Capítulo IV: Pequeño recorrido por una nueva ciudad

Salir a caminar por ahí, sin tener un objetivo en concreto, nunca fue muy de mi agrado, no desde hace ya varios años; cuando salía, solo era para comprar comida, hacer unos pagos y la escuela, nada más, pero para conocer el lugar... nunca lo había hecho por esa razón. El único motivo para hacerlo, por llamarlo de alguna forma, era para conocer cómo se vivía en este mundo; ya que no tenía ni idea de que se hace en este lugar; claro que los libros ayudaron un poco para comprender que era lo normal aquí, pero el sentido común no está explicado en ninguna parte, por lo cual toca experimentar.

Para llegar a la ciudad más cercana, me transportaron en un carruaje tirado por un par de caballos, como si estuviéramos en la edad antigua, no me era cómodo sentarme en la madera de lo que estaba hecho, de tanto estar acostumbrado a las comodidades de una silla reclinable frente a mí computadora, pero no había de otra forma, es lo que hay y no puedo protestar.

El viento soplaba con suavidad, moviendo las hojas de los árboles y trayendo consigo el aroma de la pradera, una esencia tranquilizadora que, sumado a la frescura del aire, y los constantes arrullos de la caja de transporte fueron suficientes para que pudiera dormir un rato hasta llegar a mi destino. Los ojos me pesaban, mi cuerpo de acomodó y termine por caer a los brazos de Morfeo.

Una sacudida violente logro sacarme de mi transe, noté como es que es ya no nos movíamos, pues por una de las pequeñas ventanas del carruaje había una pared de piedra amarillenta estática. Por inercia me levante, para notar al conductor fuera del carruaje hablándome para despertarme.

–Oye, despierta, ya es momento de que te bajes –su tono de voz era fuerte, más no agresivo–. Vamos... sal de ahí. –Sin ganas, me levante y termine por apearme cuidadosamente del transporte–. Estaré listo para retirarme en cuanto el sol se oculte por las montañas. Espero que estés aquí para ese momento y regresar a la escuela.

Solo asentí con la cabeza.

Cuando mis ojos se acostumbraron a la luz del sol, pude ver claramente cómo era la zona en la cual habíamos parado. El suelo estaba hecho de piedra adoquinada, mientras que las casa y algunos establecimientos tenían una fachada de piedra grisácea y blanquecina con tejados de color rojo. Algunas tiendas estaban puestas sobre mesas debajo de carpas de diferentes colores, exhibiendo los diversos productos que vendían a los diversos transeúntes que pasaban frente a ellos; comida, fruta, bebidas, ropa, libros y artículos varios es lo que se dejaba mirar entre los diferentes puestos al aire libre.

Pensando un poco con claridad, solo tengo el atuendo que me dieron en la escuela, ya que había entrado en este mundo sin nada más que mi persona y ese maldito libro que se quedó el profesor Aron. Por lo cual me vi en la obligación de comprarme un poco de ropa, pes mi atuendo consistía en una camiseta café, un pantalón negro y sandalias, junto a una pieza de ropa interior, nada más. Pasé al puesto de ropa más próximo y, al deducir precios y gustos propios, conseguí cuatro camisetas, dos camisas de botones, dos pantalones, cuatro pares de calzoncillos y dos sotanas café con capucha; todo esto por no más de 20 digg, nada mal. Me los entregaron en una bolsa y pude retirarme a gusto.

Como el mediodía estaba asomándose, procedí a comprar algo de comer. Entrando a una de los diversos restaurantes bajo techo que me encontré, el aroma a especias y carne cocida invadió mi olfato; era un aroma exquisito, de buena comida. Me senté en una de las mesas desocupadas en una de las esquinas del restaurante y esperé a ser atendido por uno de los camareros. Se acercó una chica muy linda, cabello castaño, ojos negros, piel blanca y un uniforme de camarera con un escote pronunciado; me ofreció un menú y lo leí detenidamente, sin ante darle una pasada más a la lindura que me atendió. Al leer todo lo ofrecido, le pedí a la chica que me trajera una sopa de verduras, pasta y carne con un tarro de cerveza, pues por solo cincuenta digg era algo económico comparado con el resto de la carta.

Alrededor de diez minutos tardaron en traerme la comida junto a un enorme tarro de bebida, durante ese tiempo mire alrededor de todo el lugar, se encontraban personas de todo tipo: comerciantes, soldados, personas comunes. Parece un lugar muy popular. El estofado tenia lo que parecían hongos, acelgas, fideos, un trozo de carne cocida y demás verduras picadas; al dar el primer bocado, todo el sabor me maravilló el paladar, realmente era bueno. Lo comí gustoso, a la par de dar grandes sorbos al tarro de cerveza. Terminando de comer, pagué y me retiré del lugar.

Estaba satisfecho, pues mi hambre se había apaciguado y podía dar unas vueltas por el lugar para matar tiempo, y ver si algo de suerte me hace ganar dinero. Por fortuna, eso último no tardó en llegar.

Paseando por la ciudad, me topé con un callejón por donde salieron un par de personas; me quité de su camino para no chocar con ellos, pero aun así logré escuchar de lo que estaban hablando, algo sobre un dinero perdido en las apuestas o algo así. Eso me intrigaba mucho, ¿no se supone que ese tipo de actividades están prohibidas? De seguro era clandestino. Ilegal.

Por mi mente pasó la idea de entrar al juego para obtener más dinero del que tenía, pues la cantidad de dinero que tenía no era suficiente para mí y podría acabarse en cualquier momento, por lo cual necesitaba encontrar la forma de aumentar mis ganancias, y ante mí estaba la forma para hacerlo rápido. Por otro lado, el hecho de pensar en que cometería algo ilegal me consumía, me provocaba un fuerte revuelo en el estómago... aunque no exactamente el hecho de hacer algo ilegal, sino de que, en caso de que algo saliera mal, puedo caer en serios problemas. Solo pasaron unos pocos minutos en que decidiera por una opción.

"Quién no arriesga, no gana" –pensé para darme valor y entrar a lo desconocido.

Tras esa pequeña reflexión, entré en el callejón dispuesto a salir con más dinero en mis bolsillos. Entre las estrechas y oscurecidas paredes de aquel pestilente lugar, logré ver a unas cuantas sobras moverse sobre la pared iluminada con una pequeña antorcha, eran demasiadas personas conglomeradas en un solo lugar, lo cual me asustó momentáneamente, logrando que escondiera detrás de un apestoso bote con basura. Cuando logré calmar mi pequeño sobresalto, continué dirigiéndome a donde se encontraban esas personas, que al verlas más de cerca me topé con que estaban formando un semicírculo rodeando a dos sujetos que le daban la espalda al resto.

Uno de esos dos sujetos lanzó algo al suelo, intercambiaron unas cuantas palabras, pero por el barullo de la gente no logré escuchar con claridad lo que se decían. Cuando encontré un lugar para ver con claridad el panorama del evento, pude visualizar bien el juego: consistía en lanzar una moneda hacía una raya plasmada en el suelo, quien la lance más cerca de la línea sin pasarse de ella, gana el juego. Un clásico. La adrenalina de ir ganando o perdiendo o ganando monedas de una en una es emocionante. Solo lo jugué unas pocas veces, pero eso me bastaba para saber hacerlo.

Los tipos hacían señas con el cuerpo mientras hablaban, al parecer uno de ellos se quedó sin dinero, por lo cual lo sacaron mientras se iba entre lágrimas, tal vez por la frustración de ser derrotado y quedarse sin dinero. Me divertía de cierta forma como es que los demás se burlaban de él al tiempo que felicitaban al ganador de la apuesta.

–¿Alguien más para qué quiera perder todo su dinero? –Exclamó el ganador mientras los demás enardecían en sus lugares. El retador era alguien no tan fornido, pero si con algo de músculo y grasa en su cuerpo, de una altura enorme, (aun comparándome con él, era gigantesco) con su cabeza rasurada y unos cuantos dientes faltantes.

Todos los presentes gritaban "¡otro! ¡Otro!" Para alentar a un pobre incauto que se animara a jugar, esperando a ver cómo una nueva víctima salía dc entre ellos, para que terminara con la misma suerte que el anterior. Pero nadie quería tentar a la suerte.

–¡Vamos...! No será tan malo –se soltó a reír. El cinismo y sarcasmo impregnaron sus palabras, dejando ver la soberbia con la cual actuaba. Muy confiado en sí mismo.

"Sé que puedo ganarle, pero ¿cómo?" –ese fue mi pensamiento mientras llevaba mi mano a la barbilla y mediaba sobre las posibilidades. Era complicado encontrar una forma de ganar si no sabía si estaba haciendo algún truco sucio y no lo había probado directamente.

–Bien, yo jugare –dije al fin, airoso.

–No digas tonterías niño –espetó con descaro–. Este no es un lugar para ti. Piérdete. –todos se rieron por su comentario.

Ya veo, solo le temes perder contra un "niño" –mi énfasis en la última palabra se notó. Mi cara sacó una pequeña sonrisa de seguridad, de esas que salen cuando quiero algo, a como dé lugar.

Todos hicieron el sonido típico cuando el orgullo de uno está en juego, algo que yo esperaba para obligarlo a jugar.

–Está bien. Está bien. Jugaremos –lo dijo ya resignado–. Pero si pierdes todo tu dinero no quiero que vengas hasta acá llorando con un niño.

Con el reto aceptado, ya no hay marcha atrás para los dos. Con seguridad, caminé entre las personas para a con el grandulón que estaba a punto de humillar. De forma rápida me enseñó lo básico del juego, yo solo respondía que sí para jugar más rápido y con más tiempo. Por voluntad propia, el lanzó primero, cayendo a solo centímetros de la línea. Lo intenté, pero por desgracia estuve muy lejos como para hacerle competencia a ese gordinflón, por lo cual tuve que pagar un digg.

Así pasaron otros dos intentos, pero miré algo raro en esas dos veces: la primera es que siempre tiraba y caía exactamente en el mismo lugar; lo siguiente que noté es que, no importa en ángulo, fuerza o algo más que pueda afectar, siempre quedaba en el suelo a la primera caída. Después de unos segundos en lo que nos devolvían nuestros tiros, dejé que aquel hombre no se perdiera mis jugadas en esto; por fortuna sigue cayendo de ese lado y de la misma forma. Así que solo me quedaba comprobar mi hipótesis, lancé la moneda a la posición de la del otro sujeto, y obtuve lo que buscaba, alguien está truqueando, de alguna forma, este juego. Provoqué el mismo resultado otras dos veces y descubrí que hay algo extraño en esa posición, pero aun así yo fui quien ganó.

Al ver la cara del sujeto que se atrevió a menosprecia, supe que él estaba desconcertado, no entendía cómo logré ganar unas cuantas veces. Solté mi típica sonrisa y le dije:

–Bueno... que te parece si hacemos esto un poco más interesante. Que sean tres digg por juego. ¿Qué te parece?

Este tipo seguía sin poder entenderlo "alguien como yo ¿ganándole?" No lo aceptaba, pero espero que no descubra que se sobre su engaño. Saber que subí la apuesta lo llenó un poco más de confianza y decidió continuar con el juego, pues creía que, ganando de nuevo, puede recuperar lo perdido. Iluso.

–Vale, juguemos.

Eso era lo que quería oír. Me preparé y comenzamos a jugar.

La montaña de dinero se dejó ver a los pocos juegos, ganaba de forma abrumadora, claro que perdía a propósito para que tuviera la falsa ilusión de que no siempre soy bueno y así darle un poco más de confianza para que no desista del juego, a la vez de no levantar sospechas en él. Pero aun así no había forma de detenerme. Ya no había vuelta atrás.

Unas cuantas horas me bastó para quedarme con todo el dinero de este prospecto a chantajista.

–¿Cómo lo hiciste? No es justo –derrotado, cayó al suelo con ojos de vencido.

–¿Justo? No me hagas reír. Si tú eres el que hacía trampa con ese imán. –Contaba las últimas monedas antes de echarlas a la bolsa. En total gane 353 digg.

Cuando el tipo se levantó, su rostro estaba rojo de furia, quería el dinero de vuelta a costa de lo que fuera necesario para recuperarlo. Me agarró de los brazos justo antes de que saliera corriendo del lugar, levantándome por el aire con brutalidad mientras estrujaba fuertemente mis brazos. Al notar que mis pies ya no tocaban el suelo, un pequeño vértigo se apodero de mí. Cuando miré alrededor, solo quedaban otras cinco personas del montón de gente que había antes. Al parecer eras sus secuaces en todo esto, los demás huyeron al ver que las cosas se ponían feas.

–Ahora ya no eres tan engreído ¿verdad? –Me lo dijo a solo unos centímetros de mi cara, lo suficiente para oler su apestosa boca–. Sera mejor que te prepares para recibir tu merecido por querer llevarte nuestro dinero.

Cerré los ojos para recibir el golpe que estaba por propinarme, pero en vez de sentir un fuerte impacto en la cara, solo caí de nalgas sobre el suelo. Un aroma dulce, fresco, relajante invadió el lugar. Cuando abrí los ojos, lo primero que mire fue a ella.

Una llamarada de cabello rojizo corto con un mechón negro que le adorna el fleco, con una piel clara, solo marcada por el sol; una figura esbelta, con atributos proporcionados a su cuerpo. Una chica con pantaloncillos café que estaban por arriba de las rodillas, una camiseta azul de cuello cerrado y sin mangas. Una sotana negra abierta, pero con la capucha puesta, y esos ojos cafés que solo me notaron de reojo. Era todo lo que pude ver de ella en ese instante.

No se cómo, pues todo sucedió tan de repente ante mis ojos, pero el tipo que me tenía agarrado se encontraba yacido en el suelo, inconsciente por el golpe que esta chica le surtió. Me paré de forma automática, aun perplejo por lo acontecido. Sin preguntarme ni mediar palabra en ese momento, la chica me agarró de la muñeca derecha y me jaló corriendo de aquel lugar. Mi adrenalina se disparó de un momento a otro en esa situación, en un momento estaba en el suelo y al siguiente ya me encontraba corriendo junto a una chica; así lo sentí.

–Lo bueno es que llegué a tiempo. ¿No se te hace? –Dijo con una pequeña sonrisa de un solo lado. Seguíamos corriendo sin mirar atrás.

Cuando salimos del callejón, tomé una buena bocanada de aire, puesto que la corrida me dejó exhausto. Posé las manos sobre las rodillas, contemplé el suelo con la boca abierta para agarrar más aire, mientras miraba como el sudor me caía por la frente. Así fue como estaba recuperándome del pequeño ejercicio.

Ya más calmado, me digné en verla a los ojos. Parecía que esa corrida no era sino algo de rutina para ella, pues ni despeinada estaba, así como tenía una tranquila sonrisa saliendo inocentemente de sus labios.

–Bueno... fue divertido y todo, pero tu tienes algo que yo quiero –típico diálogo de una mala película de mafiosos–. ¿Qué te parece... mitad de tus ganancias? –Espera, ¿no lo hizo gratis?

–Solo cien, y estamos a mano. Peor es nada, ¿no?

–Está bien, solo por ser la primera vez.

Ya dado el pago, ella salió corriendo inocentemente mientras me saludaba y deseaba suerte. Todo fue tan raro ya que lo pensé más tranquilo y relajado, pero fue en ese mismo instante que noté la posición del sol, a lo cual fui al encuentro con la carreta que me llevaría de vuelta a la escuela. Listo para ver que me depara el futuro en esta vida.

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