«4»

— Solo te pido que no me hagas disfrazarme —dijo mientras ingresaban a la casa gracias a la llave de Roger.

— No te preocupes, yo tampoco quiero hacer eso —dijo John. Roger cerró la puerta a sus espaldas y se dirigió a la cocina—. ¿Qué haces...?

— Voy a preparar el almuerzo —dijo obvio.

— ¿No lo hacen tus papás? ¿Tu mamá, tu papá, tu tía...?

— Mi mamá murió de cáncer pancreático cuando yo tenía trece años, mi papá nunca está y casi toda mi familia está en North Folk —explicó—. Alguien tiene que cocinarnos a Clare y a mí.

— ¿Quién es Clare...? Y... siento mucho lo de tu mamá...

— Tranquilo... eso... ya fue —suspiró un poco—. Clare es mi hermana pequeña. Tiene diez. Debería llegar pronto de la escuela, a menos que ya lo haya hecho y... ¡esté detrás del sofá! —salió a este y cargó a la niña girándola en el aire, mientras esta reía con fuerza. John los miraba con una pequeña sonrisa y algo confuso.

— ¡Roggie me estoy mareando! —exclamó ella riendo. Roger la dejó en el suelo y le revolvió el cabello soltando un par de risas.

— Él es John, Clare, haremos un trabajo hoy —lo presentó.

— ¡Sabía que tenías amigos! —exclamó ella. Roger rodó los ojos.

— Sí, sí, Clare. ¿Te parece si esta vez es John quien elige el almuerzo? —le dijo.

— Pero ya había elegido espagueti —dijo la niña.

— Espagueti está bien para mí —dijo John con una sonrisa.

— Está bien, entonces haré espagueti —dijo Roger dirigiéndose a la cocina—. John, ponte cómodo. Lamento el desorden, no hemos tenido mucho... tiempo para ordenar y por eso tenemos cajas en todos lados —dijo. En efecto, habían varias cajas en la casa, y casi ninguna foto o decoración.

— Papá dice que es porque Roggie es flojo, pero yo creo que es porque no ha tenido tiempo —intervino Clare.

— ¿Tú pones los muebles...? —preguntó John confundido.

— O sea... algunos... yo ordeno y limpio la casa normalmente... —explicó—. Eh... pero lo más grande lo pusieron los de la mudanza... —le lanzó una mirada inquisitiva a Clare por haber hablado.

— Oh... entiendo... —dijo John algo confundido.

— Uhjum... bueno, haré el espagueti, comemos en veinte minutos —informó y fue a cocinar.

— ¿Eres amigo de Roggie? —preguntó la niña.

— Eh... creo... —se rascó el cuello.

— ¡Qué bien! Pensé que seguía con eso de no hacer amigos para que no lo decepcionaran —dijo la pequeña.

— ¿Eh? —preguntó con confusión.

— Eso sigue diciendo él. Nos contamos cada cosa, pero nunca me ha querido decir por qué piensa eso —dijo—. E incluso me contó que Phil, su ex nov...

— ¡Amigo! —exclamó Roger saliendo de la cocina, quien no quería exponer su sexualidad tan pronto—. Clare, creo que no deberías violar el artículo cincuenta y seis del tratado de hermanos —dijo mirándola con cierto reproche.

— ¿Cuál tratado...? —preguntó ella.

— El que acabo de hacer, ahora cierra la boca.

— Perdón Roggie.

— ¡Y si sigues no te doy postre! —le dijo yendo nuevamente a la cocina.

— ¡No...! ¡Mi postre! —exclamó—. Me quedo callada entonces —fingió que cerraba un cierre en su boca.

— Y... ¿cuántos años tienes, Clare...? —preguntó John.

Uhjumuhm uhmu —dijo ella con la boca cerrada.

— Clare, sí puedes hablar, solo que sin decir las cosas que te cuento —intervino Roger riendo. Clare fingió que abría el cierre y asintió.

— Tengo diez años y dos meses —respondió.

— Oh, yo tengo una hermanita poco menor que tú —dijo John—. Se llama Julie.

— ¡Sí...! ¡Tú serás amigo de roggie y yo podré ser de tu hermanita! —dijo la niña con emoción.

— Claro —sonrió John.

Al castaño le había quedado dando vueltas lo que Clare había dicho. Primero que nada, que Roger buscaba no hacer amigos para no decepcionarse, y lo segundo, la reacción de Roger cuando la niña dijo "ex" y pareciese que añadiría "novio". John no era tonto, tampoco tan inocente como Freddie y Brian lo consideraban. Incluso podía decirse que sabía más de lo que un adolescente de su edad debía.

De todas formas no le afectaba en nada el hecho que a Roger le gustasen los hombres, o también los hombres. Sabía que cada uno vivía su vida y que no era nadie para juzgar al resto. Además, su amigo Freddie también tenía preferencia por los hombres, algo que solo él sabía por ser el mejor amigo del chico.

Tampoco obligaría a Roger a hablar, mucho menos le preguntaría algo. Simplemente supuso que la pequeña Clare, dentro de su inocencia infantil, no entendía el prejuicio que se formaba ante ese tipo de situaciones, y viendo que su hermano estuvo con un chico, no debía parecerle extraño o distinto en lo absoluto.

— ¡La comida está lista! —dijo Roger desde la cocina mientras servía todo en los platos—. Clare, ¿podrías poner la mesa, por favor?

— Ya voy, Roggie —dijo ella corriendo a la cocina.

— Normalmente comemos en mi habitación o en la sala de estar, pero ahora tenemos invitados —dijo Roger ante la mirada curiosa de John.

— Oh, no te preocupes —dijo John—. Podemos comer donde quieran.

— ¿Entonces no tengo que poner la mesa? —dijo Clare con un brillo en los ojos.

— Bueno, vamos a la sala —comentó el rubio llevando los platos y poniendo unas mesas plegables en esta.

— ¿Podemos poner My Little Pony? —pidió Clare.

— Deja que John elija la tele —le dijo Roger.

— Pero iban a dar el capítulo nuevo —dijo Clare.

— Clare... —suspiró Roger.

— No hay problema con que lo ponga —intervino John—. Yo normalmente como usando mi celular, así que... no hay problema.

— Uhm, está bien, ponlo si quieres, malcriada —bromeó a la niña mientras le revolvía el cabello.

— ¡Sí! —sonrió ella y colocó el programa.

— ¿De qué me perdí en el último? —le susurró Roger a Clare.

Fluttershy está triste porque Spike y Twilight no pudieron ir a su fiesta —le susurró devuelta.

— Pero le prometieron ir, hasta Pinky Pie les dio una invitación —dijo este, John los miraba de reojo con una sonrisa, el chico realmente era él mismo con su hermana—. No me digas que Rainbow Dash y Apple Jack tampoco fueron.

— Ellas sí, y Rarity le hizo un hermoso vestido a Fluttershy.

— Oh qué bueno, si menos las demás no la olvidaron —comentó el rubio comiendo.

— ¡Sí! ¿Tú ves My Little Pony, John? —preguntó Clare.

— Eh... no —rió un poco.

— Ow... Roggie y yo siempre la v- —fue interrumpida por la mano de Roger en su boca—. ¡Uhuhm uhum Uhm! —dijo con la voz abultada por la mano.

— Solo la veo por ella... no es que sea fan ni algo —dijo el rubio riendo con nerviosismo—. Clare, silencio —la miró mal.

— Roger, que te guste ver eso no tiene nada de malo —dijo John.

— Aún así, solo la veo con Clare —dijo, aquello era verdad, tampoco era como si la serie fuese su favorita, pero era algo que competía con su hermana y por eso le gustaba, además la pequeña era muy alucinada con todo lo relacionado a caballos pequeños de colores que hacen magia.

— Aún así, no te preocupes —sonrió. Roger le destapó la boca a Clare, y ella siguió comiendo.

— Uhm... gracias —se rascó el cuello.

Mientras comían viendo el programa infantil y John jugando con su teléfono, este último, sin querer, botó al sofá un poco de espagueti. El rubio abrió los ojos nervioso ante eso, mientras John comenzaba a disculparse cuántas veces pudo.

— ¡Perdón, perdón, voy a limpiarlo! —exclamó.

— N-No te preocupes... —tomó la servilleta y comenzó a intentar limpiarlo sin lograrlo.

«El sillón favorito de mi papá.» pensó tragando saliva.

— Yo lo limpio —con torpeza pasaba la servilleta por el sillón color café claro, intentando quitar la mancha de salsa que solo lograba expandirse.

— D-Déjame a mí —corrió a la cocina a buscar un papel húmedo y comenzó a pasarlo por la mancha con desesperación—. Va a matarme, va a matarme, va a matarme —murmuró.

— ¿Hm? ¿Quién va a matarte...? —preguntó John.

— ¡Nadie! Solo... ¿me traes el detergente, por favor? Está en el gabinete del suelo de la cocina, bajo el fregadero.

John asintió y corrió a buscar lo necesario. Roger seguía frotando la mancha desesperadamente, mientras Clare miraba con cierta preocupación. Pronto el castaño volvió con lo necesario, Roger agradeció y prosiguió a limpiar exhaustivamente y con la misma desesperación.

— Roggie, no sale... —dijo Clare.

— Tiene que salir —masculló el rubio limpiando con el mismo frenesí.

— Roggie...

— Va a salir —siguió insistiendo. John estaba algo nervioso, sintiéndose culpable.

— Solo es un sillón, Roggie... —dijo Clare para tranquilizarlo.

— El de papá —la miró concierto pánico. Clare tragó saliva.

— Puedes... voltearlo —propuso John sin saber que más decir.

— Yo... supongo —lo dio vuelta y acomodó lo mejor que pudo—. Gracias... ya no se nota —dijo con alivio.

— No hay problema... lamento haber ensuciado...

— No te preocupes —lo quiso tranquilizar—. Bueno, vamos a hacer el trabajo.

— No has terminado de comer —dijo Clare.

— Estoy bien —dijo—. Enana, ¿puedes llevar los platos al fregadero? Mi comida solo bótala.

— Eh... claro —dijo ella y prosiguió a obedecer a su hermano.

— Empecemos a trabajar —propuso Roger. John asintió aún incómodo por el incidente anterior y subieron.

— Estaba deliciosa la comida, cocinas muy bien —lo alabó.

— Muchas gracias... —suspiró. Llegaron a la habitación del rubio.

A John le extrañó ver en una puerta, exactamente frente a la del rubio, una foto de dos nombres, uno rubio y otro calvo con una gorra. Le llamó la atención, puesto que no habían más fotos, pero no dijo nada para no ser metiche.

La puerta de Roger era oscura, con un papel pegado que decía el nombre del susodicho escrito en letras que mezclaban un estilo medieval y el de un periódico. El rubio a rio la puerta y John pudo contemplar la habitación. Las paredes eran de un tono plomo oscuro, mientras que el piso tenía una alfombra color rojo. Había una pequeña ventana, al igual que varios pósteres de bandas musicales. John entró con su mochila mirando al rededor.

— Siéntate, y Uhm... sacaré el cuaderno para anotar ideas —dijo Roger.

— Claro —comentó obedeciendo y sentándose en la cama. Roger sacó su cuaderno de historia y se sentó en el suelo—. ¿Tienes alguna idea?

— Uhm... no realmente —admitió—. ¿Tú?

— Pensé en hacer una maqueta de la Bastilla —dijo—. Podemos repartirnos los materiales y eso... y... pues hacer la presentación y eso...

— Es buena idea... pero... ¿tendremos tiempo suficiente para construir la maqueta y hacer la presentación...? —preguntó.

— Uhm... creo que no... —se rascó el cuello—. Quizás eh... podamos... eh...

— ¿Regalar brioches? —preguntó Roger—. Los maestros siempre se vuelven locos cuando les das comida.

— Uhm... no sé... ¿tú sabes preparar...?

— Sé preparar de todo —se encogió de hombros—. No tengo problema con hacer unos simples brioches... en vez de hacer una maqueta de la bastilla, hagamos de la guillotina. Podemos ponerle la navaja de un cúter y hacemos un muñeco de Luis XVI y uno de María Antonieta... los decapitamos frente a la clase y puedo descargarme gritos de alguna película en mi celular para poner de música...

— ¡Demonios, Roger, eres un maldito genio! —exclamó John asombrado—. ¡Definitivamente haremos eso! ¡Oh, podemos primero darles pan, pero quitárselos y reemplazarlos por los brioches!

— ¡Si no tienen pan...!

— ¡Que coman brioche! —complementó la frase John.

— Bueno, esa frase es un mito, no se sabe si María Antonieta lo dijo realmente...

— Pues decimos eso —dijo John—. La presentación no la hagamos con disfraces, hagamos algo mejor.

— ¿Qué cosa?

— Uhm... eso estoy pensado —dijo—. En francés.

— La maestra no entenderá una mierda —dijo Roger.

— Uhm, buen punto... entonces... ¡ya sé! Yo lo leo de un pergamino en francés y tú te aprendes el significado en español y actúas como "el traductor". Si quieres puedo disfrazarme yo solamente.

— Me gusta la idea... ¿seguro que quieres disfrazarte?

— Sí, no tengo tanto problema —se encogió de hombros.

— Está bien, buscaré algo para planear la guillotina. ¿Cuando puedes venir de nuevo para seguir trabajando?

— Uhm... pasado mañana —dijo.

— Genial, entonces ahí terminamos la presentación —dijo rebuscando en sus cosas.

— Intentaré avanzar en los muñecos.

— Compraré una Barbie, le haré peluca de algodón con algunas pelotudeces reales y le pondré un vestido de las muñecas de Clare para María Antonieta —dijo Roger—. Haz lo mismo tú con Luis.

— Buena idea —dijo. Roger sacó su laptop y comenzó a hacer la presentación, mientras John buscaba de la guillotina para asimilar el sistema.

(...)

— ¿Ese es Brian? —preguntó Roger extrañado viendo al rizado por la ventana de su habitación.

— Sí, vino a buscarme —explicó John.

— Oh, ¿ya te vas? —preguntó.

— Aún no, solo estará un rato. No hay problema, ¿no?

— Claro que no —lo tranquilizó, y decidió bajar con John para poder abrir.

— Hola, tu casa es muy bonita —alabó cuando abrió la puerta.

— Gracias —se sonrojó por la vergüenza y miró a otra parte—. Pasa... serviré algún aperitivo.

El rizado obedeció y cerró la puerta tras él. Clare no se dio cuenta del nuevo invitado, puesto a que estaba en su cuarto jugando con sus muñecas.

Roger sirvió galletas y papas fritas y subieron. Al rizado también le llamó la atención la única fotografía de la casa, pegada en una puerta, exactamente frente a la habitación de Roger. Entraron a este última nuevamente y se sentaron a seguir haciendo la pequeña guillotina.

— Vaya... qué increíble... —dijo Brian asombrado.

— Gracias —agradeció el rubio mirando lo que hacía.

— Fue idea de Roger —mencionó John contento.

— ¿En serio? —preguntó Brian.

— Sí, a él se le ocurrió decapitar a los reyes en miniatura —dijo.

— Tomaría una muñeca de Clare, pero quiero conservar mis testículos —mencionó el rubio. Brian soltó una risa.

— Está increíble —mencionó sacando unas papas fritas—. Realmente lo está. ¿Cuando presentan?

— En dos semanas más —dijo John, preparando la presentación mientras Roger seguía fabricando la maquinaria.

— John se disfrazará de aristócrata ilustrado —mencionó Roger.

— Tú podrías ponerte una bata blanca y unas gafas y ser un científico que me trajo del pasado.

— No es mala idea, pero no tengo gafas ópticas —dijo Roger—. De hecho me las recetaron hace unos meses y aún no puedo comprármelas.

— ¿Y cómo lo haces...? —preguntó Brian.

— Lentes de sol —se encogió de hombros. Seguía sin mirarlos, estaba concentrado en lo que hacía.

— Oh, entiendo... —dijo el rizado aún extrañado—. ¿Necesitas ayuda?

— No gracias, puedo solo.

— Roger es muy independiente —mencionó John. Roger lo miró de reojo pero volvió a trabajar—. Cocina y limpia solo.

— ¿Y tu mamá o papá...? —preguntó Brian.

— Mamá cáncer pancreático, papá trabajando —respondió simplemente.

— Oh... lo... lo siento... —se disculpó el rizado. El rubio solo se encogió de hombros.

— Ya pasó —dijo con simpleza.

— Uhm... bueno... —dijo Brian algo incómodo.

— Rog, ¿pongo la diapositiva oscura y las letras blancas o la diapositiva clara y las letras negras?

— Diapositiva oscura, letras blancas —respondió simplemente.

— Uhm... bueno —acomodó el formato.

Qué extraño era para Roger trabajar con alguien que no le dejaba todo el trabajo a él. Realmente estaban repartiéndose las labores con John de forma equitativa y además ambos estaban trabajando y dando lo mejor de sí. Era una buena sensación, sentirse ayudado.

De todas formas seguía con su creencias de no involucrarse. Mejor era defenderse de sus propias emociones.

Cuando ya habían pasado un par de horas, John y Brian se fueron, despidiéndose. Roger volvió a intentar limpiar el sofá sin lograrlo, y volvió a esconder la suciedad provocada por la salsa de tomate. Por suerte se notaba todo en orden, esperaba que su padre no notase nada más.

John y Brian le habían dicho que se verían al otro día en la escuela. Roger miró por su ventana yéndolos ir.

— No te tientes. Todos son iguales —murmuró y cerró las cortinas soltando un suspiro y disponiéndose a seguir sus labores, preparando lo necesario para estudiar matemáticas para su examen.

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