forense.

—Hay muchas cosas de mí que no sabes.

♥️

—Creí haberte dicho que te alejaras de Zak— dijo Blake llanamente mientras batía la masa de lo que serían tortitas con sirope.

—Y yo creí haberte dicho que estudiaras.

Hizo una mueca y se volvió.

—No me lo recuerdes. Además, no es lo mismo. No puedes comparar un simple examen con él— escupió la palabra como si le repulsara la mera idea de su presencia. —Lo digo en serio, Aria, confía en mí por esta vez y aléjate de Zak.

—Vale.

Se giró inmediatamente, con la masa a medio hacer, y me ofreció una expresión sorprendida.

—¿De verdad?

—Claro— contesté. —Dime una sola razón por la cual debería hacerlo y dejaré en paz a Zak.

Su boca quedó entreabierta cuando intentó decirme algo y decidió no hacerlo. Sus hombros se tensaron y me miró fijamente unos instantes, debatiendo entre decirme algo o quedarse callado.

—No puedo— soltó. Parecía físicamente dolerle el decir esas dos palabras, lo que me pareció razón necesaria para saber la razón detrás de ella. —No es cosa mía contarlo. Pero créeme cuando te digo que no te conviene estar cerca de él. Arrasa con todo lo que se le acerca. Ten cuidado.

Rodé los ojos ante su advertencia y me mordí lengua para no reírme, porque la vista ante mí era digna de estar en un museo. Blake llevaba un delantal viejo y lleno de harina además de tener manchas de huevo por todo el pelo. Parecía una verdadera ama de casa, y el mero pensamiento hacía que estallara a carcajadas. Otra vez.

—Deja de reírte, Calahan. O te quedas sin tortitas.

—No puedo evitarlo—reí sorbiendo mi refresco. —No todos los días puede verte así.

—Me gustaría verte cocinar.

—Mis padres me prohibieron la entrada a la cocina a los siete años.

—No me extraña, serías un peligro.

—Lo soy— afirmé.

—Claro que sí— musitó para sí mismo.

Asintiendo, vertió la mezcla en la sartén y esperó a que se hicieran. Incapaz de aguantarme más, cogí el móvil e, intentado hacer el menor ruido posible, le saqué una foto.

Clic.

Maldición. No lo había puesto en silencio. Pero la foto había quedado genial.

Lentamente, Blake se dio la vuelta y me recorrió de arriba a abajo hasta que sus ojos encontraron mi teléfono.

—¿Qué has hecho?

—Nada— empecé a bajar de la encimera sigilosamente hasta que estuve de pie. Él caminó hacia mi como lo haría un león hasta su presa.

—Me has hecho una foto.

—Puede.

—Bórrala. Ahora.

Negué con la cabeza.

—No.

Me estaba riendo, y mucho. No sé porque me hacía tanta gracia. Si seguía así iba a morir.

—Tienes tres segundos.

—No voy a borrarla.

—Uno...

Di un paso atrás.

—Aria...

—¿Qué?— dos pasos a la derecha.

—Borra. La. Foto.

—Ni en sueños. Así podré hacerte chantaje.

—Dos...— tres pasos hacia atrás.

—No voy a enseñársela a nadie.

—Te advertí... ¡Tres!

En un visto y no visto, empecé a correr a la vez que Blake saltó y me hizo un placaje digno de un jugador de fútbol. Sus manos empezaron a hacerme cosquillas, cosa que me hizo tirar el móvil al suelo. Me retorcí y reí como una maníaca, pero no podía evitarlo. Pude escuchar la risa de Blake de fondo, y, curiosamente, me pareció uno de los sonidos más bonitos del mundo.

—Borra la foto— exigió mientras seguía con su tortura.

—¡Nunca!— seguí retorciéndome a carcajadas bajo su agarre. Me dolían los costados y el pecho, pero eso no pareció molestarle para nada.

—¿Qué has dicho?— hizo más presión. Iba a estallar si no paraba ya.

—¡De acuerdo, tú ganas!— dejó de hacerme cosquillas, pero no se separó de mí.

Notaba su cuerpo pegado contra el mío. Estaba atrapada entre sus dos piernas mientras nuestras frentes descansaban a escasos centímetros de diferencia. Los dos respirábamos entrecortadamente, y estaba segura de que tenía las mejillas enrojecidas. Creo que era la primera vez que veía a un Blake tan abierto y despreocupado. Cogió un mechón de mi pelo y lo enredó en su dedo. Sus ojos centelleaban con diversión y descaro. Su flequillo rozó mi pómulo derecho, cubriéndole los ojos de una manera muy sexi. Repentinamente, me entraron ganas de pasar mis manos por su cabello.

—He cambiado de opinión— susurró—. No hace falta que la borres.

—¿A no?

—No— dicho esto pasó sus manos llenas de harina por mi cara y pelo.

—¿De verdad era necesario hacer esto? —gemí en desacuerdo y escupiendo harina por la boca.

Sin decir nada más, sacó su iPhone del bolsillo trasero de sus pantalones de marca y nos apuntó con la cámara.

—¿Quieres una foto?— asintió. —¿Llenos de harina?

—Sí, así tendré algo con lo que reírme. Ahora sonríe.

Dio la casualidad de que la pantalla no era muy grande, y tuve que acercarme más a él para poder aparecer en la dichosa foto. Ahora la mayoría de nuestras extremidades estaban en contacto. Era completamente consciente del repiqueteo de su corazón contra su pecho y del calor que emanaba su cuerpo. Una de sus manos estaba al lado de mi cabeza mientras que la otra descansaba en mi cintura. Las mías estaban apoyadas en su pecho.

Mi corazón iba a toda velocidad.

Me obligué a sonreír.

Clic.

Otra fotografía. Guardó el móvil y me miró fijamente. Nuestras frentes se tocaban. Nunca lo había tenido tan cerca. Nunca había tenido a nadie tan cerca.

—Aria...— empezó, pero un olor a chamuscado se filtró por mis fosas nasales y me obligó a despertar de mi trance.

—Algo se está quemando.

—¿Qué... ¡Mierda!— se levantó corriendo y fue a ver la sartén.

—¿Se han quemado?— pregunté una vez en pie.

—Un poco. Pero todavía queda masa suficiente para hacer otra ronda. Las repetiré.

Me encogí de hombros.

—Como quieras.

Diez minutos más tarde estaba degustando las mejores tortitas que había probado en toda mi vida.

—Esto está genial— contenté con un sonido de satisfacción. —Si cada vez que gane una apuesta voy a comer esto, entonces apostamos todas las veces que quieras.

—Ya te dije que sabía lo que hacía.

—Claro, claro....

No contestó y permanecimos un rato en silencio, cada uno enfrascado en sus propios problemas.

—Así que... ¿Forense?— preguntó Blake con una ceja alzada.

—¿Me estabas escuchando? — alcé mi mirada hacia él.

—Sí. ¿De verdad estás planteándote la criminología cómo trabajo?

—Bueno, no estoy segura al cien por cien, pero me apasiona. Está entre las tres posibles candidatas.

—¿Y que hay de las demás?

—Créeme, no se parecen en nada.

—¿Cómo sabrás cual es la correcta?

—No lo sé, por eso necesito averiguar lo que de verdad quiero.

—No te estreses— dijo con un tono de voz apaciguado. —Hagas lo que hagas seguro que serás un cerebrito que conseguirá entrar en la mejor universidad.

Me reí ante su comentario.

—Zak dijo lo mismo.

—Vamos a dejar de hablar de Zak.

—¿Por qué le resientes tanto? — intenté hacerle coaccionar.

Su mandíbula se tensó, al igual que el resto de su cuerpo. Esperaba que me contara la verdad, pero en cambio, cambió de tema.

—Te has manchado— apuntó. —Tienes toda la cara llena de chocolate.

Sin avisar, dejó su plato en la encimera y acunó mi cara en sus manos. Eran cálidas y suaves. Empezó a trazar un recorrido con su pulgar hasta que paró en la comisura de mis labios y limpió la mancha de chocolate. Siguió trazando mis labios a la vez que se acercaba a mí.

—Tengo que decirte algo...— murmuró. —Muy importante.

—¿Qué?— suspiré.

—Yo...— se inclinó. Notaba su aliento en mis labios.

—¡Blake! ¿Estás en casa?— la voz de Elizabeth, su madre, hizo que la burbuja en la que estábamos estallara.

Nos separamos rápidamente a la vez que Liz entró por la puerta. Menudo panorama teníamos que ser, porque se llevó una mano a la boca y nos miró con una expresión divertida.

—¿Interrumpo algo?

—No.

—Sí— dijimos a la vez.

—Creo que debería irme— miré a Blake. —Gracias por el postre. Nos vemos mañana.

Sin darle tiempo a reaccionar recogí mi mochila del suelo y me encaminé a la salida.

—¡Espera!

No le hice caso y comencé a caminar hacia cada. Al menos tendría tiempo para pensar en lo sucedido. Él tenía novia y por lo que parecía, había estado a punto de besarme.

Dos veces.

Si Liz no nos hubiera interrumpido, ¿me habría besado?

O peor aún...

¿Lo habría permitido?





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N/A: WHAAAT? ¿¡QUÉ ACABA DE PASAR!?

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