Viaje a Simúneta
Tras un par de días más, Ian ya no podía resistir la ansiedad que sentía al no saber nada sobre Ivonne. El estrés carcomía su alma, y deseaba ir a buscarla para asegurarse de que estuviera a salvo. Quería verla, abrazarla, besarla, y especialmente, decirle lo mucho que la amaba. La distancia era ya insoportable para este punto. Tal vez debía ir con su futuro suegro para pedirle su autorización para viajar al lugar al que su polola debió ir.
Roberto, al no tener nada más que hacer, decidió seguirlo sigilosamente, esperando no ser delatado por el slime que saltaba por detrás del joven rey.
«Lo hago nada más por mi mero gustito por el chisme», pensó orgulloso el chico de cabello negro.
Caminando por los anchos, oscuros y silenciosos pasillos, Ian sintió un extraño escalofrío. También creyó escuchar un extraño murmullo. Se le heló la sangre, y volteó hacia atrás, encontrándose con su slime y con Rob.
—¿Me han estado siguiendo? —inquirió el vato de los ojos verdes con el entrecejo fruncido y mirando de forma acusatoria al par.
—Pues, si —declaró Roberto—, ya que no tenía algo mejor que hacer por ahora, y sé muy bien que estás preocupado por tu chica.
—Entiendo —dijo el pibe del slime, aunque llegó a la conclusión de que lo que escuchó antes no provino de su amigo—. Hablaré con el papá de Ivonne para pedir su autorización de ir a buscarla, ya que me cansé de no hacer nada.
—¿Y cuál es tu plan para zafarte de que sigan creyendo tu mentira de que no has hecho nada malo para tu alianza con Volcabrama? —demandó el hijo de la sacerdotisa, pues había mucho en juego—. Estoy preocupado por Kaia, mi todavía no suegro y por mi madre, así que disculpa si presiono un pelín.
—Yo por mis padres. —Ian bajó la mirada y cerró los ojos—. ¿Recuerdas a Yaco?
—¿El zafado de la cabeza ese que te propuso el plan de embarazar a larga distancia a la reina de Volcabrama?
El castaño asintió con la cabeza. A su mente vino la idea de fingir que había algo más controlándolo para pelear como era debido con sus enemigos de Volcabrama y Océanova, añadiendo todavía más de la cosecha de hechos que ocurrieron cuando Ivonne todavía estaba cerca de ellos.
—Fui presa fácil de control mental debido a mi falta de sosiego al estar mis padres capturados y torturados por la gente de Áeronima. —Guiñó el ojo—. Se me ocurrió que podría utilizar lo que les dijimos a esos ratitos que se metieron al jardín.
—No sé si el plan me da más miedo, o que se te ocurran mentiras un tanto ingeniosas —profirió el moreno, mientras se cruzaba de brazos—. Aunque no me gusta mentir, creo que es mejor que lo que en realidad estás viviendo, y si ayuda a que dejen tranquila a nuestra Terradamar, me sumo, pero —dijo con un aire pensativo—, ¿cómo se te ocurrió todo esto?
—Creo que viene de familia el echarse cosas que no son ciertas —bosticó a modo de broma—. Analicé lo que he vivido desde que envié lo mío para la reina del continente del fuego.
—Con razón la gente dice: «de tal palo, tal astilla» —reprochó el hijo de la sacerdotisa—. En fin, tenemos que seguir buscando a tu suegro.
Los pibes continuaron su andar hasta la sala del trono, donde el homólogo de Ian se encontraba en una discusión con el mayor de sus hijos. Este echó una mirada asesina al par que recién entró, sin embargo, tenía que acatar el ambiente silencioso.
La serenidad del ambiente hacía juego con la brillante iluminación y el imponente estandarte de Áeronima que yacía detrás del asiento de la máxima autoridad del continente del elemento viento.
—Buen día, su majestad —dijo Ian, haciendo una reverencia.
—Lo que él dijo —comentó Roberto con nerviosismo.
—Las formalidades no son necesarias en tu caso, jovencito —afirmó el hombre, levantándose del imponente trono de oro y moviendo la mano para indicar a su joven homólogo y al otro que se levantaran de nuevo—. ¿En qué puedo ayudarte, muchacho?
—Verá, sé bien y confío en el poder de su hija, pero no me gusta no saber de ella. —Había sudor en la frente de Ian, y los dedos de sus manos se tambaleaban. Se hallaba nervioso—. Me preocupa mucho no saber de ella, y tengo el presentimiento de que debo ir a ayudarle en cualquiera que sea su misión actual.
»También, he de admitir que me inquieta no estar a su lado. —El morro bajó la mirada—. Es un impulso difícil, o hasta imposible de controlar, ya que la amo.
«Creo que este plan se puede ir por el desagüe», juzgó Roberto.
—Es posible que nos encontremos a gente que viene a buscar a Ian también, pero justo cuando Áeronima tuvo invitados inesperados en el castillo, la princesa Ivonne tuvo una idea para hacerles creer que el chico está bajo su dominio, señor —mencionó Roberto.
Por dentro, no podía creer que estuviera siguiendo la corriente al plan que el ojiverde tenía en mente, aunque era mejor que no tener un camino trazado para seguir cubriendo la verdad sobre la estancia del chico en el continente del elemento viento. Su deber era con su rey, tal como lo fue el de su madre con el padre y madre de aquel joven. Su camino como sacerdote, era apoyar los pasos de la corona en turno.
—Tenemos el conocimiento de que hay personas que se sienten en peligro constante de asuntos que para ellos no son reales —prosiguió el moreno, ya que agregaría de su propia cosecha a la idea de Ian—. Hay que hacerle pensar al enemigo que Áeronima tiene un poder para controlar la mente y pensamientos de otros. El rey de Terradamar se ha ofrecido para hacerlo en la peligrosa misión de cubrir su rastro.
—¿Y si los descubren, jovencitos? —inquirió el rey Van para sus invitados, para después, aclararse la garganta—. ¿Cómo van a evitar algo así?
—Padre, no me gusta la idea —interrumpió Wyndham—; sin embargo, mi hermana y el muchacho actuaron bien cuando ella fingió tenerlo como nuestro rehén, además de que les dimos la idea de que la familia de él está bajo amenaza nuestra.
»Podría funcionar. —El heredero al trono de Áeronima sonrió—. Mi hermanita estudió el arte del teatro y la actuación, así que por parte de ella no habrá problema, mas he de dar mi voto de confianza a su enamorado.
El hombre cerró los ojos sin soltar una sola palabra. Con ansias, el dúo del continente del elemento tierra y el hijo mayor del rey esperaban el veredicto final para la petición que los chicos hicieron. Finamente, el rey abrió los ojos, mirando fijamente al prometido de su única hija.
—Se irán mañana al amanecer con el escuadrón que mandaré con Wyndham, por lo que también deberán acatar sus órdenes, jovencitos —aclaró la máxima autoridad de Áeronima—. Eso va especialmente para el bufón.
«¡Qué no soy un bufón!», juzgó el aludido. «Me lleva la que me trajo». —Frunció el ceño, lo que lo hizo ver como un rebelde ante los ojos del padre de Ivonne.
—Antes de su llegada, discutía con el mayor de mis hijos sobre la situación en Simúneta, lugar en el que se encuentra mi hija en estos momentos. —enunció el hombre con un aura serio—. Las tropas que la acompañan han repelido en varias ocasiones al enemigo, pero se han quedado allí para proteger la ciudad, pero han sido constantes los enfrentamientos que Ivonne ha pedido refuerzos, y es un asunto que debo tomar con seriedad.
—Y debido a que no es el único lugar bajo asedio —continuó el mayor de los hermanos de Ivonne—, sólo mi escuadrón es el único disponible. Mis hermanos han enviado más tropas a diferentes puntos.
—Ayudaré también en lo que me sea posible —aseveró Ian, con la diestra a la altura de su corazón—. Es mi deber como el rey de una tierra aliada.
—El muchacho tiene agallas, padre —declaró Anan, entrando a la sala del trono—. Yo también deseo ir a ayudar. Sé que todos estén muy ocupados defendiendo diferentes puntos de nuestro territorio, pero la familia real no debe solo dormirse en sus laureles sin hacer nada. Mamá no lo querría así, ella quería proteger a toda Áeronima de nuestros enemigos. Deseaba con toda su alma el regresar las sonrisas y tranquilidad a nuestra gente.
—El baboso de mi hermano tiene razón —comentó Wyndham, lo que provocó que el referido lo fulminara con la mirada—. Nuestra madre deseaba cuidar de los demás.
—Joven Ian, antes de que se fuera mi hija, hablé con ella sobre uno de los asuntos sobre los que me pediste información —pronunció el rey de Áeronima—. En realidad, mi esposa pasó un mal momento al encerrar a su madre en una prisión, pero más que pedirme que nunca hablara con mi hija del tema, dijo que hablar de ello no merecía la pena. «Las personas que usan a otras más débiles e inocentes aparatos beneficio propio, no merecen ser recordados por la historia», fueron sus últimas palabras del asunto.
»Si algo me gustó de ella, fue su carácter recto y firme, algo de lo que puedo ver que Ivonne tomó una parte.
El pibe no podía negar que si algo le encantó de Ivonne, fue la preocupación de ella hacia su pueblo y su deseo de ayudar a la gente que lo necesitaba. Si bien no tuvieron el mejor de los comienzos en su relación, admiraba mucho que ella tuviera una parte ruda.
Rob había escuchado aquello también. No quería meterse de más en asuntos ajenos, pero reconocía que el bienestar de la princesa Ivonne también le preocupaba. Entonces, llegó a oír extraños susurros en su oído derecho que llegaron a desconcertarlo. No había nadie al lado suyo, y mucho menos entendió las palabras que llegaron a su mente. Le pareció un dialecto antiguo, aunque con cierta malicia. Dentro de lo que llegó a su audición, le pareció que una risa macabra había estado presente.
—Muchas gracias por su autorización, señor —dijo el ojiverde al rey Van—. Le prometo que no causaremos problemas.
—No hay nada que agradecer, muchacho. —El rostro del hombre se relajó—. Descansen antes de partir.
—Tendremos que buscarles unos trajes adecuados para el viaje —anunció Anan—. El camino a Simúneta es conocido por sus vientos hostiles y cálidos. Llevarán unas gafas protectoras también,
Por su parte, Ian se sentía aliviado de saber que partiría con rumbo a reencontrase con su morra después de días enteros sin verla.
—Me alegro de que todo haya salido bien hasta este momento, su bajeza, digo, alteza—Le dijo el tío de cabello negro al joven rey—. Además de acompañarte, tal vez en el camino pueda poner en práctica las cosas que me han enseñado los sacerdotes de este lugar.
Ambos chicos se acercaron a Wyndham y Anan para agradecer el apoyo que les brindaron para la petición que hicieron a su padre.
—Gracias por apoyarnos en esto —afirmó el pibe, inclinando un poco la cabeza y parte del cuerpo—. ¿Hay algo algo más que puedan contarnos sobre el rumbo que vamos a tomar?
—Mucha tierra, así que que le doy un siete punto ocho de calificación —comentó Wyndham, como si no le pareciera un buen lugar—. Tal vez se sientan como pollos rostizados estando allá afuera. Además, los fuertes y cálidos vientos de vez en cuando provocan tormentas de arena peores que las de mis haters.
—Por eso les advertí de unos trajes especiales para el camino—bosticó el menor de aquellos dos con una sonrisa burlona—. En fin, será un camino difícil, muy caliente,
Roberto no era amante del calor, aunque ya había aceptado acompañar al castaño, quien trataba de imaginarse un lugar demasiado árido. Los chicos se despidieron y salieron a caminar juntos. Ian sentía que el estomago se le revolvía, y su compañero se debatía entre lo que creyó escuchar de los susurros.
Al atardecer, ellos eran los únicos que estuvieron presentes en la mesa, lo que impregnó de desasosiego al ambiente. Casi no probaron nada. Sentían que se les estaba ocultando algo grande y gordo, tal vez para no preocuparlos.
—Esto no me gusta nada —expresó Roberto con los ojos clavados en un filete—, y no me refiero a la carne.
—Los demás hermanos de Ivonne no están —declaró Ian—. Guthrie partió hace un momento.
—¿Crees que las cosas se están agitando más? —inquirió el hijo de la sacerdotisa.
—Esto es mi culpa —replicó el castaño—. Los de Volcabrama ya deben saber que estoy aquí.
—Se que te preocupa, pero no te rindas —clamó el moreno—. La princesa te necesita, y yo también. Esta gente te necesita mucho más que aquellos que también atacaron nuestra tierra de origen.
El castaño asintió, pero en la noche se le dificultó conciliar el sueño. Se sentía observado por algo oscuro y siniestro que lo quería atrapar que acechaba desde las sombras mas profundas y oscuras.
Siluetas espectrales danzaban. Figuras deformes y ruidos extraños brindaban un aire tétrico a la habitación de Roberto, quien trataba de dormir, cuando de pronto, le pareció escuchar un grito desgarrador, uno de una voz conocida. Aquello lo hizo saltar de la cama. Su agitado corazón y su respiración descontrolada lo paralizaron.
«Mamá está bien, no hay de que preocuparse», pensó para traer calma a su mente.
El ambiente era gélido y cortante. Un aire tranquilo y espectral quitaba el consuelo a todo aquel que le prestara atención, así que cerró los ojos y comenzó a respirar profundo. Contó slimes para alejar los malos pensamientos que yacían en su mente.
Ya para la mañana siguiente, escuadrón comenzó su viaje rumbo a Simúneta. Los hermanos de Ivonne irían a la cabeza para guiar al grupo, ya que había principiantes dentro. El castaño y el moreno iban a caballo. Para que esta fuera la primera vez que montaban un semental, ambos iban muy bien. De pronto, comenzó a tener un recuerdo en el que pudo ver a su padre montando con él a un pura sangre, mientras su madre les observaba. Su corazón se llenó de calidez cuando entre ellos notó la figura de uno de sus hermanos. Este tenía cabellera oscura y ojos verdes. Según su madre, el color de ojos habla sido heredero del abuelo por parte de ella.
—Mi hermanito se ve tan contento, mamá —dijo aquel otro chico a su progenitora —. Papá pasa mucho tiempo preocupado por él, pero yo sé que Parker va a ser un buen sujeto y seguramente podría llegar a ser un buen soldado.
Quedó atónito ante la sonrisa de su madre y el calor que transmitía la mirada de su hermano; sin embargo, su rostro nombre no corrió con la misma suerte. Trató de indagar más en sus memorias, pero nada llegaba. Fue cuando escuchó la voz de Roberto.
—Tierra llamando a Ian —parló Rob, pues el otro chaval había estado perdido en sus viejas memorias.
—Creo que recordé el rostro de uno de mis hermanos —mencionó cabizbajo el morro castaño.
Llevó la diestra al pecho, triste de no poder rememorar más cosas de su pasado. Era doloroso no poder recordar a sus muertos. Tragó saliva, pero un nudo en la garganta le quitaba la tranquilidad.
—Mira, no soy el mejor dando consejos, pero recuerda que eras muy chiquito cuando perdiste a tu familia —comentó el moreno, pues en los húmedos ojos de su amigo notó que este estaba sufriendo—. Yo creo que para honrar su vida, habla de ellos con el inmenso amor que les tienes, aunque no los recuerdes.
»Llegaste a creer que tu padre era un ser vil, pero llegaste a saber que ya anticipaba la caída de la capital, y dio la suya para proteger a los que en verdad lo necesitaban, entre estos, su familia. —Clavó su mirada en su amigo—. Cree en ellos como ellos creían en ti, aunque ya no estén contigo.
Ian agradeció con la mirada. Respiró profundo y ambos continuaron juntos. Un joven soldado, de cabello negro y ojos rojos, parecía estar muy atento al par de muchachos. Era de una edad similar a ellos. No los quitaba la vista de encima ni por un segundo. De vez en cuando se adelantaba, como si quisiera acercarse a estos.
El escuadrón continuó el viaje, hasta que Wyndham paro a todos para anunciar que descansarían un momento para comer y darse un baño en el río.
—Son aguas tranquilas, por lo que pueden darse un chapuzón si gustan —expresó Anan, para acto seguido, estirar sus extremidades—. Les recuerdo que Simúneta será mucho más caótico que este lugar.
Había pasado una hora después del almuerzo, por lo que Ian decidió ir al río a quitarse el polvo que traía encima y relajarse. Él nadaba tan bien que dejó impresionados a los hermanos de Ivonne.
—Él vivió en un pueblito cercano al mar —comentó Rob, mientras se desvestía para entrar también—. Seguramente tuvo mucho tiempo libre para aprender a nadar.
—¡El agua esta rica, amigos! —manifestó el chico, sintiendo la frescura del líquido en el que se zambullía—. ¡Deberían venir!
—Será en otro momento —expresó Wyndham con un aire serio—. Revisaré antes unas cosas, pero puedes ir con ellos si gustas, Anan.
—¿Y dejarte todo el trabajo a ti, menso? —cuestionó el aludido—. No voy a permitir que te lleves toda la gloria para ti solo, hermanote baboso.
Rob entró, al igual que algunos de los soldados de Áeronima. Aquel otro joven de cabello castaño y rojizos también se metió al agua. Lucía nervioso. Sus manos temblaban , y poco a poco sintió el frío del agua, y sin percatarse, un chico de ojos verdes estaba al frente suyo.
—Hola, me llamo Ian. —Extendió la mano al de cabello oscuro—. ¿Hay algo en lo que te pueda ayudar? Es que te vi nervioso.
Aquel pibe, atónito, miró de reojo al castaño.
—Disculpa si no te vi llegar —respondió el ojirrojo—. Mi nombre es Asha, y soy el siguiente en la sucesión al trono de Volcabrama. Mi hermana mayor es la actual reina.
—¡¿Y que hace un volcabramaniense aquí?! —demandó un molesto Rob con una mirada furibunda.
Tal evento llamó la atención de los demás presentes, y estos no tardaron en actuar, rodeando al intruso que había en las tierras del continente del elemento viento. Apuntaron con armas punzocortantes y otras de fuego al enemigo. Este permaneció tranquilo, sin moverse y sin optar por atacar.
—Entiendo si creen que vengo a causar molestias, pero no es así —pronunció el vato—. Pueden arrestarme sin ningún problema. No voy a oponerme.
—¡Eso es lo que diría un impostor! —chilló un enojado Rob, apuntando con el dedo a aquel que decía que no iba a causar problemas.
Los soldados que los acompañaban estaban dispuestos a hacerlo. Ian por su parte, no veía malicia en las intenciones de aquel chaval, pero tampoco tenía la intención de bajar la guardia por si este atacaba. Uno a uno, algunos de los hombres del escuadrón de acercaron a Asha para apresarlo, y este no puso resistencia. De hecho, parecía dispuesto a entregarse sin nada a cambio.
—¿De verdad es necesario que tantas personas lo rodeen para capturarlo? —inquirió el joven gobernante de Terradamar—. ¿Podríamos preguntar siquiera sobre cuáles son sus intenciones de estar aquí?
El chico sintió un gélido aire recorriendo su espalda.
—Petición denegada, Ian —declaró Wyndham con aire cortante—. Él puede ser un poderoso espía, un enemigo, y su presencia aquí puede causar muchos problemas para nuestra gente. Además, si es hermano de la reina, podemos pedir intercambio de rehenes, o negociar el fin de la guerra.
—Yo no tengo mucho valor para mi hermana —afirmó Asha sin titubear—. He traicionado a mi tierra natal. No me gusta para nada lo que hace mi hermana, la reina.
—Me gustaría escuchar más —enunció Ian, pues tenía curiosos si había información de un posible embarazo de aquella mujer.
—Puede ser una trampa —aseveró Anan, mirando con desconfianza al vomcabramaniense—. Imagina que ese tipejo planea hacerte su amigo para después apuñalarte por la espalda como la gente de su tierra sabe hacer. Lo mejor será no confiarse de este sucio tipejo.
—No estoy mintiendo —replicó el morro frunciendo el entrecejo—. De verdad les he dicho que me puedo entregar sin problemas. —Exhaló—. El único inconveniente para mí sería que si me entregan a Volcabrama, mi hermana me mataría de una vez por todas.
—¿Por que ella haría eso? —preguntó Ian, pero los hombres de los hermanos de Ivonne alejaron al chavo para que este no se acercara demasiado al rey del continente del elemento tierra.
—Soy considerado como un fugitivo tras escaparme de un intento de asesinato. —Ian leyó en los labios de aquel chico.
Hubo silencio al momento de llevarse a aquel chamo, mas el pelo verde no estaba convencido de que Asha representara una amenaza real para la gente de Áeronima, especialmente por lo cerca que estuvo de gente que podría atacarlo.
Los hermanos de la novia del rey de Terradamar comenzaron a discutir el destino de aquel vato, mientras Rob e Ian permanecían afuera de una tienda de campaña en la que ocurría aquello.
—No puedo escuchar bien —profirió Ian en voz baja.
—Y yo no puedo creer que estemos espiando —vociferó Roberto—. Mira, ese tal Asha ya está causando desenfreno nada más por revelar su supuesta identidad.
Los chicos notaron que la noche estaba tomando cada vez más terreno. La temperatura bajaba más y más, haciendo tiritar a Roberto. Cuando no hubo ruido, ambos decidieron acercarse a la carpa en la que Asha permanecía en cautiverio, pero Wyndham estaba allí mismo para negar el acceso.
—Por favor, será solamente una charla —insistió el joven monarca ante el mayor de los hijos del rey de Áeronima.
—No —respondió el hombre sin pelos en la lengua.
—Podríamos averiguar sus verdaderas o supuestas intenciones si hablamos con él —dijo Rob con la intención de ayudar a su pana—. Así podríamos estar alerta en caso de que tenga un plan oculto.
—No —replicó una vez más el hermano mayor de Ivonne.
Atento a los eventos afuera de su improvisada prisión de tela, Asha podía escuchar la discusión que se llevaba. Estaba atado de pies y manos a un poste metálico que fue clavado con tal propósito. Siendo parte de la realeza de Volcabrama, era algo indignante, empero, no tenía planeado hacer más. Debía ganarse la confianza de sus captores.
—¡Entonces pelearé por ganarme ese derecho! —escuchó gritar a Ian, lo que provocó la risa de Wyndham.
«Mira que si cause un revuelo y no era mi intención», pensó el ojirrojo.
Desde la tienda de campaña, Asha escuchó un pequeño estruendo, u este fue causado por Ian cayendo al suelo tras recibir un puñetazo en la cara de parte del heredero al trono de Áeronima a consecuencia de su insistencia en hablar con el hermano de la reina de Volcabrama.
«¿Qué hago?», pensó Asha.
Su cuerpo temblaba, pero no de frío. No quería que el asunto fuera mucho más lejos. Nunca fue alguien con una ambición similar a la de su hermana. Fue educado en proteger a otros y en cuidar de la vida.
—Y esas mentiras vienen de alguien que también quiso matarme. —Sus ojos se volvieron vidriosos—. A veces pienso que no debí existir
«Un gusano como tú no merece vivir», recordó decir a su carnala, como si fuera un susurro en un momento de debilidad.
—¿Todavía estás dispuesto a pelear, «hermanito»? —preguntó Wyndham en forma burlesca —. No por nada me llaman el viento veloz.
—No me has vencido, Wyndham —afirmó el vato, mostrando aquella fuerza que Gelatín le proporcionaba lo había protegido.
El chico trató de usar sus poderes, pero fue arrojado por una gran ventisca creada por su oponente. En Áeronima, aquellos que nacieron en sus tierras, tenían un incremento de poder, así que el pibe estaría enfrentando a un nativo experimentado y con mayor fuerza.
Y ante la conmoción desencadenada por el enfrentamiento, Anan se dio cuenta de que su carnal seguramente estaba peleando con los chicos del continente vecino. Tenía que intervenir antes de que fuera demasiado tarde.
Ian trataba de hacer algo, pero Wyndham era mucho más rápido que él en todo momento. Rob estaba tan asustado, que no podía moverse. Temía ser el siguiente en recibir una golpiza. No estaba de acuerdo con la idea de que siguieran luchando entre ellos.
—Ya... Ya deténganse, por favor —clamó con voz temblorosa.
En ese mismo momento, Anan llegó, arrojando a Ian lejos de su hermano.
—Wyndham, ya deja entrar a esos dos. Mira el estado de Ian. —Lanzó una mirada asesina a su hermano mayor—. Está hecho picadillo, pero con el mismo deseo de enfrentarte y probar la valentía que yace en su corazón.
»Es esto o de verdad es un idiota que se dejó golpear por ti, ya que quiere probar un punto.
Manchado de sangre, el rostro lleno de moretones, cansado, abatido y con hinchazón en el ojo derecho, Ian permanecía de pie. Roberto fue a por él para llevárselo. Seguía temblando y se culpaba por no haber hecho algo para detener antes la contienda.
—Te pido perdón por mi cobardía —declaró el moreno, recordando otros ágiles y terroríficos movimientos del mayos de los tatos de Ivonne.
Asha se había percatado de que el enfrentamiento había cesado. Sintió alivio, pero se sentía como el causante del hecho, y recordó algo que le dijo su hermana el último día que la vio.
«Tú tienes la culpa de la muerte de nuestra madre. Murió a causa de que tú vivieras. Eres escoria y un asesino».
Al recordar aquellas palabras, entró en llanto. ¿El nacer le quitó la vida a su madre? ¿Era realmente un asesino?
Y afuera, donde la conmoción había terminado, a Anan le llamó la atencion lo unidos que eran Ian y Rob.
—Por mí, creo que se han ganado el derecho de entrar, a pesar de que no me agrada la idea —comentó Anan al ver al pelinegro abrazando al castaño, pero miró con enojo a su hermano—. Un poco más y tu fuerza bruta y bruto cerebro hubieran dejado sin novio a nuestra hermanita, Wyndham.
El hijo de la sacerdotisa comenzó a sanar las heridas de Ian, y a pesar del esfuerzo, este cayo inconsciente. Wyndham se dio cuenta de que realmente se había sobrepasado. Estaba estresado por encontrar a Asha, y le preocupaba no llegar a tiempo a Simúneta. Se reportaba una gran llegada de tropas enemigas y el bienestar de su hermana era prioridad.
Mientras tanto, en la tienda de campaña, Asha decidió esperar a saber sobre su destino, teniendo la esperanza de que podamos hablar con Ian. De pronto, refordó el rostro de Roberto y una sensación familiar llegó a su mente, al igual que un escalofrío.
—Ese otro chico... Su rostro me es similar. —Cerró los ojos y trató de concentrarse—. ¿Puede ser que ese sujeto y el amigo de Ian estén relacionados?
»Hermana, ¿por qué esta guerra que provocaste parece traer cosas interesantes y un poco extrañas?
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