𝐌𝐚𝐭𝐢𝐧𝐠

Advertencia: Lectura para mayores de 18 años en adelante, contiene temas de violencia situaciones de tema erótico y alto contenido sexual. Lenguaje ofensivo y vulgar.

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El Bosque: Capítulo III: Mating

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"Mi dulce conejita ¿adónde iremos tú y yo?"

Dipper se había despertado temprano algo adormilado, tuvo que desperezarse tallándose sus ojos y estirándose. No quería abandonar la cama y el calor que le proveía su hermana, más un aroma un poco molesto le irritaba sus fosas nasales, lo embriagaba y lo volvía atontado. Se abofeteo y decidió salir de la cama cuando noto el problema, fue a buscar a su amiga Pacifica para que lo ayudara.

Era un conejo macho y lo más seguro que su única pareja seria su mejor amiga de la infancia, más si no era la primera vez que lo hacían.

Abandono la habitación de su gemela y se retiró a la suya que compartía con los demás. En cambio Mabel se quedó profundamente dormida con una sonrisa en su rostro, sin importarle que su hermano se hubiera ido.

Dipper camino por el pasillo de las literas hasta llegar a la de la coneja rubia, arrodillándose y destapando la cobija de su rostro antes de colocar besos en sus pómulos y en su quijada.

La coneja rubia lanzo un bostezo y se removió en su litera tratando de evitar los besos húmedos, más no conto que el conejo castaño se subiera encima de ella abriendo la cobija y colocándola debajo de ellos. Siendo atrapada por el peso del adolescente.

- - D-Dipper... ummm – soltó un murmullo al sentir las manos del chico bajar sus pantaloncillos de la pijama junto con sus bragas. – Están... dormidos.

- - Estoy excitado – Menciono con voz ronca. – Vamos amor... solo un poco. – besando su cuello lechoso con mucho deseo. – Quiero acabar dentro de ti.

- - Yo también quiero – Atrayendo su rostro con sus manos para colocar un beso apasionado en sus labios. – Quiero hacerlo, pero si hacemos mucho ruido despertaremos a los demás.

- - Shh... seré cuidadoso – Bajándose sus pantalones y parte de su bóxer, mientras sacaba su miembro erguido y rosado. Guiándolo a los pliegues humedecidos y pronto lubricados de la coneja rubia. Se hundió lentamente disfrutando de la calidez de su compañera. – Oh cielos... es tan bueno sentirte.

- - Ahh... - La chica se tapó su boca antes de soltar una risita. – Dipper... no te muevas mucho.

- - Quiero preñarte – Moviendo sus caderas a un ritmo lento el cual escuchaba a su compañera gemir cerca de su oído.

- - Sí... sí... quiero quedar embarazada y tener bebés – Enrollo sus piernas en sus caderas, sintiendo la cola felpuda de conejo. – Ahh... ahh... D-Dipper – Moviendo sus caderas a su entrepierna. – Lame mis senos, ellas necesitan atención.

Levanto su camiseta al punto de enterrar su rostro en su pecho lamiendo aquellos montículos blandos. Chupando de sus pezones y masajeándolos, mientras aumentaban sus embestidas un poco más rápidas provocando el chirrido de los resortes del colchón.

- - Dipper... Dipper baja el ritmo. - Dijo la chica en medio del éxtasis de sus gemidos. – La cama está sonando mucho.

- - Lo sé... - Soltando sus senos que botaban con el compás de sus embestidas, su miembro se había hinchado dentro suyo anclándose evitando que saliera. – Pacifica... ahh – Colocando su peso en la chica.

- - Más... más ahh... me gusta – Enrollando sus brazos en su cuello. – Dipper.

- - Tú flor secreta muy deliciosamente. – Lamía su piel chupando en pequeños pedazos saboreando su esencia. Sus aromas se mezclaban al igual que el sudor de sus cuerpos, su pelvis golpeaba en el punto exacto que los llevo aumentar el roce de su apareamiento por la mañana.

Sus alientos chocando en su rostro sin borrar esa sonrisa de sus rostros, la chica tembló de pies a cabeza sintiendo como su corazón golpeteaba su pecho. El roce del miembro del chico era excitante y placentero, cuando terminaba haciendo un sonido de chapoteo en su sexo.

Los besos calientes no se hicieron esperar junto con las caricias, de pronto sintió el pequeño golpeteo de líquidos cerca de su útero. Pacifica se apretó más contra Dipper, antes de que él la abrazara de su cintura y golpeara con fuerza y profundamente en su vagina.

- - ¡Ahh! – Grito la rubia para ser callada con los labios del castaño.

Termino descargando su segunda corrida dentro de su útero, liberando el líquido caliente y espeso de su semen. La rubia respiraba fatigada con las orejas agachadas mientras veía a su acompañante, acurrucándose en sus pechos y acariciando su espalda baja.

- - Contento, ahora hemos hecho un desastre – Viendo la ropa de cama sucia.

- - Sí, estoy contento – Besando sus labios. – Hay que levantarnos.

- - Cierto – Quitándose las cobijas encimas de ellos, antes de ver los mechones castaños del conejo todos revueltos. Ambos soltaron una risita antes de escuchar un carraspeo por parte de un azabache y otros dos conejos.

- - Consíganse un motel o el maldito armario – Dijo Candy.

- - ¿Quién te pidió ser toda oídos? – le regaño Pacifica fulminando con su mirada a la coneja de pelaje oscuro. – La próxima vez usa la almohada.

- - Solo a ustedes dos se les ocurre coger a esta hora de la mañana – Dijo Gideon en defensa de Candy. - ¿Qué pasaría si la señora Kate entra? Ya no nos dejaría ir hacer el picnic y jamás saldría Mabel de la habitación – Dijo el conejo albino.

- - Cuando cogiste a Candy en la noche no nos quejamos – Dijo Dipper.

- - ¡Ya silencio! – Dijo Grenda. – No me importa quien fornico a quien. Lo único que importa es que hoy nos llevaremos a Mabel de día de campo, así que dejen de hacer estupideces.

- - Vamos Dipper – Tomando al castaño de los hombros. – Sera mejor que durmamos otro ratito.

- - El celo nos mata. – Dijo Gideon.

Todos se miraron un momento y se soltaron riendo como si fuera lo más normal del mundo. El único secreto que podían mantener lejos de la gemela, ya que para ellos todavía era pura e inocente.

•| ⊱✿⊰ |•

Mabel se levantó un poco descansada de su cuerpo, sentía un poco de dolor en sus músculos pero eso no impidió que se moviera de su cama para cambiarse. Aprovecho para toma un baño al encontrar abierta la puerta de su habitación, en el pasillo vio a Wendy que llevaba ropa para lavar la vio bajar por las escaleras y la saludo.

- - Hoy no está la señora Kate.

- - ¿Salió? – Pregunto la menor con inocencia en sus ojos.

- - Fue por la cena de esta noche, recuerda que hoy viene el doctor Strange y quiere todo listo.

- - ¿Qué cenaremos? – Notando que la casa estaba limpia y aseada de cada rincón.

- - Estofado de carne – Dijo animada la gata pelirroja. – Hace tiempo que no comemos carne. – Comento recordando los deliciosos platillos que se prepara con la carne.

- - Nosotros no hemos comido carne – Dijo temerosa la chica. – ¿Eso no es malo?

- - Algo nuevo en su dieta no hará daño – Dijo sin entender a lo que se refería la castaña. – Aparte los conejos se sabe que consumen también pequeñas dosis de carne. – Dando una mirada a la castaña. - Hay agua caliente, aprovecha antes de que despierten los otros.

La adolescente se encamino al cuarto de baño y lleno la bañera con el agua caliente y la fría. Se retiró sus prendas antes de sumergirse en la tina de la bañera, dejando su larga melena flotar mientras se sentaba con las piernas cerradas hacia su pecho.

- - Hoy es el día – Cerro sus ojos dejando que el agua aclarada un momento sus pensamientos. – Mabel Strange... - Musito. – Ni sé si me acostumbrare al apellido.

Sus orejas de agacharon hacía atrás y las lágrimas brotaron de sus ojos cual perlas brillaban en sus mejillas rosadas. Tenía miedo de lo que vendría al vivir con Tad en su casa, no conocía nada de él. No sabría cómo la recibiría su familia, ¿acaso la querrían o solo sería una humillación por parte de sus hermanos?, sí es que tuviera alguno el híbrido de zorro.

Recito una canción de cuna que solía cantarle su madre a su hermano y a ella. Tarareaba la melodía entonando una voz melancólica y triste. Antes de recordar las palabras que le decía antes de darle un poco de whisky en sus labios; Carpet Noctecm.

•| ⊱✿⊰ |•

El hombre lobo se encontraba despertando de su cansado sueño de anoche, un viento gélido lo calo de su cuerpo por completo al envolverse más en la manta del edredón de tela cobriza. Toco el lugar de la cama matrimonial con anhelo antes de lanzar un gimoteo doloroso.

- - Buenos días.... – Menciono perezoso soltando un gimoteo de tristeza y acariciando el lugar vació. En donde tendría supuestamente una compañera destinataria. – Claro... vivo solo.

Sus ojos se abrieron dejándose notar en su orbe derecho un color ámbar brilloso con la pupila afilada, mientras que el izquierdo carecía de brillo con una enorme cicatriz hipertrófica que lo atravesaba del parpado completamente. Su esclerótica seguía oscura a su alrededor del iris ámbar. No tenía datos de ceguera, más su ojo no le daba una apariencia atractiva para las hembras. Más si ocultaba su aroma.

Acaricio el lugar sobrante en la que debía estar su acompañante, más solo era un resto vacío como lo demás que había en su hogar.

- - Claro... si tuviera a mi compañera – Tomando la almohada en sus brazos comenzó a dialogar. – ¿Cómo estás? ¿Dormiste bien? Podemos darnos una ducha juntos o desayunar... - Tirando la almohada a su lado. – O tal vez dormir juntos y tener el plan de no salir de esta habitación. – Se resignó al darse cuenta de la estupidez que hacia al hablar con una almohada. – Claro... creo que la soledad me daña.

Se levantó de la cama con su piel fría y solo con la sabana enrollada a su cintura. Le gustaba dormir siempre desnudo, ya que la ropa le estorbaba para descansar. Se adentró al cuarto de baño y miro su pelo revuelto y sus orejas despeinadas al igual que su cola encrespada.

- - Odio que queden erizadas. – Abrió el agua caliente de la ducha y decidió tomar un baño. Iba tomar su shampo y noto que agarro el equivocado, uno de color rosa. – Demonios – Tiro el bote al cesto de la basura. – Todo está bien, todo está bien. Solo es una temporada más... como cada año.

Bill continuo con lo suyo lavando su cuerpo y evitando pensar en las situaciones. Es cierto que preparo la casa para la llegada de la temporada, más no había encontrado "pareja" al ser el único que llego tarde en la búsqueda. Muchas hembras betas y omegas habían sido marcadas o tenían su destinatario. Otras no querían su compañía, y cuando encontraba a una no soportaba su aroma o resultaba ser alfa al igual que él. Las betas no querían ni relacionarse, porque tardaban en entrar en temporada o simplemente no tenían interés.

El hombre lobo termino su baño saliendo de la ducha y secando su cuerpo, tomo sus supresores y se apuró a vestirse. Una camisa gris de manga larga, pantalones negros cenizos, zapatos y un abrigo viejo y largo estilo gabardina hacían una perfecta combinación ocultando su apariencia. Tomo su parche y cubrió su ojo izquierdo, peinando sus mechones rubios para cubrir un poco. Sus orejas se ocultaron disimulando su identidad.

Vio su reflejo y se recordó a su yo anterior... cubierto de sangre... sangre de híbridas de conejo y otras especies. Jóvenes de belleza tierna que guardaban una mirada de desprecio en él. Su última víctima una chica híbrida de mapache de aproximadamente 18 años. La última vez que su familia la vio... la encontraron desfigurada del rostro y sus órganos colgando de un árbol.

Un par de golpes en su rostro y dirigió su mirada al espejo.

- - Estamos listos para la cacería.

Su manada arribó a la puerta de su porche esperando al hombre lobo, todos listos y ansiosos por la cacería que anuncio Tad Strange. No dejarían vivos a esos conejos.

•| ⊱✿⊰ |•

Mabel terminaba de cambiarse optando por utilizar un vestido rojo de volantes que se amoldaba a la silueta de su cintura, una camisa blanca que usaba debajo del vestido, mallas térmicas de color negro y sus viejos botines del mismo color.

Levanto sus orejas alzándolas al escuchar a las chicas llamarlas desde abajo, salió de su habitación olvidando tomar su dosis y medicamentos. Vio a sus amigas cargar un canasto y a su hermano y a su amigo cargar las mantas.

- - Lista – Extendiéndole una mano su gemelo.

- - ¡Sí! – Agarrando su mano.

- - Recuerden chicos los quiero a las seis de la tarde – Dijo Wendy, solo así la señora Kate no se dará cuenta. – Soltando un bufido frustrado. – En verdad no quisiera tener otra discusión con ella, como el de esta mañana.

- - De acuerdo Wendy – Dijo Dipper.

- - Mabel cuídate mucho y si sientes que te de nauseas, fiebre o vomito. Te vienes de inmediato.

- - Sí – Dijo la castaña. – Ando bien el día de hoy.

- - Bien – Dijo la pelirroja no tan convencida. – Jure no detenerte.

- - Estaré bien Wendy – Abrazando a la gata. – Gracias por dejarme.

- - Chicos, cuídenla bien.

- - No te preocupes Wendy, ya verás que ella regresara sana y salva – Dijo Candy.

"Por favor quédense chicos"

Wendy despidió al grupo de chicos mientras los veía dirigirse al bosque. El día estaba soleado y hacia un rico clima fresco, ideal para ver los árboles de acacia.

•| ⊱✿⊰ |•

La tarde de otoño era perfecta en su esplendor en el bosque de Raven Fair, el grupo de híbridos de conejos exploraban dentro de los alrededores de la zona, los pastizales recubiertos del pasto verde y semi húmedo. Caminando por la vereda cercana al río rocoso. Dipper, Mabel, Pacifica, Candy, Grenda y Gideon se encontraban caminando por el sendero de tierra admirando la arbolada rojiza y amarillenta de los árboles. El olor a cedro, teca y árboles de acacia roja y amarilla; adornaban perfectamente el páramo del lugar que los relajaba. Llevaban su canasta con alimentos y una manta para realizar su picnic.

El día de hoy los gemelos habían tenido permiso de salir por fin del orfanato junto con sus amigos, nadie podría arruinar esa dichosa oportunidad. Aparte de que Mabel cumplía un mes completo sin enfermarse y sus amigos querían celebrar su recuperación.

"Deberían volver a casa"

Llegaron a un prado libre apartado del pueblo y de la residencia del orfanato, todo estaba cubierto de hojas secas y amarillas entre mezcladas con el marrón y el rojo oscuro de las hojas de los árboles. Las chicas prepararon el lugar acomodando todo en su lugar y creando un círculo de tierra en el cual escarbaron con sus zapatos para ablandar la tierra. Mientras que la castaña esperaba pacientemente a que se le diera una orden, estaba entusiasmada olfateando y tocando todo, se sentía como un niño al cual saliera del hospital por primera vez para conocer el mundo. Se apresuró a tomar la manta y sacudirla con fuerza. Viendo que inútilmente se apegaba a su cuerpo a causa del viento frío. Candy y Grenda le dijeron que no hiciera tanto esfuerzo.

- - Descuida Mabel – Tomando el extremo de la manta. – Colocaremos piedras para evitar que se levante.

Una vez acomodadas las cosas en su lugar, las chicas llamaron a los dos chicos para que se acercaran.

Se sentaron todos en la manta y sacaron los sándwiches de mermelada de fresa y las galletas que hornearon las chicas ayer, entre un jugo que mantenían enjarrado en un frasco. Bajo los cálidos rayos de sol disfrutaron de la tarde con risas y un conversación vaga y amena.

- - Es sorprendente que la señora Kate haya permitido tomar... esto – Señalando la comida con algo de pena. Pues había aprendido que en el orfanato se raciona los alimentos.

- - La señora Kate nos dejó – Tomando una galleta del canasto. – Dijo que nos lo merecíamos, que nunca nos había dejado tener un día de campo.

- - Ya veo – Dijo tomando un sándwich de mermelada. – A lo mejor ella está cambiando. – Sintiéndose un poco aliviada de que el orfanato cambiara sus reglas y su tutora se volviera blanda. Tal vez así no se preocuparía por el futuro de su gemelo o de sus amigos.

- - Hoy es la primera vez que Mabel sale de esa maldita prisión llamada "habitación" – Comento el albino. – Es una suerte que ya no estés enferma.

- - El doctor Strange ha sido muy bueno conmigo. – Menciono ella con las mejillas sonrosadas. – Pero a veces odio las inyecciones que me pone en los brazos – Recordando el dolor de la aguja en su piel. – Pero ya no me he enfermado, más me sigue recetando pastillas.

- - Es para tú bien hermanita. – Dando un mordisco a su emparedado. – Tienes suerte que la hermana Kate ponga un poco de dinero en tú tratamiento. – Dijo – Siempre fuiste propensa a enfermarte... pero me alegra que estés aquí con nosotros. Disfrutando del día y pudiendo jugar afuera.

- - Mabel avísanos si te sientes fría o si te duele la cabeza. – Dijo Candy preocupada. – Los cambios pueden ser bruscos en tu cuerpo.

- - Descuida, hoy amanecí fuerte. – Dijo la castaña enfundando un puño. – Estoy lista para aguantar el día.

Disfrutando de los bocadillos de la tarde terminaron tomando la siesta debajo de los árboles de acacia amarilla. Dipper y Gideon dormían acurrucados junto con Candy, mientras que Mabel, Grenda y Pacifica creaban coronas con las flores que crecían cerca de las raíces de un viejo roble, entre hacerse trenzas y peinar su cabello.

La conejita rubia solo miraba el adorno hecho un desastre mientras hacia su típico berrinche, su labio salido y su nariz arrugada. Estaba a punto de llorar cuando la castaña se acercó y empezó a explicarle paso a paso como se hacía una corona. Entrelazando las raíces y atando los nudos.

- - Le quieres dar una a Dip-Dip – Dando un codazo a su mejor amiga. Quien esta reacciono colocando una sonrisa de vergüenza y sus ojos tímidos.

- - No – Dijo con las mejillas ruborizadas. – Es para mí.

- - ¡Vamos! serias una perfecta cuñada, seriamos familia. Más unidos que nunca, siempre los vería. – Dijo contentan extendiendo sus brazos. – No estaríamos separadas y yo organizaría tu boda que quede de manera magnifica.

Grenda soltó una risita al escuchar todo lo que dijo Mabel, Pacifica la fulmino con la mirada amenazándole con no decir una palabra.

- - Tal vez – Musito.

- - Tal vez hasta quieras tener sobrinos – Hablo Grenda.

- - Eso sería pedirle mucho a Pacifica – Dijo Mabel. – Con que se case con mi hermano, estoy más que contenta de la vida.

- - Lo de los sobrinos sigue en pie. – Dijo Grenda con burla al ver a la coneja rubia más roja que una cereza.

- - ¡Grenda! – Le alzo la voz Pacifica.

- - Por cierto Grenda... ¿Por qué Wendy se enojó esta mañana con la señora Kate? – Pregunto la castaña, recordando que la gata pelirroja se había quedado en casa a tomar el regaño de los seis, en caso de que llegara la mujer.

- - No debes preocuparte por cosas como esas, la señora Kate está loca. – Menciono Pacifica. – Tantas reglas que pone ya la tienen atarantara y loquita.

Grenda vio a Mabel agachar sus orejas en señal de tristeza, tomo su mano y la apretó suavemente antes de responder.

- - Wendy estaba molesta porque casi no salías de casa. – Menciono. – Sabía que llevabas un mes sin enfermarte y supuso que un poco de aire fresco te caería bien – Dijo. – Aparte Kate nos tiene encerrados todo el día, sin poder salir a que nos dé un cachito de sol. Un poco de salida no nos hará daño.

- - Pero ustedes pueden salir el día de hoy al bosque – Sonrió a medias la castaña viendo el motivo de su salida. – Yo no podía, aparte hoy vendría el doctor Tad a visitarme para mi revisión clínica. A él no le gusta que ande afuera.

- - Mabel ¿Por qué quieres quedarte a que te apliquen inyecciones y te den más negativas para que no salgas? – Dijo molesta la rubia. – Ese estúpido zorro con corte recto de hongo, solo viene a sacar una excusa cuando se le antoje – Se paró imitando la postura del doctor Strange. – Señorita Pines no puede salir porque se resfriara, anda muy baja de las defensas necesitas reposo. Si es posible nunca salga de esta cama jamás de los jamases.

Mabel y Grenda solo se rieron de su imitación antes de ver a los chicos levantarse junto con su amiga. Mientras peinaban su cabello y acicalaban sus orejas alejando los restos de hojas secas. El albino se lanzó a los brazos de la castaña frotándose contra ella y aspirando su delicioso aroma.

- - Pastelito de crema~ - Le llamo. – ¿Cómo te sientes para jugar un rato con nosotros?

- - ¡Gideon! Deja de ser tan lambiscón con Mabel – Dijo la rubia separándolos. – Aparte tu peso la va aplastar – Colocando sus manos en su cadera. – No pesas como una pluma.

- - Estoy bien, Paz – Dijo la pequeña mientras se levantaba y sacudía su vestido. - ¿Y qué jugamos?

- - Escondidas – Dijo Dipper. – Es fácil ocultarse.

- - No, a los encantados. – Menciono Grenda. – Podríamos correr.

- - ¿Simón dice? – Dijo Pacifica. – Hay mucho terreno para jugar.

- - Oh yo sé cuál podríamos jugar, que tal la rueda. – Comento Gideon.

- - Suena bien. – Dijeron todos.

- - ¿Cuál de todos?

- - ¡Lobo! – Grito la azabache dando saltitos de emoción. – No es discriminación, solo que es divertido.

- - ¿Lobo? – Dijo Dipper antes de pensarlo un poco. – Bueno es un juego inofensivo y no tan racista.

- - Son salvajes y entran en el concepto – Dijo Gideon. - ¡Pido salvación! No quiero ser todavía el lobo.

- - Tranquilos tengo una forma de quien lo será.

Pacifica tomo una servilleta que cubría las moras silvestres, utilizándola para vendar a la persona que sería el lobo. Dio varias vueltas cerrando sus ojos para estirar el dedo. Al primero que señalo fue a Dipper, envolviéndolo con la venda en sus ojos crearon un círculo a su alrededor entonando una canción infantil que solían cantarla los preescolares del orfanato.

Cuando terminaron de cantarla rompieron el círculo corriendo a los lados, Dipper tenía un buen olfato por lo que no tardo en atrapar a Candy ya que la tenía atrás de él. Cuando fue el turno de Candy atrapo a Gideon y este mismo atrapo a Pacifica. Se divertían corriendo por el prado y riendo, pasaron el resto de la tarde jugando, cuando Grenda atrapo a Mabel llego su ansiado turno.

La castaña estaba nerviosa su amigo Gideon ato la venda en sus ojos y la dejaron dentro del círculo, comenzando a dar vueltas y entonar la misma canción.

Jugaremos en el bosque
Mientras el lobo no esta
Porque si el lobo aparece vivos enteros nos comerá,
¿Qué estás haciendo lobo?

¡Me estoy poniendo los pantalones!

Jugaremos en el bosque
Mientras el lobo no esta
Porque si el lobo aparece vivos enteros nos comerá,
¿Qué estás haciendo lobo?

¡Me estoy abrochando la camisa!

Jugaremos en el bosque
Mientras el lobo no esta
Porque si el lobo aparece vivos enteros nos comerá,
¿Qué estás haciendo lobo?

¡Me estoy colocando el saco!

Jugaremos en el bosque
Mientras el lobo no esta
Porque si el lobo aparece vivos enteros nos comerá,
¿Qué estás haciendo lobo?

¡Me estoy poniendo el abrigo!

Jugaremos en el bosque
Mientras el lobo no esta
Porque si el lobo aparece vivos enteros nos comerá,
¿Qué estás haciendo lobo?

¡Me estoy colocando el sombrero!

Jugaremos en el bosque
Mientras el lobo no esta
Porque si el lobo aparece vivos enteros nos comerá,
¿Qué estás haciendo lobo?

¡Estoy listo para comérmelos, corran!

Todos rompieron el círculo corriendo por varias partes del prado, llamando a la castaña y atrayéndola con su voz. Mabel avanzaba a cada paso lento y cuidadoso, donde escuchaba las voces de sus amigos allí se acercaría.

- - Ven Mabel, ven – Llamo el castaño entre risas. – Acércate hermana.

De repente sintió como unas feroces garras rasgaron su espalda provocando un aruño profundo en sus omoplatos. Manchando la camisa de su propia ropa, se giró dando una mirada a su atacante.

- - L-Lobos – Tartamudeo el conejo castaño. - ¡LOB...! – No pudo gritar el castaño siendo azotado su cabeza contra el suelo y cubriendo su boca con la mano del híbrido de lobo.

- - Shh... - Hizo una seña el de pelaje oscuro en sus orejas y mirada gris en sus ojos. – Gritas mucho estúpido conejo.

Con sus manos apretó alrededor del cuello rosado y cremoso del menor, enterró sus filosas uñas en su tráquea ahogándolo de dolor y la sangre que se esparcía en las paredes de su esófago. Con algo de fuerza quebró su cuello rompiendo el hueso hioides y parte de la apófisis, sentía latir la carótida de su arteria bombear la sangre de forma deprisa empapando sus dedos. Dio un tirón desgarrando sus ligamentos y músculos como si se tratase la cabeza de una gallina. Un sonido "crack" se hizo presente cuando separo el axis del músculo esternocleidomastoideo provocando el desgarro y las contracturas en el adolescente híbrido.

Su cabeza quedaba colgando como una muñeca de trapo, levanto el cuerpo y lo zarandeo como un vil muñeco de trapo derramando sangre alrededor.

- - Tenemos a uno – Chupando los dedos y saboreando su sangre. – Esto es delicioso.

Rasgo la ropa del chico rompiendo la tela hasta dejarlo desnudo. Con su afilada uña abrió desde el esternón hasta su abdomen tirando a los lados de su piel y arrancándola de un tirón.

- - Un conejo sorpresa – Sacando las vísceras y dando una vuelta a su intestino delgado. – Ah... el calor de un órgano recién salido del cuerpo – Mordió un pedazo masticando lo blando y suave del intestino, hasta que se topó con las arterias y nervios que se enterraban en sus dientes y los sacaba para después absórbelos como un espagueti. – Que tenemos aquí. – Extirpo el hígado dando un mordisco y masticando una parte. – Mmm... lo dejare para cocinarlo.

Otro grito se escuchó cuando vio a la mujer loba de cabellera peli rosa morder del hombro a la coneja de pelaje café claro, arrancando un pedazo de su carne y piel mientras cubría sus gritos. Arranco los brazos de la chica de un tirón, como si se tratase de ropa. La tumbo al suelo y piso numerosas veces su rostro hasta quebrar el puente de su nariz y parte de sus globos oculares.

La loba rosada reía siniestramente y como loca dejando los sesos de la coneja esparcidos en la hierba. Disfrutaba destazándola. Kriptos y Hectorgon rodearon a la pareja de conejos, una azabache y un albino que estaban abrazados.

- - ¡MABEL CORRE! – Grito Candy desesperada, puesto vieron a su amiga vendada y con las orejas alzadas mientras temblaba.

Los gritos eran ahogados por las garras de los feroces híbridos, que cortaban sus gargantas y partían su tráquea. Mabel presa del miedo no entendía lo que sucedía, estaba a punto de alzar la venda y quitársela, cuando escucho un ruido entre las hojas y el murmullo de una palabras.

"Ven aquí pequeña"

- Chicos... - Buscando a ciegas a su alrededor.

"Por aquí, ven, ven"

Movió sus orejas en estado de alerta, se volteó y dio un paso atrás resbalando por la inclinación de un risco que la alejo de la masacre, rondado por la tierra cayendo de bruces contra las raíces de un viejo árbol.

Ella se levantó avanzo más por el bosque con los ojos vendados buscando a sus amigos y a su hermano, su vestido rojo ondeándose bajo la brisa del viento fresco. Tocando con sus manos la madera rugosa de los árboles.

- - Ven – Llamo una suave imitación de una voz similar a la de sus amigos.

Coloco una sonrisa de sus labios mientras movía sus brazos y se lanzaba a abrazar a la nada.

- - ¿Dónde están? – Llamo la pequeña. – Salgan.

Llamo sus nombres pero nada... no obtenía respuesta ni un sonido de sus voces.

En ese momento se encontraba rondando por el lugar un hombre lobo de cabello rubio y pelaje casi dorado en su cola y orejas. Desde hace rato veía desde una cierta distancia a sus compañeros, viendo cazar a los conejos. Pero cuando visualizo a la pequeña vendada de los ojos con su cuerpo aterrado la quiso atrae. Pero sus palabras la hicieron resbalar en ese risco, fue una oportunidad perfecta para cazarla ya que cayó completamente en su dominio y en su territorio, dentro del corazón del bosque.

La llamo obteniendo su atención, mientras ella sonreía pensando que seguía el juego. Viendo a la pequeña caminar por diferentes lados del bosque oscuro con los ojos vendados. La había notado muy ingenua, se encontraba indefensa e inocente jugando a las atrapadas, o eso pensaba cuando la escuchaba suplicar por la ubicación de ellos.

Más la pequeña había caminado sin rumbo saliendo del límite del prado entrando a los dominios del lobo, era la oportunidad perfecta para cazar y matar.

"Dulce e inocente conejita, mira donde fuiste a parar"

Se acercó detrás de ella siguiendo sus pasos de forma cautelosa, como si siguiera su juego. Analizando su presa de cerca, aspirando ese aroma dulzón que emanaba y lo atraía a seguirla. Era muy coqueto lo que emanaba de su pequeño cuerpo juvenil. Era una combinación a las flores de freesía junto con los frutos rojos y las moras silvestres, adoraba las moras entre otro aroma que solo desprendían la hembras cuando estaban en su celo. Su olor le agradaba muy dulce y relajante que su corazón hacía latir fuertemente como la velocidad de un caballo.

La observo de pies a cabeza; cabello marrón brillante y achocolatado, largo y ondulado como una cascada brillosa. Adornado con un lazo rojo sobre su cabeza. Dos orejas color crema marrón rojizo y oscuro con la piel rosada, felpudas en su pelaje sobresalían de sus mechones. Su piel era pálida como la de una muñequita de porcelana, se notaba el rubor rosado de los pómulos de sus mejillas como los durazno de la temporada de primavera y sus labios estaban vestido de un color rojizo, tan delicados como dos pétalos de rosa roja. Una figura delgada con la cintura de un reloj de arena, vientre plano con su trasero alzado y curveado, la silueta de su pecho redondo ni muy grande ni muy pequeño. Su cuerpo era delicado y frágil bajo un vestido de color rojo con una blusa blanca por debajo, sus piernas cubiertas por medias negras térmicas y unos botines negros.

La chica soltaba una encantadora risa de forma risueña y burbujeante, una voz agradable para el oído del lobo tan melifluo que indicaba que estaba alegre. Quien levanto en alto sus orejas para escucharla claramente fue aquella misteriosa y sanguinolenta bestia. Cuidando sus pasos uno a uno.

Había atrapado anteriormente cuando era más activo a humanos, híbridos de conejos y gatos entre otras especies de genero débil, a todos los había devorado, sin darle la misericordia de vivir. Incluso en la actualidad en sus tiempos libres robaba ganado y destazaba a los animales con crueldad. Nunca había tenido interés alguno en aprovechar para jugar con sus víctimas, todas terminaban muertas.

Pero ella parecía ser especial, desprendía un interés en jugar y tenerla en ese momento en sus manos.

Es un híbrido de lobo y los lobos gustan de jugar con sus presas, antes de atacarlas a su gusto y decidir qué hacer con ellos. Pero en este momento sentía ese enorme sentimiento de deseo y emoción por la adrenalina.

"Juega con ella"

La pequeña camino hasta él, el cual solo retrocedía y la animaba a apurar su paso. Embozo una sonrisa canina de sus colmillos y movió su cola de un lado a otro con sus orejas alzadas y tiesas. Su paso se cerró en un árbol de acacia roja, ninguno se dio cuenta cuando llegaron a la arbolada de acacia rojiza, separando de los arboles amarillos. Era el ambiente perfecto para conocerse, se movió a un lado y la vio chocar contra la rugosa madera del tronco. Viéndola fruncir su nariz de bola e inflar sus mejillas de forma tierna. Se le hizo adorable su expresión.

- - Chicos, ¿Dónde están? – Menciono la chica tanteando los alrededores del árbol, en un vago intento por encontrarlos. – Los voy a encontrar, ya verán.

- - Ven. – Llamo el rubio tocando su mano para provocar que lo siguiera.

- - ¡Ahí estas! – Sonrió en grande persiguiéndolo.

El hombre lobo rubio se divertía y solo daba vueltas junto con ella, provocando que las hojas cayeran a su lado como una lluvia dorada y de color escarlata perdiéndose entre ellos. Parecía que el tiempo se perdiese entre ellos dos y creara su propia burbuja de diversión. Volviendo el momento tan atractivo y atrayente. Decidió liberar su aroma masculino y dominante a su presa.

Tan apetitosa la veía a la pequeña cuando miraba su respiración acelerada y sus suaves jadeos ir deprisa y las risas que soltaba. Se detuvo un momento dejando que ella lo tocara de su cuerpo, sintiendo sus manos acariciar su pecho duro y musculoso, parte de su torso marcado y un poco más por su cintura.

- - ¡Te tengo! – Grito la chica abrazándolo, hasta que su mano rozo un pelaje suave y largo de lo normal. - ¿Dipper? ¿Gideon?

Ella se levantó la venda de los ojos observando al sujeto rubio de extraña mirada color miel en su ojo, tan inhumano y en ese tono amarillo tan resplandeciente que hacia resaltar su pupila afilada y contraída. Un parche de cuero cubría su otro ojo el izquierdo, su vestimenta algo modesta; portaba una camisa gris, un abrigo oscuro algo desgastado de las puntas de su cola, unos pantalones de vestir negro cenizo y zapatos levemente cubiertos de lodo. Él se acercó y la fue acorralándola en un árbol amarillento, mientras mostraba sus orejas y cola como queriendo evidenciar su apariencia de híbrido.

"Los lobos te engañan fácilmente e intentan acercarse"

Normalmente los lobos no muestran su apariencia y son cuidadosos con sus presas, pero él quería enseñarle que era un carnívoro y de los más peligrosos, quería seguir jugando con esa inocente criatura. Se estaba divirtiendo algo que no había sentido en estos años.

- - ¿Jugando? – Pregunto en voz sutil y aterciopelada, quería ser amable con su presa.

La pequeña retrocedió a pasos lentos mirando con temor al lobo, sus orejas se mantenían curvas y su mirada avellana se abría al verlo avanzar hacia ella.

- - ¿Qué hace una linda conejita andar por el bosque oscuro? – Posando su mano en el tronco del roble. – Y a esta hora de la tarde... la noche cae más rápido en octubre.

- - ... - Ella no quiso hablar su corazón latía con fuerza, sentía que se saldría en cualquier momento. Era la primera vez que tenía a un híbrido de hombre lobo muy cerca.

- - No te asustes y acercarte, que no muerdo. – Le llamo en tono profundo. - ¿Estabas jugando? Ven no te hare daño, se ve tan divertido lo que haces. Yo también quiero participar en tú juego.

Mabel vio con curiosidad al lobo viendo su apariencia tranquila, olfateando un poco levanto su rostro cerrando levemente sus ojos. Tenía un aroma agradable muy masculino y dominante; olía al bosque y un poco de especie; amargo y picante. Percibía también el aroma a tabaco en él, seguramente fumaba aquel lobo. Se acercó un poco cerrando sus ojos por completo y parando sus orejas en alto.

- - ¿Quieres olerme? – Dijo curioso en saber cómo reaccionaría si soltara más su aroma de lo normal. – Lo haré si me dejas... olfatear tú aroma.

La coneja olfateo el nuevo olor siendo un aroma agradable que la hizo apegarse inmediatamente a lo embriagador; chocolate, cedro, vainilla y madera de fresno. Entre los otros anteriores aromas. Era tan agradable que sentía que querría que la abrazara con fuerza y que no la soltase. Era el aroma de un alfa.

El rubio tenía su rostro enfrente de la chica, admirando sus facciones levemente infantiles, mejillas coloreadas en tono carmín más rojo que la sangre y las camelias. En cuanto abrió los ojos la menor, pudo apreciarlos más de cerca; le gustaban esos ojos brillantes de color verdosos con café. No pudo evitarlo y la olfateo oliendo más del aroma femenino; era una mujercita y en un punto dulce de su etapa de su juventud. Sin duda una omega joven el cual tenía deseos de tomarla en sus brazos y llevarla lejos teniéndola cerca.

Aquel rico aroma comenzaba a envolverlo y soltar un suspiro de satisfacción, sentía que su alfa despertaba estando cerca de la menor. Freesia, peonias, un dulce aroma afrutado a los frutos rojos y su feromona tan único y excitante.

- - Eres muy linda para solo ser una pequeña coneja – Lo dijo seriamente acorralando más a la pequeña entre el roble y él. – Demasiado hermosa para ser verdad. Debes ser un tierno ángel el cual me encontré.

La castaña se sonrojo por lo que dijo y sonrió tímidamente pues era el primer halago que recibía de alguien del sexo opuesto. El rubio pasó el dorso de su mano por sus pómulos tocando y acariciando con un dedo sus labios sedosos, para verla colocar un beso en su índice de forma tierna.

- - Sabes... escuche que los conejos besan – Soltando una risita. - ¿Te atrae esto? – Señalando sus dedos.

Ella retrocedió de vergüenza mirando al rubio con pena por lo que hizo, jamás había besado y se encontraba haciendo esos actos impropios. Cada vez que ella se apartaba, él se acercaba y mantenían una distancia a unos centímetros.

- - ¿A dónde vas? – Pregunto en forma de un gimoteo al sentir que ella se iba, quería tenerla cerca y atraparla en sus brazos la sensación de cercanía lo llamaba. – ¿Acaso te incomodo? – Estaba ansioso y preocupado de que la chica huyera, y si era así... tendría que hacer lo peor.

- - No... - Dijo con voz baja mientras sonreía tiernamente y daba brincos por detrás y adelante a cada paso. – Jejeje solo que me da vergüenza. – Rehuyó de su mirada y retrocedió varios pasos hacia atrás.

- - Ven – Haciéndole una seña con el dedo. – Ven aquí.

Ella se movía del tronco de un árbol a otro siendo seguida por él. Cuando se juntaban nuevamente, la pequeña lanzo una risita nerviosa y una sonrisa coqueta acercando su pecho al del chico. Al lobo le gustaba este pequeño juego, moviendo animadamente su cola y siempre colocándose en posición de atraparla.

- - Te tengo. – Susurro.

La castaña corrió soltando una risa y deteniéndose de momentos por las esquinas de las ramas de los árboles esperándolo. El lobo la seguía rozaba sus brazos en un intento por tomarla. Ella daba una vuelta y retrocedía dando miradas tiernas. Sus mejillas arremolinadas de un color rojo cereza y mordiendo su labio inferior. Eran una señal para el lobo incitándola a seguirla a donde ella quería atraerlo. Le gustaba ser perseguida y que el lobo la siguiera a cada rincón del bosque.

La acorralaba apegaba su cuerpo frotándose entre ellos, daban roces pronunciados contra sus manos y sus hombros, la pequeña daba besitos en sus nudillos distrayéndolo y luego.... Ella escapaba libremente de sus brazos. Jugaron de esa manera por varios minutos. Hasta que los rayos del sol iban ocultándose entre las copas de los árboles y sus ramas.

Mabel respiraba agitada y con una sonrisa en sus labios levemente rojizos, cuando corrió entre la vereda del río pudo ver una pequeña cúpula de cueva. Sentía su cuerpo calentarse y su corazón aumentar más en sus golpeteos. De repente escucho los gruñidos del hombre lobo y su misma respiración jadeosa y ronca, tan profunda que le erizaba su pelo. Fue en ese momento que dejaron de jugar a las atrapadas y empezó ese deseo de persecución de caza pero no de forma amenazante, sino una conocida por los de su especie en los híbridos de conejo.

"Cortejo"

Corrió con todas sus fuerzas a esconderse en un lugar seguro, pero dejando rastro de su aroma. La castaña sentía calentarse más en su cuerpo y sentir un cosquilleo incomodo en sus muslos, frotando su ingle y soltando varios quejidos altos. Se detuvo dentro de una cueva, la cual había visualizado previamente y se llevó sus manos al dobladillo de su vestido apretándolo suavemente, levantando su falda noto que la incomodidad provenía de su entrepierna, acariciándose su intimidad mojada a través de las medias. Su sexo estaba húmedo y cada toque era nuevo y emocionante una sensación que nunca había experimentado.

Mabel no sabía cómo reaccionar era la primera vez que le sucedía estas cosas, sin que su doctor la tocase. El que ella hiciera esta acción de tocarse y sentir esa sensación de alivio la asustaba un poco.

- - Mmm... ahh – Miraba deseosa a que el lobo la encontrara.

Los pasos del híbrido de lobo la alertaron más sintiendo aquel entusiasmo en su cuerpo.

- - Ahh... ahh... - Gemía despacio y se hinco escondida entre las rocas cerrando sus ojos, no podía controlar su aroma y el calor sofocante de su cuerpo. Se detuvo abruptamente y mordió su labio inferior.

- - ¿Dónde andas? – Llamo el lobo caminando cerca de la cueva.

Mabel bajo su falda cuando se topó con la mirada brillosa y dorada del lobo, entrando por la cueva, cual depredador era. Él sonrió con jubiló al verla roja de su rostro y temblando como una hoja de otoño. Hizo un movimiento de forma traviesa corriendo a tomarla entre sus brazos alzándola de su cuerpo, dio un giro con ella escuchándola reír de los nervios para dejarla nuevamente parada siendo retenida por su rodilla entre sus muslos.

- - Te tengo – Le susurro en sus orejas, mordiendo suavemente sin llegar a perforar escuchando un quejido por parte de ella. – Te has sabido esconder bien, linda conejita.

Sus manos acariciaron su delicado cuerpo tocando sus delineadas curvas de la fémina, grabándose cada centímetro que abarcaba su piel, tanteando los muslos de sus piernas en un movimiento recto hasta detenerse, apretando y estrujando la tersa y suave piel de la menor con tanto deseo. La pequeña coloco sus manos sobre sus brazos y recargo su cabeza contra su pecho fuerte, aspirando su aroma y gimiendo en corto. Por alguna extraña razón la castaña no tenía miedo, solo se relajó y continúo respirando intentando calmar su respiración.

- - Señor lobo... - Llamo al rubio con una voz tan agraciada y melifluo que calmaba sus sentidos. - ¿Me va comer? – Mabel no era tonta ni muy ingenua. Había leído y escuchado tantas historias de aquellos híbridos de lobos, que gustaban de devorar a los híbridos sin importar la especie. Gustando de lastimar todo a su paso.

- - Sí, sí lo haré. – Le afirmo pasando su lengua húmeda por su rostro. – Eres tan exquisita y deliciosa en este momento. Y mi instinto depredador me llama.

- - Sabe... mi hermano y mis amigos van llorar si me come. – Menciono en tono triste.

- - ¿Los otros conejos? – Tarareo una risa burlona por la vaga preocupación de la coneja. – Son solo los bocadillos andantes que corretean por el campo – Recordando que su manada los habían cazado para después darse un festín con su carne. Antes de que ella escapara cayendo por el risco de la empinada.

Aquellos dedos esbeltos que tenía el hombre lobo rajaron con sus garras las medias térmicas que portaba la adolescente, trozándolas y liberando su piel desnuda y blanca. Los ruidos sordos y la rasgadura de la tela, provocaban el ambiente más animado y salvaje en sus sentidos.

Ella suspiraba cerca de su oído ante su toque, su pequeño pecho subía y bajaba al compás de sus movimientos respiratorios. Invitando al lobo a continuar con su pequeño acto de atracción. A ella le gustaba sentir esa adrenalina y sus endorfinas subiendo al tope.

Bill la acorralo contra la pared rocosa de piedra y se arrodillo frente a ella estando a su altura, percibiendo la mirada de la menor que lo miraba confundida y abrumada por el aroma de su mismo celo. Le levanto su falda tocando por debajo de la piel de su abdomen plano tocando su suave y blando vientre de adolescente, donde seguramente tendría una matriz perfecta para dar descendencia a más conejos de su misma especie. Pero ese no era el caso, lo que hacían era jugar con sus instintos.

- - Mmm... - Cerro sus ojos soltando un suspiro ante su toque, mas no alejo su mano permitió que continuara explorando.

Era la primera vez que alguien la tocaba de esa manera, pensó la castaña sintiendo agradable sus grandes manos tibias y levemente callosas. Su piel no paraba de erizarse y sus sentidos iban agudizándose más.

El hombre lobo pasó la yema de sus dedos produciendo una sensación cosquilluda y caliente en ella. Recorrió alrededor de su ombligo y un poco más arriba de su esternón, empujando la tela del vestido para dar una probada a la base de sus pechos, que seguían atrapado contra el borde.

Soltó un gruñido al saber que ese estorboso vestido no le permitía explorar más arriba. En medio de su frustración clavaba sus dientes sin llegar a penetrar completamente su piel, solo leves mordiscos de presión lo suficiente para dejar un eritema enrojecido en la zona. La pequeña reía dócilmente suspirando y gimiendo más en sus caricias al sentir los afilados colmillos y los labios humedecidos del lobo tocar su piel.

- - ¿Qué haces? – Pregunto al sentir como el lobo continuaba lamiendo y mordiendo su abdomen antes de mirarla con deseo.

- - Probándote. – Respondió chupando una porción de su abdomen. – Quiero saber a que sabes...

- - Me haces... cosquillas. – Respondió tímida y sonrojada de ver como la lengua del lobo lamía con insistencia su piel.

La mano del híbrido de lobo se dirigió a tocar por encima de la tela de sus bragas blancas que cubrían sus labios virginales que eran pre humedecidos por su excitación. Ella estaba mojada con tan solo esas caricias, desprendiendo más su olor femenino. Frotando con lentitud su flor y parte de su clítoris, siendo resbaladizo y fácil de moverse contra la rozadura de la tela.

La menor solo se mantenía quieta mirando atentamente al lobo, en todo movimiento lo que hacía. Curiosidad e inocencia es lo que demostraba la pequeña, pasando saliva despacio por su garganta y respirando lento de su pecho con sus labios abiertos.

Mabel no sabía si se la comería o la torturaría. Los cuentos que le había contado Wendy durante las noches en que tuvo fiebre; habla sobre acerca de un lobo que se comía a las ovejas y los conejos sin piedad y como estos se protegían creando lugares de protección o lanzándole piedras calientes para que se alejaran. En este mismo momento se culpaba de seguir sus instintos sumisión y su maldita curiosidad sexual por conocer a su atacante sin medir la gravedad del peligro de la situación. Más cuando claramente su hermano gemelo le dijo que no fuera más adentro del bosque, la noche antes del picnic.

"Demasiado placer para uno solo"

Soltó un gemido agudo reaccionado cuando salió de sus pensamientos e intento bajar su falda para detenerlo, cuando una sensación pulsante y caliente la obligaba apretar sus muslos y frotar su ingle como una forma de calmar el calor en su cuerpo. El lobo la detuvo abriendo con cuidado y separando un poco sus piernas, colocando más besos en la cara interna de sus muslos y pasando un dedo por debajo de su ropa interior, antes de tomar de los lados y tirar hacia abajo pasándola por sus piernas, tomando la prenda arrojándola al suelo. Se relamió los labios al ver la vulva de su sexo mojado y con el interior de sus labios de un color rosado tan lubricado con ese flujo transparente de sus glándulas. La sujeto de la cintura y la atrajo más cerca de su rostro dando pequeños roces con sus labios sobre su monte blando y pulido.

Su vulva era suavecita y tersa como la seda, tan húmeda y lubricada de esa miel. No era una hembra omega común, la coneja era especial para él. Su aroma estaba haciéndolo perder parte de su razonamiento, y su alfa pedía reclamar a la pequeña de inmediato.

Mabel sentía agradable sus caricias con tan solo el simple roce de sus labios, hasta que recordó que debía regresar a casa. Wendy esperaba por ella al igual que los demás conejos. La cena y el anuncio de que sería adoptada hicieron que su corazón se oprimiera y abandonara sus deseos de hacerlo con el lobo.

- - Señor lobo... - Hablo la pequeña picando su cabeza para llamar su atención.

- - Bill, mi nombre es Bill. – Menciono con voz ronca, sin detenerse en sus actos ilícitos.

- - Bill... Mmm... ¿Q-Qué... haces? – Viendo como colocaba besos encima de su sexo, provocando unas leves contracciones temblorosas en su vientre.

- - Comerte – Sonriendo de forma maliciosa y burlona. – Me comeré a una linda conejita traviesa. – Acariciaba sus nalgas tocando de momentos su colita color crema con pardo esponjosa como un pompón.

- - No soy una conejita traviesa. – Inflando sus mejillas. – Mi nombre es Mabel.

- - Para mí eres una conejita traviesa. – Le estaba gustando ver esas expresiones rojizas que hacia la pequeña, lo calentaban mucho. Se supone que no debe jugar mucho con su comida, era de mala educación le había dicho su hermano Kill, pero la chica lo había invitado a pasar a su madriguera en todo este juego de las atrapadas y horita mismo iban hacer el ritual de apareamiento de los conejos. ¿Cómo no decir no a una hermosa coneja joven? Prácticamente se dejaba tocar.

Mabel alzo sus orejas y miro con temor hacia afuera, sus ojos se tornaron turbios y temblaba de su labio inferior. Los búhos anunciaban la llegada de la noche. - Me tengo que ir señor Bill.... Es de noche y es muy peligroso andar en el bosque. – Viendo la oscuridad del cielo nocturno. – Se enojaran conmigo si no aparezco en casa, tengo algo importante que hacer. Lo siento mucho... lo siento. – Hablo en un tono triste. – Lo siento Bill.

- - ¿Qué poco dura tú celo? – Soltando una risa burlona el rubio, al notar que la pequeña ya no estaba excitada como hace unos minutos. Y eso se notaba mucho en su aroma y comportamiento. Si hubiera sido otro conejo en esta situación, él mismo lo descuartizaría y se lo devoraría de un sentón. Pero la pequeña le había sorprendido pues no se había atemorizado con su presencia, más bien jugo como si fueran los mejores amigos. – Pensé que los conejos duraban más en sus cortejos. Hace un momento me invitabas aparearme contigo.

- - ¿Apareo? – Pregunto perpleja la adolescente con las mejillas rojas.

- - ¿Con cuántos conejos machos los has hecho? – Pregunto el lobo pinchando su nariz. – Yo creo que unos cinco o seis.

- - C-Conejos... - Musito confundida.

- - Sí, conejos – Dijo. - ¿Cuántos has tenido en tu época de celo? Las conejas como tu empiezan aparease a la edad de 10 años.

Mabel se sonrojo completamente como un tomate maduro antes de ladear su rostro, extrañando un poco al rubio. Pues lo que había hecho ella era un ritual de cortejo para llamar un macho para aparearse con ella. Bill no era tonto conocía perfectamente su "pequeño ritual", había visto muchos híbridos de conejo en el pueblo. Como era cuando una pareja de conejos calenturientos que siempre están todo el maldito año en celo, querían hacerlo empezando con sus jueguitos por el campo y tirando las hembras feromonas.

Cada hembra tenía un aroma y un olor personal y eso lo utilizaba para atraer a su pareja, ellos correteaban a esconderse en lugares oscuros y estrechos para poder tener mucha intimidad. Bill odiaba cuando invadían su territorio y se apareaban afuera de su casa. Aunque no era la primera vez que caía en una trampa tan tonta, ya que él tuvo la curiosidad de experimentar ¿Por qué no aparearse con otra especie? fácil siempre que el entraba en celo y buscaba una pareja solo para saciarse, las híbridas de conejas huían o sucedía que ellas entraban en pánico y gritaban asustadas luchando y tratando de huir para ser después comidas o asesinadas.

Pero ahora le sorprendió ver que la chica no tenía la menor idea de lo que había hecho y solo se disculpaba diciendo que tenía que volver a casa, sin parar de pedir perdón, vaya coneja tonta que se encontró. Pero eso no arruinaba que era adorable, ingenua, hermosa y coqueta y que lo había atrapado por un largo rato por el bosque, antes de aceptar su cortejo.

Ahora esperaba que excusa pusiera la menor para escapar de ser devorada y asesinada.

- - Yo no estado con uno – Respondió la pequeña tímidamente. – L-Lo siento... debo apestar feo y hacerte pasar por esto, lo siento tanto... pero no pude evitarlo – Menciono avergonzada la conejita mientras jugaba con sus dedos. – Perdón.

- - Hueles a que estuviste con uno, su aroma es tan débil que apenas lo percibo. – Comento el lobo con recelo y enojo. – No mientas, huelo a tu maldita pareja.

- - Ya sé a qué te refieres – Dijo la chica golpeando un puño en su mano. - Mi hermano gemelo duerme conmigo en mi cama, me abraza y me protege del frío – Explico al lobo. – También me provee calor.

- - ¿No es tu pareja? – Alzando la ceja al escuchar que la chica no tenía un lazo aun.

- - No – Dijo sonrojada. - ¿Pensante que mi hermano es mi pareja? Jamás lo vería como una.

- - Dime ¿Entonces no sabías lo que hacías al traerme aquí? – Levantando una ceja en forma de intriga. - ¿Sabes que es un cortejo?

- - Sentí que debía correr... era divertido mientras jugábamos, era como las atrapadas combinadas con las escondidas – Sonando con una voz animada que detonaba alegría. – Me gustó mucho ese juego. ¿Podemos seguir jugando la próxima vez?

- - Se llama feromona – Dijo. – Estas en celo pequeña. Me hiciste un cortejo sin darte cuenta.

- - Ah... ya entiendo – Dijo sonriente tocando sus mechones rubios y parte de sus orejas. – Eres muy suavecito.

- - Me llamaste pequeña, pero llamaste al macho equivocado y a la especie equivocada. – Explico a la conejita mientras frotaba sus dedos en la parte de su cadera. – No es propio de nuestra especie el jugar con nuestra comida o cogerla. ¿Sabes que eso es malo? ¿Te lo ha dicho alguien? No lo sé tú mamá o tú papá, tus maestros o posiblemente el alcalde del pueblo.

- - Yo no tengo padres... - Menciono con sus ojos tristes y bajando sus orejas. – Mi hermano y yo somos huérfanos. Nuestra madre fue asesinada y vivimos en un orfanato.

- - Oh entonces eres comida sin problemas. Nadie te extrañara si te devoro – Comento con descaro. – Eso te pasa por salir de la casa empaquetadora de alimentos.

- - Todo esto fue un accidente, ¿podemos dejarlo pasar? – Sugirió la pequeña apretando las orejas del lobo. – Regresamos a casa y comemos estofado de zanahorias y papas. – Odiaba admitirlo pero no quería comer carne, al recordar lo que menciono Wendy.

- - No lo creo. – Dijo. – Me atrajiste en esta cueva y será mejor que corte tu cuello y te devore como a los demás.

La chica se acercó abrazar su cabeza colocándolo sobre su pecho, permitiendo que escuchara su corazón antes de colocar besitos en sus orejas y acariciar sus mechones rubios con ternura.

- - Quiero ir a casa, Bill – Menciono con una sonrisa y las mejillas sonrojadas. – Llévame a casa.

- - Pero no te dejare ir a casa – Atrajo a la pequeña cerca de él, su dedo índice y pulgar abrieron su labios mayores mostrando lo húmedo y rosado de su vulva. Acerco su rostro y lamio con su lengua rugosa húmeda la zona, probando cada centímetro de su piel dejando húmedo la porción entre los labios menores y mayores, deleitándose de los suspiros bajos de la coneja. Probaba que lugar le gustaba a la pequeña o que zona sensible provocaba sus placenteros gemidos. Quería saber que le gustaba, tocar su lengua su uretra o el borde de su hendidura. Dejo un momento su vagina y miro su rostro placentero. Acercando su boca dando una lamida profunda a su pequeña vagina lisa y estrecha, dando un lengüetazo en su intimidad. Escuchando los gemidos ahogados entrecortados de tono agudo que soltaba la castaña. Por fin saboreaba esa cálida excitación que emanaba de su inocencia. Lamio sus pliegues suaves y mordió rozando sus dientes en su carne. Penetrando con su lengua hasta el rincón más profundo de su intimidad.

- - ¡Bill! – Lanzo un chillido la castaña, llevando sus manos sobre el cabello rubio del mayor. Era tan placentero su lengua, que le provocaba mover sus caderas disfrutando del contacto, frotando su clítoris hinchado contra la lengua del lobo. – Me estas lamiendo mucho, espera... espera mi tutora se enojara... Dipper se enojara... ¡ahh! ¡ahh! ¡Bill! – Sintiendo sus piernas flaquear ante la estocada de su lengua contra el principio de su canal, una sensación que la hacía flotar en las nubes. – B-Bill... ah, ah, ah... despacio...

- - No importa, nada de eso importa – Continúo lamiendo y apretando sus nalgas redonditas sobre la palma de sus manos, de forma apasionada sintiendo la firmeza y lo blandito. Su cola no dejaba de moverse y sus orejas se mantenían agachadas y relajadas, poco a poco caía en su seductor juego.

Mabel sentía la lengua del lobo recorrer su pequeña flor de forma lenta, comiéndola en cada caricia, su lengua hundiéndola en su interior de forma profunda y ruda. Pasando de momentos por el anillo rosado de su ano hasta dar lamidas largas y cortas que tocaban la entrada a las paredes de su vagina. Se dirigió chupando su perla rosada la cual nunca se había tocado y pedía urgentemente atención. Su clítoris pedía mucha atención dando palpitaciones de momentos. Le gustaba como se sentía húmeda y rasposa, provocando que se erizada su piel y soltara suspiros altos.

Bill aumento el ritmo de sus lamidas, penetrándola con su lengua y dando mordiscos que provocaban que ella gritara de placer. Ella gimió de forma aguda y llevo sus dedos a los mechones rubios del mayor tirando y tocando sus orejas, se sentía bien y cada vez se mojaba más. No quería que parara sus caricias.

Mabel tropezó un poco tirando del cabello del lobo cayendo en el piso y con los espasmos recorrer su cuerpo adolescente. Jadeaba y sentía ese ahogo de placer. Bill gateo ante ella sujeto sus piernas evitando que escapara, más la adolescente alzo su pelvis dejando expuesto su sexo ante al hombre lobo.

- - Bill... más – Suplico la menor acariciando su rostro. – Lame más...

El hombre lobo continuo recorriendo con su lengua sus labios como si se tratara de dulces almohadillas, mordiendo y penetrando en su agujero. Sus dedos se acercaron a masturbar su pequeño botón rosado frotando y pellizcando al punto de que la joven gimoteara de placer y excitación. Su cuerpo tembló violentamente en micro espasmos placenteros que abarcaban de su columna hasta la punta de sus pies, estaba llegando su linda conejita a su orgasmo. Quería que gritara más su nombre como plegaria y que todos se enteraran de quien la estaba tomando.

Ella termino corriéndose en su boca y liberando sus fluidos transparente en abundante cantidad. El lobo lamio y bebió con avidez degustando del dulce sabor de su miel. Colocando besos en su montecito pulido de muñequita. Mabel intentaba acercarse más mientras lanzaba un murmullo de excitación ante su reciente sexo oral.

- - Estas muy mojada conejita. – Jugando con sus dedos la entrada rosada de la chica. – Eres un manjar exquisito, ¿Te gusto?

- - M-Me... gusto – Dijo jadeante la pequeña respirando con fuerza en su pecho. – Bill... - Sus orejas se agacharon empañándose su mirada avellana en pequeñas lágrimas. Abrazo al híbrido de lobo apegando su cuerpo junto al suyo. – Siento muy calientito, mi cuerpo arde y no sé qué hacer – Frotándose sus piernas. - ¿Y si tengo fiebre? – Dijo asustada de su voz. – Bill...

- - Descuida lo calmaremos – Besando su mejilla.

Bill se levantó del suelo teniendo a la chica arrodillada, procedió a abrirse los pantalones bajando el cierre de su bragueta. Bajo su bóxer y saco su miembro grueso venoso y erecto. Él también estaba sucumbido en el placer, a pesar de no ser su tiempo, la chica lo hacía despertar de sus deseos. Su mano masturbo el cuerpo de su pene de arriba hacia abajo, frotando el surco y los pliegues alrededor de la cabeza de su glande. Su tallo pedía atención desde hace rato mientras acariciaba sus testículos y aumentaba sus movimientos. Froto entre su índice y pulgar el líquido pre seminal lubricando la punta. Él jadeaba despacio, su mirada se había tornado oscura y dorada. Estaba preparado para atacarla, pero no con el propósito para matarla, si no para cogérsela en ese mismo momento.

Mabel miro atenta y embriagada por el aroma del alfa, se acercó a tocar la punta lisa de su glande; rosado y gordo con las gotas transparentes pigmentada en blanco brotando de su orificio. Cada vez que Bill pasaba su mano se hacía grande y larga. Curiosa toco el frenillo entre la cabeza del glande y la longitud de su cuerpo que se exaltaban las venas de su miembro, provocando un gruñido en el rubio.

- - Es muy grande que la de Dipper y Gideon. – Tocando más de su miembro con sumo cuidado. - ¿Por qué la tienes tan grande? ¿Ellos la tienen así? – Haciendo con sus mano un espacio. - ¿Cómo cabe en tus pantalones?

- - No preguntes por esas cosas, tonta – Gruño tomándola de la mano y guiándola un poco más al fondo de la cueva. – Los malditos conejos se ocultan y hacen sus malditas averías y travesuras. En un lugar estrecho y agradable.

- - Bill apenas puedo verte – Llamo la pequeña sintiendo el lugar un poco estrecho, aunque era acogedor. – Es muy oscuro no puedo verte.

- - Pero yo si te veo – Susurro caliente en sus orejas. – No quiero que nadie más te vea hermosa conejita, mientras te quito tú virginidad.

- - Bill... - Gimió la pequeña al sentir su cuerpo cerca del suyo.

- - Ser cogida por un lobo es muy diferente a la de un conejo. – Le aclaro obteniendo un apretón en las manos de la chica. ¿Se habría asustado? Pero tenía que ser claro en las relaciones.

- - Bill – Llamo la coneja colocando un beso en su mejilla. – Hazme tuya.

- - Es lo que deseo hacer. – Besando su cuello.

Eso es todo lo que quería escuchar el lobo. Se posiciono detrás de la menor y levantando su falda frotando contra su trasero su miembro, sintiendo esa bolita peluda moverse y acariciar la punta de su glande. Era excitante estar en un lugar oscuro y apretado donde sus cuerpos pudiesen tocarse más. El lobo afirmo su agarre en las caderas y parte de la cintura de la pequeña, se restregó y molió su pelvis provocando roces calientes y provocativos en ella. Quería que sintiera su deseo y las ganas de provocar esas caricias sexuales en ella.

- - Umm... Bill. – La chica se apoyó contra la pared disfrutando del toque. Su colita no dejaba de moverse al igual que sentía el roce de la cola del mayor entre sus muslos.

- - Arrodíllate preciosa conejita.

- - S-Sí... Mmmh... - La pequeña se arrodillo junto con el chico, alzando su trasero y dándole el acceso a su intimidad mojada, siendo atraída a crear más roces contra su regazo.

- - Te dolerá pero pronto te acostumbraras – Froto la punta entre sus pliegues húmedos, jadeando y abrazando a la pequeña más contra él. Guio su pene erecto a la hendidura de su intimidad. Empujo la mitad de su miembro dentro de ella, sintiendo su estrecha vagina apretar alrededor de la cabeza de su pene. La chica al sentir la intrusión comenzó a patalear y retorcerse de forma ansiosa. Sabía que intentaría alejarse en el primer movimiento, pero estaba a mitad de la penetración, la sujeto fuertemente y metió más traspasando la membrana de su himen y lo apretado de su agujero, robando esa inocencia y viendo las pequeñas gotas de sangre salir de su entrada. La pequeña grito fuerte y lloro desconsoladamente.

- - ¡Detente, duele! – Dijo la coneja sintiendo el dolor en sus paredes vaginales. – Bill, me duele por favor sácalo. – Suplico en medio de un gimoteo al rubio. – Bill...

- - Tranquila – Susurro colocando besos en su cuello y llevando sus manos acariciar sus pechos. – Aun no hemos terminado.

- - Me duele... me duele mucho. – Gimoteo la menor empujando al lobo. – Bill por favor... duele.

Pero Bill cubrió su boca con su mano y comenzó a moverse dentro de ella, entrando de una estocada completa. Los murmullos y gritos de la castaña eran bloqueados por la palma de su mano al igual que sus lloriqueos. Un vaivén lento hizo el lobo moviendo sus caderas con las suyas en su cálido interior. – Ahh... ahh es delicioso... tu interior. – su miembro era apretado y los roces en sus paredes estrechas hacían una fricción deliciosa que provocaba enterrarse más. – Mabel... mi dulce conejita. – Cerrando su ojo mientras la embestía a su ritmo. – Joder... - Relamiéndose los labios.

Mabel se inclinó contra el suelo llorando amordazada por la mano del lobo, evitando que escaparan sus gritos de dolor. Sus embestidas eran precisas y lentas, no podía acostumbrarse aun a su tamaño. Sentía que sería partiría en dos en cualquier momento. Era la mitad y golpeaba mucho su útero y parte de su cérvix, su vientre abultado de momentos y sus pliegues rozando contra sus jugos. Los golpes de su cadera en su trasero y el agarre en su cintura no eran alivio. Deseaba decirle que se detuviera y no se moviera más. Araño sus antebrazos y soltaba gimoteos que hacían su respiración ir acelerada, no aguantaba sus estocadas.

Bill lamio su cuello y beso con delicadeza, tratando de que recuperada un momento su lujuria. Era difícil regresarle su placer ante tanto dolor.

No se preocuparía mucho de sus presas en hacerlas sufrir, pero esa linda conejita por alguna extraña razón no quería que llorara mucho en su copulación. Se detuvo... estaba quieto esperando que ella se acostumbrara. Beso sus lágrimas limpiándolas fuera de sus mejillas sin dejar rastro. Comenzó a susurrar palabras amorosas y dulces cerca de su oído. Mabel asentía y lloraba dejando que el lobo la cubriera de besos y esas palabras que aunque fueran un engaño... le gustaban demasiado.

- Preciosa conejita no llores – Llamo excitado volviendo a moverse. – Eres una buena coneja... eres mi hermosa conejita. Mabel... no sabes lo dulce y suavecita que eres, me gusta tu aroma. – La menor seguía asintiendo y soltando murmullos de excitación bajos. - Me gusta... me gusta mucho, mi dulce conejita.

Mantuvieron ese ritmo un buen rato, moviéndose lento en su interior acariciando y besando su rostro. Su cola enroscada en sus muslos y sus jadeos siendo escuchados en sus orejas largas.

Cuando ella empezó a moverse empujando más sus caderas y dejando de llorar, miro al híbrido de lobo dándole entender que no lucharía más. Retiro su mano de su boca escuchando los sonidos dulces de sus gemidos. Sus murmullos y ronroneos entre suspiros calientes y suplicas que provocaban una corriente eléctrica en la columna al mayor. Su pequeña conejita cooperaba en continuar el acto.

- - Bill – Llamo la pequeña apegándose. – Dame más.

Ella empezaba a sentir un calor depositarse en su vientre y la necesidad de que los roces fueran más íntimos y fuertes.

- - Más, más fuerte... Bill... más ahh – Sollozo la pequeña colocando una tierna mirada.

- - Esperaba ver cuándo está conejita suplicaría por más. – Acariciando sus muslos. – Vamos a coger duro. – Aumento sus empujes dentro de su vagina, rozando sus muslos y pliegues en cada metida y sacada. Desvirgando entre cada estocada. – Ah, ah, ah, ah... tan apretada y estrecha... es una sensación única.

- Sí... Sí... ¡Ahh! – Ella exclamaba eufórica y gimoteaba alto, aquel lobo estaba embistiéndola con fuerza e intensidad en una posición en cuatro. Sus rodillas dolían al igual que sus palmas, ya que la fricción de sus roces presionaban contra el suelo rocoso. Pero nada arruinaba el momento de su copulación. No podía ver su rostro pero si orbe dorado, que la miraba con lujuria y deseo. – Oh cielos... Bill, ah, ah, ah....¡Mhng!

- - Joder eres una maldita coneja caliente. – Apretando sus caderas y yendo rápido en sus embestidas al punto de aferrarse encajando sus afiladas uñas en su tierna carne. – Maldita suculencia.

- - ¡AHH! – La pequeña grito alto cuando toco su punto muy al fondo de su intimidad, cerca de su útero casi entrando. - ¡BILL! ¡Ah, ahí... ahh! ¡En ese lugar... más fuerte, más! - El roce de su tallo provocaba que sus paredes se contrajeran y liberada más lubricación.

El sonido del chapoteo de sus sexos creando una fricción deliciosa y ardiente, las paredes virginales de la menor abrazaban el tallo de su pene. Bill sentía que se forma el nudo evitando salir de ella, siendo intenso sus penetraciones. Los líquidos y la sangre de ella provocaban que fueran más resbaladizos sus empujones. Sus testículos golpeaban sus muslos y parte de su ingle y los besos combinados con los mordiscos del lobo sobre su cuello la hacían llevar a la chica, a tocar un pedacito del cielo.

La pequeña llego antes a sus orgasmos corriéndose y dejándose caer sobre sus codos en el suelo, no le importaba mucho que el lobo continuara embistiéndola con rudeza. Ella estaba disfrutando mucho el estar gimiendo y jadeando en tono alto. Los minutos fueron largos y escuchaba los gruñidos y jadeos roncos que hacia el lobo. Tocándola y mordiendo su cuello, entre los fervientes besos que dejaba a su paso.

Mientras que el mayor sentía su pene palpitar dentro suyo, estaba próximo a su propio clímax. El problema era que no debía hacerlo, no era su maldita especie ni su pareja. Pero deseaba correrse en ella.

Solo arremetió cuatro embestidas antes de salir bruscamente lastimándola en el proceso a causa del nudo que tenía en el cuerpo de su miembro, escuchando un quejido de dolor en ella. Termino de frotarse con ayuda de sus manos, tocando el bulto acumulado de su nudo soltando una gran cantidad de su esencia sobre su espalda baja y su trasero. Era abundante y caía en su espalda baja como un dulce de crema espeso.

- - Bill... - Viendo la pequeña al hombre lobo con tristeza al no haber terminado dentro. – Eso dolió mucho.

- - No – Le respondió sabiendo a lo que se refería la pequeña. – No puede ser posible, no puedo terminar dentro de ti. – Comento.

- -...¡Uhg! – La chica sollozo en silencio y abrazo su cuerpo.

Preñar a la menor no estaba en sus planes más si se la comería después. Termino de eyacular más en su mano bajando su excitación. Era doloroso no poder terminar dentro de ella y continuar con su apareamiento, lo que harían los lobos con sus parejas estando en celo. Pero jamás ha habido casos de lobos mezclarse con conejos. No sabía el resultado que tendrían aunque era imposible en las especies.

Un desastre había quedado, ambos respirando de forma agitada y con la temperatura de sus cuerpos al tope. Los sonidos de sus jadeos y suspiros invadiendo el lugar y sus olores mezclados.

Mabel apenas se podía mover de lo adolorida que estaba de sus caderas y sus rodillas. Bill solo se acomodó sus pantalones y pasó una mano por sus cabellos sudorosos y alborotados. Lanzo una mirada a la menor y vio su cuerpo manchado y mancillado, por la reciente relación sexual.

Noto que su vagina estaba lastimada e irritada al salir bruscamente de ella. Se arrodillo y la atrajo de sus caderas, los ojos llorosos de la menor lo miraron en la tenue oscuridad. Lo vio a él acercarse lamiendo con suavidad su entrada escuchándola gimotear.

- - Bill...

- - Shh... tranquila conejita, es normal que duela. – Lamiendo su sangre. – Eres deliciosa, pero esto tardara en sanar.

- - Mm... - La pequeña cerró sus ojos y dejo que continuara, quedándose recostada contra el suelo. Se encontraba cansada y empezaba a helar la cueva. – Bill... llévame a casa.

Bill termino de limpiarla un poco y la vio quedarse quieta y dormida con las mejillas sonrosadas. La recogió del suelo y acomodo su falda. Se quitó el abrigo que traía y la envolvió completamente del cuerpo sin dejar descubierto un pedazo de su piel. La cargo con mucho cuidado y salió de la cueva llevándosela por el bosque, paso por el prado viendo a sus camaradas terminar de desmembrar a los amigos de la castaña y posiblemente al gemelo de la chica. Uno de ellos se acercó a Bill preguntando lo que traía en manos.

- - Pudiste cazar amigo. – Pregunto Kriptos mientras comía la carne de un brazo, masticando y despellejando la piel. – Esos conejos son rápidos.

- - Sí, conseguí alimento. – Dijo Bill con una sonrisa.

- - ¿Puedo ver?

- - Sabes que no comparto probadas ni miradas de mi presa. – Soltando un gruñido amenazante.

- - ¡Bien! – Dijo molesto. – Yo me llevo mi parte. – Cargando varios pedazos mal cortados y con los colgajos de carne y piel ensuciados por el césped. – Acabo que yo iba compartirte a dos presas que cace.

- - ¿Un conejo gordo y seboso y una escuálida coneja? – Viendo sus rostros desfigurados. – Kriptos eres terrible para limpiar huesos.

- - Pero adivina que Cipher – Dijo Kriptos – Era coneja sorpresa – Sacando un pequeño saquito donde venía un minúsculo feto del tamaño de una aceituna.

- - ¿Un feto? – Dijo Bill como burla. – Fue antes de tiempo, un poco más y hubieras tenido bocadillo doble.

- - ¿Qué hay de ti, Cipher? – Pregunto Pacifier.

El rubio no quiso hablar de su cacería, solo apretaba muy cerca el bulto.

- - Descuida Bill, si te quedaste otra vez sin presa te doy del mío. – Dijo una loba femenina. – Aunque le hace falta una pierna. – mirando a otros dos machos que estaban detrás de ella. - ¡Pacifier y Hectorgon! ¡Malditos vagos flojos otra vez me robaron la mitad!

- - Solo la piernita. – Dijeron ambos.

- - No tengo problemas con el alimento. – Menciono Bill. – Ya cace. – Dando golpecitos al bulto que cargaba.

- - ¿Es un conejo? – Dijo Pyronica. - ¿No lo limpiaste? Sí no lo haces su carne se pondrá tiesa después de muerto.

- - Claro que lo limpie. – Recordando cuando lamia su piel en la cueva, aun recordaba el sabor de su excitación. – Pero terminare de hacerlo en casa.

- - Ya entendí comida para el invierno. – Dijo Pacifier. – Bien pensado Cipher. Algunos si hacen las cosas bien. – Tomando sus pedazos y guardándolos en la bolsa. Arranco un glóbulo ocular de un chico de ojos avellanados y lo mastico. – Vaya que estos conejos fueron ingenuos al salir tan tarde al bosque.

Todos vieron la canasta y la manta desarreglada, pues sabían que los híbridos eran muy listos para salir de su lugar seguro. Pero la misma manada no entendía el ¿por qué hacer un picnic en la tarde cuando hay temporada de caza?

Bill sentía como se removía la conejita bajo el abrigo, el olor a sangre y viseras era penetrante y podía ser muy sensible para el olfato de ella.

- - ¿Son los cinco conejos? – Pregunto Bill.

Todos comenzaron a contar señalando los cadáveres.

- - ¡Son cinco! – Dijo Pyronica. – Contando el que tú traes, Bill.

- - Ya veo – Viendo el bulto. – Supongo que las cuentas están bien.

- - Bien me retiro, la caza ha sido un éxito. – Menciono Kriptos.

- - Bill quieres que te acompañe a casa. – Dijo Pyronica cargando su bolsa con el cadáver de un chico.

- - No, luego eres una molestia al quedarte.

- - Aguafiestas. – Dijo la loba de cabello rosado. – Aunque casi no lo eres.

Su manada se retiró perdiéndose en el bosque, mientras que Bill comenzaba a emprender su camino solo para ver a la coneja removerse y destapar su cabeza del abrigo, asomándose y viendo al rubio que la cargaba.

- - ¿Qué es ese olor? – Frunciendo su nariz y temblando en su agarre.

- - ¿Quién dijo que te lo quitaras? – Volvió a cubrir su cabeza y apurar su paso, caminando más rápido. – No te lo quites.

- - Lobo... lobo... lobo~ – Hablo en forma de canturreo, el bulto removiéndose en sus brazos. - ¿A dónde me llevas? ¿me llevas al orfanato?

- - Silencio, baja la voz. – Menciono Bill dando miradas alrededor.

Llego a una cabaña escondida en las profundidades del bosque, abriendo la puerta y entrando con la pequeña en brazos. Cerró las cortinas de las ventanas y dejo su cuerpo en el sofá.

La castaña se quitó el abrigo soltando una bocanada de aire, vio su alrededor viendo la acogedora cabaña que había llegado. Era un lugar tan cálido y sofisticado para ser de un lobo. Se acomodó en el sofá sintiendo el calor de la chimenea, aspirando el aroma masculino del hombre lobo que estaba impregnado en el hogar. Pero de repente el mismo olor a muerto le atrajo a la realidad y la hizo voltear a una puerta que estaba debajo de los escalones.

- - ¿Dónde estoy? – Pregunto la castaña.

- - En mi casa – Menciono el lobo sacando un cigarrillo y fumándolo, para después soltar el humo alrededor de ella. – Tienes muy alto el aroma.

- - ¿Por qué estoy aquí? – Tosiendo el humo del tabaco.

- - Eres una presa, y las presas no hablan – Sonando duro en sus palabras, tomo otra calada antes de soltarlo por donde está la puerta. – No toques nada, no abras esta puerta y no intentes salir. A la primera que te vea poner un pie afuera te desmembrare y te quebrare los huesos de uno a uno estando tú consciente, ¿entendiste coneja?

- - Sí – Asintiendo con un poco de miedo en sus palabras.

- - Muy lista. – Sonriendo de medio lado.

- - Pero... ¿Por qué me trajiste? ¿Por qué no me dejas ir a casa? ¿Y porque no puedo salir? – Dijo ella haciendo un adorable puchero.

- - Eres muy preguntona. – Se acercó a la menor. – Hasta que decida que hacer contigo, te quedaras aquí. – Viéndola. – Puede que te devore... está noche o te mate. Todo depende de tu comportamiento.

Bill sabía que era un error mantener viva a la pequeña, y eso le costaría mucho su reputación en la manada. Pero algo impedía acabar con la vida de la coneja. Solo la vio acomodarse en sofá y taparse con su abrigo, mientras la veía llorar en silencio. Esperaría a que se calmara y pensaría con claridad lo que haría con ella.

- - ¿Estas llorando?

- - Vas a matarme hoy... - Dijo ella en tono triste.

- - Tal vez...

Se acercó a la menor y se arrodillo volteándola, viendo esa dulce y tierna mirada de sus ojos avellanados. Capturo sus labios en un beso lento y suave probándolos por primera vez en lo que va de la noche. Ella correspondía a su beso sin miedo alguno, la necesidad de calor y la caricia del beso hicieron que la deseara más. Se separó de ella acariciando su rostro con delicadeza.

- - Considérate mía.

- - Sí – Asintió la menor con un rubor en sus mejillas. – Bill...

- - A partir de ahora... Nadie más te tendrá. – Aclaro. – Serás mía, mi mujer.

"Secuéstrame y no me dejes ir"

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