Capítulo 19
Los hombres grandes, tienden a tener más fuerza, a ser vistos de maneras míticas y fantasiosas por los plebeyos, lo que convertiría la vida de dicho hombre en un completo mito cantado por los bardos y juglares, creando historias tanto terroríficas como fantasiosas a costa de sus hazañas y siempre serían usados como miembros importantes de cualquier ejército. Ser Gregor Clegane, un hombre que llegó casi a quemar vivo a su hermano, era de esos hombres: grande, con músculos ocultos por la armadura y una fuerza desmesurada capaz de partir en dos a un enorme caballo como si estuviera hecho de mantequilla, moviendo una inmensa espada con una mano como si fuera un hacha simple. También había heredado una inmensa ira y una crueldad que le granjeo la enemistad con los Martell: asesinó a la esposa de Rhaegar y a sus hijos sin compasión alguna (las malas lenguas señalarían después que fue obra de Tywin para congraciarse con Robert) y había seguido adelante con su maldad, dejando una herida en el corazón de los dornienses y en los hermanos de la reina fallecida, cruelmente asesinada y ultrajada.
Ser Gregor Clegane era el tipo de hombre al que nadie quería enfrentar. A parte de contar con un inmenso poder propio y una reputación oscura y cruenta, contaba con el apoyo de la Reina Regente y del Señor del Oeste: Lord Tywin Lannister, actual Mano del Rey. Había formado parte, siempre, de la vanguardia del ejército del Viejo León, como demostró en las Tierras de los Ríos, mientras desolaba aldeas y pequeños grupos de soldados de los Tully, aumentando su fama sangrienta. A pesar de haber sido perseguido por la Mano del Rey Lord Eddard Stark, usando su poder para ello, Ser Gregor jamás abandonó a su señor y siguió peleando en la guerra incluso antes de iniciada.
Aquel era el campeón de la Reina Regente y del rey: un monstruo de dos piernas, embutido en una armadura que parecía contener un cuerpo musculado y traído de lo más profundo de una leyenda. Nadie en su sano juicio pelearía con un hombre de casi dos metros y medio de altura, con una espada de dos manos tan larga y ancha como su dueño, con la que mató a centenares de hombres.
Pero para cada regla, había una excepción.
Si Ser Gregor era despiadado, un monstruo, alguien enorme como un gigante humano, su adversario era todo lo contrario. No era pequeño, pues estaba en una estatura media para un hombre joven, con un cuerpo atlético debido a los constantes entrenamientos y peleas en su vida, pero con mucha menos forma de monstruo que La Montaña que Cabalga, con un cuerpo más acrobático y ágil que el de su adversario.
Llevando una armadura extraña, de placas y muy ligera en comparación con la de Ser Gregor, Naruto se convirtió en la comidilla de los asistentes de aquel duelo a muerte que decidiría el destino del acusado Tyrion Lannister, quien tampoco veía con convicción al extranjero que lo representaba. La espada y la armadura del rubio, distaban mucho de lo que cualquiera habría pensado, incluyendo al propio Ser Gregor Clegane y a cualquier otro caballero o solado que viera aquel duelo. ¿Cómo esperaba sobrevivir a un simple corte de la espada de Ser Gregor, con una armadura tan endeble como la que llevaba? ¡Estaba loco! Pero esa era la carta bajo la manga de Naruto, quien sentía todas las miradas en él y oía los murmullos a sus espaldas.
Al contrario que Gregor, no llevaba un casco; sin embargo, una mascara de demonio cubría la parte baja de su mentón, contrastando con su color negro y rojo como si fuera un demonio real. El miedo era un juego importante psicológicamente y Naruto esperaba infundirlo directamente en su adversario y sus enemigos, fueras quienes fueran. Ya había esperado el menosprecio, las miradas y los comentarios, por eso no estaba sorprendido ni temeroso. Al contrario, se mostró mucho más resuelto a terminar con Ser Gregor y todo su legado.
Nada más sonó la campana, Naruto y Ser Gregor mostraron sus espadas. Era innegable la diferencia de tamaño y anchura, como el mandoble del caballero parecía poder cortar cualquier cosa con un simple movimiento como si estuviera cortando una pequeña ramita, todo en comparación con la espada de Naruto. La Wado Ichimonji era una hoja hermosa, ágil y que permitía a su dueño realizar movimiento sutiles y veloces, propicia para cortes profundos y desangrar a su objetivo; pero parecía frágil frente a una espada tan ancha como el mandoble de la Montaña, el cual era tres veces o cuatro más grande que la katana de Naruto.
Sin embargo, el extranjero cayó en la posición propia de los soldados de su país, mostrándose calmado. Ser Gregor, con sus ojos clavados en él, se movió hacia adelante lanzando un corte brusco que lo hubiera partido a la mitad. Hubiera, por qué Naruto se agachó de forma perfecta y evadió el corta dejando pasar la espada de tal manera que terminó colocándose en uno de los puntos ciegos de su enemigo sin que este se diera cuenta, demasiado ocupado como estaba en levantar el pesado mandoble con sus dos brazos.
Lo que Ser Gregor tenía de fuerza, lo tenía de incauto.
Naruto aprovechó aquel momento en el lado izquierdo del gigante, lado que Ser Gregor no veía debido al yelmo que le cubría, y atacó lanzando una estocada veloz y precisa a uno de los puntos débiles de cualquier armadura: las articulaciones, en este caso la situada en la rodilla izquierda de La Montaña que Cabalga. La hoja entró y cortó la tela, la carne y el músculo, llegando con la punta a rozar el hueso; pero Ser Gregor reaccionó enviando un corte circular que hizo saltar hacia atrás a su atacante, quien tomó distancia dejando un espacio considerable y una cojera en su enemigo.
La sangre no tardó mucho en mojar la tela y en escurrir por el interior de la greba de la armadura, dejando una extraña sensación al caballero. Ser Gregor apretó los dientes y su rostro se contorsionó por la ira, oculto como estaba por el yelmo. Ahora su pierna estaba levemente inmovilizada y la arrastraba por la zona, como muerta. El ataque directo a la articulación, lo despojó del uso de una extremidad.
—No voy a jugar a ver a quien has matado—Naruto se apartó ante un espadazo que rebotó contra los adoquines del suelo, soltando leves chispas—. Todas aquellas muertes que se te atribuyen, incluso su no las has admitido, son culpa tuya.
La Montaña rugió de rabia, moviendo la espada de manera brusca, intentando cortar a su enemigo; pero este se mantenía cuatro metros alejado de él, tomando en consideración la longitud de su brazo y su espada, las cuales se sumaban para dar un enorme alcance al hombre gigantes, el cual intentaba constantemente golpear algo.
—¡NO HUYAS, BASTARDO!
Los gritos de apoyo a Ser Gregor, no comenzaron a tardar en salir.
Para la gente de Poniente, las luchas a muerte debían ser de manera directa y concisa, con una muerte y un vencedor, sin una estrategia de por miedo. En las Tierras de la Sombra, en Asshai, los enfrentamientos surgían de maneras diversas, con cientos de posibilidades. ¿Por qué enfrentar a un ejército cuando podías envenenar el suministro de agua y ver como caían lentamente, debilitando a tu enemigo? ¿Por qué pelear contra un gigante de manera directa, cuando podías aprovechar sus puntos débiles? Naruto fue criado como un soldado, un comandante, un asesino y un superviviente. Había matado y asesinado a incontables personas, siendo el primero de ellos (a sus seis años) un viejo ricachón de las Ciudades Libres, pero pronto pasó a pelear con una espada en la mano, matando gigantes que lo triplicaban en tamaño.
No era idiota ni un insensato, y mucho menos era un cobarde. Cuando hundió la Wado Ichimonji en la misma rodilla de Ser Gregor Clegane y evadió el consiguiente contraataque, no se preocupó de los abucheos de los nobles menores y mayores, de las miradas burlescas de los caballeros más jóvenes. Eso no importaba, ese no era su objetivo. Vio como Ser Gregor cojeaba y cargaba un golpe de espada descendente, dejando la articulación de los brazos completamente desprotegida para su espada. Cuando el mandoble bajó, la Wado Ichimonji cortó la piel desprotegida, causando un lacerante grito de Ser Gregor Clegane, acompañado de un silencio sepulcral entre las personas que miraban, asombradas cuando el gigante cayó sobre su pierna lastimada. El arrogante hombre de dos metros, ni siquiera pensó en la herida de su pierna, la cual fue echa dos veces, profundizando lo suficiente como para casi cortar la pierna misma, pero Gregor ni siquiera lo pensó y Naruto vio la oportunidad para debilitar las extremidades superiores del hombre.
—Toda armadura tiene huecos en las articulaciones y axilas, así como en los ojos—evadió el intento de agarre de La Montaña y hundió la punta de su espada en la parte trasera de la rodilla derecha del hombre, obteniendo que cayera sobre ambas, probablemente sintiendo un dolor agudo que le impediría levantarse—. He matado gigantes antes, hombres tan grandes como una columna. No tengo problemas en matar a otro, incluso si es un compañero de armas.
—¡YO...VOY...A...MATARTE!
Había ira en aquel grito, acompañada de dolor. Ser Gregor se deshizo del yelmo arrancándolo de su cabeza y, sorprendiendo al mismo Naruto, se puso de pie erguido en toda su altura, en sus casi dos metros y medio de altura, mostrando unos ojos desquiciados. Si un peleador luchaba con Ser Gregor, había un noventa por ciento de probabilidades de que La Montaña sobreviviera al enfrentamiento, probablemente por su férrea negativa a caer ante cualquiera, tan terco que era. Y eso, Naruto lo respetaba y, de cierta manera, admiraba. Sin embargo, no iba a mantener vivo a Gregor ni permitirle una redención o convertirse en un miembro de la Guardia de la Noche.
—¡CON ESE MONDADIENTES, NO PUEDES CRUZAR ESPADAS CONMIGO!
Ser Gregor se sobrepuso al dolor y rodeó con sus manos el mango de su enorme espada. Esta se movió, la punta raspando la piedra, creando chispas. Cualquier hoja que intentara detener aquel espadón, probablemente quedaría reducida a nada más que una espada quebrada y destrozada, un mero recuerdo para su dueño.
El mandoble de Ser Gregor y la Wado Ichimonji se encontraron, chocando en un sonido metálico agudo y estridente que hizo a los presentes cerrar los ojos y apretar los oídos por la molestia del sonido. ¿Se habría roto la fina hoja del extranjero? Cuando los hombres y mujeres miraron, una muesca estaba presente en la hoja de la gruesa espada de Ser Gregor Clegane, mientras que la Wado Ichimonji seguía perfecta, como si no se hubiera encontrado con una espada el triple de su tamaño.
Aquel choque hizo que Gregor cayera hacia atrás, empujado por el peso de su espada y la fuerza de su adversario. Sus debilitadas piernas no le permitieron permanecer de pie, por lo que cayó sintiendo que sus brazos no le respondían y la sangre manchaba el suelo bajo su espalda. ¡Podía sentir como el jubón se humedecía y se pegaba a su piel!
—Tu mataste a Elia Martell, reina de Poniente, esposa de Rhaegar, y asesinaste a sus hijos. En mis términos, aquellos que asesinan niños, no deben seguir respirando. Puedes aceptarlo, puedes arrepentirte y no ir tan hondo en el infierno como irás si no lo admites...
—¡NO ME ARREPIENTO DE HABERLOS MATADO! ¡APLASTÉ A LOS NIÑOS, DISFRUTÉ A LA MADRE CON MIS MANOS MANCHADAS, LA...!
Wado Ichimonji bajó directa, certera, y atravesó la boca de Ser Gregor Clegane de lado a lado, haciendo que el hombre se ahogara, agónicamente, en su propia sangre hasta la muerte. Aún así, Gregor luchó, intentando matar a Naruto, aplastar su cabeza con la intención de enviarlo también a la tumba; pero estar erguido sobre Ser Gregor, lo mantuvo a salvo, alejado de las gruesas manazas que terminó cortando una vez retiró la espada, sintiendo como la sangre salpicaba su rostro.
—¡Los dioses han hablado!—rugió, mirando directamente a los ojos de Cersei Lannister—. ¡Tyrion Lannister es inocente!
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top