caen los reinos


Reino de Goguryeo. Gobernante actual: Min Yoongi.

El sangriento espectáculo terminó en cuestión de segundos luego de que rápidamente los cuerpos inertes yacieran silenciados para siempre sobre el suelo ahora teñido de un rojo intenso. Los ejecutores envainaron sus espadas nuevamente y adoptaron una posición lineal a cada lado del patio en el palacio.

Las fosas nasales de Heerin se ensancharon en un intento por contener la rabia y desesperación que sentía en ese momento. No sabía quienes eran aquellas personas que segundos antes fueron asesinadas ante sus ojos pero seguramente no merecían tal ejecución.

Yoongi seguía imponente en el balcón mirando en su dirección mientras que los escoltas de Heerin permanecían alertas ante cualquier mínimo movimiento del bando contrario. Un sólo paso en falso y una masacre se podría desencadenar.

Ambos gobernantes permanecieron por largos minutos midiéndose a la distancia hasta que finalmente Yoongi hizo señas con su mano e inmediatamente los soldados se fueron retirando hasta dejar el patio casi vacío.

Temerario.

Sabía que Heerin o sus escoltas no tenían oportunidad alguna si planeaban un ataque sorpresa, después de todo estaban en su territorio.

Yoongi le dedicó una sonrisa socarrona desde su lugar y desapareció tras el balcón dejando con cientos de interrogantes a Heerin quien no se atrevía a moverse de su lugar.

— ¿Orden, majestad? —preguntó el oficial al mando cuando el patio parecía haber caído sumido en un estado de atemporalidad y soledad.

Heerin observó nuevamente a su alrededor y finalmente luego de enfocar sus pensamientos en la misión que debía cumplir inició una parsimoniosa caminata a través del angosto patio cuyas baldosas de cemento tenían dibujados caminos de sangre que empezaba a secarse gracias al sol.

Los escoltas se mantuvieron alrededor de Heerin en formación protectora y en parte sus corpulentos cuerpos evitaron que viera con claridad los cercenados torsos que se esparcían en el suelo, aún así, Heerin estaba plenamente consciente de la atrosidad que acababa de presenciar. Rezó en silencio por las almas de aquellos rostros desconocidos y siguió su camino hasta las escaleras de piedra que daban hacia la puerta principal del pabellón central. 

Se quedó de pie delante de las escaleras con los guardias disponiéndose detrás de ella y esperó nuevamente. 

La sombra de la silueta de Yoongi pronto se hizo presente junto a algunos sonoros pasos hasta que finalmente estaba en lo alto de las escaleras y Heerin pudo verlo con más claridad.

Sonrisa socarrona, ojos rasgados con el iris tan negro como la noche, el hanbok negro con detalles en dorado en sus hombros y pecho, la cola alta que sostenía su larga cabellera rubia con una banda en la frente de color negro, largos aretes en sus orejas y una cicatriz alargada debajo de su ojo derecho.

Min Yoongi era cuando menos la personificación de la imponencia en la Tierra.

Heerin levantó el mentón y trató de no sucumbir ante la expresión de triunfo que él guardaba tras esa sonrisa. 

Sólo cuando Yoongi levantó la mano fue que Heerin notó que detrás de él había una mujer de largo cabello negro con ojos perpicaces delineados de rojo y un hombre corpulento con una lanza en la mano derecha.

— Siéntete honrada de pisar mi paraíso Hwan Heerin, de lo contrario, tu cabeza podría terminar igual a la de ellos —dijo inclinando su cabeza de lado aún con una sonrisa en sus labios.

El líder de los guardias tomó la empuñadura de su espada en una clara amenaza de atacarlo si volvía a insultar a su reina y el hombre corpulento sacudió su lanza en respuesta.

Heerin hizo señas a los escoltas para que bajaran sus armas y dio un paso adelante quedando muy cerca del primer escalón. Si ella creía que Yoongi era imponente el rubio tenía la misma idea de ella en su cabeza.

Hwan Heerin podría ser una mujer y para los estándares de la época ella no debería reinar pero ella había volteado ese absurdo y obsoleto concepto de cabezas. Era fuerte, imponente e inmaculada. Su presencia hacia que cualquier persona se sintiera insegura y de alguna forma reverente. 

— Todas las cabezas pueden rodar, sólo se necesita un buen filo y un soldado que sepa arrancarla de una sola estocada —respondió tranquilamente con sus manos tomadas delante de sí misma mientras le devolvía la mirada a Yoongi.

La sonrisa del rey desapareció de golpe y la mujer tras él hizo un sonido extraño que ahogó inmediatamente cuando Yoongi levantó su mano nuevamente. 

— ¿Osas amenazarme en mi propio reino, Hwan Heerin? —continuó Yoongi bajando lentamente algunos escalones de piedra.

Heerin subió otros.

— La amenaza es el arma de los inseguros. Yo sólo estoy puntualizando un hecho irrefutable —subió otro escalón y Yoongi bajó dos más. En ningún momento sus miradas vacilaron en el rostro del otro.

— Podrías haberlo hecho a través de otra carta, dime, ¿has venido a puntualizar hechos a la puerta de mi casa aún sabiendo que podría asesinarte en cualquier momento si me provocas? 

Heerin fue entonces consciente una vez más de la verdad tras aquellas palabras. Con que Yoongi diera la mínima señal una flecha podría atravesar su corazón.

Pero el reino... Jimin. 

— Puedes acabar conmigo, por supuesto, y no dudo que lo harás. He dejado mi casa sabiendo que no volvería a ver la luz de sus pasillos pero puedo asegurarte una cosa Min Yoongi —continuaron bajando y subiendo escalones hasta que finalmente los dos estuvieron a la misma altura retándose mutuamente con la mirada y cada palabra filosa que salía de sus gargantas.

Los escoltas de Heerin, la mujer desconocida y el guardia de Yoongi sólo miraban en silencio expectantes. Era la primera vez que dos gobernantes se encontraban de una forma tan bruta.

La altura de Hee era la misma que la de Yoongi por lo que pudieron mirarse directamente a los ojos. Las pupilas de Yoongi se dilataron mientras que las de Heerin hicieron todo lo contrario cuando los rayos del sol tocaron inclementes su rostro.

— Si no escuchas lo que te he venido a proponer tan pronto como mi cabeza golpee el suelo o mi pecho se llene de sangre la tuya correrá el mismo destino. Y eso, es definitivamente una amenaza —el leve viento sacudió los ropajes de ambos.

La cólera de Yoongi incrementó en cada parte de su cuerpo haciéndolo querer asfixiar a Heerin con sus propias manos hasta que las venas de su cuello explotaran pero aún así, él era un gobernante inteligente y sabía que ella no hubiese hecho una amenaza de tal magnitud si no tuviera algo que la respaldara.

Yoongi apretó la mandíbula y se forzó a no cumplir sus macabros deseos. Finalmente luego de varios segundos en silencio atravesando el rostro de Heerin con su mirada en busca de vacilación, cedió.

— ¿Y qué es lo que has venido a ofrecerme? Espero que tu reino —el comentario picó en Heerin pero mantuvo su semblante inmune a las palabras ponsoñozas. 

Heerin tomó todo el valor que en ese momento corría por sus venas y alzó el mentón en gesto imponente.

— Vengo a ofrecerte un acuerdo de paz.

El silencio fúnebre invadió la estancia y seguidamente fue sonoramente interrumpido por las carcajadas enloquecidas de Yoongi. El gobernante casi se dobló sobre sí mismo por la risa incapaz de terminar de entender lo que acababa de escuchar.

— ¿Paz? —dijo finalmente. Sus blancos dientes y su actitud burlesca crisparon a Heerin pero su reacción era esperable. Si lo decía en voz alta sonaba como una locura.

Heerin asintió y no dijo más nada. Yoongi entendió que ella no daría su brazo a torcer y que estaba hablando en serio así que cuando terminó de secar las lágrimas producidas por la risa le hizo señas a la mujer detrás de él y le indicó que preparara el pabellón de visitas.

— Que el almuerzo esté listo para dentro de una hora. Hoy tendremos una comida muy interesante y a saber qué desenlace tendrá —dijo sonriendo sombríamente con una mirada que a Heerin no le agradó para nada.

Luego Yoongi se dirigió hacia su escolta personal e hizo que los escoltas de Heerin tomaran otro camino hacia el pabellón donde debían estar los soldados. El único que se quedó con Heerin fue el líder de los guardias, el capitán Chen. 

— Chen por favor, si tienes una sospecha de algo o ves algo extraño no dudes en decírmelo.

El castaño hizo una leve reverencia.

— De aquí saldrá con vida, majestad. El joven Park me hizo prometérselo —dijo amablemente. Chen había estado con ella desde hacía cinco años y no había soldado más leal que él.

— El joven Park ignora que estamos en la boca del lobo —dijo con un semblante triste. El corazón se le estrujó en el pecho y rogó porque esa promesa pudiera hacerse realidad. Quería volver a los brazos de Jimin.

— Entonces no saldremos de aquí con vida ninguno de los dos, mi señora —y con esa promesa de lealtad hasta la muerte fueron llevados hasta el enorme pabellón de visitas que Yoongi destinaba para recibir a sus invitados.

Podría ser un vil gobernante pero mantenía las diplomacias. El gobernante de Goguryeo se sentó al final del largo mesón cobrizo que adornaba el centro de la estancia mientras que Heerin todo el otro extremo con Chen a su lado.

La extraña mujer nunca se despegó de Yoongi ni separó sus ojos de Heerin. Parecía que calculaba cada movimiento que esta hacía.

— ¿Cómo es que no he logrado asesinarte cuando eres de un reino tan pequeño y vulnerable como Baekje? No sabes cómo sueño con tu muerte todas las noches Hwan Heerin —Yoongi recibió inmediatamente un poco de té por parte de la sirvienta e hizo señas para que también le sirvieran a Heerin.

Chen miró a su reina en clara advertencia de que no consumiera nada y Yoongi lo notó.

— No voy a envenenarla, soldado. Tengo mil posibilidades más si así lo quisiera... —miró a su alrededor.

Las largas columnas doradas que había en la sala eran iluminadas por los rayos solares que se filtraban por las ventanas. Además de ellos cuatro no había más nadie en la estancia y lo que se escuchaba tras las paredes era el leve movimiento de los sirvientes.

— Están rodeados por mí. Todo aquí es mío y me pertenece —continuó Yoongi —Soy el Rey, soy el jefe de Goguryeo y muy pronto de toda Corea.

Heerin miró el humeante té sobre la mesa y dejó pasar los comentarios venenosos de Yoongi.

Si tan sólo pudiera acabar con todo de una vez por todas y regresar hasta su palacio para pedirle a Jimin que se tomara unos días con ella en el retirado Hanok de la familia Hwan que colindaba con un lindo río. Allí sólo serían ellos dos y olvidarían por un momento que el mundo está sumido en guerra.

Se concentraría en la hermosa piel de Jimin pegada a la suya, en sus dedos trazando círculos sobre su espalda, en sus rosados labios recitando poesía antigua y palabras de miel que la harían suspirar. En el rostro inmaculadol rubio y sus ojos rasgados que le sonríen sin siquiera pedírselo. Escucharían el arrullo del agua acostados sobre la estera, Jimin sobre ella depositando besos en su frente con su flequillo pegado a la frente. La luz del sol se filtraría por las ventanillas de papel e inundaría sus pupilas avellanas para apreciar mejor cada peca de la nariz de su amado.

Cómo deseaba trasladarse a ese lugar secreto donde sólo existían ellos dos.

La voz de Yoongi la arrancó violentamente de ese sagrado pensamiento.

— Puedes comer cualquier cosa sobre esta mesa. No acostumbro a asesinar a nadie en la mesa de mi casa, sería una terrible maldición para mi familia —dijo el gobernante mientras las sirvientas colocaban docenas de platillos a lo largo del mesón.

La mujer de exósticas facciones se sentó a dos puestos de Yoongi y Chen mantuvo su posición a un lado de Heerin pese a su insistencia de que tomara asiento.

Finalmente Heerin aceptó probar los platillos de Yoongi quien aseguró que una vez después de que comieran escucharía su "ridícula" propuesta de paz. Heerin aguardó. Ahora que estaba aquí sólo le quedaba esperar y usar su último as bajo la manga si era necesario.

Para cuando terminaron el almuerzo Yoongi parecía satisfecho, en su rostro todavía se paseaba esa sonrisa triunfal y esa mirada extraña que a Heerin le daba un mal presentimiento. Quiso ignorar la creciente zozobra que estaba dentro de ella y por fin cuando retiraron todos los platillos y tomaron té fue que la chica sacó el sobre de su hanbok y lo colocó sobre la mesa.

— Este es un acuerdo de paz entre el reino de Goguryeo, Silla y Baekje. He venido primero a ti por obvias razones —empezó —Te propongo cesar el fuego entre nuestros reinos para así evitar más derramamiento de sangre. Cada quien será libre de reinar sobre sus tierras sin interferir con los asuntos de los otros gobernantes. Por supuesto que cada gobernante debe velar por el bienestar de su pueblo y trabajar en pro de la prosperidad de Corea —extendió un poco más el sobre y Yoongi clavó su mirada en el amarillento papel.

Min se cruzó de brazos en su sitio y por primera vez en mucho rato la expresión en su rostro cambió a una de completa concentración como si de verdad estuviese considerando la propuesta.

— ¿Por qué habría de firmar algo así cuando mi principal propósito es gobernar a Corea en su totalidad? No quiero reyes en Baekje ni Silla. Yo soy el único capaz de llevar este país a un futuro mejor.

— ¿Mejor? —Heerin no pudo evitar que la sangre se le calentara en las venas —He visto tus villas, tus caminos y tus pueblos. ¿A eso llamas un futuro mejor?

Yoongi hirvió en su asiento y la cicatriz bajo su ojo pareció enrojecer.

— Hwan Heerin viniste a ofrecerme paz, ¿por qué parece que quieres iniciar otra guerra bajo mi techo?

Heerin apretó la mandíbula y se recordó a sí misma que debía guardar la compostura.

— Estos enfrentamientos serán eternos si no tomamos una decisión ahora. Ambos sabemos que tenemos la fuerza para resistir otras décadas más y sólo nuestro pueblo paga las consecuencias —prosiguió traquilamente pero su corazón latía con rapidez en su pecho —¿Por qué deberías aceptar me preguntas?

Estaba a punto de amenazar al gran Min Yoongi y no sabía que respuesta esperar de ello así que Chen se mantuvo en posición de alerta y dio un asentamiento cuando Heerin buscó la aprobación en su mirada.

— Porque si te niegas a aceptar este trato Japón y China han firmado un pacto con Baekje. En el momento que rechaces la oferta y yo no regrese a casa le declararán la guerra al reino de Goguryeo hasta llevarlo a las cenizas y conseguir tu cabeza como trofeo. No van a detenerse hasta dar contigo —las avellanas pupilas de Heerin se encontraron en una lucha interminable con la oscura mirada de Yoongi quien luego de escuchar aquello no dijo absolutamente nada.

Si estaba a punto de destrozar a Heerin con sus manos no lo demostró y finalmente cuando pasaron unos minutos extendió su mano hacia el aire y la mujer a su lado buscó el sobre para pasárselo.

— Así que China y Japón —dijo abriendo el sobre para saborear las letras impresas en él. El acuerdo de paz parecía casi una salvación si lo comparaba con la otra opción.

— Eso mismo —dijo Heerin a la expectativa. Tenía el corazón hecho un desastre en el pecho y en silencio rezaba porque Yoongi optara por una decisión inteligente si no en los próximos minutos su cabeza y la de Chen estarían dando un baño de sangre a las baldozas del comedor.

Yoongi cerró el sobre nuevamente y miró a Heerin en silencio. Esta no logró entender lo que su mirada intentaba decirle y finalmente el gobernante le regaló una macabra sonrisa que erizó los vellos de la chica.

— El acuerdo de paz suena tentador —no había sarcasmo en su voz —Supongo que esta vez tendré que dar un paso atrás sino quiero que mi cabeza termine en tu palacio —continuó mientras tomaba un pincel que la extraña mujer le ofreció.

Heerin casi se dejó caer al suelo cuando Chen le retiró la silla para que se levantáse y tomara el sobre de vuelta en sus manos ahora con la firma de Yoongi.

— Ha sido lo más inteligente que hemos hecho en años —dijo Heerin a unos pasos de Yoongi quien la miraba con una expresión indescifrable. 

— Supongo entonces que tendré que hacer una ceremonia de celebración esta noche por la paz entre los tres reinos —continuó sin hacer caso al comentario de la chica.

Heerin hizo una mueva de disgusto pero inmediatamente la reemplazó por una de tranquilidad.

— Partiré en unas horas hacia Baekje. No puedo perder más el tiempo y el camino de regreso es largo.

— Ah sí, he escuchado que estás próxima a contraer matrimonio con un sirviente —dijo Yoongi restándole importancia al asunto —Supongo que tu amado prometido podría esperar otro día más. Las formalidades de los reinos se deben mantener y eso implica que tras un acuerdo de paz...

— Se debe realizar una ceremonia... —terminó Heerin.

Suspiró cansadamente y asintió. Tan sólo sería una noche y por la mañana apenas el sol se asomara saldría de regreso a Baekje. A Jimin.

— Entonces dispondré tu aposento ahora mismo. En la noche se te informará sobre la ceremonia y no te preocupes... —Yoongi sonrió otra vez de la forma que a Heerin no le gustaba. Había algo en esa sonrisa... ¿seguridad? —Será algo pequeño para no hacer ajetreo.

Heerin le devolvió forzadamente la sonrisa y salió con Chen tras ella.

Nunca antes deseó que una noche pasara tan rápida como aquella.

***


El resto del día Heerin no quiso salir del pabellón que habían dispuesto para ella. Luego de asegurarse de que sus soldados estuviesen sanos se fue con Chen hasta la habitación designada para ella y durmió durante largas horas por primera vez en muchas noches.

Chen estuvo todo el tiempo resguardando la puerta.

A eso de las nueve de la noche la estancia estaba más silenciosa que el resto del día y nadie había ido a avisarles acerca de la ceremonia. Se estaba haciendo tarde para el gusto del guardia y por eso decidió despertar a Heerin de sus sueños.

— Desde las siete que no he escuchado movimiento alguno —anuncio el soldado y Heerin frunció el ceño. Eso era extraño.

— ¿Nadie ha venido?

— Salvo la mucama de las cinco nadie más. 

Heerin se arregló el hanbok y se echó el cabello hacia atrás, salió de la cama y decidió que era hora de salir a ver qué había pasado. Quizás Yoongi era de esos gobernantes madrugadores que le gustaba llevar a cabo las ceremonias casi al despedir el día.

— Chen, iremos a ver a Yoongi y si no hay ceremonia nos iremos de aquí ahora mismo —dijo la chica pero antes de que abriera la puerta de la habitación el soldad se arrodilló frente a ella y le extendió algo en las manos.

— ¿Una daga?

El hermoso objeto plateado tenía una hija afilada. La empuñadura poseía un hermoso rubí que formaba los ojos de un dragón.

— Sólo tiene que darle un rasguño —comentó Chen sin que Heerin pudiera entender. Y luego lo supo.

Si algo estaba mal y Yoongi había decidido traicionarla eso significaba que una vez cruzaran la puerta de la estancia ellos podrían morir. Heerin no sabía pelear o defenderse y aunque Chen fuera un experto en artes marciales no podría combatir contra un ejército.

— Gracias por todo, Chen. Pase lo que pase que el cielo te reciba con gracia —djjo colocándose a un lado de rodillas y le acarició la mejilla. 

Abrieron las anchas puertas de papel y lo que se encontraron fue el silencioso pasillo que llevaba hasta el patio interno que conectaba varios pabellones. Chen se situó delante de Heerin con la mano en la empuñadura de su espada alerta ante cualquier movimiento.

El silencio era ensordecedor y sólo sus pasos hacían eco contra las paredes. Para cuando llegaron hasta el patio interior sin techo que conectaba los pabellones la luz de las llamas rebotaron en los ropajes de Heerin y Chen.

Allí en el centro del patio había varias antochas formando un círculo y entre ella una persona de rodillas atada de manos con cadenas y una venda en los ojos.

El cielo de Heerin se partió a la mitad cuando escuchó la voz que pertenecía a la persona.

— ¿Hola? 

Heerin salió inmediatamente como un rayo hacia el pabellón pero Chen la detuvo con un brazo. El sonido sordo de algo metálico golpeando el suelo empezó a acercarse a ellos y cuando afinaron la mirada notaron que detrás de la persona atada estaba Yoongi caminando hacia el centro con una larga espada en la mano con la que golpeaba el acero de las antorchas.

— ¡Min Yoongi! —gritó Heerin dañando sus cuerdas vitales —¡Déjalo ir ahora mismo!

Heerin no podía asimilar lo que estaba pasando frente a sus ojos.

Yoongi le sonrió macabramente y en ese momento ella supo que él la había estado engañando desde el principio. Desde que puso sus pies en el primer peldaño de la escalera, desde que cruzó el portón del palacio. 

Ahora sabía que escondía aquella sonrisa triunfal.

El prisionero entre las antorchas era Jimin.

— Una caravana puede tardar un mes pero un emisario tan sólo quince días. 

El rostro de Jimin estaba cubierto por una venda y su ropa era tan sólo un traje blanco sucio. El labio del rubio estaba roto y el cabello que siempre rebosaba de vida se veía sucio y sin brillo.

Heerin por primera vez quiso asesinar a Yoongi con sus propias manos.

— ¿Heerin? —llamó la voz de Jimin y Yoongi lo miró por encima del hombro, se acercó hasta el chico y le quitó la venda de los ojos. 

— Se me había olvidado decirte que felicidades por tu próxima boda. Supuse que extrañarías mucho a tu futuro esposo así que lo traje para que pudieras verlo — Yoongi tomó el rostro de Jimin con brusquedad y Heerin miró la hoja de la espada acercarse a su cuello.

— Estás declarándome la guerra, a mí, a Japón y a China. Si él no sale con vida de aquí juro que te harán cenizas.

Yoongi soltó una carcajada al mismo tiempo que el rostro de Jimin para caminar hacia el centro del pabellón. 

Las llamas de las antorchas dibujaban figuras fantasmales en las paredes lacadas de negro.

— Majestad... —dijo Chen por debajo.

— ¡Ya me preocuparé de ellos! —gritó Yoongi —¡Pero hoy le pondré fin a tu reinado Hwan Heerin! —abrió los brazos mirando al cielo. La hoja de la espada brilló contra las flamas.

— Vas a sacarlo de aquí con vida. A él, no a mí —dijo Heerin en voz muy baja mientras Yoongi decía más altanerías.

Jimin tenía el rostro cubierto de golpes y lágrimas.

— ¡Heerin, huye! —gritó pero Yoongi rió a carcajadas.

— Su majestad no puedo hacer eso. Mi deber es con usted.

— Tu deber es con el reino. Yoongi me quiere a mí y Jimin ahora es el rey de Baekje —dijo —Es una orden. Es un ruego, te lo pido Chen.

Yoongi golpeó otra de las antochas con su espada.

— ¿Creíste que iba a temer a tus estúpidas amenazas? Lamento decirte que hoy se acaba tu reinado sobre Baekje. Así que, ¿qué estás esperando? Prefiero cortarte la cabeza si te ofreces voluntariamente a menos que tenga que obligarte —y puso la hoja de la espada nuevamente en el cuello de Jimin.

Heerin gritó en negación y salió detrás de Chen para acercarse hasta el patio. Ahora sólo unos dos metros la separaban de Yoongi y un poco más de Jimin.

Ella miró a su amado sabiendo que sería la última vez y le regaló un silencioso te amo que él logró entender.

— ¡No, no! —gritó Jimin moviéndose entre las antorchas pero las cadenas eran muy cortas.

Yoongi tenía una sonrisa triunfal en sus labios.

— Sólo te pido que lo dejes vivir a él. Mi reino no hará nada contra ti una vez yo muera, se lo he ordenado a mi jefe de guardias —pidió Heerin aún con la mirada clavada en Jimin quién negaba una y otra vez —Aún no nos hemos casado por lo que eso lo no lo convierte en una amenaza para ti —siguió.

El miedo corría por encima de su piel como una rata hambrienta sabiendo que en poco tiempo moriría y no podría tocar más nunca los dulces labios de Jimin.

— Tienes un punto —fue lo único que dijo Yoongi.

Chen miraba a la expectativa sabiendo que su reina ya había tomado una decisión aunque no confiaba en que Yoongi los fuera a dejar salir de allí a él y a Jimin.

Heerin se acercó lentamente hasta donde estaba Yoongi y este no hizo movimiento alguno, así que aprovechó la oportunidad para pasar de largo y despedirse de Jimin.

— Heerin por favor, no hagas esto... Tienes que irte, Chen te protegerá —la voz del rubio temblaba y las lágrimas bañaban su rostro magullado. Heerin lo acunó con ambas manos y le regaló una triste sonrisa al tiempo que fijaba su mirada en la del otro.

— Si la muerte nos separa que la vida nos una en nuestro próximo encuentro, Park Jimin —y los suaves labios de Heerin se cerraron entorno a los de Jimin para darle un último beso. La larga y filosa hoja de la espada de Yoongi le atravesó el pecho tan pronto como la reina rompió el beso y se giró para encararlo.

El grito desgarrador de Jimin hizo eco en las montañas. Dios lo escuchó.

Pronto la tela del hanbok de Heerin se tiñó de un intenso rojo que se fue esparciendo en todas las direcciones de su pecho. Ella tomó la hoja con sus manos y caminó más hacia Yoongi clavando más la hoja en su carne. La samgre empezó a manar a través de su boca incapaz de emitir sonido alguno.

Yoongi sonreía victorioso ante la imagen, Jimin gritaba mientras se sacudía violentamente entre las cadenas y Chen se mantenía en su posición incapaz de revertir los hechos.

— Nos vemos en el infierno —le dijo Yoongi a Heerin cuando empezó a sacar la ensangrentada hoja de su cuerpo adolorido. La figura de la reina se sacudió hacia delante y pronto caería recostada sobre el cuerpo de su asesino.

La hoja de la daga tan filosa como la de la espada cortó el extremo superior del ojo derecho de Yoongi y este empujó violentamente el cuerpo de Heerin cuando dolor picó en su rostro.

— ¿¡Qué mierda!? —gritó mientras soltaba la espada y se llevaba las manos al rostro que ahora le quemaba como fuego de dragón.

El cuerpo de Heerin se desangraba y convulsionaba en el suelo mientras que Yoongi gritaba de dolor. 

Chen aprovechó el momento para acercarse hasta donde estaba Jimin y cortó las cadenas con un fuerte golpe de su espada.

— Vamos, su majestad —apuró mientras lo jalaba hacia él pero Jimin corrió inmediatamente hacia el cuerpo de Heerin quien a duras penas respiraba.

— No puedo dejar su cuerpo aquí, por favor... —lloró Jimin.

Yoongi estaba en el suelo gritando y sacudiéndose violentamente. Su cara tenía ahora un color rojizo por la samgre y la piel empezaba a tornarse de color marrón.

— Si tenemos suerte lograremos salir de aquí —dijo Chen tomando el sangrante cuerpo de Heerin en sus brazos dejando una larga estela de sangre en el suelo.

Yoongi no podía detenerlos, el veneno estaba consumiendo su cara y estaba infectando sus venas. La daga había caído en el suelo pero el veneno de su hoja había sido vaciado en la cortada que Heerin le hizo antes de morir.

A los pocos minutos no sólo el cuerpo de Heerin reposaba sin vida en los brazos de Jimin mientras escapaban del palacio en la caravana mientras Chen la conducía de regreso a Baekje, sino que en el patio central del palacio de Goguryeo el gran Min Yoongi fue encontrado muerto por su concubina luego de ser envenenado con la hoja de una daga enemiga.

Así cayeron los dos reinos enemistados por años una noche otoño: Goguryeo y Baekje. 

La historia está forjada de acero y sangre, nadie dijo que habría un vencedor. 




hola linduras me falta subir el capítulo extra que sería el epílogo para terminar esta mini historia :) estaría feliz de saber qué les ha parecido~ un abrazo. 

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