Capítulo 46
"Tic tac, el reloj se apaga y el tiempo se acaba. ¿Qué harás cuando todo llegue a cero?"
—¿Cómo que desapareció, Adielt? —fruncí el ceño. Mi voz fue dura.
Él se sobresaltó ante el tono de mi voz, un poco temeroso por lo furiosa y exasperada que se oía.
—No sé, eso fue lo que dijeron Stacy y Daniel —se defendió, preocupado—. Tenemos que hablar todos juntos.
Inhalé profundo por mis fosas nasales y liberé ese aire en forma de un suspiro pesado.
—Bien, buscaré a Leyla. ¿Nos vemos en la habitación de William? —interrogué, con una pizca de molestia en mi voz.
Primero la carta extraña en la biblioteca y luego la desaparición de Ira. ¿Algo más ocurriría ese día? Deseaba un poco de paz antes de destapar la verdad y destruir a los Sark.
—Sí —su respuesta fue corta.
Me miró por unos breves instantes, vi como una sonrisa apenada se moldeó en su rostro. Poco tiempo después salió corriendo en dirección a otra zona del colegio.
Volteé para observar el lugar a mis espaldas, visualicé a la figura de Lucas perderse entre la multitud de alumnos.
Rodé los ojos con desdén y volví mi atención a lo importante. Comencé a caminar hacia donde se encontraba Leyla, la paz me invadió ni bien mis pensamientos fueron sobre ella.
Ella era mi chica del sol, la paz de mi alma y la dueña de mi corazón.
Mientras caminaba, las paredes azules me parecieron inquietantes. Al principio no comprendí esa sensación, pero poco después entendí cuando vi a chicos y chicas atravesar la estructura del edificio.
Mi semblante siguió inalterable, con la vista clavada en el frente, continué caminando sin temor.
—¿Qué esperas?
—¿Qué más quieres?
—¿Por qué no haces justicia por los inocentes?
—¿Por qué no liberas tu verdadero yo?
Sus voces susurrando provocaban que me sintiera aturdida e irritada. Los murmullos se volvían incomprensibles ya que todos hablaban al unísono.
"Te sientes tentada por saber el porqué se te aparecen, ¿Verdad?" supuso la voz que se filtraba por mis oídos e iba por encima del resto.
No la contradije, tampoco respondí. Lo único que hice fue centrar mis pensamientos en Fresita, porque ella era lo único que me importaba.
Ni bien estuve cerca de nuestra habitación, apresuré mis pasos para llegar a la pelirroja, quien estaba cerrando la puerta.
—Estaba por ir a buscarte —admitió con una sonrisa angelical—. ¿Sucede algo, Nia?
—Ira desapareció —me aproximé hasta su rostro y cuello para acomodar su collar, y algunos mechones de su cabello.
—¿Qué? —sus labios se entreabieron, estaba sorprendida por mis palabras y embriagada por mi proximidad.
—Eso pasó —acaricié su mejilla izquierda con mis dedos—. Tenemos que ir a la habitación de William para hablar sobre eso, ¿Quieres o prefieres quedarte?
—Voy —asintió decidida—, iría hasta el fin del mundo contigo. Ya deberías saberlo.
Esbocé una sonrisa enamorada al escuchar su confesión. La rodeé con mis brazos por unos minutos, ella me abrazó en respuesta.
«No fuiste mi primer amor, pero serás el último, Fresita»
—De acuerdo —deposité un beso en su cabeza—. Entonces vamos, linda.
—Vania...
—¿Pasa algo? —la miré, un poco extrañada porque me llamara por mi nombre completo y en una tonada seria.
—¿Tienes algo que decirme? —musitó.
—Debemos revisar algo luego, ¿Si? —susurré. Ella asintió, asumiendo a lo que me refería.
...
Apoyé mis manos en el escritorio de la habitación de William, un espejo colocado en la pared a mi lado captó mi perfil. Me sentí observada, como si alguien pudiera verme a través de ese cristal.
—¿Cómo piensan encontrar a Ira? —quiso saber Alizée.
Su presencia me extrañó tanto, hace tiempo había dejado de verla. Ella se esfumaba en el aire y luego aparecía de la nada, definitivamente no era alguien normal.
De todas formas no pensaba reparar en ese detalle. Si era amiga de los chicos, era alguien de confianza.
—No lo sé, dudo que esta idiota sepa algo —opinó Stacy en un murmullo, parecía irritada.
Sus cejas estaban contraídas, los labios los llevaba de un color rojo escarlata y sus ojos marrones parecían asesinarme a cada segundo.
Suspiré con pesadez.
—Sta... —intentó regañarla Adielt, pero yo lo detuve en seco.
Tomé aire y hablé, controlando mi molestia:
—¿Quieres estar seria por un momento, Stacy? —formulé, ronca y rígida—. ¿Quieres estar con nosotros?¿Deseas encontrar a tu mejor amiga?
La rubia se quedó quieta ante el tono de mi voz, su mirada marrón me indicó que estaba desconcertada por mi atrevimiento. Estaba acostumbrada a la Vania sumisa y callada, no quería aceptar que ya no era esa chica.
Y que, a veces, yo podía molestarme.
—¿Es eso lo que quieres? —continué, una de las manos de Leyla envolvió mi antebrazo, como intentando calmarme—. Porque si es así, entonces haz algo. Si no harás nada, entonces vete.
—Suenas como Ira —farfulló William, cabizbajo.
Stacy le regaló una molesta mirada ante su comentario.
—Yo no voy a detenerte en lo que quieras, Aret. Tú eliges, puedes quedarte o puedes irte —solté, gélida—. Dudo mucho que a Ira le agrade saber que su única amiga no la buscó, que no estuvo con las pocas personas a las que le importa y que la dejó morir. Porque eso parece que quieres, ¿No?
—Tú no sabes nada de ella —se defendió, feroz—. Sólo eres una pobre chica que cayó en sus juegos.
La chica a mi lado tomó mi mentón y lo giró de manera suave para que nuestras miradas se encontraran. Vi como negó con la cabeza, como si quisiera decirme que lo dejara pasar, que Stacy sólo me estaba provocando.
Sí, sabía que quería provocarme, quería verme estallar de una vez por todas. Sólo quería ver hasta donde era capaz de llegar para enfurecerme.
—Mataron a Lila y te convertiste en una muerta viviente —agregó, honesta—. Van no te salvará por siempre de la oscuridad y esa maldita voz, ¿Aún no te das cuenta?¿Aún no lo sabes?¿En serio eres tan idiota?
—Basta, Stacy —trató de detenerla un intimidante Daniel.
Ella hizo caso omiso a sus palabras y yo decidí besar la mano de Leyla antes de soltarla para acercarme a la rubia cruzada de brazos.
—Voy a ser sincera contigo, porque es lo que Ira hubiera querido —mencionó, átona—. Esa voz proviene de nosotras. Fuimos las que hicimos un pacto cuando éramos unas idiotas niñas, en fin, la cuestión es que somos nosotras diciéndote lo que las almas que no podemos ver quieren comunicarte. Lo más probable es que en estos momentos sea Ira quien te hable por medio de esa voz.
Enarqué las cejas, no estaba deslumbrada ni nada, ya me esperaba algo así. De hecho, yo ya lo intuía, ¿Saben?
Hay personas que pueden ver muertos, otras ven el futuro y bueno, existió siempre la posibilidad de haya quienes te comunicaran lo que los muertos quieren decirte.
—¿Y? —la animé a continuar, la curva de mis labios estaba aún más pronunciada, como si reflejara mi interés en el tema—. ¿Quieres decirme algo más o seguirás temblando porque tienes miedo de no encontrar a tu mejor amiga?
—Lo siento —susurró con ese tono de voz que ya había escuchado una vez.
Entonces ese lo siento aquel día que estaba fingiendo dormir, provino de ella. ¿Qué hacía metida en mi habitación?
—¿Por qué estabas en mi habitación? —indagué, casi agresiva.
—Lo recordaste... —murmuró, desconcertada.
Rodé los ojos y me acerqué a ella para colocar una de mis manos en su rostro. Acaricié una de sus mejillas, para luego deslizar mis dedos hasta su cuello, donde lo rodeé con delicadeza y mantuve el agarre por unos minutos.
—¿Por qué estabas en mi habitación? —repetí, mis palabras parecían las más bellas notas musicales.
—Vania, suéltame —pidió en un murmullo casi quebrado, al igual que su temperamento y su semblante—. Yo no quise hacerte daño ni nada, fue Ara. Fue por ella que estaba ahí. Ella, ella... Ella... Tú ya sabes.
La solté de manera ruda y descuidada. Ella acarició su cuello, desesperada y atemorizada.
—Ustedes siempre lo supieron, ¿Verdad? —siseé, irritada—. Los únicos que no estábamos enterados éramos William, yo y Leyla. ¿No?
—No estábamos seguros de que ella estuviera implicada —intentó aclarar Daniel—. Además, ustedes...
Lo callé con un movimiento de mi mano. Él tragó saliva, al igual que el resto en la habitación.
—Vaya, vaya —canturreó Alizée, con una sonrisa misteriosa—. Me voy por unos meses y la gente está muy cambiada.
Sus ojos grises se fijaron especialmente en Leyla y yo, le sostuve la mirada sin titubear. Arqueó una ceja ante mi carácter.
—¿Sabes que tan cierto es el hecho de que eres la nueva Ira? —masculló mientras se acercaba a nosotras.
No aparté la mirada de su rostro, sentí como tomó nuestras manos y las juntó. Las uñas rojas de Leyla contrastaban con las blancas mías. Su mano era levemente más grande que la mía, tal vez por uno o dos centímetros.
—Ustedes son las nuevas I y S. Lo seguirán siendo todo el tiempo en que dejes que la oscuridad te consuma, Vania.
Mi mano se aferró a la de Leyla y la suya hizo lo mismo con la mía. Dirigí mis ojos a su mirada verde, cuando nos encontramos percibí que ambas nos fundimos en lo mismo.
Era como si fuéramos la misma alma en dos cuerpos diferentes.
—Bien, ahora con estas cosas aclaradas, es hora de que empecemos a recordar y atar cabos. Es ahora o nunca cuando debemos actuar, chicos —ordenó Alizée—. Y sobre todo tú, Vania. Ira te entregó el pendrive, es momento de abrirlo y actuar. ¿Qué esperas?
-Rochitus
Acá la pregunta del millón: ¿Qué esconde ese pendrive y por qué todo el mundo no quiere que Vania lo vea? Déjenme sus teorías.
Doble actualización semanal para compensar mis meses de ausencia :D
Los amo :3
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