Capítulo 16.
Las semanas pasaban volando, entre mimos, sexo, cenas, preguntas para conocernos mejor y más sexo. Hacerlo con él era lo más gratificante del mundo, sabía que punto tocar, sabía que velocidad tomar. Lo hacíamos rudo pero a la vez dulce, éramos el punto de eso.
Estábamos a finales de abril y ya nos tocaba consulta con la ginecóloga, estaba nerviosa porque vería a mis bebés por segunda vez y también porque quería saber si había algún problema con ellos esperando que la respuesta fuera negativa.
Cuando Henry se detuvo en el estacionamiento ocupando un puesto, se bajó para ayudarme a bajar a mí como siempre lo hace, cosas pequeñas que hacen enamorarse cada día.
—Estoy nervioso —confesó y reí.
—Tranquilo, grandullón, a ti no te meterán un aparato frío por la vagina.
Henry hizo una mueca y volví a reír.
Nos registramos en recepción y la chica que estaba ahí nos dice que la doctora ya nos estaba esperando. Lo sabía, siempre llegábamos a la hora exacta para no esperar mucho.
Tocamos la puerta y nos dieron permiso de entrar. La doctora nos saludó con una sonrisa e indicó que sentáramos.
—Bueno, ¿como han estado?
—Bien, los vómitos han sido matutinos algunas veces son por olores pero nada tan fuertes como los de las mañanas y sueño —respondí.
—¿Mareos o algún otro malestar?
—No, nada de eso.
—Bien, ¿te has tomado las vitaminas?
—Si, sin falta.
—Perfecto ¿y tu papá, como éstas? —se dirigió a Henry.
—Feliz.
Reímos.
Nos levantamos y me dio una bata para cambiarme así proceder a ver a mis bebés. Al salir le di mi ropa a Henry y este me dio un beso para luego subirme a la camilla. La doctora colocó una sábana azul encima de mis piernas abiertas haciendo que no se vea nada.
—Muy bien, relajate un poco.
Lo hice, y sentí la mano de Henry tomar la mía. El aparato frío entró en mí y la doctora empezó a mover algunos botones de la máquina.
—Bueno, aquí confirmamos que efectivamente tendrán gemelos y al parecer serán idénticos ya que comparten la misma placenta.
Miré al padre de mis hijos y le sonreí igual que él lo hizo conmigo.
—Tienen un tamaño perfecto, están bien de peso. Sus corazones están, pero todavía no lo podemos escuchar. Quizás en la próxima consulta.
Asentí y me puse un poco desanimada porque los quería escuchar. Había investigado que a partir de la sexta los podía escuchar, pero vi que mis hijos eran tercos como sus papás y los escucharemos cuando ellos quieran.
La doctora siguió viendo cada cosa y yo ya tenía sueño, cerré los ojos un momento y sentí como el aparato frío salía de mi. Me levanté con ayuda de Henry y me cambié de ropa, al salir la doctora le estaba entregando las ecografías a Henry y este tenía una sonrisa que hizo contagiarme a mi también. Me senté al lado de mi hombre y la doctora empezó a hablar.
—Quiero que te cuides ¿ok? Nada de estrés, alzar algún objeto pesado, viajar en avión. Los embarazos gemelares son riesgosos, no es para asustarlos, pero tengo que ser franca. Seguí al pie de la letra las instrucciones sobre los medicamentos y alimentación.
Asentí, aunque en mi cabeza no paraba de darle vueltas a sus palabras sobre el riesgo. Lo sabía, también lo había investigado, pero no quería matarme la cabeza con eso y salir peor.
—Esta bien, doctora, tomaré toda la precaución del mundo.
—Si, no permitir que toque el suelo —dijo Henry a lo que reí.
—Estás loco.
Nos despedimos de la doctora y fuimos hacia el auto. Mi cansancio llegó, esas dos semanas me cansaba más de lo normal y supuse que era por el embarazo. Henry encendió el autor y salimos de aquella clínica, apoye mi cabeza en la ventana y cerré los ojos queriendo dormir un poco.
—¿Quieres comer algo, dulzura? —la pregunta del hombre a mi lado me hizo mirarlo.
—No, sólo quiero ir a casa y dormir.
Lo vi asentir y volví a mi posición anterior.
Henry no dijo nada más, solo se limitó a manejar hasta la casa.
Me puse a pensar sobre mis padres y hermano, daría lo que fuera necesario para tenerlos conmigo y que vivieran esta linda experiencia conmigo. Sabía que donde sea que estén, sabían de mis bebés pero, los quería aquí para que llenaran de amor a mis bebés. Quería que conocieran a Henry, que vieran lo lindo que es conmigo y lo mucho que lo quiero.
Mi teléfono sonó haciendo qué me despegara de la ensoñación y mirarlo. Era una llamada de mi amiga Ross.
—Lo siento, lo siento, soy una pésima amiga, —fue lo primero que dijo al contestar.
—Tranquila, Rossy, ¿qué pasa?
—No te había llamado, tampoco he sabido de ti y tus bebés…
Reí.
—No te preocupes, yo también tenía otras cosas que hacer.
Como por ejemplo; follar con Henry.
—Tenemos que vernos para hablar, quiero saber de ti.
—Está bien, ¿te parece bien a las cinco en la heladería de siempre?
—Me parece perfecto, te veré allá.
—Vale, te quiero.
Me respondió con un igual y colgué.
Ya Henry estaba entrando al garaje y apagó el auto, tenía mucho sueño, demasiado. Así qué, sin esperar a Henry me bajé del auto y entré a la casa, dejé el bolso en el sillón y fui a la habitación. Quité mis zapatos dejándolos en su lugar y me acosté en la cama, al poner la cabeza en la almohada quedé totalmente dormida.
•
No sabía cuánto tiempo dormí para cuando abrí mis ojos, sentí un calor a mis espaldas y una gran mano colocada en mi vientre. La respiración de Henry era tranquila en la parte trasera de mi cuello y sonreí con inercia. Acaricié con las yemas de mis dedos su mano notando las venas en el.
Voltee con cuidad quedando frente a frente, con mi dedo delinee una de sus cejas siguiendo con el contorno de su escasa barba. Henry es un hombre muy guapo, un hombre hermoso tanto por dentro como por fuera y me sentía tan afortunada de tenerlo y de que sea el padre de mis bebés.
Estaba enamorada de él, ya había caído totalmente por él. Sentía que Henry también estaba como yo, además de que no es muy disimulado cuando me mira o con sus afectos de amor. Quería hacerlo oficial, casi siempre es el hombre quien da el primer paso pero esa vez quería ser yo y lo haría. Prepararía una cena romántica, le haría una carta, y luego si todo sale bien haríamos el amor por primera vez como una pareja. Pero antes, debía dejar de estar pegado a mí como una garrapata.
—Amo tener tu atención —Henry murmuró con voz ronca—, así como también amo tener tus manos sobre mí.
Reí y me apretó más a él, pegando su rostro en mi cuello.
—Quiero esto para el resto de mi vida.
Mi corazón se aceleró con lo que dijo, mis ojos empezaron a llenarse de lágrimas las cuales no solté.
—Henry…
—Pero bueno, ¿quieres comer algo? —me interrumpió, separándose de mí y cambiando de tema.
Asentí, pestañeando para que las lágrimas se fuesen y Henry se levantó de la cama, salió de la habitación. Me quedé ahí sintiéndome vacía por unos instantes, pero me tuve que levantar también para ir al baño. Al salir, Henry entró a la habitación con una bandeja de comida.
—Es arroz con pollo y algo de ensalada ¿está bien?
—Si —le respondí—, está perfecto.
Me senté en la cama y puso la bandeja frente a mí. Empecé a comerlo y estaba muy delicioso, me imaginé que lo hizo la señora que venía tres veces a la semana. Henry no dejaba que hiciera labores en la casa y eso me molestaba un poco porque estaba acostumbrada a hacerlo yo.
—¿Tú comiste? —le pregunté.
—Si, comí antes de dormir.
Asentí y mientras terminaba de comer.
—Hoy te noté un poco rara luego de la consulta —soltó.
—No tenía nada, sólo sueño.
—¿Segura?
—Si, amor, lo siento por hacerte pensar algo que no era.
Henry besó mi mejilla y seguí comiendo hasta terminar. Bajé hacia la sala con mi hombre llevando la bandeja con lo que había utilizado, fui a la cocina para beber un poco de agua y recordé que se acercaba una fecha muy importante.
—Oye, ya se acerca tu cumpleaños.
Henry sonrió.
—Lo sé.
—¿No harás nada? No se, una reunión o cena con tus amigos y familia. —me fui acercando a él.
—No, quizá cene con mi familia después. Las fiestas las dejé hace seis años.
—¿Por qué?
—Al cumplir los treinta sentí que ya era muy viejo para eso.
—Te haré una fiesta como regalo de cumpleaños —agarré sus manos y lo miré fijamente.
—No, ¿sabes que quiero como regalo?
Negué, Henry me agarró e hizo que enrollara mis piernas a él.
—A ti, dispuesta para mí en nuestra cama para pasar una noche llena de… —lo interrumpí poniendo mi mano sobre su boca.
—Henry, eso lo hacemos casi todos los días. Tu cumpleaños sólo pasa una vez al año, tenemos que hacer una cena por lo menos.
Rió.
—Está bien, lo que mi mujer diga.
—Eso me gusta.
Nos besamos por unos largos instantes, hasta que recordé el encuentro que tenía con Rosy. Le dije que me iba a preparar para ir y Henry me respondió que él estaría en su oficina haciendo algo.
Fui al baño y me di una ducha rápida, al entrar al closet no sabía que ponerme. Los pantalones ya estaban apretando mi cadera, no quería ponerme short así que saqué un viejo vestido que llevaba tiempo sin usar y me lo puse. Era color celeste, con tirantes gruesos y suelto de la barriga para abajo que me llegaba justo a la rodilla. Decidí usar unas zapatillas bajas color beige y empecé a arreglarme el cabello. Mi pelo es raro, no es liso pero tampoco es rizado, es como una mezcla de ambos sin llegar a ser tan ondulado. Al terminar de alistarme el cabello, me maquille algo ligero y salí de la habitación.
Caminé hasta la oficina de Henry y toqué, este respondió y entré.
—Estás hermosa, amor —se levantó de su silla, llegó a mi y me dio un beso corto.
—Gracias —le sonreí—, sólo venía a decirte que ya me iba.
—Sobre eso, te llevará el chofer y te esperará. Lo haría yo pero se complicaron algunas cosas en la empresa y necesito resolverlo.
—No te preocupes, igual llamaría a un taxi.
—De eso nada.
Vi como fue a su escritorio y sacó algo de su cajón.
—Toma, la necesitarás. Está a tu nombre —Henry me entregó una tarjeta platino de su banco—, y no me preguntes qué como lo hice, soy el dueño y no te preocupes por el dinero —me besó—, ahora dulzura, ve a distraerte un poco con tu amiga.
Todavía anonadado asentí.
—Gracias, mi amor.
Le di un beso y salí de allí. El chofer ya estaba esperándome, me subí al auto y le dije hacia donde me llevaría. En el camino le envié a Rosy y esta me respondió que estaba llegando.
Al llegar a la heladería, entré inmediatamente y miré sus alrededores en busca de Ross. Al ubicarla sentada en un pequeño lugar del fondo, fui a ella y la saludé con una sonrisa.
—Dios, siento que no te veo desde hace años.
—Casi un mes —le corregí.
—Siéntate, estás embarazada.
Reí y lo hice, me senté a su lado.
—¿Cómo están mis sobrinos?
—Bien, provocando náuseas a su madre —tomé su mano y la coloqué en mi vientre—, no es tan grande pero, ya mi plano abdomen desapareció.
—Oh Dios mío, tienes una pequeña bola ahí.
Asentí sintiéndole. Un joven muchacho nos llegó pidiendo nuestra orden de helado, Rosy pidió fresa y yo pedí de chocolate y mantecado.
—Cuentame Ross, ¿algo que te haya pasado? —le pregunté.
La conocía muy bien para saber qué algo le había pasado y que quería contármelo.
Mi mejor amiga suspiró cerrando sus ojos y soltó:
—Tuve sexo con un desconocido.
Agrandé mis ojos de sorpresa pero sonreí.
—¿Es malo eso?
—No pero, me dejó traumada —al decirlo fruncí el ceño—, es decir, su manera de follar eran tan… sucia y romántica a la vez. Me gustó, no creo que alguien más lo supere.
Reí, pobre de mi amiga.
—¿Sabes su nombre? Lo puedes buscar y así pueden llegar a tener…
—No —me interrumpió—, sabes que ahora no puedo tener una relación. Y sí, su nombre es James Anderson.
Lo que no sabía mi amiga era que pronto se volverían a encontrar.
••••
Aaaa, inicio el pequeño maratón (1/5)
Disculpen la tardanza😩💜
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