CAPITULO 10

Ahora entendía el significado de la palabra "resaca" el ruido de la podadora del vecino al cortar el césped me perforaba la sien. La claridad que se escapaba a través de las cortinas me molestaba la vista, tuve que levantarme corriendo al baño, con unas tremendas náuseas, pero solo expulsaba saliva ya que anoche no había cenado, por lo cual, era obvio que el estómago no tuviera nada que vomitar.

Como sonámbula me saqué la ropa y me metí a la ducha, permanecí ahí como media hora, hasta que los dedos de las manos y de los pies se marchitaron, corrugados por el agua.

No me molesté en ponerme ropa interior, únicamente me puse la bata que me regaló mi hermano y con el cabello húmedo, me tiré a la cama de nuevo, tapándome con la gruesa colcha.

Me volví a dormir, pero el timbre de la puerta no dejaba de sonar, cada vez que repiqueteaba, era como un taladro haciendo un hoyo en mi cabeza. Me levanté fastidiada, volví a ver en dirección a la habitación de Mei que permanecía cerrada. No me molesté en averiguar quién era, solo quería que se fuera. El portero del edifico era nuevo, y con sólo una vez que alguien nos visitaba, ya lo dejaba pasar sin consultarnos, tenía que hablar seriamente con este tipo.

-Ya escuché. -Dije en voz alta abriendo de golpe. -Sólo deja el maldito timbre. -Me recosté sobre el filo de la puerta con los ojos cerrados.

-Perdón no creí que estuvieran durmiendo, son las 2:30 p.m.

Aquella voz hizo que por un momento se me fuera el mareo. Al abrir los ojos Efraín me observaba detallándome, fue cuando recordé lo que llevaba puesto y que no me puse ropa interior, claro sin mencionar que no me molesté en peinarme por lo que mi cabello era un manojo de nudos. La bruja de Blair tendría mejor aspecto que yo.

- ¡Oh por Dios! - Exclamé dejando la puerta de par en par y entrando a mi cuarto a mudarme. En tiempo récord, me vestí con unos jeans y una camiseta de los Beatles negra, que fue lo primero que tuve a mano. Me recogí el cabello en un moño improvisado. Me miré al espejo, mis ojos se encontraban irritados y mi rostro pálido. No volvería a tomar licor por lo que me quedaba de vida.

Al salir Efraín estaba sentado sobre una de las sillas de madera del desayunador, con un paquete en la mano. Claro, él dijo que vendría a cambiar las bujías, lo había olvidado por completo.

- ¿Todo bien? -Parecía preocupado.

-Quisiera decir que sí, pero no. -Me recuesto sobre la pared, con los brazos hacia atrás.

-Te ves terrible. -Me sonríe.

-Créeme me siento igual.

- ¿Qué pasó? Por tu condición parece que tuvieron una noche muy agitada.

-Así fue. -Me limito a contestar

-Ummm, entonces por eso no quisiste salir conmigo, ya tenías planes, me lo hubieras dicho.

Lo mire, cuánto daría por saber que hay en sus pensamientos, él me intriga, es como un rompecabezas que no quiero armar, pero a la vez deseo terminarlo y ver qué sucede.

- ¿Tienes resaca, ¿verdad? -Me confirmó.

-Sí, nunca en mi vida he tomado, y anoche me excedí, eso y el hecho que no había comido nada.

- ¿Tú amiga está igual? -Volvió a ver la puerta cerrada.

-Creo que peor, bebió más que yo.

-Entiendo. -Se levantó para dirigirse al refrigerador.

- ¿Qué haces? -Consulté curiosa al ver que sacaba cosas.

-Haré una cura para la resaca, es muy eficaz, solo te aviso que sabe a diablos.

-No me importa, es mejor que sentirme así.

Con una sonrisa de medio lado y una mirada que me derritió, vertió todo en una licuadora y la puso a funcionar. El ruido fue estridente, pero no duró mucho. Me lo sirvió y sin respirar, lo tomé, arrugando la cara, de verdad que sabía asqueroso.

-Recuéstate unos minutos, deja que tu organismo asimile la desintoxicación. Iré a cambiar las bujías.

Asentí y como niña obediente, hice lo que me pidió, solo me quité las sandalias, y caí como un árbol al ser talado, totalmente muerta. Me volví a dormir y el sonido de voces me despertó, me enderecé y noté, que me sentía bien, era como si nunca hubiera estado enferma.

Al llegar a la cocina me encontré a Mei, con el pijama puesta, una compresa de hielo en su cabeza y tomaba un líquido verdoso que Efraín le ofrecía. Volví a ver el reloj de pared, eran las 4:00 p.m. jamás había dormido tanto en mi vida.

- ¿Cómo te sientes? -Me preguntó divertido.

-Deberías de patentar esa bebida, es un rotundo éxito. -Contesto, incluso sentía apetito.

-Es una receta de familia. -Señaló. -100% orgánica y certera.

-No te lo pongo a discusión, hasta tengo hambre. -Le sonrío.

-Esas son buenas noticias, ¿Te invito a almorzar?

-Son las 4:00 p.m. no es hora de almorzar. -Indico queriéndome dar contra la pared, por mi contestación.

-Tienes razón, entones un café, conozco una cafetería francesa muy buena. No está lejos.

-Vayan, coman por mí, yo regresaré a la cama. Tammy ¿Dime que no hice nada estúpido anoche?

-Ehhh, ¿Define estúpido?

-No sé, bailar sobre la barra del bar, como la última vez, o desnudarme en público, por los derechos de los homosexuales.

-No, no hiciste nada de eso.

-Oh que alivio.

- ¿Te desnudaste por los derechos de los homosexuales? -Efraín arquea una ceja.

-Sí, bueno, suelo ser muy atrevida e intrépida cuando me encuentro bajo los efectos del alcohol.

No sabía si decirle sobre lo de Glenn, creo que era conveniente resérvamelo.

-Entonces ¿Nos vamos? - Efraín se dirige a mí.

-Al menos cámbiate de blusa, hazlo por mí, ¿Quieres? -Mei pone los ojos en blanco.

-No, déjatela, me gustan los Beatles. -Agrega.

- ¿En serio? -Frunzo el ceño sorprendida.

-Sí, para mí son el mejor grupo de todos los tiempos.

-Yo pienso igual. -Expreso sin poder contener mi emoción.

-Almas gemelas. -Añade Mei, levantándose sin prisa y metiéndose a su recámara.

Sentí mi rostro sonrojarse, y más cuando vi que Efraín me sonreía de manera pícara.

-Ohhh, iré...por mi.... bolso. -Dije entrecortado.

-Aquí te espero. -Me sonríe otra vez, y mi atención recayó en sus sensuales labios.

El corazón me latía tan rápido, que por una milésima de segundo pensé que me daría un infarto. Saldría con Efraín Lockwood, aunque no sé si esto aplicaba como una cita. Era la primera vez que un chico me invitaba a salir, y me sentía ansiosa, tanto que me sudaban las manos, esa era la reacción que él causaba en mí. Sin embargo, una vocecita en mi interior me gritaba que no me hiciera ilusiones, después de todo ¿Qué puede ver un hombre como él, en mí? Los ánimos se me fueron de golpe, pero podíamos ser amigos, entendía que una relación amorosa entre ambos era imposible, me conformaba con su amistad, era más de lo que esperaba de un chico como él.

Con ese pensamiento abandoné el apartamento en su compañía, deseando que este momento se congelará para siempre, con honestidad no sé, si algún día se volverá a repetir esta inusual situación.

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