C a t o r c e

Capítulo dedicado a @N3BL1N4 por comentar un shilion de veces el capítulo anterior ❤ Se emocionó la chiquilla con el beso asdf

Lean la nota de autor.

Llámame como desees, me lo merezco. Eso y mucho más. No, lo merecemos, porque Rust estaba conmigo aceptando cruzar la línea de la fidelidad gracias a la tentativa que propuse anteriormente. Un beso lo corrompió, y ni siquiera pensó mucho en las consecuencias de éste. Podía ser correcto desde mi perspectiva, pero teniendo en cuenta que él no estaba soltero, las cosas se complicaban. Motivo de esto, y complementando el peso del remordimiento que sentiría después, ni siquiera hubo una despedida cuando acabamos dormidos sobre la cama.

Desperté con las mejillas rojas, las sábanas pegadas a mi cuerpo, el corazón pegando fuerte contra mi pecho y la búsqueda de la excusa perfecta para decirle a mamá en el caso de que me descubriera. Existían muchas razones para querer ocultar lo que esa enardecida tarde ocurrió.

He aquí una linda lista inspirada en Rowin y su amor por enumerar las cosas:

Dejaré que tú juzgues cuál de esas cuatro razones tiene más peso en mi decisión de fingir que nada había pasado dentro de ese cuarto, además de una linda tarde con los dos felinos.

Al oír su «¿Onne, estás ahí arriba?» me escandalicé. Por suerte, mamá respetaba mi privacidad.

Ese lado estaba solucionado (en parte), no tendría que preocuparme y darle muchas vueltas. Lo que me preocupaba era Rust y lo que pasaría entre ambos después de la infidelidad. Me había convertido en «la otra», y ese título no es lindo. ¿Sentía remordimiento? Algo. Tal vez estaba demasiado acostumbrada a las otras realidades como para sentir culpa de lo que pasó entre Rust y yo. No era lo correcto, sí, pero... No puedo mentirte, aunque quisiera sentirme culpable, no podía.

Sin embargo, el parámetro que concilió nuestro encuentro se tornaba oscuro para el lado de Rust. Su cambio de actitud y la forma en que me miraba cada vez que nos encontrábamos en Sandberg se mantuvieron durante una semana. Ni siquiera visitó a Berty y Crush, o se animó a preguntar por ellos. No existíamos para él.

Creo que actuar como desconocidos era mejor. Pretender que nada había pasado nuestro secreto en común. Ayudó para disipar las insistentes preguntas de Claus y mi relación con él —porque sí, el idiota de Claus no escatimó en quedarse callado y sin preguntar—, a quien tuve que decirle que nuestros padres antes se conocían, que Rust y yo fuimos amigos de la infancia, y que ahora nuestras familias se enemistaron y no sé qué más. Obviamente, antes de responder a su insistencia, le dejé claro que no le incumbía.

No surtió mucho efecto.

Lo que sí tuvo un efecto positivo fue haber encarado a Tracy y Sylvanna.

Bajaba del bus escolar en cuanto divisé en la entrada a Sindy repartiendo boletos con expresión descompuesta, tan pálida que creí que vomitaría. A su lado, Rowin le daba un trozo de chocolate a María, pero ella lo rechazaba agitando sus manos por encima de su pecho. La chica Morris era insistente, al final solo se rindió cuando Aldana le arrebató el chocolate de sus dedos para devorarlo. Agilicé mi paso para nuestro encuentro, pero terminé chocando con el fornido brazo de Rust.

—Ten cuidado, Petiza —dijo. La mirada hostil se profundizó junto con su tono de voz.

Opté por callar, porque tenía tantas cosas para desarmarlo que probablemente agravaría todo. Rust, por su parte, se quedó un momento estático, esperando mi respuesta. Al no obtenerla, pestañeó desconcertado, y se marchó.

—Ha estado mirándonos así toda la semana —comentó Aldana con la comisura de sus labios manchada en chocolate. Ese descuido captó la atención de Brendon, quien hacía un seguimiento a su amigo. En un rápido gesto, el chico sacó una sonrisa en sus labios y le indicó a Aldi que limpiara su boca mientras pasaba.

—Debe ser por lo de Tracy —balbuceaba Rowin, mientras Aldana se hundía de la vergüenza—. Y ella no se queda atrás con esas miradas filosas.

—Lo bueno es que van dirigidas a todas y no solo a María —habló Sindy, ajustando las hojas que le quedaban entregar. Por alguna razón cómica (de la que no debería buscar gracia) siempre que le entraban los nervios sus rizos crecían, alborotando su cabellera castaña. Se apretó el estómago y se encorvó—. No doy más con esto... Si me pongo nerviosa aquí, entregando panfletos, ¡imaginen cuando tenga que defender y dar mis motivos para ser la jodida presidenta del jodido colegio!

—Come —insistía con el chocolate su prima—, ¡te hará bien para los nervios!

—Espera —le contuvo María, justo antes de que Rowin metiera a la fuerza un trozo de chocolate con envoltorio y todo—. No puedes darle cualquier cosa si tiene nervios de estómago... —Y mirando hacia los lados, se acercó de manera confidente— eso le hará correr al baño. El exceso de carbohidratos no ayudará. ¿Por qué no vamos a la cafetería a tomar un té de manzanilla antes del acto?

Esa propuesta sonaba bien. Antes de que el acto de la semana empezara, partimos al casino del colegio. Sindy y Rowin iban pasos más adelante, arrimadas del brazo; yo aproveché el momento para indagar más en la relación de Brendon y Aldana.

—Oye, Comisuras Chocolatadas, creo que has avanzado con el chico de la cerveza. —Pasé mi brazo bajo el suyo y lo aprisioné de tal forma que no pudo evadirme.

—No sé de qué hablas...

—Oh, por favor, yo vi toooodo —me adelanté. En efecto, Aldana trataba de evadir mi mirada inquisidora —. No trates de desviar el tema.

—¿Intentas acorralarme? —espetó, enarcando una de sus marcadas cejas oscuras—. Yo puedo hacer lo mismo.

—Ah ¿sí?

—El cambio de actitud —sonrió, haciendo que el lunar sobre el ángulo derecho de su labio se hiciera más notorio—. Pudo haber pasado desapercibido para las demás, pero no para mí.

Jadeé tratando de reírme en vano.

—¿Crees que entre Rust y yo pasa algo? —Intenté soltarla. La perspicacia de Aldana era muy avanzada, ese mero movimiento lo captó al instante.

—No lo creo, lo sé. Es fácil deducirlo si ves las pistas que dejan —explicó—. Las miradas hablan por sí solas. Además, Brendon me preguntó sobre ti, lo que lo hace más obvio.

—¿Qué dijo?

—No dijo mucho —soltó en un suspiro prolongado—. Preguntó si eres de confianza y si sabía cosas sobre ti, las cuales no quise responder. Deduje que esas preguntas no las hizo por cuenta propia, que su amigo estaba detrás. ¿Tengo razón?

Nos detuvimos.

—¿Por qué preguntas? Ya conoces la respuesta.

—No realmente, Brendon no dijo más, y yo no quise preguntar motivos porque no me los daría. —En medio de esas palabras, Rowin nos gritaba desde el otro largo extremo del pasillo que nos apuráramos, así que volvimos a la marcha—. Te aconsejaría que no te metas con él —agregó de pronto—, pero en vista de que su mejor amigo y yo hablamos... soy la menos indicada.

—Ambas estamos metidas hasta el cuello.

Quise decirlo como broma, pero demonios... sonó más serio de lo que esperaba.

Y lo era.

Mejor dicho, para mal de ambas, lo sería.

Después de la cafetería nos dirigimos al acto en el auditorio de Sandberg.

El espacio está capacitado para los estudiantes, profesores y trabajadores; todos sentados en sus respectivas sillas acolchonadas. El escenario se encontraba al frente, decorado con un telón verde olivo al fondo, ocultando el color pálido de la pared que tenía estampado en grande la insignia del colegio. Sobre el escenario, a tres pasos de su terminación, una tarima de madera. Ahí la insignia estaba tallada, logrando distinguirse perfectamente en la distancia. Siempre me gustó el logo de Sandberg, el escudo verde oscuro acompañado por ambos lados de unas alas extendidas que caían y se unían en su punta, formando un bolígrafo de pluma. Sin embargo, su lema era algo contradictorio. «Creamos la excelencia, formamos una familia» no le pegaba en absoluto.

El director dejó de hablar e invitó a subir al escenario a los candidatos para la presidencia del consejo estudiantil. Entre ellos se encontraba Sindy, con su cara de zombi contemplando al vacío. Tratamos de echarles porras, pero una mirada afilada nos detuvo. Las presentaciones iban acompañadas de las propuestas que ganarían votos. Trataba de prestar atención, Sindy saldría después de Robert Bass. Los nervios iban aflorando y, entonces, buscando con qué distraerme, me percaté que Matt, amigo de Rust, se paseaba de un lado a otro haciendo de mensajero entre Rust y Claus.

Una cosa vino a mi cabeza: La reunión.

Definitivamente era el peor momento para hacer que Rust no me hablara. Si su personalidad terca contradecía todo lo que le pedía, en ese momento apenas me escucharía.

Decidí buscar hablarle en vano, por lo que me arriesgué y fui a casa de los Wilson. No era complicado llegar, lo difícil sería plantarme en la puerta. Él sabía que por mis venas corría la sangre de Murphy Reedus.

Me percaté de lo absurdo que fue estar ahí cuando toqué el timbre. No sé a qué le temía más: que Tracy abriera la puerta o que abriera él. Por supuesto, ninguno de los dos apareció, sino una mujer que tenía la voz gastada por los años y un atuendo de asistenta.

—Rust —logré decir con la garganta seca de los nervios—. ¿Está aquí?

—Él no vive aquí desde hace mucho —contestó, arrugando el entrecejo al pronunciar lo último—. ¿Quién lo busca?

—¿Sabe dónde puedo encontrarlo?

—¿Quién lo busca? —insistió la anciana.

—Una amiga... Me llamo Kat —mentí—. Tenemos un trabajo y no tengo su número. ¿Sabe dónde puedo encontrarlo?

La mujer se tragó mi mentira. Se le vio más relajada, soltó el pomo de la puerta y se apoyó en ella con gesto cansado. Sus movimientos lentos me impacientaron. Si no fuese porque todavía había sol, ya me habría largado de allí. Necesitaba un número para hablarle a Rust, y lo tenía, pero no respondió. La idea de que ya no tenía el mismo número de antes se aferró a mi cabeza como una garrapata a un perro, por eso necesitaba sacarle cualquier tipo de información a la asistenta de los Wilson.

La mujer dejó de meditarlo.

—Quizá donde su novia. No sé la dirección, pero creo que es por la playa.

—¿Y tiene algún número para contactarlo o contactarla a ella? Es urgente.

—Le preguntaré a la señorita —indicó en tono calmado, aunque a juzgar por su mueca, creo que captó mi ansiedad.

No tardó en llegar con la mala noticia de que Tracy no me daría nada. Para matar el entusiasmo, el auto deportivo color rojo del padre de Rust acababa de estacionarse en la entrada. La versión ajada del famoso actor de cine se presentó en medio de mi casi-huida. Agachar la cabeza y esconder mi rostro bajo la capucha no sirvió, logró reconocerme dejando atrás su llamado. Salí corriendo con el pecho doliéndome, junto con la amarga noticia de que mi viaje fue un fracaso.

Dentro de mi desesperación concluí que era mejor ir a la reunión, tratar de hablarle allá, convencer al menos a Shanelle, y que si algo salía mal, retroceder para arreglarlo.

El punto de encuentro donde se llevó a cabo la reunión era en un estacionamiento bajo tierra junto a las instalaciones de un supermercado abandonado. El terreno en general tiene un turbio aspecto que da escalofríos a quien pasara enfrente. La sensaciones amargas se reproducen de peor manera una vez se avanza por la bajada; la oscuridad se apropia del lugar, proclamándose dueña por encima de los pequeños y cuadrados focos que iluminan al costados las alcantarillas gotean líquidos oscuros, se mueven emitiendo golpes, como si ratas anduviesen dentro; y un nefasto olor emana desde lo más profundo del estacionamiento.

Ahora imagina andar por ahí sola.

Mis pasos hicieron eco, siendo lo único que obstruyeron mis respiraciones aceleradas. Tenía tanto miedo que me detuve en el vacío lugar a calmar los espasmos. ¿Estaba en el lugar equivocado? ¿Puede que este lugar ya no sea su punto neutro? ¿Y si la reunión ya acabó? Todas esas preguntas se acallaron el instante en que una camioneta negra entró al estacionamiento. Me oculté detrás de una barrera de metal y ahí permanecí escondida, oyendo como el motor de la camioneta desaparecía.

Bajé también, escondiéndome por las sombras, buscando un punto ciego, agudizando mi audición. Ya las voces de hombres cobraron fuerza. Los autos estaban estacionados. En la entrada para bajar al último piso del estacionamiento, logré ver a tres sujetos tras una mesa. Los recordé de las veces anteriores; se encargaban de requisar armas y revisar que todo estuviera en orden.

Divisé una puerta al costado de uno de los autos, y quise llegar a ella para aprovechar las sombras que la cubrían. La libertad que me invadió por un miserable instante quedó en nada cuando, de espaldas a todo, sentí que algo me apuntó.

—No te muevas.

El martillo de una pistola me dejó sin respirar un segundo que creí perdido. No obstante, mi estado de shock no duró mucho al permitirme aclarar de quién provenía esa voz.

—Levanta las manos —me ordenó Siniester. Obedecí sin reprochar nada.

—No tengo nada —dije una vez que me hizo girar y quedamos cara a cara. La calma me consoló, estaba feliz de verlo y llegar a tiempo.

—Yo me aseguraré de eso, niña —soltó con desdén. Una vez me revisó, le puso el seguro al arma y la guardó dentro de su pantalón—. ¿Qué mierda haces aquí?

—Decir groserías no te hará más rudo. Y soy yo la que te debe hacer esa pregunta. Te dije que no vinieras —objeté de forma confidente.

—No juegues conmigo y responde.

—Vengo a impedir que avances más.

Mi respuesta hizo que blanqueara los ojos y dejara escapar un gruñido.

—No me digas qué hacer.

—Allá adentro no encontrarás a nadie de Monarquía.

—Explícate —ordenó, mirando hacia los tres sujetos, un auto nuevo se había estacionado y de éste bajaron Matt, Morgan y Fabriccio. Eso nos puso nerviosos a ambos—. Vamos.

—Bien —accedí—, pero no hagas preguntas.

—Niña, no estás en posición de exigir nada. Habla.

—Es cuestión de sentido común. Si tuvieras a tus dos enemigos dentro de una sala, quienes han dicho mantener el tratado de paz en terreno neutral, ¿no aprovecharías la instancia para deshacerte de ellos?

—Habrá seguridad afuera.

No podía convencerlo ni siquiera remarcando lo obvio. Más personas llegaron, hombres de aspecto rudo, tatuados, portando armas que ves en películas, de voces profundas y semblante que te producen rechazo. El escenario se estaba preparando para la traición y la masacre que se llevaría abajo. Y yo, solo de entrometida, empezaba con los espasmos otra vez, debatiendo si de verdad podría salir de allí sin problemas.

—Deberías irte —sugirió Siniester, avanzando con altivez hacia sus amigos—, no vale la pena esperar a tu novio aquí.

Apreté mis dientes con fuerza y empecé a seguirlo, desesperada.

—Los tendrá como animales dentro de una jaula, sin nada con qué defenderse. Debes oírme —suplicaba—. Rust...

Se detuvo y me tomó de la ropa para acecharme con rudeza.

—No me llames por mi nombre.

Dicha su advertencia, me soltó y siguió el paso.

—Snake y Claus no aparecerán ahí. No vayas... No bajes, por favor.

Ahora fui yo la que lo agarró por la chaqueta de cuero, obligándolo a girarse. En un movimiento tan descuidado como su aspecto, rompió el contacto y me dirigió una última mirada.

—Shanelle estará allá abajo, no la dejaré sola.

Seguí a Siniester hasta los tres hombres. Sus amigos ya habían entrado y lo esperaban desde el otro lado. Siniester se dejó revisar por los tres sujetos y dejó su pistola sobre la mesa junto a la de los demás. Luego actuó como si no me conociera hasta que uno de los hombres me contuvo.

—¿Viene contigo? —le preguntó. Siniester perfiló una mirada austera y cínica por encima de su hombro.

—No.

Antes de que me echaran, logré zafarme del hombre y enfrenté por última vez a Siniester.

—No te expongas, la entrada no es segura. Bajarán en una furgoneta y de ella saldrán más hombres de los que podrás contar. Usa las cajas, ponte a cubierto. Y no dejes que Morgan vaya por la pistola que... —Dos sujetos me agarraron para sacarme del oscuro camino que me alejaba de él— ¡Que caerá del sujeto con la cara tatuada!

Contrariado, pero a la defensiva, Siniester me contempló una última instancia antes de darme la espalda.

Afuera de las instalaciones, encima del estacionamiento donde la reunión se estaba llevando a cabo, ocultaba mi cabeza del mundo exterior, con mis piernas flexionadas sobre el asfalto y mis manos contra el pecho. Esperaba el sonido de los disparos, el mundo incendiarse, los gritos... Lo único que no esperé fue un nuevo mensaje tuyo.

«No debiste venir», me habías escrito.

A continuación, todo lo que vi fue la oscuridad y el silencio adormeció cada uno de mis pensamientos.


CHAN, CHAN, CHAAAAN  :O 

Onne se metió en problemas :v Qué novedah. Ah, y Siniester pasó de esha, qué novedah también.

Jeloooous, mis muffins viajeros! (así les shamaré ahora jejejejejeje)

Sí, ya sé, no actualicé el miércoles. Pero eh, la semana pasada les di dos capítulos 7n7. Con esto, refiriéndome a las actualizaciones, tengo que decirles que empezaré a editar OTR, así que estaré algo ocupada U.U no sé si pueda actualizar en semanas.

Por cierto, los IGs de los personajes ya se crearon. Faltan Claus y Shanelle, les dejo la imagen abajo 👇 *Si quieres uno de los personajes, estos son los que por ahora están disponibles: Brendon, Sindy, María, el profesor Wahl (okno xd)*

Muchísimas gracias por leer, votar y comentar 😘 También por el recibimiento que le han dado a la historia. De verdad se andan motivando con eso del especial ah xD

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