Capítulo 7.
El camino se me hizo largo, miraba cada edificio que pasaba. Tenía ansiedad, quería saber cómo era, qué edad tenía, sus antecedentes. Lo quería saber todo, si no me lo dice ella igual averiguaría por mi parte.
Reducí la velocidad de mi auto cuando vi un desgastado edificio, estaba estable pero si le faltaba algo de remodelación. Confirmé que era el departamento donde se estaba Melissa por un viejo cartel que estaba en la acera dándole la bienvenida con el nombre del edificio. Me aparqué enfrente y bajé de mi vehículo. Arreglé mi traje y di una respiración profunda para luego ir hacia la entrada.
La puerta rechinó cuando la abrí, un señor como de mi edad se levantó de su silla algo asustado.
—Buenos días, ¿en que puedo ayudarle?
—¿Me puede decir que número de apartamento está la señorita Melissa Jones?
El señor frunció el ceño y negó.
—No puedo, señor.
Suspiré, que lo haga a las buenas.
—Si puede y lo hará. Así que, dígame dónde se está quedando Melissa.
—Señor, no puedo darle esa información. Por favor, salga del edificio.
—Me lo dirá o si no se quedará sin trabajo y haré que no lo contraten en ningún lugar del país.
El señor, y por la placa de su uniforme se llamaba Lewis, palideció. Lo vi pasar saliva.
—Su departamento es el número 47 pero ahora no se encuentra ahí.
Fruncí el ceño.
—¿Dónde está?
—En su trabajo, creo que se llama Linacosmetic y queda en el centro.
Asentí.
—Bien, gracias —le sonreí hipócritamente.
Salí de allí, le hice una seña a mis guardaespaldas y ellos rápidamente se fueron a su auto mientras yo subía al mío.
Conocía la tienda, la había visto cuando pasaba por ahí además de que mi hermana había comprado productos allí.
Llegué en quince minutos, porque me pasé un par de semáforos en rojo. No había espacio para aparcar y tuve que ir hasta el otro extremo. Prácticamente corrí para llegar de nuevo al lugar, suspiré cuando tuve la tienda enfrente. Había 4 chicas atendiendo, todas estaban ocupadas con alguna clienta. «¿Quién será Melissa?» decidí entrar, la campanita sonó cuando abrí la puerta y un olor a vainilla impregnó mi nariz. Me hice el discreto, observando el lugar y los cosméticos. Por lo menos no es un trabajo pesado…
—Melissa, ¿me puedes pasar el kit de brochas que tienes detrás? —preguntó una chica.
Volteé de inmediato hacia donde había señalado, y la vi. Su uniforme consistía en una camisa de botones color rosa juntos con un pantalón negro ajustado a sus piernas, su cabello estaba recogido en una cola de cabello con algunos mechones sueltos en su frente. Su piel canela brillaba, como si tuviera brillantinas en ella.
«Así que, ella es la madre de mi hijo» sonreí, era muy hermosa.
Su sonrisa era muy linda, le brillaban los ojos cuando hablaba con alguna clienta sobre un cosmético. Es muy linda mi mente sólo estaba pensando eso. Llegué a la conclusión de no decirle todavía, pero tenía que hablarle de alguna manera. Decidí llegarle, agarré un labial y fui hacía donde estaba ella.
—Buenos días, ¿en que puedo ayudarle? —me dijo.
Me quedé embobado, su voz era muy linda, como ella.
—Buenos días, llevaré este labial.
—Ok, ¿llevará algo más?
Miré a su alrededor y me fijé en un juego de aretes y pulsera; estaban bañados en dorado y tenían pequeños diamantes.
—Si, quiero esos —los señalé.
Ella asintió y fue por ello, cuando llegó a mí los metió en una pequeña bolsita.
—Son muy lindos —confesó.
Algo pasó por mi mente.
—¿Las quieres? Te lo regalo —mis palabras salieron con fluidez.
Melissa negó.
—No, señor, yo...
—¡Melissa! —un grito externo la interrumpió, era una mujer, no pasada de los cuarenta—, ve a comer, niña, que no has comido nada. Yo atenderé al señor.
¿Cómo que no ha comido nada?
Eso me preocupó, la vi sonreír por última vez y agarró su bolso de un pequeño closet al final del lugar y salió de la tienda. Pagué todo rápidamente para salir tras ella, tenía que quitarle su número por lo menos.
Por fin, comida.
Estaba muriéndome de hambre, no había comido nada en toda la mañana. Aunque el malestar estomacal tampoco me dejaba, desde el lunes había empezado a amanecer así, imaginé que sería gastritis o algo por el estilo.
Tenía muchas ganas de comer hamburguesa, y agradecí al destino porque había un local de comida rápida a dos tiendas de donde trabajaba. Cuando llegué a ella y entré, el olor hizo que mi estómago gruñera. No tardé en pedir, una hamburguesa con papas fritas y mi refresco, mi boca se me hacía agua al momento de hacer el pedido. Luego, elegí una mesa retirada y me senté en su respectiva silla.
El señor buenorro vino a mi mente, era muy guapo; su cabello cobrizo era lindo y sus ojos avellanas también. Su traje le quedaba a la medida y se veía muy importante. Creí verlo en otra parte, pero no recordé donde. No podía aceptar el regalo, posiblemente me botarían de ahí además de que no lo conocía.
Unos minutos después llegó mi comida, querías comerla en segundos pero había personas a mi alrededor y no quería darles a pensar que estoy muerta de hambre. «Aunque técnicamente lo estaba». Comí tranquilamente y evité gemir de lo deliciosa que estaba, revisé mi celular y le envié a Rossy mi corto día. Luego de comer, fui al baño y lavé mis manos, retoqué mi labial y salí del local para volver a mi trabajo.
Casi llegando mi teléfono empezó a sonar, y lo agarré de inmediato. Era la clínica en donde me había realizado la extracción, ya lo había dado por sentado. Esperaba buenas noticias.
—Buenas tardes. —contesté.
—Buenas tardes, señorita —era la voz de la doctora quien la atendió—. No se como decirle esto…
—¿Ya resolvieron el problema con mi dinero? —la interrumpí.
—No es eso, es que… hubo un error.
Mi corazón empezó a latir rápidamente, no entendía lo que quería decir. Me estaba preocupando, y empezaba a pensar lo peor.
—¿Como que un error? ¿de qué habla?
La escuché suspirar.
—No extrajimos tus óvulos…
—¿Qué? —me empezaba a alterar—, ¿como que no? No estoy entendiendo nada, doctora. ¿Que hizo conmigo?
—Lo que pasa es que usted fue inseminada por error, la confundí con otra chica. Ahora usted posiblemente se encuentre en embarazo.
Embarazo.
Yo, embarazada.
—¿Qué?
Eso no podía ser cierto, todavía no estaba bien económicamente. Un bebé era mucha responsabilidad para mí…
Todo a mi alrededor empezó a dar vueltas, empezaba a ver borroso. Sentía mi cuerpo liviano, hasta que sentí que caí pero no en el duro suelo sino es algo suave. Lo último que vi fueron unos ojos mirándome con preocupación, para luego ver todo negro.
••••
Ay, ay, se viene.
Nos leemos pronto. 💗
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