S.O.S.
El arbolito de dos metros y medio de la casa Aigner estaba ubicado en su tradicional esquina. Elizabeth y las chicas se encargaron de engalanarlo con luces, bambalinas rojas y flores de Navidad doradas, mientras los chicos se marcharon a la playa.
Aidan llevaba en el bolsillo su ipod. Consultó el reloj del aparato, eran las cinco de la tarde. Ibrahim sonrió, sabía que la preocupación de su amigo era causada por la poca información que tenía sobre Maia, pero no le dijo nada.
Desde hace mucho tiempo no compartían un rato a solas. Lo menos que deseaba era caer en temas que le podrían resultar incómodos a Aidan, muy a pesar de que Amina era un referente obligado en sus conversaciones.
—De pana que no entiendo porqué no metieron a este loco a jugar.
—Sabes que los técnicos tienen sus manías.
—Bueno sí, pero es como medio chimbo. ¡No sé! —comentó Aidan sobre el partido amistoso del equipo nacional de fútbol—. Así como es medio chimbo que dentro de poco te tengas que ir.
—Tengo permiso hasta las ocho.
—¡Sí, cuidado y se te pasa el día!
—El tipo irónico resucitó.
—Creo que hay cosas que me ponen de mal humor.
—¡No! —le detuvo, sentándose con él en la arena—. ¡Cosas no! ¡Personas! ¡Personas que te ponen de mal humor!
—Debiste ser mi gemelo.
—¡Estoy demasiado bueno como para ser tu hermano!
—¡Aaah! —comentó Aidan riendo conjuntamente con Ibrahim—. Pero, no discutiré eso contigo. Jamás me he buceado a un tipo y no pienso hacerlo.
—¿Seguro? Porque cuando Dominick llegó hiciste un comentario sobre sus músculos.
—Bien, eso era inevitable, estaba como que muy desarrollado para la edad, pero eso no es bucearse a alguien.
—Lo sé Aidan, solo te estoy jodiendo la paciencia.
Aidan le metió un manotazo por el pecho para luego prestarle uno de los audífonos.
—Es una tarde muy extraña, ¿verdad?.
La brisa se hacía más fuerte, las olas comenzaron a aumentar de tamaño.
—¡La velada si que ha sido rara! En especial porque no te veo corriendo con la tabla de surf para dejarnos con todo el trabajo. ¡Te has portado muy juicioso! Creo que estás creciendo.
—Si sigues hablando como un viejo me veré obligado a darte una patada —le amenazó sonriendo.
—¿Cuál es tu agresividad? —le respondió de regreso.
Aidan abrió la boca para responder cuando le taparon los ojos, dándole un rápido beso que rozó una de las comisuras de sus labios.
Ibrahim, quien estaba tan sorprendido como él, comprendió perfectamente las intenciones de Natalia. Lo que esta no sabía era que aquel tipo de juegos era una de las cosas que más molestaban a Aidan, así había sido desde que eran unos pequeños: odiaba que le taparan los ojos.
Rápidamente, se levantó de la arena, batiéndose de un lado a otro y maldiciendo. El audífono se despegó de su oído y del de Ibrahim, entretanto el ipod caía al suelo. Natalia también salió expelida por los aires.
El cabello de Aidan se salió de la cola mal hecha que llevaba, viniéndose algunos mechones al frente. Su cara colorada denotaba la rabia que llevaba internamente, eran tan enorme que en ningún momento vio a Natalia.
—¿Qué mierda es esta? —gritó, aún ciego de la ira.
Pero frente a él solo había una chica tirada en la arena, apoyada en sus manos, con el cabello negro lacio cayendo suavemente por su espalda. Su rostro era una mezcla de vergüenza y temor. Llevaba puesto el suéter navideño.
Aidan se irguió, pasándose las manos por el cabello. Había sido muy agresivo con la muchacha. Se recogió los mechones detrás de la oreja, y sin esperar más le tendió la mano.
—Lo siento, Natalia —suavizó su tono de voz—. No estoy acostumbrado a esa clase de juegos. De hecho, no me agradan. —Ella le tomó la mano.
—En verdad lo siento. No pensé que te molestaran tanto.
—¡Tranquila! Eso paso porque realmente no nos conocemos.
—En verdad, discúlpame —le confesó, marchándose a la casa.
Cuando vieron que la joven había cruzado el cerco, Aidan volvió a sentarse al lado de su amigo, quitándole la arena al ipod. Ibrahim aún estaba asombrado por lo que acababa de pasar.
—¿Realmente no sabías que era ella?
—¡Ains! —respondió viéndolo de reojo—. ¡Claro que lo sabía!
—¿Y qué es lo que te molestó?
—Me conoces muy bien Ibrahim, creo que la charla está de más.
—Lo sé, Aidan. Pero no creo que seas un estúpido y no te hayas dado cuenta de que ella está haciendo hasta lo imposible por acercarse a ti. Sé que una de las razones por las que me invitaste era para tener el pretexto de permanecer lejos de ella, pero, sinceramente, qué harás está noche. Porque no creo que sé de por vencida, al menos no hasta que termine besándote legalmente.
—No pienso besarla, si es eso lo que te preocupa.
—Por primera vez no me afligiría por mí, sino por ti.
—¿De qué hablas?
—Ella está muy cerca de Maia, no tardarán en darse cuenta de los sentimientos de cada una. Quizá Maia ya lo sepa y con lo ingenua que es, de seguro, lo dejará pasar. Mas Natalia es muy cercana a tu familia, y si ella se entera de que andas con Maia, sería igual a que toda la Fraternitatem se enterara.
—¿Y qué propones? ¿Qué se la dé de cena a los tiburones?
—Que dejes tu molesto temperamento y comiences a actuar con inteligencia, por tu bien, pero sobre todo por el bien de Maia.
Dominick acababa de comerse la hamburguesa cuando su celular sonó. Había recibido un mensaje de Itzel comentándole la situación de Saskia. Salir a esa hora de casa le traería problemas con Octavio, quien se había vuelto más exigente que de costumbre, mas no iba a dejar a un miembro de la Fraternitatem esperando por él, así que le comunicó a su abuela que volvería antes de las diez.
Cuando llegó a la casa de Itzel, Aidan e Ibrahim se encontraban allí. Ambos vestían tan ordinariamente que daban la impresión de que acababan de terminar de hacer oficios domésticos. En cuanto recibieron el mensaje de Itzel, salieron de la casa de Aidan, sin reparar en lo que llevaban puesto, tenían que ir al auxilio de su amiga.
Cinco minutos después, un aveo cuatro puertas, color azul, se estacionó frente a la casa, descendiendo de él los miembros de Ignis Fatuus.
—Todo el mundo viene en bicicleta y ellos aparecen en uno de los tantos automóviles de su colección —comentó Dominick.
—¡Déjate de idioteces, Aurum! —le respondió Ignacio—. Es el carro de mi mamá.
Itzel sonrió al escuchar el tono ácido de Ignacio, siempre tan impenetrable. Pero también notó que la llegada de los miembros de Ignis Fatuus no solo fue un consuelo para ella. Aidan se irguió y hasta percibió un cierto arrepentimiento por andar en aquellas fachas, en especial porque los Santamaría venían elegantemente ataviados en negros. El rostro de Ibrahim también se iluminó, aunque no tanto como el de Aidan, por lo que Itzel se sintió curiosa en descubrir el motivo siguiendo la dirección de su mirada que terminó dando en Gonzalo.
—¿Y bien? —preguntó este, un tanto serio, parándose con las manos en la cintura, entretanto Ignacio y Maia se colocaban a su lado—. ¡Tenía tiempo que no los veía! —gritó atrayendo hacia él a Dominick, lo que hizo que la mirada de este se desorbitara.
Pero no se conformó con abrazarlo solo a Dominick, también lo hizo con Saskia y con Itzel, dándole la mano a Ibrahim y a Aidan, quienes estaban sentados en los peldaños de la escalera de la entrada. Su reacción hizo reír a Maia, al captar el entusiasmo de su primo a través de su tono de voz.
—Hemos venido en cuanto hemos podido —confesó Maia sosteniéndose de su bastón.
—Saskia se quedará desde hoy conmigo.
—¿Y eso? —preguntó intrigado Ibrahim.
—He tenido una pelea con mi madre y huí de la casa.
—¿Fue tan grave? —quiso saber Aidan.
—Sí. Mamá amenazó con matarme. La verdad es que —sollozó— ha sido una pesadilla. —Itzel la atrajo hacia ella, haciendo que Aidan e Ibrahim se pusieran de pie ante la indignación—. Sé que no sirvo para nada pero...
—¡No, no! —saltó Maia, tendiendo su mano en señal de que quería acercarse. Tanto Ignacio como Aidan reaccionaron al ver su intención. Finalmente, Ignacio le permitió a Aidan llevarla hasta donde se encontraba Saskia—. No digas eso —le confesó encogiendo su bastón y sentándose a su lado—. Ninguno de nosotros sería el mismo sin ti.
—Yo te perseguí y te hice mucho daño. Muchas veces intente atacarte y te amenacé aun sabiendo que eras miembro de la Fraternitatem.
—Sí, y no me caías nada bien —le confesó con una sonrisa—, mas eso no quiere decir que no te valore. Sin ti, no hubiéramos sobrevivido al ataque de la Imperatrix, fue tu poder el que hizo posible que todos estuvieran a salvo, inclusive mi persona, aun cuando me encontraba del lado fuera.
—No negaré que eres algo rara —le aseguró Dominick—, pero eso no quiere decir que no sirves para nada. Yo también tengo problemas con mi viejo. Y no me corre de la casa por consideración a mi abuela —le confesó agachándose en el lugar donde se encontraba.
—A mí no me aceptan por ser gay —dijo Gonzalo.
—Y en mí solo ven a un soldado —la confesión de Ignacio hizo que los Primogénitos le vieran.
—No tenemos padres perfectos —le aseguro Aidan—. De cierta forma creo que todos somos una decepción para ellos, pero nos siguen queriendo. Y si no lo hacen, pues tenemos suficientes personas a nuestro alrededor que de verdad nos quieren bien.
—¡Somos hermanos, Saskia! —afirmó Ibrahim—. Siempre estaremos juntos. No sé cuáles son los motivos que tenga tu madre para tratarte así. Sin embargo, debes saber que eres valiosa para cada uno de nosotros, que sin ti esta Hermandad no estaría completa.
—Una vez dije, a fuerza de que Itzel repetía tanto que éramos hermanos, me lo he terminaría creyendo —le contestó Dominick—. Pues, tú eres una hermana para mí.
Las lágrimas se volvieron a aglomerar en los ojos de Saskia, pero esta vez eran lágrimas de felicidad. En ese momento dejó de sentirse sola, había encontrado una familia. Todos se acercaron para abrazarla, hasta Ignacio participó en aquella muestra de amor filial.
Para mitigar el doloroso momento, Aidan propuso salir al día siguiente a dar un paseo en bicicleta, invitación que fue bien recibida por el grupo.
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