CAPÍTULO 2
El hombre frente a mí debería tener menos de treinta años. Es alto, mucho más alto que mi metro sesenta y seis, tal vez alcanza el metro ochenta. Tiene los ojos más hermosos que haya visto, oscuros, expresivos, adornados con unas largas y espesas pestañas. Su cabello negro ondulado le cae de forma descuidada en la frente para tapar un poco sus cejas. Sus labios son carnosos además de tener una mandíbula fuerte con una barba sombreada bien cuidada. Quiero apartar la mirada, sin embargo; quitar mis ojos de él es casi imposible. El traje que trae puesto se ajusta con perfección a su cuerpo lo cual me permite notar su cuerpo atlético. En definitiva, la persona frente a mí es el hombre más guapo con quien me haya topado en mi vida.
—¿Señorita? —Su voz con un toque de diversión logra sacarme de mi ensimismamiento.
Me doy cuenta que debí de haberme quedado como una boba pasmada con su rostro. El calor se apodera del mío y de inmediato me regaño por ser tan imprudente. Aclaro mi garganta, la vergüenza me recorre por dentro ante lo que hice.
—Yo... uhm, sí, lo siento. Tuve un problema y se me hizo tarde.
Él frunce un poco el ceño y aún con ese gesto luce atractivo.
Cálmate, Nikki. Deja de mirarlo.
Me sacudo el pensamiento antes de desviar la vista hacia mis pies.
—¿Qué clase de problema? —abro la boca mientras pienso en una buena mentira que darle, aunque al no obtenerlanopto por quedarme en silencio.
Nota la duda en mi expresión, pero no me presiona. En cambio, suelta un suspiro resignado.
—Está bien, puede pasar. Solo espero que no vuelva a llegar tarde a mi clase, ¿entendido?
—S-sí, señor, lo siento, no volverá a pasar.
Asiente antes de abrir otro poco la puerta mientras da un paso a un lado para permitirme seguir. Al pasar a su lado, sin querer mi cuerpo roza el suyo. Aquel pequeño contacto causa que cada uno de los músculos de mi cuerpo se tensen, además de sentir una inesperada sensación recorrerme de la cabeza a los pies. Confundida, echo un vistazo en su dirección.
Nuestros ojos se encuentran por una fracción de segundo donde puedo notar la misma confusión en los suyos como si también hubiese sentido lo mismo que yo. Aparto mi rostro hacia otro lado con rapidez, decidida a ignorar lo que haya sucedido entre nosotros, no puedo concentrarme en eso en este momento.
Mientras camino hacia mi lugar, puedo sentir su mirada como si me fuese a hacer un agujero en mi espalda. Mis compañeros levantan la mirada de sus apuntes para darme una sonrisa burlona. Volteo los ojos y camino todavía más rápido hasta el lugar donde se encuentran mis mejores amigos.
Me siento junto a Daniel debido a que el lugar al lado de Kate ya se encuentra ocupado y dejo el bolso en el suelo. Una vez acomodada, dirijo mi atención hacía el tablero en donde el profesor escribió su nombre. Theodore Jones.
—¿Otra vez tarde, Nikki? Tú definitivamente no cambias —. El susurro de Daniel en mi oído me toma por sorpresa. Salto asustada en el asiento y le lanzo una mirada de fastidio.
—Lo siento, pero tuve que dejar a mi hermanita en la escuela, ya sabes como es.
—Espero que le digas al profesor los problemas que tienes con tu hermana antes de que nunca más te vuelva a dejar entrar.
Abro mi boca a punto de darle la razón, pero la voz del profesor me logra asustar. Devuelvo mi atención a él.
—La señorita que llego tarde, por favor, si es tan amable de decirme su nombre.
Me observa con una atención desconcertante, sus labios se encuentran apretados en una línea tensa a la espera de una contestación. Trago saliva, intimidada por sus ojos.
—Uhm... me llamo Nicole Johnson —. Contesto con temor, mi voz sale un poco temblorosa en las palabras.
—Muy bien, señorita Johnson, si no es mucha molestia, le voy a pedir que haga silencio si no quiere que la saque de mi clase —. Su voz me produce escalofríos debido a la evidente molestia en ella. Vuelvo a sentir como mi cara arde debido a la vergüenza.
—Perdón, señor, no volverá a pasar.
—Eso espero.
Se da la vuelta para dedicarse a escribir ejercicios en el tablero. Miro a mi lado a Daniel quién trata de aguantar la risa al morderse el labio.
—Te voy a matar —. Articulo con mis labios, pero él solo sonríe. Le gusta sacarme de mis casillas.
Después de eso trato de no hablar más y de prestar atención a la clase, aunque es tarea casi imposible. Dios, como odio las matemáticas.
****
En toda la clase observo cómo el nuevo profesor se desenvuelve frente a los estudiantes. No sé qué me sucede, es como si no pudiera apartar mi atención de él. Su presencia parece absorber todo el aire del salón al hablar con su voz es gruesa y grave, demasiado hipnótica, lo que nos hace prestar atención a la explicación de una manera que nuestra antigua profesora nunca pudo conseguir. Sé por la forma de mirarle de las demás estudiantes que están bastante encantadas con él. No obstante, una vez finalizada su explicación, nos entrega una hoja con unos ejercicios de cálculo para resolver mañana, lo cual hace que todas suelten un bufido hastiado mientras echan la cabeza hacía atrás. Por mi parte me da un mini ataque, todo pensamiento sobre él se esfuma de mi cabeza en un instante.
Cuando pasa por mi lado para dejarla en mi escritorio, logro darme cuenta que no presté nada de atención a su explicación ni comprendí nada de la temática. No voy a tener ni la menor idea de cómo resolver los ejercicios.
—Si tienen alguna duda pueden encontrarme en la sala de profesores, estaré ahí toda la tarde. Pueden irse —. Sonríe con amabilidad antes de darnos la espalda e ir a su escritorio.
—Mierda. —Maldigo en voz baja.
Todos comienzan a recoger sus pertenencias, luego salen del salón. Daniel me lanza una mirada extrañada.
—¿Pasa algo, enana?
—Sí, no preste atención a nada de lo que explicó el profesor —. Me rueda los ojos con un ligero suspiro exasperado.
—Claro, como siempre te dedicas a pensar en quién sabe que cosas.
—Cállate —bufo enojada. Ahora tendré que quedarme a hablar con él —. Tú y Kate adelántesen a la cafetería, los alcanzo en un momento.
— ¿Estás segura? —afirmo con la cabeza. —Está bien, pero no te demores.
Vuelvo a asentir, distraída. Cuando ya no queda nadie aquí, tomo aire para armarme de valor. Recojo mis cosas a toda prisa, luego camino a paso lento hasta el profesor. Con un poco de temor debido a que no me gusta estar a solas con personas desconocidas, me aclaro la garganta.
—¿Profesor?
Levanta la mirada de los papeles para clavar sus ojos oscuros en los míos.
—¿Si, señorita Johnson?
—Yo... uhm... —comienzo a tartamudear como si fuera una idiota —. Quería pedirle un favor... si podía explicarme cálculo. La profesora Vanessa siempre me explicaba después de las clases, es que la verdad soy muy mala para las matemáticas...
Estoy nerviosa, su mirada al igual que su voz me intimidan demasiado de una manera que no logro comprender. Puedo sentir mis palmas sudorosas a la espera de una respuesta. El señor Jones me escudriña unos instantes para luego ofrecerme una suave sonrisa comprensiva. Una cálida sensación se despliega en mi interior ante esa expresión, que me confunde de nuevo. En este momento no queda nada del hombre serio de antes sino uno amable.
—Por mí no hay inconveniente. Búsqueme en la tarde después de acabar sus clases y le explicaré de nuevo.
—G-gracias.
—No hay problema —. Sonríe de nuevo.
Nuestras miradas se quedan trabadas unos instantes, el ambiente se espesa a nuestro alrededor de repente, igual que cuándo nos conocimos. Nos quedamos de esa manera varios segundos, pero luego me percato de lo que hacemos y obligo a mi cuerpo a reaccionar para dar la vuelta con tal de no continuar con la batalla de miradas. Al comenzar a salir de aquí, puedo sentir el peso de su mirada en mi espalda, aunque no volteo de nuevo para confirmarlo, en su lugar salgo a paso apresurado del salón.
Suelto el aire que no me di cuenta contuve después de estar lo bastante lejos de mi profesor. Mi corazón se encuentra acelerado, mi cerebro trata de procesar lo sucedido en los últimos minutos.
Nunca había mirado a un hombre por más tiempo del necesario; ellos están prohibidos para mí. No porque les tenga miedo; eso lo superé hace mucho tiempo a base de algunos esfuerzos y sesiones con el psicólogo de la escuela, sino porque papá siempre logra enterarse si me llama la atención. No tengo la menor idea de cómo, pero es como si tuviese ojos en todos lados. Eso lo aprendí por las malas hace meses.
Una sonrisa triste aparece en mis labios al recordar a Lucas, mi último y único novio. Nuestra relación no terminó nada bien gracias a Rick. El pobre resultó bastante herido. Pasó seis meses en el hospital por un traumatismo cerebral que él le causó después de golpearlo hasta el cansancio. Muevo mi cabeza para despejar los recuerdos e inicio a caminar por los pasillos en dirección a la cafetería.
Será mejor olvidarme de la extraña sensación que tuve con mi nuevo profesor. Es mucho mayor que yo y fuera de mis límites.
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