Capítulo 1: No Cubras tu Huella

Shelley se encontraba en la cocina del departamento que compartía con Daniel preparando unas tostadas, miró el reloj colgado en la pared del frente, las agujas marcaban las 5 de la tarde.

Tanto Daniel como ella debían estar en el bar "Fast Food" a las 5:30, uno de los 4 bares que estaban a las afueras del campus de la Universidad y eran prácticamente exclusivos para estudiantes de distintas carreras, ambos habían conseguido trabajo allí hacía 3 meses, cuando el verano había iniciado. Actualmente las clases acaban de comenzar por lo que esa semana iba a ser un verdadero desafío, el bar se llenaría de estudiantes por primera vez.

Shelley y Daniel trabajaban por las tardes ya que ambos habían tomado el turno de la mañana para las clases de la Universidad, mientras que a la siesta descansaban. Habían 3 turnos de clase, por la mañana, por la siesta y por la tarde, Shelley trabajaba como mesera mientras que Daniel se encargaba de la caja.

Un amigo de Daniel, Cody Christian, les había ofrecido el trabajo, era el hijo del dueño de ese bar y se encargaba de supervisarlo. Shelley y Daniel estuvieron muy agradecidos porque ellos necesitaban el dinero para poder pagar el alquiler del departamento y comprar los materiales para la Universidad, Shelley tenía 19 años y acababa de empezar su segundo año de arquitectura, Daniel también tenía 19 años pero él acababa de empezar su segundo año de biología.

El campus de la Universidad contaba con numerosos establecimientos repartidos a lo largo del terreno donde se dictaban diversas carreras, como arquitectura, biología, ciencias económicas, abogacía, ingeniería, filosofía y letras, psicología, medicina, nutrición, diseño gráfico, diseño de interiores, matemáticas, entre otras. Habían múltiples caminerías que permitían que los estudiantes se trasladaran de una facultad a otra.

A las afueras del campus habían 4 bares. El bar "Fast Food", donde trabajaban Shelley y Daniel, ubicado al Norte, el bar "Delicious Food" al Sur, el bar "Amazing Food" al Oeste y el bar "Hot Food" al Este.

Tres meses atrás Shelley y Daniel habían decidido irse de sus respectivas casas y compartir un departamento porque se les facilitaba el traslado a la Universidad, el año anterior tuvieron que desplazarse en metro, lo cual les resultaba costoso y una pérdida de tiempo. Anteriormente Shelley vivía en una casa de barrio con su madre, su padre y su hermana mayor, no se arrepentía de haberse mudado con su mejor amigo a la ciudad, le gustaba ser independiente.

La zona donde estaba ubicado el edificio era muy lujosa y estaba a 15 minutos en pie del campus de la Universidad, por lo tanto también estaba muy cerca del bar donde trabajaba Shelley. El edificio tenía 20 pisos y 4 departamentos por piso con balcones que ofrecían una majestuosa vista a la ciudad, además también tenía una playa de estacionamiento subterránea.

Shelley y Daniel estaban viviendo en el departamento C del piso 14, no alquilaban un lugar en la playa de estacionamiento puesto que no tenían auto, Shelley miró la espectacular vista a la ciudad que le ofrecía el ventanal delante de la mesada y suspiró.

-Daniel está tardando demasiado.-Dijo en un quejido.

Trató de localizarlo desde la ventana pero le resultaba imposible distinguirlo ya que a esa altura las personas parecían hormigas, el problema era que se les había acabado la leche, Daniel se había ofrecido a ir a comprar en el minisuper de la esquina hacía rato, aún no regresaba y tenían media hora para tomar el té. Antes de que Shelley pudiera seguir quejándose el sonido de la cerradura de la puerta principal hizo eco en sus oídos.

-¡Shells!

Escuchó que gritaba su rubio amigo.

-Dan.-Saludó Shelley de vuelta, aquellos eran apodos cariñosos que tenían entre ellos y que se decían desde los 5 años.-¿Trajiste la leche?

Daniel entró en la cocina y depositó las bolsas con las compras en el mármol.

-Si y no sólo eso.

Shelley arqueó una ceja esperando que se explicara, Daniel esbozó una sonrisa infantil, rápidamente metió una mano en la bolsa y sacó una caja de cereales de chocolate.

-¡Chococereales! ¡mis favoritos! ¡estaban de oferta!

Shelley lanzó una estruendosa carcajada, cada vez que Daniel se ofrecía a hacer las compras venía con más comida de la que habían acordado comprar.

-¿Por qué no me sorprende?-Preguntó Shelley llevándose una mano al pelo y sacudiendo sus castaños mechones con elegancia, un gesto típico de ella.

Daniel la miró con un puchero.

-No puedo evitarlo Shelley... la comida me puede.

Shelley volvió a reír.

-Lo sé.

La castaña estiró el brazo para sacar una caja de leche de la bolsa pero Daniel la interceptó antes, le sujetó la muñeca izquierda, lugar donde su tatuaje permanecía oculto por una muñequera rosa, Shelley miró el agarre de Daniel en su muñeca y luego dirigió sus mieles ojos a él.

-No empieces...-Pidió mientras miraba al ojiazul con desafío.

Daniel sonrió y sin pedir permiso le quitó rápidamente la muñequera dejando expuesto el pequeño tatuaje gris oscuro con forma de huella que indicaba que en algún lugar del mundo Shelley tenía un alma gemela, la ojimiel se molestó por ese acto.

-¡Daniel!

-Pero es una linda huella.-Alegó el ojiazul en su defensa y lanzó la muñequera de Shelley al otro extremo de la cocina, la castaña lo miró con enojo.-No la cubras Shelley, significa que en algún lugar del mundo está tu alma gemela, tu destinado, tu pareja de vida, la persona que te hará feliz aunque no quieras aceptarlo y no quieras hablar al respecto.

-Vete a la mierda, déjame en paz.-Pidió Shelley cruzándose de brazos, sin ánimos de hablar otra vez de las almas gemelas.

Daniel frunció el ceño, la actitud de Shelley realmente lo frustraba, quería que su mejor amiga pensara como él, quería de una vez por todas hacerle entender que encontrar a su alma gemela sería lo mejor que le pudiese pasar. Daniel, como el común de las personas, soñaba con encontrar a su alma gemela por lo tanto no podía concebir que Shelley pensara tan diferente.

-Shells...

-Sabes perfectamente por qué nunca dejo al descubierto mi tatuaje, no quiero que mi alma gemela me encuentre y no debería importarte tanto, eres demasiado pesado con el tema, no voy a cambiar de parecer Daniel, lo siento.-Dijo Shelley acomodando las manos en su cintura, una pose típica de ella.

Daniel frunció el ceño, estaba empezando a molestarse.

-Claro que debería importarme, joder, sólo me preocupo por ti.

-Pues no lo hagas.-Contestó hiriente Shelley.

Daniel rodó los ojos, su mejor amiga se comportaba demasiado extraño, todas las personas en el mundo nacían con un pequeño tatuaje gris oscuro en la cara interna de la muñeca izquierda, podían tener diversas formas, representar cualquier cosa, sólo existía un gemelo de cada uno, es decir que cada tatuaje venía por dos. Si encontrabas a la persona que tenía tu mismo tatuaje encontrabas a tu alma gemela, a tu destinado, la gran mayoría quería encontrar a su pareja de vida pero eran pocos los afortunados que lograban encontrarse, lograr dar con tu alma gemela era poco común y muy difícil.

Por ese motivo Daniel no podía comprender que Shelley lo hiciera más difícil aún, le daba rabia ver como su amiga siempre ocultaba su tatuaje con muñequeras, pulseras de tela, camisetas manga larga, suéters o camperas. Le parecía ridículo, así se estaba privando de tener pareja porque su alma gemela nunca lograría encontrarla si seguía haciendo semejante estupidez y estaba en su deber recordárselo a diario, aunque Shelley lo odiara luego por ello.

Daniel no se rendía porque estaba seguro de que en un futuro Shelley se lo agradecería, al fin y al cabo él quería que la castaña fuera feliz, mucho más feliz de lo que ya era. Sabía, por todas las horas que había invertido de su tiempo libre investigando sobre las almas gemelas, que la felicidad que se sentía al producirse un encuentro era incomparable.

-Shelley... lo que haces es ridículo, ocultar tu tatuaje... es antinatural.

Shelley frunció el ceño y contestó testarudamente.

-Me importa una mierda si soy un bicho raro por eso.-Se encogió de hombros ante la mirada desafiante de Daniel y agregó.-Le tengo alergia al compromiso y lo sabes.

Daniel volvió a rodar los ojos, la castaña finalmente consiguió agarrar la caja de leche, acto seguido la abrió, vertió parte de su contenido en un plato hondo y le robó la caja de cereales al ojiazul.

-Nací para estar soltera.-Dijo Shelley con seguridad mientras arrojaba cereales en el plato y los mezclaba con una cuchara.

Daniel soltó una malvada carcajada.

-Naciste para encontrar a tu destinado.

Shelley se estremeció al escuchar aquello, esperaba que Daniel no lo notara pero para su mala suerte su mejor amigo si lo había notado, su sonrisa se ensanchó, Shelley lo miró apretando los labios en una fina línea.

-No.

Daniel sonrió más.

-Claro que si, deja de negarlo, todos nacimos para eso Shells aunque no te guste, aunque no estés de acuerdo, el tatuaje en nuestra muñeca izquierda lo demuestra.

-Me importa una mierda.-Repitió Shelley a la defensiva.

Sabía que Daniel estaba en lo cierto, las personas nacían con el tatuaje para que en un futuro encontraran a su alma gemela, era el destino y era difícil ir contra él, quizás imposible pero Shelley mantenía las esperanzas de no dar con su alma gemela.

-Iré contra el resto del mundo, un estúpido tatuaje no marcará mi destino.-Espetó la castaña, muy segura y decidida.

Daniel se llevó una mano al pecho, claramente herido con esas palabras.

-Tus palabras me hieren.-Comentó, bajó la mano y miró a Shelley con mala cara.-No puedo creer que pienses así.

La ojimiel se encogió de hombros y se llevó una cuchara de cereales a la boca.

-Yo si quiero encontrar a mi alma gemela.-Añadió Daniel con voz melancólica mirando el tatuaje en forma de hoja de eucalipto de su muñeca izquierda.

Shelley tragó y dijo con un deje de fastidio en la voz.

-Lo sé y me alegro, ya hablamos mil veces de esto Daniel, realmente agradecería que me dejaras tranquila con la decisión que tomé hace tiempo, no quiero que te sigas metiendo en mi vida ¿qué clase de mejor amigo se supone que eres? me complicas la existencia y me jodes el ánimo con tus estúpidas charlas.

Daniel la miró con ojos vidriosos, estaba al borde de las lágrimas, Shelley tragó saliva, el enojo se había esfumado y en su lugar sentía una inmensa culpa, quiso retirar sus hirientes palabras pero era imposible, pensó "mierda, esta vez me pasé", hablar del tema de las almas gemelas con Daniel siempre ponía a Shelley de mal humor pero no era una excusa, esta vez se había excedido en demasía.

Muchas eran las veces que habían discutido, a pesar de eso Daniel no dejaba de recordarle cada día que debía cambiar de parecer, pensar como el común de la gente, tratar de encontrar a su alma gemela. Shelley usualmente le decía comentarios como "que pérdida de tiempo... ¿para qué? soy muy feliz estando sola, no necesito a nadie", provocando que Daniel perdiera la paciencia de una vez por todas y se marchara molesto.

Sin embargo esta vez era diferente, Daniel no estaba molesto, estaba muy molesto, el rubio agarró la caja de cereales, sacó un puñado y se lo llevó a la boca mientras se esforzaba porque las lágrimas no salieran, Shelley volvió a tragar saliva sabiendo que realmente la había cagado.

-Dan... lo lamento... yo...

-Sabes que lo hago por tu bien.-La cortó Daniel con una mirada gélida.-Pero ya que... me hartaste Hennig, contigo no se puede, haz lo que quieras, prometo no volver a joder tu vida.

Shelley abrió la boca sorprendida, pocas veces Daniel la llamaba por su apellido, sólo lo hacía cuando estaba ofendido y molesto con ella en exceso y eran contadas las ocasiones en las que había estado así, se sintió aún peor por haber dicho aquellas palabras tan hirientes, ahora le costaría hacer las paces.

-Perdón.-Dijo con voz sincera, no se le ocurría que más decir.

Daniel, que ya le había dado la espalda, volteó a verla y le sacó la lengua.

-Guardate tus patéticas disculpas.

Shelley lo miró dolida.

-Pero Dan...

-Pero nada, me voy al bar, tengo una caja que atender, ni se te ocurra acompañarme, ve por tu cuenta cuando termines ese cuenco de cereales, realmente no quiero caminar a tu lado.

-¡Pero...!-Shelley no sabía que decir para que Daniel no la dejara sola, no quería que se fuera sin que quedaran en buenos términos nuevamente.-No... ¡no tomaste el té!-Gritó un poco alterada.

Shelley se abofeteó mentalmente y pensó "que excusa más estúpida, soy patética", Daniel elevó la caja de cereales, Shelley percibió frialdad en esos ojos azules, el rubio le dio la espalda nuevamente, salió de la cocina y con pasos veloces se dirigió a la puerta del departamento.

-Con esto estaré bien.

Lo siguiente que Shelley escuchó fue un sonoro portazo, cerró los ojos fuertemente por un momento, suspiró y los volvió a abrir.

-Esta vez la cagué en serio, ya...-Se revolvió su castaño pelo con una mano y luego se cruzó de brazos.-Ya pensaré en una disculpa mejor.

Miró el reloj de la pared, marcaba las 5:15 de la tarde, debía apurarse, comió velozmente lo que le quedaba de cereal y dejó el plato con la cuchara en la pileta de lavar, más tarde lavaría, estaba con los minutos contados, salió corriendo de la cocina, atravesó la sala y llegó a su habitación que estaba al lado de la de Daniel.

Miró su atuendo en el espejo de cuerpo completo, tenía una camisa mangas corta cuadriculada rosa y blanca que marcaba su cintura, un jean azul ajustado a sus esbeltas piernas y un par de zapatillas converse rosas.

No era por presumir pero Shelley era consciente de que tenía un cuerpo de infarto, la castaña suponía que era genético ya que no hacía dieta, mucho menos iba al gimnasio, de hecho era una de las personas más vagas que había, y no lo decía ella, eran palabras del mismísimo Daniel quien continuamente trataba de convencerla para que lo acompañara al gimnasio pero simplemente Shelley se negaba a hacer ejercicio, le parecía aburrido.

Shelley dio lentamente una vuelta para poder mirarse en el espejo en todos los ángulos, se volvió a poner frente al espejo y frunció el ceño, sus mieles ojos habían ido a parar a su muñeca izquierda dándose cuenta que sólo le faltaba colocarse un accesorio, el más importante e indispensable de su atuendo, se dirigió a la mesa de luz, abrió el cajón y sacó una pulsera de tela gruesa blanca, se la ató en la muñeca izquierda tapando el tatuaje en forma de huella, suspiró y se volvió a revolver el pelo con una mano.

-Listo, debo apurarme.

Se echó un poco de perfume en el cuello y tomó rápidamente su bolso negro con tachas y brillos, se lo colgó en el hombro y corrió fuera de su habitación, cerró el departamento con su juego de llaves, las guardó en el bolso y se dirigió corriendo al ascensor.

Por suerte no había nadie merodeando por los pasillos sino Shelley hubiera pasado una monumental vergüenza ya que se enredaba con sus piernas al correr y en ocasiones caía al suelo, era muy torpe. Esta vez no fue la excepción, cuando Shelley estaba cerca de los ascensores cayó, gracias a sus innatos reflejos pudo apoyar sus manos a tiempo, no se hizo daño porque el piso estaba cubierto por una alfombra.

-¡Mierda!-Gritó golpeando el suelo con su puño y añadió en un murmullo.-Por eso odio correr.

Se levantó con el orgullo herido y con la poca dignidad que pudo recoger y caminó los pasos que le quedaban hasta los ascensores, uno de los 3 estaba desocupado, suspiró aliviada y entró en éste, apretó el botón de la planta baja y las puertas se cerraron. Cuando estuvo en la planta baja saludó al portero, un viejito buena onda, y salió rumbo a su trabajo en uno de los bares más cercanos a la Universidad.

Mientras caminaba sujetando con una mano la correa de su bolso y con la otra mano dentro del bolsillo de su jean recorriendo las veredas cubiertas por hojas otoñales pensaba en lo que le deparaba esa tarde, en cualquier momento el bar se llenaría de estudiantes ya que las clases habían iniciado esa semana, Shelley soltó un suspiro al pensar en la dura jornada laboral que le esperaba.

Lo que no se imaginaba era que en unos minutos su vida daría un giro inesperado, Shelley no tenía ni la más remota idea de que ese día su camino y el de su alma gemela se cruzarían y nada volvería a ser lo mismo, la castaña no lo había planeado pero la vida le estaba dando una lección, a veces el destino no se puede manejar y eso es algo que Shelley iba a aprender por las malas ya que su alma gemela no daría el brazo a torcer luego de finalmente haberla encontrado, desde ese momento Shelley ya no iba a poder hacer nada, sólo le restaría enamorarse y cambiar su percepción de la vida. Su destinado, su pareja de vida, su alma gemela, iba a encargarse de conquistarla.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top